Una nueva novela de la serie que tiene como protagonista a la juez Mariana de Marco acaba de salir a la venta: ‘Muerte en primera clase’, escrita por J.M. Guelbenzu y editada por Destino. Con el escritor madrileño tuve la ocasión de conversar durante unos minutos acerca del contenido de este nuevo título.
José María, los escritores suecos Sjowall y Wahloo vieron a una joven en un transbordador, les entraron ganas de matarla en el papel y escribieron su novela ‘Roseanne’, ¿cómo te tropezaste con esta nueva historia de la juez Mariana de Marco?
José María, los escritores suecos Sjowall y Wahloo vieron a una joven en un transbordador, les entraron ganas de matarla en el papel y escribieron su novela ‘Roseanne’, ¿cómo te tropezaste con esta nueva historia de la juez Mariana de Marco?
Después de “El hermano pequeño” necesitaba que la juez se desahogara y relajara y pensé en unas vacaciones. Entonces recordé mi viaje por el Nilo y se me ocurrió que ese sería el tipo de descanso y olvido que estaba buscando.
El nombre de la protagonista de tus novelas, Mariana de Marco, suena parecido al de otra mujer famosa, Juana de Arco. ¿Te inspiraste en ella para bautizar a tu protagonista? ¿Cómo surgió el nombre de la juez?
El nombre surgió de repente, como sucede con los nombres de todos mis personajes. No es una búsqueda sino algo parecido a una aparición. Así apareció en mi mente y así se quedó.
No hay prisa en tu novela por cazar al lector desde el primer momento. El cadáver llega con la narración ya avanzada, ¿eres escritor de fondo o de distancias cortas?
Soy un escritor de fondo. En realidad, no sé manejarme en las distancias cortas porque toda historia que se me ha ocurrido exigía un tratamiento de media o larga distancia. No me parece mal: para diez o doce ideas que se le ocurren a uno a lo largo de su vida, mejor no derrocharlas en piezas cortas.
El escenario, un barco, el Nilo, una desaparición, una estructura bastante clásica en la que descubrir el culpable es importante, ¿hay por tu parte un intento de homenajear a Agatha Christie, que también situó una de sus novelas en este mismo escenario, cuyo título se cita en estas páginas?
Si es un homenaje, lo es de rebote, porque nunca pretendí escribir una novela para homenajear a Agatha Christie. La elección de escenario y el tipo de novela –más policíaca que negra- es cierto que recuerdan a la creadora de Poirot, pero puestos a homenajear, yo lo haría con Dorothy Sayers o con Dashiell Hammett, que son mucho más escritores que Agatha Christie. Ella es una mediocre escritora y una excelente creadora de intrigas, algunas de ellas demasiado retorcidas y otras (sus últimas obras, por ejemplo, ‘Noche eterna’, ‘Los cuatro grande’, ‘En el hotel Bertram’…) demasiado grandilocuentes.
Pero Egipto, el Nilo, ¿son buenos lugares para cometer un crimen?
Insisto en que fue el recuerdo de un viaje, un viaje en el que comprendí que el escenario era idóneo para una historia de crimen y misterio, como ya había demostrado Agatha Christie. Pero si mi viaje hubiera sido por el Orinoco, éste habría sido el escenario y nadie se acordaría de la señora Christie.
¿Conocías de antemano el desenlace de la novela o ha sido la propia peripecia literaria quien te ha conducido a este final?
Es imposible escribir una novela policíaca sin conocer el final de antemano. Esencialmente, porque a lo largo del relato han de quedar bien dispuestas y disimuladas las pistas así como colocados los lazos que deben cerrarse sobre la historia al tirar del último cabo.
La narración, la lectura, incluso el asesinato, transcurren con cierta placidez en ‘Muerte en primera clase’, ¿son así los cruceros por el Nilo?
Los cruceros en el Nilo son de una constante placidez. Ahí la gente va a lo que va y todo está regulado. Lo único atropellado es dejarse llevar por un exceso de excursiones a tierra.
Describes brevemente el amanecer en el desierto, con el paso de los tonos grises a dorados, ¿qué tiene de seductor el desierto para un occidental?
Yo creo que cualquier ser humano mínimamente curioso ha de hacer tres viajes en su vida: al Polo, a la Selva y al Desierto.
Te pregunté en otra ocasión sobre la dificultad que supone para un hombre introducirse en la mente de una mujer. En ‘Muerte en primera clase’ te introduces en la de dos, has doblado el riesgo, ¿has salido bien librado de la experiencia?
Yo creo que sí, que bastante bien. Si no lo creyera no habría publicado el libro. Además, ya voy teniendo bastante experiencia; pero donde creo que he llegado más alto es en mis otras novelas, las que literariamente son más ambiciosas y complejas, que es a las que fundamentalmente dedico mis mayores esfuerzos. Te recuerdo alguna, como El sentimiento, Un peso en el mundo o El amor verdadero, por ejemplo.
Julia, aquí en la novela desempeña el papel de contrapeso para las reflexiones de su protagonista, ¿es un poco el Dr. Watson de Mariana de Marco?
No. En la relación entre ambas lo que he querido es dar forma a un asunto que me fascina: la amistad entre mujeres.
La juez ¿se ha vuelto mucho más reflexiva, introspectiva, con el avance del tiempo? ¿Y también está un poco a la defensiva, no?
¿Cómo no va a estar a la defensiva después de lo que le ocurrió en ‘El hermano pequeño’? Pero precisamente por ese camino va a venir una reflexión (de momento sólo una intuición imprecisa) acerca de sus relaciones personales y otros aspectos de su vida. Pero eso pertenece a la siguiente novela.
En la página 44 podemos leer que los jueces son “arbitrarios en muchas de sus decisiones, precisamente por lo alejados que se encuentran de la vida común”, ¿qué hay de real en esta afirmación? ¿Para una profesión como la de juez esa actitud no es un poco peligrosa?
Como actitud es muy peligrosa cuando se da, pero lo cierto es que muchos de ellos, sobre todo en las alturas, parecen vivir otra realidad, de igual modo que hay entre ellos gente muy entregada y atenta a la realidad. Uno de los problemas de ser juez es que, el que juzga, puede tender a considerarse superior a los que juzga, incluso inconscientemente. La letra de la ley no lo es todo, también ha de responder ante la realidad. Por ejemplo, pienso en aquella fotografía de los que juzgaron a Garzón, togados y solemnemente sentados y alineados tras la mesa de hacer justicia, que me hizo pensar: “Tan cerca de la Ley y tan lejos de los hombres”.
‘Muerte en primera clase’ es una novela con banda sonora. A lo largo del crucero se escuchan varios temas de jazz. ¿Quién es el aficionado al jazz: José Mª Guelbenzu o Mariana de Marco? ¿Por dónde van las preferencias?
Mariana de Marco es una reciente aficionada gracias a un tal López Mansur, que aparece en otras novelas mías y, dentro de la serie, en ‘El cadáver arrepentido’. Ella es de clásica, con preferencia por la voz y el piano, pero estos dos elementos la han ayudado a acercarse al jazz. Yo, en cambio, soy un devoto del jazz y más tardío de la clásica.
Termina la novela con el inicio de la Guerra de Irak, tengo entendido que la serie se compone de diez títulos en total, ¿a la juez llegará a afectarle la crisis actual?
Me parece sumamente probable. Y también tendrá cosas que decir.
Herme Cerezo/SIGLO XXI, 01/10/2012
SOBRE JOSÉ Mª GUELBENZU
SOBRE JOSÉ Mª GUELBENZU
J.M. Guelbenzu (Madrid, 1944) estudió Derecho en la Complutense. Trabajó en ‘Cuadernos para el Diálogo’ y en la actualidad colabora habitualmente en ‘El País’. Ha sido también director de las editoriales Tauro y Alfaguara. Entre los libros que ha publicado hasta ahora podemos citar ‘La noche en casa’, ‘El río de la luna’ (Premio de la Crítica, 1981), ‘El esperado’, ‘La mirada’, ‘La Tierra Prometida’ (Premio Plaza&Janés, 1991), ‘El sentimiento’, ‘Un peso en el mundo’, ‘Esta pared de hielo’ y ‘El amor verdadero’. Desde hace un tiempo, está inmerso en un ciclo de diez novelas policiacas, protagonizadas por la juez Mariana de Marco, del que ha publicado hasta el momento los siguientes títulos: ‘No acosen al asesino’, ‘La muerte viene de lejos’, ‘El cadáver arrepentido’, ‘Un asesinato piadoso’, ‘El hermano pequeño’ y ‘Muerte en primera clase’.