«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 22 de enero de 2013

Carlos del Amor, periodista y escritor: “El género del relato es lo más parecido a lo que yo trabajo en los informativos”



Carlos del Amor se ha especializado en contar las noticias sobre el mundo de la cultura en los telediarios de Televisión Española de modo diferente, un modo que mezcla lo literario y lo sensorial, la información y el ritmo, con el fin de despertar no solo la curiosidad sino también las emociones en quien le escucha. Con motivo de la promoción en Valencia de su primer libro de relatos, ‘La vida a veces’, editada por Espasa, un puñado de veinticinco imágenes, de veinticinco impulsos, de veinticinco momentos de la vida divididos en cinco apartados (Espacios, Oficios, Accidentes, Coincidencias e Interacciones), pude entrevistarle en el corner del Lounge Bar del Hotel Astoria de la capital del Turia, escenario acostumbrado para mis conversaciones.

Carlos, te has especializado en contar noticias culturales en Televisión Española a través de textos muy breves. ¿Para escribir como tú lo haces es preciso trabajar en una empresa pública? ¿Podrías hacerlo en una televisión privada? 

Creo que se puede escribir de cualquier manera y en cualquier sitio. Otra cosa es que te admitan los temas. Mis contenidos tienen mucho sentido en una televisión pública, porque si no los emite ella ¿quién lo va a hacer? Dispongo de dos minutos para hablar, por ejemplo, de una exposición sobre el joven Van Dick en el Museo del Prado y ese tiempo no existe en otros informativos. Es la ventaja de nuestros telediarios que llegan a sitios donde los demás medios no acuden. Nosotros buscamos informativos con rigor, alejados de lo comercial.

¿Se puede escribir bien una mala historia y viceversa?

Seguro que sí. Trato siempre de que el intermediario, en este caso yo, cuente una historia pequeña de una manera no trivial, de forma que se convierta en una aventura. Es una obligación que me he impuesto. Si hablo de un tema es porque me parece apasionante e intento transmitir al telespectador la emoción que provoca en mí. Un mal reportaje arruina un buen tema y un buen reportaje relanza un mal tema.

Has debutado en la literatura en el género corto: veinticinco cuentos, veinticinco historias distintas, veinticinco inicios para captar la atención del lector, ¿empresa complicada, no?

Como bien dices es complicado, pero también me parecía complicado escribir cualquier cosa que al final se convierte en libro. Me siento cómodo en las distancias cortas, en el minuto y veinte segundos de cada telediario, que es sinónimo de un cuento en literatura, como un tuit sería el sinónimo de un microrrelato. El género del relato es lo más parecido a lo que yo trabajo en los informativos, es muy similar y trato de que cada pieza tenga su principio y su final, que esté cerrada, que deje un sabor de boca diferente en el lector, que le haga reflexionar sobre lo que ha leído y que termine emocionándole.
¿Escribes así por convicción o para aprender con vistas a futuras aventuras literarias? 

No sé si sería capaz de escribir una novela ahora mismo, ni si dispongo de tiempo suficiente para bucear en una novela. Cuando escribo un relato veo el final y puedo cumplir el plazo que me marco y no sé si mi ritmo actual de vida me permitiría ver el final de una novela tan lejos, a trescientas páginas vista, manteniendo la cabeza suficientemente ordenada como para que la vida de los personajes adquiera suficiente sentido literario. Mientras escribía vi que algunos personajes podrían alcanzar un mayor desarrollo y que incluso algún cuento podría convertirse en novela, pero nada más.

¿Se han quedado cuentos en el camino, fuera del libro?

 Más que relatos, en el camino se han quedado historias que no he sabido convertir en relato porque no me han salido. En total han sido publicados veinticinco cuentos pero podían haber sido más porque no había tope establecido.

¿Los relatos que integran ‘La vida a veces’ nacieron ya con vocación de libro?

Nacieron con vocación de libro desde el principio, aunque la estructura vino después. Dividir los relatos en cinco bloques surgió en colaboración con mis editoras y con el propósito de que el lector pueda tomar aire antes de seguir leyendo. Su origen es un mail y una llamada telefónica de la Editorial España en la que me proponían trasladar mi lenguaje televisivo al lenguaje literario de un libro. Acepté encantado porque hay que lanzarse a los retos y a las aventuras.

En el primer relato, ‘Sin ideas’, un escritor anda a la búsqueda de temas sobre los que escribir, ¿los temas te han cazado a ti o los has cazado tú a ellos?

Hay relatos de ambas procedencias. Una vez que sabes que vas a escribir un libro, tus sentidos se abren, se ponen alerta en plan cazador y  prestas atención a la televisión y a la prensa de otra manera. Como necesitas materia prima escuchas también a la gente de otro modo y vas tomando notas. Llevo mi móvil lleno de anotaciones con situaciones que he ido viendo o escuchando o que se me han cruzado en lugares diferentes. Esta acumulación hace que el cazador comience a sentirse cazado.

Algunos de estos relatos arrancan de una fotografía, ¿podríamos definir los cuentos como fotografías de la realidad?

Sí, totalmente. Yo he llegado a conclusión de que son veinticinco fotografías, veinticinco instantáneas que se han convertido en momentos de veinticinco vidas: la de un fotógrafo, la de un hombre muy enamorado de su pareja, la del nacimiento de una hija… He intentado que se visualicen esos instantes, después le he dado al play y he construido el relato.

¿’La vida a veces’ es muy autobiográfica?

Hay mucho de mí en varios cuentos. Sin ir más lejos, la habitación del trastero que aparece en uno de ellos es la mía. Al final uno tira de lo que conoce y ninguna habitación está más presente en la memoria que la propia. El pensamiento de saber qué ocurre cuando no estamos en un lugar también puebla frecuentemente mi cabeza, al igual que el miedo a que no funcione una cámara fotográfica en el momento preciso es mi miedo a fallar cuando hago una entrevista. Poco a poco la manera de ser y el pensamiento de uno mismo va calando en los relatos.

Últimamente algunos periodistas han publicado novelas sobre temas cotidianos, sobre gente corriente, ¿a qué crees que se debe esta coincidencia?

El periodista por algo lo es y tiene un radar que le hace fijarse más en todo y por eso absorbe la realidad con los sentidos más abiertos que los de los demás. Por otro lado, a la gente también le gusta saber qué ocurre en la calle o en la casa del vecino del quinto o en la vida de Obama. Creo que hay que empezar a reivindicar lo pequeño y, tal vez, cambiar la Historia con mayúscula por la historia con minúscula, por nuestra propia historia.

Cuando tuve el libro en mis manos y leí el título, me vino a la mente la canción de Serrat que dice “De vez en cuando la vida…”, ¿procede de ahí?

No, pero va con el libro. El título me lo inspiró el poema de Gil de Biedma que aparece al comienzo del volumen. ‘La vida a veces’ es como un título incompleto que la gente puede rellenar a su gusto porque la vida a veces es aburrida, melancólica, divertida, gozosa… Hay canciones de Serrat o de Sabina que hablan de la cotidianeidad, de las pequeñas cosas y que tienen que ver con este libro, claro.

En general, el tono de los relatos es optimista, ¿no?

Creo que el tono en general es melancólico optimista. Hay una melancolía que parece triste, pero la melancolía no tiene por qué serlo. Por ejemplo, en el cuento del hombre que quiere ser enterrado mirando a su esposa, ese hecho, que lo ha puesto en práctica cada día de su vida, es algo bonito. Lo que sucede es que a lo mejor la mayor aventura es ver una película tumbados en nuestro sofá. No nos damos cuenta de que lo más cercano y cotidiano es lo más valioso. Pensamos que la aventura es viajar en globo cuando todo puede ser mucho más sencillo.

¿La cultura audiovisual en la que te mueves te ha condicionado a la hora de escribir los relatos?

Si soy culto, que no lo soy, lo soy audiovisualmente por los diez años que llevo conviviendo con las imágenes y sabiendo que en mi profesión primero está la imagen y luego yo. Al escribir descubres que en el papel no hay imagen y has de echarle imaginación. Para ello cerré los ojos y me monté mi propio monitor en la cabeza, así me resultaba más fácil trabajar. Durante la escritura he buscado que ese monitor se encienda también en la mente del lector.

La última: dicen que los libros los acaban los lectores, ¿por eso has incluido en ‘La vida a veces’ un relato en blanco para que cada uno pueda escribir su cuento?

Efectivamente, esas páginas en blanco son para que el libro sea de Carlos del Amor y de cada lector o de cada lectora. Todos tenemos una historia que no es trascendente, pero que nos apetece contar y aquí podemos hacerlo. De este modo, al colocar el libro en el estante será mío y también suyo porque habrán participado en su creación.


SOBRE CARLOS DEL AMOR 

Carlos del Amor (Murcia, 1974) es periodista y su carrera profesional está vinculada al área de Cultura de los Servicios Informativos de RTVE. Su particular manera de enfocar la información en el Telediario le ha convertido en una de las voces más personales, reconocibles y seguidas del panorama periodístico. Colaborador en el programa ‘No es un día cualquiera’, de RNE, donde aporta esa mirada diferente sobre la actualidad, ha cubierto los principales festivales de cine del mundo y entrevistado a numerosas personalidades de la cultura.
Asimismo, ha publicado artículos en diferentes revistas, e imparte clases y charlas en numerosas universidades.