Además de su faceta de coleccionista, musicólogo, dj y erudito musical, ahora Vicente Fabuel (Chulilla, cosecha años 50), se ha introducido en el mundo de la producción a través del disco ‘¡Chicas! Spanish female singers’, editado por el sello Vampisoul y aparecido en agosto de 2011 y en el que, entre otras, intervienen voces tan señeras en España como Gelu, Cristina y Los Stop, Pili y Mili, Marisol, Vainica Doble, Marisa Medina, Lía Uya y Encarnita Polo. Como teórico musical, publicó en el año 1998 su libro ‘Las chicas son guerreras’, un estudio de la participación de la mujer en la música pop.
Oí hablar de Vicente Fabuel hace mucho tiempo, cuando yo tenía dieciocho años y él no tantos. Vicente ganaba todos los concursos musicales que organizaban las emisoras de radio. Cuando yo me disponía a telefonear para dar la repuesta, él ya se había adelantado y había conseguido el premio, normalmente un elepé de entonces, un vinilo de ahora. Por circunstancias de la vida trabamos conocimiento a causa de esta afición común y porque un buen día, junto con Pepe Salvador, abrió una tienda de discos en la calle de Nuestra Señora de Gracia de Valencia, ‘Oldies’, un local que yo solía frecuentar para alimentar mi colección de discos y afinar mi cultura acústica. Desde entonces, Vicente Fabuel ha crecido mucho hasta convertirse en un experto en todo tipo de música popular, desde el pop al rock, pasando por reggae, flamenco, el estilo tradicional o el folk más depurado. Y esta tarde, una de tantas de los primeros días de diciembre, ¡por fin casi invernales!, sentado en eso que los locutores de Radio Valencia de la Cadena Ser, Arturo Blay y Amadeo Salvador, con los que semanalmente colabora Vicente Fabuel, han bautizado como “las catacumbas de Oldies”, tengo la oportunidad de conversar con él sobre lo que constituye el leitmotiv de su vida: la música.
UN RETRATO, UNAS SENSACIONES.
Vicente, ¿de dónde arranca tu pasión por la música?
Los primeros recuerdos que tengo provienen de la radio. La primera canción que me gustó mucho fue ‘Campanera’. En Chulilla, mi madre me obligaba a hacer un numerito “artístico” con esa composición delante de las vecinas. Y eso me marcó un poco. Es curioso que tanto ella como sus vecinas cantaban coplas con una enorme calidad y eran capaces de callarse de golpe, reñirte y ponerse a cantar de nuevo con la misma intensidad.
Hablas de la radio, de aquellos programas míticos que escuchábamos entonces como ‘Discomóder’, ‘Cada canción un recuerdo’ o ‘De dalt a baix’ ya no queda nada.
Nada, ni rastro. En aquella época y propiciado por el espíritu de la Transición , entró en los medios una cierta liberación, un aire liberal en el mejor sentido del término y por eso se pudo escuchar programas como ‘De dalt a baix’, que le dio una enorme dignidad a la cuestión lingüística en Valencia. Eso fue antes de la llamada “batalla de la lengua”.
¿Supongo que no te quedarías con ‘Campanera’, claro?
Nooooo, ya me ves. Me gusta todo. De hecho cuando me preguntan qué canción es mi preferida nunca cito títulos porque a mí me interesan músicas. Puede haber una gran canción en el repertorio de un cantante que no te dice nada y viceversa, temas mediocres en el de un artista de éxito. Con los años aprendes a huir de los grandes nombres, a no tragar todo lo que hacen y a escuchar a algún grupo que no has oído nunca. Nadie duda de que Dylan o The Doors hicieron una obra sensacional, pero hoy en día hay que dar pequeños bocaditos para encontrar algo parecido.
¿Estar inmerso en el negocio de la venta de discos ha engrandecido tu perspectiva musical?
Sin duda, ha sido definitivo. Cada día entra a la tienda alguien buscando algo, un cantante o una canción que a veces te emociona, aunque sea un artista que a priori a ti no te merece ningún tipo de respeto. Y de repente, te pica la curiosidad, te interesas por él y descubres cosas que valen la pena. Aunque en teoría los clientes acuden a nosotros para que les orientemos, muchas veces son ellos los que nos enseñan a nosotros.
Has escrito en prensa y revistas especializadas, pero afirmas que no eres un crítico, por qué no te consideras como tal?
Creo que un crítico ha de tener una actitud diaria, rigurosa, continua. Sinceramente creo que nunca he dicho nada negativo de ningún disco y eso lo llevo a gala, así que no voy a perder tiempo en ello. En España hubo épocas en que los editores discográficos le entregaban el nuevo trabajo de un determinado artista a un periodista que era fan suyo. De este modo, el crítico se mostraba mucho “más comprensivo” con el producto. Era una visión muy equivocada pero se funcionaba así. Un crítico ha de estar ahí, enfrentándose a determinados movimientos o estilos si es necesario. Yo sólo soy un comentarista que ocupo mi tiempo libre dedicándoselo a la música.
Pero sí que existe una tendencia historicista en tu trayectoria musical.
Sí, eso sí. Siempre me ha interesado la historia de la música. Mira, a mí me enseñaron a ser agradecido y si un grupo te ha hecho feliz con su trabajo ¿qué vas a hacer tú con él? Pues, ayudarle si puedes, para que salga adelante. Y aun haciendo esto no le devuelves todo lo que él te ha dado a ti.
Detrás de cada producto musical hay un montón de ilusiones depositadas.
Y tanto. Y muchos sacrificios. Es increíble. La música es como una muleta con la que estableces una conexión y ya no puedes vivir separado de ella. Cuando uno compra un disco, lo único que hace es comprar un pequeño derecho a la felicidad.
La música es también un además de, una banda sonora, un fondo…
Claro, la música te acompaña, te trae recuerdos. Determinados sonidos nos transportan directamente a otras épocas. Hay temas que van tan indisolublemente unidos a algún momento de mi vida que, en la tienda, no me atrevo a probarlos. Prefiero no desgastar aquel recuerdo y evitar que se diluyan en un contexto distinto. Estamos hablando del terreno de las emociones.
Publicaste un libro, ‘Las chicas son guerreras’ y ahora das un paso más: la producción discográfica.
Esta producción mía, que se titula ‘¡Chicas! Spanish female singers’, está formada por canciones que he guardado durante más de cuarenta años. En los últimos tiempos, comencé a recordarlas y escucharlas y me di cuenta de que, cuando escribí el libro, no las tenía en mente. Y lo cierto es que suenan fantásticas, modernas, atrevidas… En su momento no tuvieron éxito pero merecían ser editadas y compartidas. Y es lo que he hecho. En el fondo, es una forma de agradecimiento hacia aquellas mujeres que las cantaron y grabaron en su momento.
¿Las cantantes que aparecen en el disco se han enterado? ¿Qué les ha parecido?
Algunas sí que lo saben. Hubo una que habló conmigo para preguntarme por qué no había incluido ninguna canción suya. Tuve que explicarle que los temas que aparecen en el disco son sonido vintage, pero que suena muy fresco, incluso mejor que en la época que se grabaron. Me costó un poco explicarle este concepto porque ella no lo entendía. Este disco no es de cantantes sino de temas concretos. Las intérpretes son un poco fortuitas.
Eres un saco de sorpresas porque además de musicólogo y productor, de vez en cuando también oficias de Dj.
Lo de Dj presenta la faceta de descubrir cómo suenan en las discotecas temas que en su época no lo hicieron. Resulta fantástico ver bailar a trescientas personas al son de estas canciones que, en la mayoría de los casos, ni las recuerda el propio artista. La comunión que se produce en ese momento me parece fascinante porque a pesar, como ya he dicho, de que jamás se bailaron en una discoteca, no se produce rechazo. Y eso es un placer tremendo.
MÚSICA Y COLECCIONISMO
¿La afición a la música implica coleccionismo?
Es un tema muy complicado. En realidad, yo digo que soy coleccionista porque jamás he tirado un disco a la basura a no ser que se hubiese roto o estuviera desgastadísimo. Pero creo que no necesariamente lo uno ha de llevar a lo otro. De hecho hay una nueva generación que no conoce el concepto soporte, ni le va, ni le interesa. También es cierto que el elepé o el cedé tienen un lado fetichista y si te gusta un grupo o un cantante, el hecho de poseer algo suyo te da una cierta sensación de proximidad, de propiedad. La música debería ser sentir, escuchar y tocar, pero como no puedes tocar, a no ser que seas músico, pues la compras.
¿Tienes idea de cuántos ejemplares integran tu colección?
No los llevo controlados, paré de contar cuando llegué a los veinte mil. Tengo vinilos y cedés, ordenados por época, estilos y nacionalidades para disponer de una visión global. Mi madre, cuanto tenía doscientos, me decía: “estás loco, para qué quieres tantos si no los vas a oír todos”. Un día percibí la sensación de que había discos que no interesaban a nadie y mi casa se convirtió en una especie de oenegé: cogía el disco, lo guardaba y le daba mimo.
En su novela ‘El Club Dumas’, el escritor Arturo Pérez Reverte dibujó la figura del cazador de libros, ¿existen cazadores de discos también?
Sí, ha habido, pero los tiempos cambian. Hablamos de un producto cultural relativamente joven, de unos cien años de edad. Hasta los sesenta no hay discos que podríamos llamar populares y la gente que va a la caza y captura de discos en la cultura americana es muy conocida. Robert Crumb, el famoso dibujante de cómics, es un coleccionista de placas de blues de 78 revoluciones y dibujó un cómic, absolutamente real, que refleja sus propios movimientos casa por casa buscando estas placas. Con Internet todo esto ha cambiado, porque la red ha multiplicado de modo brutal la forma de localizar discos.
¿Significa eso que las famosas subastas de discos han desaparecido?
Las subastas se mantienen en las ferias de coleccionistas como una especie de rito. También en esto Internet, a través de plataformas como eBay y otras similares, ha cambiado la situación, porque claro todo es tan global, tan inmediato… Cuelgas un disco interesante y en seguida empieza a pujar por él gente de Alaska, de Nueva Zelanda, de cualquier parte. Y te das cuenta de que en cualquier sitio hay gente que sabe lo que busca.
¿Se te ha escapado alguna pieza que te interesaba?
Muchas y básicamente por el precio. Hay muchos discos atractivos pero no los puedes comprar todos.
¿Cuál es el disco más caro que has visto vender?
El disco español más caro que he visto vender es un epé del grupo americano The Remains por el que pagaron mil quinientos euros. Mucho tiempo antes, nosotros en la tienda, lo habíamos vendido por un precio bastante inferior.
¿Todavía queda mucho material por descubrir?
Nunca se sabe cuántas copias quedan de un disco concreto. Cada día te enfrentas a ellas y qué haces: deduces, te equivocas, aciertas. Es inabarcable. Con los discos de un determinado intérprete es más fácil, pero si te interesa todo, constantemente aparecen nuevas cosas. Si hablamos de música española, es difícil que a estas alturas surja algo de los años cincuenta y sesenta que no tengamos controlado, pero de los setenta todavía falta mucho por catalogar. Son cosas de rollo independiente, underground, pero que existen.
¿Cuál es el disco más buscado de la historia de la música pop?
El disco más buscado de la historia se supone que es de Elvis Presley. Antes de ser famoso, un día detuvo su camión delante de un estudio y grabó una canción para su madre. Lo más curioso es que este mismo tipo de grabaciones ya se hacían en Valencia por la época de Elvis, pero de eso nos hemos enterado hace relativamente poco tiempo. Un grupo valenciano, Los Protones, grabó uno de esos discos pagados de su propio bolsillo. Luego se convirtió en un single para promocionar una bebida valenciana denominada Orangina, una especie de Fanta de la época. El disco era un intento de emular al grupo Los Milos, donde cantaba Bruno Lomas.
Valencia, ¿realmente es una buena ciudad para la música pop?
Sí, sí que lo es. El crítico musical Diego Manrique publicó un artículo en el que hablaba de cómo habían desaparecido los instrumentos de metal en las grabaciones y decía que la mayoría de ellos eran valencianos. En los años sesenta, la participación valenciana en estas grabaciones era, proporcionalmente, superior a la de Barcelona. Hay que tener en cuenta que, por un lado estaban las bandas de música y por otro, las fallas. Antes cada falla tenía un grupo musical que tocaba en su casal. Los había a centenares, con un nivel muy bueno y trabajaban todo el año porque en las calles se hacía baile. Grupos como Paranoia Dea o músicos como Julio Galcerá salieron de esos sitios. Luego, cuando a finales de los sesenta apareció el rollo psicodélico, fueron desapareciendo.
Lo que no parece es que sea tan buena para la música en lengua vernácula, ¿no?
Valencia es una ciudad muy especial, cainita, muy agitada por el tema de la lengua que lo único que ha hecho ha sido crear una radicalización de ambas partes y con una posibilidad de acercamiento mínima. Hubo un intento a través de una tercera vía, representada por Lluís el Sifoner, pero se abortó. El Sifoner, en su tiempo, llegó a vender hasta cincuenta mil copias en nada. Era un hombre que tenía capacidad para reactualizar la canción popular. Pero no funcionó porque lo estrangularon desde la izquierda. Ahora sucede lo contrario y hay artistas que no pisan Canal 9.
Pero, al menos, alguien resiste: Al Tall.
Sí, Al Tall resiste y casi de modo increíble. Precisamente uno de sus miembros ha escrito un libro sobre la canción tradicional con teorías muy curiosas, como la que habla de una conexión musical valenciana con la zona de los Balcanes. Al Tall es un grupo que no es cien por cien profesional, que no vive de la música y cuyos integrantes se reúnen para hacer lo que les gusta. La verdad es que vivir cantando en valenciano es una utopía, aunque no te creas que otros grupos, que lo hacen en castellano, lo tienen mucho mejor.
Y a pesar de este panorama, ¿continúan surgiendo grupos en Valencia?
Creo que en los últimos cinco o seis años ha habido una reactivación, pero como te he dicho no es Jauja. Han aparecido un par de figuras como Miquel Gil o El Botifarra, que han conseguido actuar fuera de aquí, en Galicia o en el País Vasco.
“HOY, VENDER MUCHO ES VENDER NADA”
Y, a nivel general, ¿cuál es la situación de la música actualmente?
No vivimos el mejor de los mundos posibles ahora. Es difícil dedicarse a la música con ambición y los que han hecho grandes cosas en el panorama musical siempre han sido tipos muy ambiciosos como Dylan o Lennon. Eran tipos que tenían muchas ganas de comerse el mundo. Los grandes santones han desaparecido de la música porque el talento se ha marchado a la tecnología.
A la hora de las ventas, ¿destaca algún grupo?
Hoy no existe un grupo del que podamos decir que es el que más vende. Suenan unos cuantos pero nada más. Claro que también habría que aclarar qué significa vender mucho actualmente, porque vender mucho ahora es vender nada. Si un grupo consigue colocar cincuenta mil copias ya se considera un éxito. En tiempos de la movida unas ventas así se alcanzaban en muy poco tiempo. ¡Chicas! ha vendido dos mil copias en dos semanas, lo cual es mucho. El número uno de superventas a la semana se alcanza vendiendo sólo trescientas copias.
¿Puede un artista o un grupo sobrevivir con el producto de sus ventas?
La música continúa moviendo muchísimo dinero pero el que lo genera, que es el artista, no lo ve. Antes comprabas un disco y ahí acababa todo, pero ahora la música aparece en cualquier medio, está superexplotada, sirve para cualquier cosa y los beneficios se los llevan las empresas de tecnología y comunicación de turno y nadie dice nada. Es una batalla perdida pero que está ahí.
‘OLDIES’, LA TIENDA QUE RESISTE
Hace más de treinta años que se fundó ‘Oldies’, vuestra tienda. Comenzó Pepe Salvador con otro socio, que lo dejó pronto, y poco después apareciste tú, ¿qué recuerdas de aquellos tiempos?
Yo era cliente de la tienda y amigo de Pepe desde 1973. Nos habíamos conocido porque había un grupo de aficionados, del que yo formaba parte, que nos reuníamos en un piso para escuchar música. Y eso era algo raro porque no había nada similar en aquella época. Pepe se enteró y se dejó caer por allí. Después empezamos a intercambiar discos y a hacer grabaciones. Luego, como has dicho, él montó la tienda con otro socio, aunque ya había tenido una papelería por la Avenida de la Plata en la que también vendía discos. Yo tenía entonces un buen trabajo, pero no me gustaba y cuando se marchó su socio, surgió la posibilidad y abrimos ‘Oldies’.
¿Fue la primera tienda en Valencia especializada en discos de segunda mano?
No, no, hubo otras antes. Concretamente, en el Barrio del Carmen estaba ‘El elepé barato’ y en la calle Roteros ‘La Cara B’.
‘Oldies’ es un negocio marcadamente familiar.
Sí, nuestras mujeres, Carmen e Isabel, también trabajan en el negocio. Ser socio de alguien durante mucho tiempo es difícil. Es casi como un matrimonio. Y uno de los puntos clave para que esto haya funcionado tanto tiempo ha consistido en mantener nuestra relación personal a flote.
¿Con qué estilos musicales comenzó a funcionar ‘Oldies’?
Un poco de todo. Las tiendas entonces eran muy cucas y se hacían pensando en el gusto del propietario. Y eso es un error. Precisamente ese fue el motivo del fracaso de los dos establecimientos que te comentaba antes, porque estaban hechos a imagen y semejanza de sus dueños. Nuestro criterio fue abrirnos a todo tipo de música, tener una oferta amplia y ofrecer la posibilidad de rescatar joyas antiguas para los clientes y coleccionistas. Y lo cierto es que con este planteamiento no hemos tenido nunca problemas.
¿Conserváis todavía clientes de entonces?
Sí, sí. Precisamente hoy ha venido Manolo Sanchis, que afirma que fue nuestro primer cliente. Y si él lo dice, es verdad. Y además me ha encargado la colección completa de ‘Jade Warrior’, que conste.
Supongo que la aparición de Internet os habrá hecho daño, ¿no?
Sí, Internet nos ha hecho daño, pero la red no sólo nos quita, sino que también nos da, porque permite ampliar posibilidades para localizar y conseguir encargos de nuestros clientes. En los dos últimos años hemos notado una bajada en las ventas, especialmente en el producto español.
¿Tenemos todavía vinilo para rato?
Sí, pero quiero dejar claro que de aquí, de la tienda, el vinilo no se marchó nunca, incluso cuando en la década de los noventa lo que molaba era ir hacia el cedé. Y ahora hay un renacer del vinilo, auspiciado por la crisis del compacto que ha perdido glamour, porque carece de las portadas y de otros aditamentos que aportaba el elepé clásico. Hay gente con veinte años que defiende el vinilo como si lo conociera de toda la vida.
¿Realmente hay tanta diferencia en la calidad del sonido entre uno y otro soportes?
Ese es un tema muy especializado y no hay que ser demasiado talibán. Cuando Messi juega con Argentina no es lo mismo que cuando lo hace en el Barcelona. Si tú escuchas un cedé con un buen equipo la cosa cambia. Lo que sí es cierto es que el formato ha perdido categoría porque se ha quedado demasiado chico. Y el futuro de la música tiene un marcado sabor virtual, sin soporte. El emepetrés es un suplicio, porque ofrece un sonido chirriante, pero, mira, ahí está.
La última. La Navidad está encima, a la vuelta de la esquina. Recomiéndanos un buen título para comprar estas fiestas.
Termina de aparecer un disco que seguro que puede estar entre los cinco títulos más importantes de la historia musical. Se trata de ‘Smile’ de los Beach Boys, una obra que no salió nunca a la venta. Se ha publicado en varios formatos, vinilo doble y caja múltiple. Es una verdadera obra maestra, que reúne canciones que los aficionados hemos ido recopilando en nuestra casa, pero que nunca se habían editado como sus autores deseaban.