Natalia Soler es una periodista que siempre
ha querido escribir y que, tras quedarse en paro, se presenta a una beca de
investigación con un proyecto sobre dos vecinos de la misma localidad que
vivieron la guerra desde bandos enfrentados. Uno de ellos, José Emilio, era
cura y fue asesinado durante la contienda. El segundo, Antonio Almenar, fue un
activo luchador contra el fascismo, y formó parte de la Nueve, mítica compañía
formada por republicanos españoles, que liberó París de los alemanes, y cuya
gesta cayó en el olvido histórico.
Al tiempo que recoge testimonios para
elaborar su libro, Natalia recibe un mensaje vía Facebook. Carmen, una antigua
amiga que desapareció de su vida sin avisar, quiere volver a verla, lo que
despertará en Natalia el recuerdo de algo que quedó sin esclarecer y que
demuestra que una chispa sin consecuencias aparentes puede desencadenar un
incendio imprevisible muchos años después. Sobre estas bases argumentales, asienta
Carmen Amoraga ‘El rayo dormido’,
editada por Planeta, su nueva novela y como ella misma dice la mejor que ha
sido capaz de escribir hasta el día de hoy.
‘El Rayo dormido’, Carmen, ¿qué fue antes, el título o la novela?
El título surgió después. El verano pasado en
el pueblo donde veraneo hubo un incendio provocado por un rayo dormido, que es
un rayo que ha caído en un árbol y que se queda en su interior. Aunque por
fuera parece que no ocurre nada, sin embargo por dentro el tronco arde y cuando
menos se lo espera provoca un incendio que, por inesperado, es más grande. Creo
que a las personas nos pasa algo parecido muchas veces, porque todos tenemos
nuestros rayos escondidos y, cuando menos lo esperamos, algo los saca a la luz.
Y eso, primero nos hace sufrir pero
luego lo superamos como les ocurre a los cuatro personajes de la novela.
¿Concebiste esta
estructura de cuatro historias desde el primer momento?
Al principio solo iba a contar la relación
entre Natalia y Carmen, dos amigas que tuvieron mucha intimidad en un momento
determinado de su existencia, que estuvieron mucho tiempo sin saber nada una de
la otra y que, a través de las nuevas tecnologías, se reencuentran, pueden
aclarar sus rayos dormidos y contarse lo que ha sido su vida hasta ese instante.
Con ellas quería hablar un poco de la crisis que nos afecta a los todos los
ámbitos de la vida, pero especialmente en lo que atañe al mundo del periodismo,
una profesión que está padeciendo la crisis de un modo particularmente grave.
Sin embargo, un día me encontré con una persona mayor de mi pueblo que me contó
que había estado con Leclerc, el general de la Nueve, y la relación que había
mantenido con otros españoles que pelearon en aquella compañía. Al día
siguiente recibí también mucha información sobre el asesinato de un sacerdote
en mi pueblo. Esas dos vidas se me quedaron muy metidas y me generaron ganas de
dar las gracias a esas personas tan alejadas de los grandes nombres de la
Historia, pero que en realidad fueron las que con sus pequeñas existencias
contribuyeron a construirla con la plena convicción de que eso serviría para
hacer un mundo mejor. Y es cierto que el mundo que sus hijos y sus nietos
recibieron es mejor que el que ellos conocieron y, sin embargo, no tuvieron el
reconocimiento que merecían.
Actualmente, por
el mero hecho de nacer tenemos ciertos derechos pero, con la que cae, ¿qué
derechos van a tener nuestros hijos?
Otros, tendrán otros derechos. Bueno, espero
que los tengan. Ahora estamos siendo conscientes de lo que valen las cosas. No
sé en qué va a quedar esto y espero que los aspectos que ahora están modificando,
que creíamos intocables, nos enseñen a valorar mucho más los derechos que nos
queden. Antes pensábamos que todo caía del cielo, como el maná, y no valorábamos
la importancia que tenían.
¿Qué novedades
aporta ‘El rayo dormido’ con relación a tus novelas anteriores?
Es evidente que la novedad radica en la
vertiente histórica de la novela y en la parte real de los protagonistas. Los
rasgos comunes con otras obras mías los encontramos en la psicología tan
marcada de los personajes. El proceso de creación de ‘El rayo dormido’ ha sido
distinto, como más “profesional”, porque hasta ahora había escrito cuando podía
y cuando me apetecía. En este libro he tenido que documentarme mucho, hacer
esquemas, citarme con personas y entrevistarlas, incluso he cogido un permiso
en mi trabajo para poder dedicarle a la escritura un promedio de diez u once
horas diarias. Al obligarme a escribir todos los días, me he vuelto más
exigente conmigo misma y he cuidado todos los aspectos al máximo. Y eso es
bueno. La verdad es que tengo la conciencia tranquila. Creo que es la mejor
novela que he sido capaz de hacer.
Los personajes de
la novela tienen algo en común: son muy humanos.
A mí me gusta reflejar lo que veo y, salvo
enfermedad mental, no conozco a nadie hecho de una sola pieza. Todos tenemos
muchas aristas y somos capaces de lo mejor y de lo peor, incluso en un mismo
día. De acuerdo con esto, he construido personajes que me resultan creíbles.
¿Te interesa más
la gente de la calle que las instituciones o los colectivos que hay detrás de
ellos?
Sí, pero no sólo me interesan como autora,
sino también como persona que vive en el mundo de hoy. Los colectivos los
forman individualidades y cada individuo tiene su propia forma de hacer las
cosas.
Otro aspecto
interesante de ‘El rayo dormido’ es que la propia narración explica el proceso
de escritura del libro.
Sí, es como una novela dentro de la propia
novela. Es un recurso que he utilizado y que creo que queda bien.
¿Antonio Almenar, el luchador republicano,
existió realmente?
No, no hubo un Antonio Almenar. Existe una
persona que se llama Pablo, que es el noventa por ciento de Antonio Almenar.
Las historias que él vive son la suma de las experiencias de muchas personas
reunidas en un solo personaje. Las vivencias de la Nueve son absolutamente
reales y están extraídas, como explico en el apartado de Bibliografía y
Agradecimientos, del libro de Evelyn Mesquida titulado ‘Los olvidados de la
Historia’, una obra dividida en dos partes: una bélica y otra de entrevistas
realizadas a los supervivientes que me han sido de enorme utilidad.
Facebook es todo
un fenómeno social que también está presente en ‘El rayo dormido’.
Facebook es algo bueno, igual que Twitter,
que es una agencia de información brutal. El problema es que te crean una
realidad virtual que tiene el riesgo de que la gente piense que esa realidad es
auténtica. Además ambos, Facebook y Twitter, comparten un peligro: no somos
conscientes de la repercusión que tiene lo que decimos porque nosotros estamos
solos en un lugar y no nos damos cuenta que eso puede llegar a mucha gente.
También se produce el fenómeno de personas con las que no te hablas en la vida
real y, sin embargo, sostienes con ellas unas conversaciones en la red que no
veas.
Con la importancia
que alcanzaron los españoles en la Nueve, hasta hace poco no han tenido
reconocimiento oficial.
En un primer momento, la Nueve fue una
compañía de la Francia Libre, el ejército creado por De Gaulle tras la
ocupación alemana, al que se unió el general Leclerc. En ella se alistaron
muchos españoles. Los franceses querían ser ellos quienes liberasen Paris y
cuando se producían avances de los estadounidenses trataban de adelantarlos.
Por esta causa los españoles de la Nueve fueron los primeros que entraron en la
capital francesa escoltando a De Gaulle y a Leclerc. Como auténticos luchadores
antifascistas, pensaban que después volverían a España para derrotar a Franco,
cosa que no ocurrió. Por supuesto el hecho de la presencia de españoles fue
silenciado tanto por los franceses, a los que no les interesaba que se hiciese
público, como por la España de Franco, que no podía reconocer que aquellos
republicanos indeseables habían liberado París.
¿En la novela no
tomas partido, la hubieras escrito igual hace diez años?
No sé lo que hubiera pasado hace diez años.
Entonces estaba más en el realismo mágico y a lo mejor no me hubiera interesado
el tema. Durante la Guerra Civil se silenció a los vencidos y, como efecto
rebote, al venir la democracia se les dio toda la voz a personas que durante 40
años habían estado totalmente anuladas. Pero ya ha pasado suficiente tiempo
como para otorgar la voz a ambos bandos y reconocer que en las dos zonas
ocurrieron cosas. Como escritora de izquierdas observo cosas que se hicieron
durante la Guerra Civil de las que no me siento orgullosa, pero en mi novela no
hago ninguna revisión. Sólo cuento una historia.
En cifras totales,
durante la Guerra Civil hubo más muertos
en el bando republicano que en el
nacional. En la novela, sin embargo, planteas la situación contraria: un
sacerdote muerto y un republicano vivo.
No he sido consciente de ello. Lo que sí es
cierto es que al principio de la Guerra hubo muchos religiosos asesinados en la
retaguardia, no tanto al final como le sucede a José Emilio y también muchos
republicanos que sobrevivieron. He usado los tiempos como más me convenía para
mi historia. Antonio Almenar, además, no hizo la guerra, no luchó. Sus
penalidades las pasó después.
La última: ¿despertar
rayos dormidos es sano?
Creo que sí, que es necesario. Si no lo haces
no sabes si has superado el problema o no. Mentalmente, la técnica del avestruz
no me parece sana para vivir.
SOBRE CARMEN AMORAGA
Carmen Amoraga (Picanya, Valencia, 1969) es licenciada en Ciencias de la Información. Ha trabajado para radio y televisión. Columnista del diario Levante y colaboradora en tertulias de Punto Radio, Radio 9 y Canal 9, en la actualidad es asesora en relaciones con los medios de comunicación del rectorado de la Universidad de Valencia. Colabora en la Cadena Ser y publica artículos en Cartelera Turia. Con su primera novela, ‘Para que nada se pierda’,obtuvo el II Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla. Le siguieron ‘La larga noche’, Premio de la Crítica Valenciana, y ‘Todas las caricias’. ‘Algo tan parecido al amor’, su siguiente novela, fue finalista del Premio Nadal de 2007 y ‘El tiempo mientras tanto’, finalista del Premio Planeta 2010. Es autora también de ‘Palabras más, palabras menos’, recopilación de sus artículos en prensa y ‘Todo lo que no te contarán sobre la maternidad’.