Viena, 1904. Una serie de
asesinatos conmocionan la inestable sociedad del imperio. Todas las víctimas
son modelos de artistas, mujeres jóvenes y hermosas, de dudosa reputación, que
pertenecen a “La maison des manequins”, una organización creada por la bella y
sofisticada Inés, amante y musa de uno de los pintores más afamados del momento.
De la noche a la mañana, Inés se convertirá en la principal sospechosa de los
asesinatos. Pero no es la única. El detective Karl Sehlackman se adentrará en
el lujo y el arte de la Viena de Fin-de-Siècle y en los bajos fondos de un
imperio decadente para desentrañar el caso más difícil de su carrera policial,
ya que los principales sospechosos son un gran amigo de la infancia, el
príncipe Hugo von Ebenthal, y la mujer de la que está enamorado
irremediablemente. Esta es la tarjeta de presentación de ‘La piel dorada’, la
nueva novela de Carla Montero, editada
por Plaza&Janés. Hace unas fechas, la escritora madrileña anduvo por
Valencia y, a la sombra del Teatro Principal, conversamos durante unos minutos acerca de su nueva entrega.
Carla, tu anterior novela, ‘La tabla esmeralda’, se ocupaba del expolio
nazi de obras de arte y ahora ‘La piel dorada’ también se vincula al mundo
artístico.
Sí, el arte me encanta, es mi afición, una pasión
personal. Un cuadro o una escultura no pueden dejar indiferente a nadie. Pueden
causar éxtasis, repulsión o admiración pero no indiferencia. Precisamente esas
sensaciones son las que yo trato de transmitir al lector a través de mis
novelas. Cuando escribí sobre el expolio nazi nadie hablaba de ello y ahora se
ha convertido en un tema de actualidad, de moda.
Es algo accidental. Me cuesta
mucho considerarme escritora. Siempre he sido una persona que escribía sin afán
de publicar, pero es verdad que siempre me gustó inventarme historias que eran
sólo para mí. Publicarlas ha sido algo puramente casual.
Después del éxito de ‘La tabla esmeralda’, ¿la presión a la hora de
sentarse a escribir es mayor?
Es innegable que cuando tienes un
éxito siempre percibes un poco de presión y, al empezar la siguiente novela, te
resulta imposible abstraerte de esta circunstancia porque quieres volver a
estar a la misma altura y no defraudar a los lectores que te siguen. Pero yo
quiero divertirme e impedir que esa presión me condicione.
En tu planteamiento creativo, ¿te importa más el cómo que el qué?
Creo que es importante mantener
un equilibrio. Has de saber qué quieres contar pero también debes poseer un estilo propio, una forma de narrar
que atrape al público. No soy una escritora muy técnica aunque he de dominar
los recursos estilísticos que voy a manejar. Soy autodidacta, me guío mucho por el instinto.
Continuamos con tu estilo, en alguna parte he leído que lo defines como
“una coctelera”, ¿por qué?
Sí, creo que mi estilo es una
coctelera de géneros. Esta idea me sobrevino a través de una entrevista que le
hicieron a Umberto Eco, en la que le preguntaron cuál era la base para el
triunfo. Y él respondió que era fácil: sólo había que meter los ingredientes en
una coctelera, agitarla y salía hecho el best
seller. Desde luego no es tan sencillo, pero a fin de cuentas lo que yo
hago es mezclar ingredientes: thriller, romance, ambiente histórico… Me gusta
como concepto.
¿De dónde surgió la
chispa inicial para escribir esta novela?
‘La piel dorada’ nació delante de
un cuadro de Picasso, ‘La acróbata sobre la bola’, que estaba colgado
temporalmente en el Museo del Prado. Me gusta mucho perderme por sus salas y
descubrir pinturas nuevas que me puedan asombrar. Después de haber superado los
tópicos de Velázquez y Goya, el hecho de que el museo me sorprenda es algo en
verdad curioso y, sin embargo, la contemplación de la niña que describe
piruetas sobre la bola me indujo a formularme preguntas sobre ella y sobre la
historia que podría esconderse detrás del lienzo. Es verdad que me podía haber formulado
estas preguntas delante de cualquier otro cuadro, pero fue de ese.
En la narración has alternado la primera y tercera personas.
La primera persona me permite
darle a la narración un tono más nostálgico e intimista, mientras que la tercera
me ayuda a estar en todas partes. Al introducir la trama detectivesca en la
novela, necesitaba la omnisciencia que proporciona la tercera persona porque he
de estar en todas partes.
Tal y como comienza el prólogo de la novela, induces al lector a pensar
que tiene entre sus manos un thriller.
Es verdad pero en el mismo
prólogo también trato de dejar claro que el lector no va a leer una novela
negra, porque el propio inspector que lo escribe manifiesta que, aunque él es
un detective no va hablar, de crímenes y criminales, sino de una mujer. La
trama policial no es más que una excusa para narrar la historia de esa mujer y
para hablar un poco más de la Viena oscura, que nos resulta muy desconocida.
Y ¿cómo es el retrato
de esa Viena oscura?
Viena es una de las grandes
protagonistas de la novela. Es la típica ciudad de clichés y yo quería
describirle al lector una imagen diferente, lejos de los valses, de Sisí y del
Danubio. En la época que se desarrolla la acción, Viena estaba en decadencia,
con graves problemas sociales y económicos, pero al mismo tiempo bullía en ella
una gran efervescencia desde el punto de vista artístico. Y no soy la primera
que retrata esa Viena criminal. El escritor inglés, Frank Tallis, ya publicó
una serie de novelas en las que un detective investiga los asesinatos que se
cometieron en la capital austríaca por entonces.
En ‘La piel dorada’
hay sexo, poder y también amor.
Detrás de ‘La piel dorada’, en el
fondo, todo lo que hay es el amor. El amor es un ingrediente muy importante en
todas mis novelas, igual que en la vida. Me defraudan mucho los libros que lo
esquivan porque creen que va a devaluar la calidad de la obra. Me gusta
abordarlo porque, aunque es un tema universal, no sabemos mucho de él.
Inés es la protagonista. De ella afirmas que es capaz de iluminar hasta
el despacho de un detective. Descríbela un poco.
[Risas] Nunca he estado en el
despacho de ningún detective, pero me lo imagino soso, lleno de papeles y
desordenado. Inés me permite acercarme a la figura de las modelos. Siempre se
ha escrito sobre ellas con un tono moralista y lo que más me ha llamado la
atención es que no hay ningún testimonio en primera persona. No hablan de sí mismas,
no sabemos si se consideraban prostitutas o creían que realmente contribuían al
arte con su trabajo. Inés reúne un poco todas esas peculiaridades, pero ella ha
alcanzado ya la categoría de musa y quizá por eso ilumina el despacho del
detective, igual que tal vez otras modelos alumbraban la vida de los pintores.
En ‘La piel dorada’ hablas de ‘La maison des mannequins’, una suerte de
agencia de modelos, ¿existió en realidad?
Bueno, esto es una ficción que
tiene una base real, porque en esa época, cuando apareció la fotografía,
surgieron las agencias de modelos. Los artistas que no disponían de suficientes
recursos económicos acudían a estas agencias y alquilaban o compraban una
fotografía para pintarlas. También he querido rendir un pequeño homenaje al
anarquismo, a aquellas comunas anarquistas, totalmente utópicas, sin jerarquías
ni normas, que no funcionaban, tal y
como cuenta la novela.
“Dicen que pintar una mujer es una forma de
dominarla…”, afirma el personaje de Aldous
Lupo en la página 55 de ‘La piel dorada’, ¿eso es cierto o es sólo la opinión
de Aldous?
No hay duda de que los artistas
trataban de dominar a las modelos al tiempo que las pintaban desnudas. No hay
más que leer los requisitos que exigían de ellas, ya que buscaban sobre todo
mujeres sumisas, que se plegasen a todas sus órdenes, que mantuviesen mucho
tiempo la misma postura sin rechistar. Sí, es muy probable que lo considerasen así.
Para escribir ‘La piel dorada’ ¿has tenido que documentarte en la
propia capital vienesa?
Sí, aunque ya la conocía, viajé a
Viena para imbuirme de esa cara más desconocida de la ciudad, la del crimen, la de la prostitución y la marginalidad,
ese imperio decadente de finales del XIX y principios del XX. Visité el Museo
del Crimen, que es deprimente y al que en un viaje normal no acudiría. La
historia del asesino en serie se ve como algo normal porque existe desde la
Edad Media. Precisamente allí surgió la ciencia criminal a través del profesor
Hans Bross de la Universidad de Viena, que escribió el primer tratado de
criminalística. En esos años, la medicina forense estaba muy avanzada ya.
Precisamente fueron los altos índices de criminalidad los que propiciaron su
desarrollo.
En el caso de Jack el Estrangulador, que citas en el prólogo, en
Londres se manejó la teoría de que el asesino pudo ser un médico. Aquí también aparece
un cirujano, ¿hay alguna relación entre los dos casos?
No, introduje la figura del
cirujano forense sólo para destacar lo avanzada que estaba la medicina forense
en Viena a principios del siglo XX. En ningún momento se sospechó que él pudiera
ser el asesino. Se habló de carniceros pero jamás se estableció ningún paralelismo
con la historia de Jack el Estrangulador.
Y la última por hoy: hay quien dice que si un escritor escribe sobre el
pasado es porque no se atreve con temas actuales.
Es probable que sea así, pero yo
escribo del pasado porque puedo tomar distancia y analizar mejor los temas.
Además, escribir sobre el presente me obligaría a mojarme un poco y no me
apetece.
Herme Cerezo
SOBRE CARLA MONTERO
Carla Montero (Madrid, 1973) es autora de las novelas ‘Una dama en juego’ con la que se dio a conocer en el mundillo literario tras obtener el Premio Círculo de Lectores de Novela de 2009 y ‘La Tabla Esmeralda’. Termina de publicar su tercera obra de ficción titulada ‘La piel dorada’, editada por Plaza&Janés al igual que los dos títulos anteriores.