Un aspirante a escritor llamado Diego
Leonarte irrumpe de la noche a la mañana en la rutinaria vida de Mando
Benavides, cuya trayectoria literaria, sin ser rutilante, le ha granjeado ya
algunos premios. La omnipresencia y generosidad de Diego abruman a Mando desde
el primer instante, y generan un conflicto con la esposa de este, Aina. Un
conflicto que irá más allá de los celos, de la sospecha, para adentrarse en el
territorio de la angustia y el miedo. Mando pugna por escapar de esa «amistad»,
en apariencia impostada, que se transformará progresivamente en una obsesión y
que, como un terreno de arenas movedizas, atrapa tanto al protagonista como al
lector. Con todos estos mimbres Vicente Marco ha pergeñado ‘Ópera magna’,
novela con la que ha conquistado el Premio Jaén de Novela 2013, editada por
Almuzara. Sobre ella, sobre literatura y premios literarios pude conversar hace
unos días con este prolífico autor valenciano.
Vicente, llevas
toda la vida escribiendo, ¿qué es para ti escribir?
Es cierto, escribo desde los siete años. Lo
he explicado ya algunas veces. Recuerdo que mi padre me trajo unas hojas para
que hiciera cuentas, porque esa fue siempre su obsesión. Él trabajaba en una
oficina y quería que yo siguiera sus pasos. Mi padre era una persona con un
carácter muy fuerte, que había pasado una posguerra y tenía claro que para
comer había que trabajar. Por eso trató de apartarme de la literatura. Y
precisamente ahí se produjo mi primera rebelión y cuanto mayor era su interés
porque no escribiese, más empeño ponía yo en escribir en aquellas hojas que me
daba. Desgraciadamente, murió antes de ver ninguno de mis libros premiados. Si mi
padre hubiera conocido la literatura traducida en dinero, habría cambiado de
opinión. Claro que sobre este asunto me
llevé una sorpresa no hace mucho.
¿Qué sorpresa?
Hace más o menos un año murió una tía mía,
hermana de mi padre. En el velatorio había un señor muy mayor que me dijo: “Vicente
Marco, qué gran escritor”. Le di las gracias creyendo que se dirigía a mí, pero
entonces me contó que hablaba de mi padre. Le respondí que estaba en un error
porque mi padre era incapaz de escribir una sola letra. Pero él me contestó que
no, que había escrito obras de teatro y que él conservaba un par de ellas.
Entonces me explicó que su madre, o sea mi abuela, siempre quiso que mi padre
trabajase en una oficina y que no escribiese. Este incidente me impactó mucho
porque me cambió toda la perspectiva de esta historia.
¿Escribir es una
enfermedad o un acto terapéutico?
Escribir siempre es terapéutico. Durante los
periodos de descanso que yo mismo me impongo, a los dos días ya estoy
trabajando porque no me siento cómodo, necesito crear continuamente. Las
historias me vienen enseguida y no puedo rechazarlas ni abandonarlas, debo
explorarlas. En realidad, yo diría que escribir es casi una enfermedad y que lo
terapéutico es transformar las ideas en un libro.
¿Por qué es
importante haber ganado el Premio Jaén de Novela para ti?
Por todo lo que significa. El dinero del
premio, en una situación como la mía, es importante aunque lo más interesante
es el reconocimiento que yo obtengo con el premio. Yo busco ese reconocimiento
no solo con las novelas sino con toda mi actividad literaria. Trabajo mucho. El
Premio Jaén de Novela, además, te introduce un poco más en el mundo de la
literatura y la editorial Almuzara está haciendo un buen trabajo de promoción
del que estoy muy satisfecho.
Además de este
galardón, tienes en tu haber un exitoso y dilatado historial de premios
literarios, ¿de alguna manera concibes la literatura como una competición?
No, no lo veo como una manera de competir
pero sí de divertirme. De entrada para mí la literatura es diversión y luego
muchas otras cosas. Es cierto que he tenido suerte en los concursos pero no me
considero una persona tan competitiva que siempre quiera ganar.
Lo de la
competitividad te lo preguntaba porque uno de los personajes de ‘Ópera magna’,
Diego Leonarte, se ha leído todas las novelas de un concurso para conocer cómo
escriben sus “rivales”.
Es verdad que el mundo de los premios, como
cualquier competición tiene gente que está muy pendiente de lo que ocurre y que
hay muchos egos heridos. De hecho, la novela parte de una situación real porque
el tipo con el que yo me encontré hablando después de la entrega del premio se
había leído todas las novelas de un concurso al que él se había presentado. Y
opinaba que las buenas eran la suya y la de otro escritor que también había
sido, como él, descalificado a la primera. Pero eso es un caso especial que a
mí me ha disparado la imaginación para escribir ‘Ópera magna’. Yo creo que el
noventa y cinco por ciento de los escritores que he conocido en los concursos
son muy sanos y, si está en su mano, te ayudan.
Tú impartes talleres y, además, uno de ellos encaminado a premios literarios, ¿se puede enseñar a ganar un premio?
No se puede enseñar cómo se gana un premio
porque cada jurado es un mundo y hay relatos que uno no termina de entender
cómo pudieron obtener un galardón. Lo que sí que se puede explicar es cuáles
son los errores más comunes que no hay que cometer para ganarlo. En mis
talleres yo animo a los alumnos a presentarse y me siento orgulloso de que varios
de ellos ya han sido premiados en algún certamen.
¿‘Ópera magna’
está basado en un hecho real?
Los primeros capítulos, el viaje a Segovia y
algunas otras cosas que cuento son ciertos. Conocí al escritor del que hablaba
antes y su actitud me estimuló para escribir la novela. Seguro que se acercó a
mí con buena voluntad, pero observé en él ciertos comportamientos pintorescos
que me dispararon la imaginación. Él no sabe que he escrito la novela inspirada
en su persona e ignoro si la habrá leído, pero pienso que tampoco hay que darle
demasiadas vueltas al asunto.
No solo escribes
novelas, también haces guiones, teatro, relato corto, ¿en qué territorio te sientes más a gusto?
Me siendo cómodo en todos porque me gustan por
igual. Actualmente lo que menos trabajo
es el relato porque a lo largo de mi vida he escrito muchos y ahora he
parado. También he escrito muchas novelas, pero como su proceso es más largo
son menos y creo que las escribiré siempre. El teatro me interesa porque me
gusta mostrar lo que quiero decir a través del diálogo. Precisamente, aprovecho
los momentos de descanso entre novela y novela para escribir teatro.
Bueno, Mando es un personaje de ficción pero
seguro que lleva rasgos míos aunque yo no soy tan pusilánime como él. Siempre
intento desligar al protagonista de mí mismo para conseguir que sea un ser
imaginario, pero inevitablemente si estoy narrando en primera persona algo se
me habrá escapado.
Ya que lo has
comentado, ¿por qué has elegido la primera persona para narrar ‘Ópera magna’?
A la hora de escribir siempre hago caso de
las voces tal y como me abordan. Y en esta ocasión la voz me vino en primera
persona. Luego, durante el proceso de revisión, volví a tener claro que había
de ser así. La historia era muy potente y solo podía narrarla de este modo
porque resultaba mucho más cercana. Yo no quería distanciarme del protagonista
y tampoco me interesaba que el lector se alejase de la trama.
Has estructurado
‘Ópera magna’ a través de una serie de sacudidas inesperadas que agarran fuerte
al lector, ¿cuál ha sido el proceso creativo que has seguido para escribirla?
A diferencia de todas las novelas que he
escrito hasta hoy, ‘Ópera Magna’ no nace por impulsos. En esta ocasión, cuando
regresé de mi viaje a Segovia tenía casi el ochenta por ciento de la novela
almacenado en mi cabeza, incluidos los personajes. A continuación hubo un
proceso fuerte de creación que duró unas seis semanas. Y por último, me sumergí
en la revisión y el ajuste de los tiempos para captar permanentemente la
atención del lector.
Precisamente por
esta capacidad de captación me parece que ‘Ópera magna’ es una novela de
“sesión continua”, hay que leerla de un tirón.
Está bien eso de “sesión continua” [risas].
Muchos lectores me comentan que la novela se lee de un tirón como tú dices,
incluso alguna persona me dijo que es un libro caro porque otras novelas les
duran dos o tres semanas y esta la han leído en un día. Esto es una gran
satisfacción para mí porque creo que las novelas deben aspirar a ser leídas de
golpe.
Cuando un sujeto tan
recalcitrante y obsesivo como Diego Leonarte se introduce en nuestras vidas,
¿hay alguna manera de deshacernos de él?
Es difícil, yo mismo he sufrido a algunos
sujetos de estos en mi vida. Para crear el personaje de Leonarte he cogido a
varios de ellos, los he metido en una coctelera y he creado al personaje. Pero
es verdad que a un tipo así es difícil sacártelo de encima y solo puedes hacerlo
dando un puñetazo y cortando. Son ociosos, auténticos chupadores de energía,
que regresan continuamente y hay que mantenerse firmes con ellos.
La situación que
genera ‘Ópera magna’ es claustrofóbica. La claustrofobia es un tema que ya has abordado
en alguna novela anterior y en tus cuentos, ¿por qué te interesa tanto?
Sí, las situaciones de angustia siempre me
han interesado, son una constante bastante recurrente en mi obra. Personalmente he atravesado momentos de
angustia sobre todo uno que ocurrió hace muchos años cuando sufrí un accidente
por atragantamiento. Me estaba ahogando y recuerdo que le decía adiós a mi
madre con la mano antes de desmayarme. Permanecí inconsciente durante seis horas y lo que más
me dolió fue el sufrimiento de mi madre. Estuve dos años sin probar ni un solo
alimento sólido, era incapaz, y conseguí sobreponerme a este episodio gracias
al humor, porque en el fondo mi naturaleza es humorística. Creo que el humor es
algo innato en mi persona.
En un pasaje de
‘Ópera magna’, Leonarte le dice a Mando
que todos los escritores copian, ¿se copia mucho en nuestro país?
Creo que no se produce una copia a nivel de
plagio, sino que más bien es algo inconsciente. Al final, cuando escribes,
estás directamente influenciado por todo lo que has leído o visto en el cine. A fin de cuentas, obtener
un estilo propio es tener la capacidad suficiente para condensar todas esas
influencias sin dejar de ser tú mismo. Claro que eso es lo ideal. En muchos
escritores primerizos se nota qué autor o autores han leído mientras escribían
su novela. Por supuesto, también hay quien calca y plagia pero son los menos y
yo no me refería a ellos en ese pasaje del libro.
La última por hoy: ¿qué nuevos proyectos
literarios guardas en el cajón de tu mesa?
He terminado una obra de teatro, que se
estrenará seguramente en el mes de mayo y he escrito un musical por encargo. En
septiembre pasado comencé una novela cuyo primer borrador he concluido ahora y que
mezcla dos épocas y dos escenarios muy distintos: el río Amazonas y la ciudad
de Edimburgo. Tiene un puntito de ciencia ficción, con aventuras y filosofía
cómica, al estilo de H.G. Wells aunque Stevenson o Poe, de alguna manera, también
están presentes. Es la novela con mayor número de personajes de todas las que
he escrito hasta la fecha.
SOBRE VICENTE
MARCO
Vicente Marco (Valencia, 1966) ha publicado las
novelas ‘Murmullos’ (Premio de la Comisión Cultural del Alto Almanzora), ‘Los
trenes de Pound’ (Premio Tiflos), ‘El Collage de Orsson Beans’ (Finalista
Premio Ateneo Valladolid) y ‘Ya no somos niñas’ (Finalista Premio Logroño), así
como el volumen ‘Los que llegan por la noche’, una excelente recopilación de
inquietantes relatos. Marco ha obtenido más de una treintena de premios y
galardones, entre los que destacan el Julio Cortázar, Unamuno o Alberto Lista y
fue finalista del premio Agustín González de Teatro con la obra ‘Terapia de
Bala’, estrenada en el Teatro Olympia de Valencia en 2012, y ganador del Premio
Nacional de Teatro Castellón a Escena 2013 con la obra ‘Viernes trece y sábado
catorce’. Durante el año 2013 se han estrenado diversos espectáculos teatrales
de su autoría, entre los que destaca ‘Doce Gentes en coches de ocho’. Es,
además, profesor de talleres literarios y colaborador habitual de varias
revistas culturales y de ocio