Marzo de 1943. Agazapadas
dentro de una habitación secreta, varias personas contienen la respiración
mientras aguardan a que el sonido de las botas reforzadas con metal de los
soldados alemanes se aleje. En la estación internacional de Canfranc, en el
Pirineo, la esvástica ondea sobre la playa de vías. En medio de la oscuridad,
Laurent Juste, jefe de la aduana, Jana Belerma, camarera del hotel, y el
bandolero Esteve Durandarte arriesgan sus vidas para devolverles la libertad. Así
resume el argumento de ‘Volver a Canfranc’, novela editada por Planeta, la
contraportada del libro. Sobre él o sobre ella, según se mire, conversé con su
autora, Rosario Raro, un sábado por la mañana del mes de mayo, poco antes de
que se dispusiera a firmar ejemplares en la caseta de la Organización de la
Fira del Llibre de Valencia. Ocho horas de caligrafía intensa, sonrisas y
fotografías le aguardaban a esta escritora segorbina. De momento disponíamos de
unos minutos para conversar a la sombra, alejados del soleado paseo principal
de la Fira.
La escritura ocupa un lugar destacado en la vida de Rosario Raro. Se sentó a escribir temprano, a los
siete años, aunque reconoce que sus escritos de entonces tal vez no merezcan el
nombre de relatos o de cuentos. “Para mí
escribir, además de constituir una tabla de salvación, significa la posibilidad
de vivir la realidad de una forma aumentada – dice Rosario –. Me gusta que los personajes, el
argumento y le época que recreo cobren vida. Tiene mucho que ver con el mito de
Prometeo”. Pasó diez años en Lima y se antoja fundamental conocer si la
literatura peruana ha influido en su escritura. “Perú junto con España son los dos países de mayor relevancia en la
literatura castellana. No solo son importantes autores como Vargas Llosa o
Bryce Echenique, ya que a la sombra de ellos se mueve un montón de escritores,
como Alonso Cueto, de una gran calidad. El fenómeno del realismo mágico, visto
desde allí, es un realismo transculturado, porque en la vida diaria se producen
situaciones surrealistas que a nosotros nos sorprenden, pero que forman parte
de la realidad”.
‘VOLVER A CANFRANC’
‘Volver a Canfranc’ habla de
un grupo de personas dispuestas a dar su vida por salvar la de los demás, la de
un grupo de judíos que huye del terror nazi. “Esta es una historia de belleza moral. El protagonista principal, el
jefe de la aduana, un personaje real, dijo que él solo había actuado de acuerdo
con la dignidad que exigían los acontecimientos de entonces. No pretendía nada
más y las condecoraciones que le entregaron después no se las puso, las guardaba
en un cajón. A esa forma de ser, yo le he añadido la idea de que todos tenemos
una sola vida y que con ella podemos salvar otras muchas. Me apetecía hacer un
estudio sobre la bondad, porque vivimos momentos en los que carecemos de buenos
modelos de comportamiento”. La novela camina por el delicado filo de la
realidad y lo verosímil, de lo cierto y de lo ficticio, de lo inventado y de lo
ocurrido. “Ésa es la gran cuestión
literaria. La verosimilitud es capital, es la piedra de toque de la literatura.
La vida no ha de ser verosímil, pero la literatura sí y me interesa mucho ese
juego que se establece entre realidad y ficción, porque en el medio crece un
interregno, un territorio de nadie, que suscita dudas a los lectores que me
preguntan continuamente si lo que cuento es cierto o no”. Pero Rosario Raro
no se conforma solo con ese juego verosimilitud-realidad, va un poco más lejos.
“Como me he documentado durante mucho
tiempo, ahora quiero que el lector recorra el camino inverso, es decir, que lea
‘Volver a Canfranc’ y vaya a las fuentes de las que yo he bebido para hacer sus
averiguaciones y obtener sus propias conclusiones”.
Todo lo que rodea a la mítica
estación de Canfranc, cerrada al tráfico ferroviario desde el año 1970, resulta
enormemente atractivo. Sin duda es un lugar que capta la atención de cualquier
escritor. “Fui yo quien encontró la
historia. La primera vez que vi la imagen de la estación fue en un libro de
lugares abandonados. Pensaba que se encontraba en Viena o en París, lugares en
los que no habría destacado tanto. Pero cuando me enteré de que estaba en
Huesca, a ocho kilómetros de la frontera, en el Valle de los Arañones, quise saber
más cosas sobre ella. El día de su inauguración, en 1928, asistieron Alfonso
XIII, Primo de Rivera y el presidente francés Gastón Doumerge y se pronunció la
célebre frase de que “los Pirineos han dejado de existir”. Y justo ahora parece que sean más frontera
que nunca, es como si las montañas se hubieran rebelado contra esa afirmación. Cuando
se construyó, la idea inicial era que la estación sirviera de escaparate de
España para los viajeros que llegaban en el tren, un tren que prolongaba su
trayecto hasta Lisboa, parando previamente en Zaragoza y Madrid”.
OSKAR
SCHINDLER, ÁNGEL SANZ BRIZ Y LAURENT JUSTE
Todos conocemos la película
‘La lista de Schindler’, un personaje que se hizo popular por su labor de
rescate de judíos. En España también hubo rescatadores de relieve, como el embajador español en Budapest, Ángel
Sanz Briz, que se dedicaron a este tipo de salvamentos. En ‘Volver a Canfranc’,
Albert Le Lay, rebautizado en la novela como Laurent Juste, es otro de esos
héroes “salvavidas”, de los que en sus países de origen deben sentirse
orgullosos por su actitud. Sin embargo, en España sus trayectorias han
permanecido bastante ocultas, casi de incógnito. “Ángel Sanz Briz tiene una estatua en el Paseo de la Independencia de
Zaragoza y es conocido por ese detalle. Él utilizó la estratagema de expedir
salvoconductos a familias judías enteras, aduciendo que eran de origen sefardí.
Tampoco podemos olvidar a todos aquellos seres que acompañaban a pie a los
refugiados, a través de las montañas a cambio de dinero. Una persona costaba lo
mismo que valía entonces un piano de cola. En total hubo más de quince mil rescatados.
Si vemos documentales o películas sobre este tema, observamos que falta el
último eslabón: por dónde escapaban. Ahora estamos llegando a eso, porque lo
hacían por los Pirineos aragoneses y catalanes. Recientemente se han colocado carteles
conmemorativos de las sendas que se utilizaban para huir”. Con relación a
este asunto la postura del gobierno de Franco era clara, aunque cambió a lo
largo del tiempo. “Durante los primeros
años de la II Guerra Mundial, el gobierno de Franco se dedicó a saldar la deuda
contraída con Alemania por su ayuda en la Guerra Civil. Por la frontera
desfilaron miles de toneladas de wolframio y blenda camino de Alemania, para
reforzar sus divisiones acorazadas, al tiempo que fueron entregados miles de
españoles, que perecieron en campos de concentración alemanes. Con el devenir
de la contienda y cuando el Eje perdió fuerza, la postura de Franco cambió, en
parte debido a la presión ejercida por el embajador inglés en Madrid. No
podemos olvidar que tras la Guerra, los antiguos carabineros se integraron en
la Guardia Civil, constituyendo una bolsa de policías sin ideología. Las instrucciones
eran entregar a los fugitivos que detuvieran a las autoridades alemanas, pero
muchos de ellos hicieron la vista gorda y les facilitaron la huida. Es curioso
que los descendientes de estos guardias, setenta años después de aquellos
hechos, todavía se resisten a hablar de ello, porque sus antepasados por un
acto de humanidad incumplieron las órdenes recibidas y temen las represalias”.
DOS
CLASES DE AMOR. UNA REIVINDICACIÓN Y UN DESEO.
‘Volver a Canfranc’ es
también una novela de amor. Las personas parecen encontrar un hueco, aún en los
momentos más complicados y difíciles de sus vidas, para el amor. “Creo que la guerra es una situación que
actúa como una lupa, como un lente de aumento, y nos permite ver los mejores y
los peores comportamientos de la raza humana. Aquellas personas se aplicaban al
carpe diem, al dicho de que cada día
puede ser el último y que lo que no haces hoy, tal vez mañana no puedas
hacerlo. La guerra coloca a las personas en situaciones que, en el plano
emocional, son muy intensas”. Otro tipo de amor es el que se da también en la
novela, el amor a los libros, aunque en este caso los libros desempeñaron
también otro papel y muy importante. “Sí,
‘Volver a Canfranc’ es también una gran historia de amor a la literatura. He
utilizado tres novelas pertenecientes a los ‘Episodios Nacionales’ de Pérez
Galdós, porque me parece una obra monumental que no está suficientemente bien
conocida en España. En un plano más material, los libros se utilizaban para
transmitir mensajes, vaciando las tapas de cuero para esconderlos allí o
marcando claves en el propio texto”.
Hay algo del libro que no se
puede obviar. De alguna manera, ‘Volver a Canfranc’ esconde una reivindicación,
un anhelo de los aragoneses por conseguir que la estación se reabra y que el
tren vuelva a comunicar España con Francia a través de la vía férrea. “En estos momentos, el túnel de Somport, que
es el que atraviesa la montaña que une ambos países, permanece cerrado al
tráfico. Partí de Segorbe con la idea de llegar en tren a Canfranc y comprobé
que, desde Zaragoza, el trayecto hasta la estación pirenaica dura cuatro horas,
es decir, el mismo tiempo que costaba en 1928. Actualmente, existe una
plataforma que lucha por reabrir la línea Canfranc-Oloron, pero las personas
que han estudiado el tema saben que en estos casos hay que formularse siempre
la misma pregunta: ¿a quién beneficia que el trayecto más corto entre París y
Madrid permanezca cerrado y que las exportaciones no salgan por allí?”. La
estación de Canfranc, en cuyo piso superior se ubicó uno de los hoteles más
lujosos de Europa, comparable al Ritz o al Palace, escondía un secreto que
salió a la luz pública no hace mucho tiempo. “Cuando se rodó el anuncio de la lotería en Canfranc, se limpiaron las
instalaciones y se encontraron copias en papel cebolla de los impresos que
acreditaban el paso del oro nazi por allí. Eso atrajo la atención de
periodistas japoneses y suizos y tuvo mucha repercusión. Ojalá este detalle actúe
de revulsivo para que se ponga otra vez en funcionamiento”.
Rosario Raro no tiene claro por
dónde derivarán sus nuevos proyectos literarios. “Estoy muy agradecida por la acogida que ha tenido mi obra. Vamos ya
por la segunda edición y guardo en un cajón otra novela sobre este mismo tema.
Que me atreva o no a ofrecérsela a la editorial dependerá de cómo continúen las
ventas, sin olvidar que tampoco me gustaría que me catalogasen como la
escritora de Canfranc”.
SOBRE ROSARIO RARO
Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971) es doctora en Filología. Estudió Técnicas de Escritura Creativa en la Universidad Mayor de San Marcos y en la Pontificia Universidad Católica de Perú, país donde vivió durante una década. Curso un Posgrado en Comunicación Empresarial en la Universitat Jaime I de Castellón y otro de Pedagogía en la Universidad de Valencia después de licenciarse allí. En 2009 fue una de las dos únicas españolas finalistas del concurso de escritura literaria Virtuality Caza de Letras de la UNAM de México y Alfaguara. Ha impartido numerosas conferencias y dirige desde su fundación el Aula de Escritura Creativa de la Universitat Jaume I. Es autora, entre otras obras, de ‘Carretera de la Boca do Inferno’, ‘Surmenage’, ‘Perder el juicio’, ‘Los años debidos’, ‘Finlandia’, ‘La llave de Medusa’, ‘Desarmadas e invencibles’ y ‘El alma de las máquinas’. Ha sido traducida al catalán, al japonés y al francés y reconocida con numerosos premios literarios, tanto nacionales como internacionales.
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