En este año 2011, mientras seguimos en guerra, la actividad literaria en la Feria del Libro de Valencia y sus alrededores está resultando más que abundante. Así, hace unos días y poco después del mediodía, los escritores Raúl del Pozo (Cuenca, 1936) y Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) presentaron en el restaurante Blue Canalla de la capital del Turia sus novelas ‘El reclamo’ y ‘El alma del mundo’, ganadora y finalista, respectivamente, del Premio de Primavera 2011, organizado por la editorial Espasa Calpe. Tras las fotografías de rigor, efectuadas en la plaza de Cánovas del Castillo, bajo un sol no de justicia pero sí de muchos grados, dio comienzo la rueda de prensa en el interior del establecimiento. Al fondo una mesa con los libros premiados, los escritores, dos copas - una de agua, otra de vino blanco - y un montón de grabadoras y micrófonos. Frente a ellos, los periodistas, bolígrafos y blocs en ristre, con los oídos dispuestos a escuchar y los magines trajinando preguntas posteriores.
‘EL RECLAMO’
A las orillas del río Paraná, donde vive exiliado Julián, un antiguo guerrillero español, ha acudido un historiador estadounidense que está investigando las partidas de maquis que operaron en España después de la Guerra Civil. Lleva consigo una propuesta: un viaje de regreso a aquel escenario para rememorar el pasado. De este modo, comienzan a desgranarse los recuerdos del protagonista y la narración de su vida pasada. Muy resumido, éste es el argumento de ‘El reclamo’. Raúl del Pozo, su autor, tomó la palabra en primer lugar para manifestar que “se encontraba muy a gusto en Valencia, la capital de los Borgia”. Definió el Premio Primavera “como uno de los más importantes galardones literarios del país, ajeno a cualquier chanchullo político, un prestigio que ha consolidado gracias a la calidad del jurado presidido por la maravillosa Ana María Matute”. Sobre su obra manifestó que “todos dicen que es una novela de maquis, pero también lo es de veredas, de puentes, del rumor y de la brisa del pinar, de hombres oscuros, buenos, malos y regulares, que venían de Levante y llegaban al Cerro de San Felipe, donde nace el Júcar, unos hombres que no tuvieron canciones ni poemas y que, en principio, fueron recibidos con flores pero nunca gozaron del reconocimiento que los partisanos tuvieron en otros países”. Raúl del Pozo explicó que había llevado esta historia a cuestas durante mucho tiempo y algún día tenía que contarla. “Siempre me fascinaba la idea de cuando yo era niño e iba a la escuela. Recordaba el polvo de la vereda, a los hombres con armas y al pinar que olía a pólvora. Más adelante, cuando en el cine veía películas del Oeste, siempre pensé que de pequeño yo había vivido un western”. Por supuesto, ‘El reclamo’ representa un intento de recuperar a aquellos luchadores que se echaron al monte y “creyeron en la democracia y pensaron que se podía cambiar el mundo”. Al tratarse de una historia sobre la posguerra española, resultaba ineludible no hablar de la Guerra Civil. “Es también una novela sobre la eterna tragedia de España, la Guerra Civil, que nos divide, un intento de superación para que nuestra contienda quede ya como algo literario, al mismo nivel que la Guerra de Secesión Norteamericana, donde nadie era bueno ni malo, sino todo lo contrario”. En el texto, el autor conquense ha utilizado nombres inventados para designar grupos políticos y siglas reales. “He intentado “literaturalizar” la obra para no hacer una novela galdosiana. Juego con la realidad pero mitificándola un poco: el Partido de los Fusilados verdaderamente es el de los fusilados, porque los comunistas han fusilado a mucha gente; el de los Cangrejos se llamó así porque los viejos revolucionarios decían que los socialistas van para atrás, apañan las averías del capitalismo y luego se marchan. Por último, están los más maravillosos, los que tocaban el acordeón y dijeron las cosas más bellas del siglo pasado: los anarquistas”. Finalmente, Raúl del Pozo, que vivió algunos de los hechos que relata, señaló que “los que hemos vivido la Posguerra sabemos que aquellas cosas no se podían mencionar. La Guerra era una cosa terrible de la que no convenía hablar y más en la Sierra de Cuenca donde no se sabía quién era maquis y quién guardia civil”.
‘EL ALMA DEL MUNDO’
Una tarde de junio, Otto Stephens y Clear Ross llegan a la lujosa residencia de ancianos de Buenavista. Ambos cargan consigo algo más que el peso de dos vidas gastadas por el tiempo y la edad. Ilona, la cuidadora que se dedica a acompañar a uno y a otro, no imagina lo que significarán los tres meses que pasarán juntos. De todo esto trata ‘El alma del mundo’, la novela finalista. Alejandro Palomas, su autor, la definió como un texto de corte intimista, como varias de sus obras anteriores, “una historia de amor de dos ancianos que deciden reinventarse y probar, apostar por una aventura que no han podido vivir hasta ese momento”. La novela, algo más extensa que la ganadora, guarda un giro inesperado y sorpresivo “porque al final del libro el lector descubrirá que todo lo que ha leído es una media verdad o una media mentira”. El escritor barcelonés siempre pensó que el amor no tiene edad “porque simplemente unos encuentran el amor a los noventa años y otros a los quince y yo quería invocar que en la ancianidad pueda suceder esto, porque el amor y la edad no tienen nada que ver”. El ambiente de la novela es tierno y plagado de sensaciones. “Espero que el lector se emocione tanto como me he emocionado yo escribiéndola”. ‘El alma del mundo’ no está basada en hechos reales. “Suelo proyectarme mucho en lo que escribo y pensé qué sería lo mejor que me podía pasar cuando fuese mayor. Debe de ser muy bonito enamorarse a los 90 años, cuando ya no tienes nada que perder y decides disfrutar a tope el tiempo que te quede de vida”. Palomas subrayó también el carácter cinematográfico de su obra “porque la he escrito pensando en la imagen, intuyendo como podría ser llevada a la pantalla”. Los giros finales le interesan mucho porque, tras haber escrito casi toda la novela, es como si necesitase reafirmarse a sí mismo. “Me gusta mucho jugar e influir en el lector, llevarlo de un sitio a otro, pensar que interactúo con él, cuando en realidad soy yo solo, conmigo mismo y con todo lo que llevo en la cabeza”. Por último, acerca de su “facilidad” para quedar finalista – lo fue también en el Premio Torrevieja – y no ganar el primer premio, afirmó que “claro que me gustaría ganar, mentiría si dijera lo contrario, pero estoy bien así y, además, he tenido mucha suerte de realizar la promoción con una persona como Raúl”.