En los albores de la Segunda
República, Lucía Oriol es una joven esposa aristócrata en una sociedad en plena
transformación, cuya vida da un vuelco al conocer a Francisco Anglada, viudo
empresario de origen judío, que compra una residencia a la familia Oriol en la
calle Pintor Rosales de Madrid. Lo que arranca como una tórrida aventura
amorosa, se enreda cuando Jimena, hija de Francisco, se cruza en su camino. La
relación entre ambas mujeres, la doble vida de Lucía y el pasado oculto de los
Anglada destaparán un torbellino de celos, venganza y traición de los que nadie
saldrá indemne. Esta es la sinopsis argumental de la nueva novela de Mercedes
de Vega, titulada ‘Cuando estábamos vivos’, editada por Plaza&Janés. La
escritora madrileña se acercó por Valencia hace unos días y tuve la oportunidad
de conversar con ella durante unos minutos en la cafetería del Hotel Astoria, acompañados
por un té, un café del tiempo y el murmullo sobresaltado de un puñado de actores,
que, justo en la mesa vecina, desfilaban ante un tipo de acento italiano, que
comprobaba nombres en una suerte de listado.
¿QUÉ
SIGNIFICA ESCRIBIR? CUENTOS Y NOVELAS
Para Mercedes de Vega “escribir es la vida misma, es el aliento
fundamental para continuar existiendo. Practico un tipo de escritura
terapéutica, como una reconciliación conmigo misma. Yo no nací escritora, me
hice. Creo que es uno de los grandes regalos que me ha dado la vida. Aunque
empezase tarde, la literatura significa una paz enorme para mí”. Cualquier
instante parece bueno para que alguien comience una aventura literaria. “Creo que un escritor ha de tener un cierto
bagaje vital, porque los escritores hablamos de lo que hemos vivido y lo
ficcionamos”. La escritora madrileña es una habitual del género corto, del
cuento. Ahora se introduce en la novela aunque no es la primera vez que lo
hace. “Siempre utilizo el mismo método de
trabajo, no tengo otro. Parto de la escritura personal, casi sin proyecto
previo, aunque sé qué quiero contar y qué necesito decir. A partir de ahí
construyo la historia, sin diferenciar si se trata de un cuento o de una novela”.
Por su estructura, un cuento se antoja algo completamente distinto a una novela, sobre todo por lo que tiene de
chispazo, de fugaz, de explosivo. “A mí los
cuentos me llevan tiempo, al menos necesito una semana para escribirlos. No es
un vómito, ni una escritura mental, es una escritura que, aunque nace
espontánea, precisa de un proceso de estructuración y reelaboración”.
LA
DOCUMENTACIÓN
En ‘Cuando estábamos vivos’ Mercedes
habla de su familia y bucea en el pasado a través de unos pocos datos. “Bueno, esto es como meterte en un túnel, en
un pasadizo secreto que no sabes a dónde conduce. Y eso es muy excitante,
porque ignoras qué vas a encontrar al final. Durante todo ese camino, construyo
la ficción y domino el túnel, lo que ocurres es que las narraciones tienen vida
propia y en ocasiones tiran por lugares que no son los que tú pensabas
transitar”. Para escribir sobre sus antepasados, parece razonable que un
autor tome algún distanciamiento, que establezca barreras para no contaminarse
por la emoción. “Soy una escritora
profesional y la propia profesión te proporciona las herramientas para
distanciarte y por eso termino dominando la ficción, al tiempo que también me dejo llevar por ella. A
fin de cuentas, esta novela está escrita para forjar genealogía y memoria”.
La primera sorpresa que se lleva el lector surge pronto, en la dedicatoria,
cuando descubre que la novela está dedicada a uno de los personajes: Jimena
Anglada. “Eso es apuntar con artillería
pesada. Esta historia va dirigida a Jimena Anglada, que es el alter ego de mi
abuela. Cuando comencé a escribirla solo disponía de dos datos: la muerte de mi
abuela, en el hospital provincial de Madrid, y la vida de mi padre en un
orfanato como niño de guerra. Para contar estas historias he puesto en marcha a
toda una ciudad y a toda una época. Mi padre tuvo futuro gracias a una
aristócrata madrileña, que se dedicaba a recoger niños de la guerra para
llevarlos a un hospicio regentado por monjas”. A la hora de mantener despierta
la atención del lector y asegurar su fidelidad a lo largo del libro, parece
recomendable seguir alguna estrategia. “El
secreto está en dosificar. Existe un ritmo narrativo, porque hay una serie de
cosas que quieres contar, pero has de saber cómo hacerlo y donde ubicarlas para
conseguir el efecto apetecido. En este libro me ha gustado el juego de los dos
narradores, uno de ellos es Lucía Oriol, que tiene noventa años y cuenta su
historia de adulterio, una confesión de su vida, de sus últimos años en Madrid
desde 1928 a 1936. La novela empieza y acaba en un mismo punto, cerrada. “‘Cuando estábamos vivos’ es una novela
circular, con saltos en el tiempo, que atraviesa los años de la II República,
un territorio riquísimo, convertido en otro protagonista de la novela. Ya en el
primer capítulo encontramos un resumen de todo lo que nos ofrecerá el libro”.
LAS
LECTURAS DE UNA ESCRITORA Y EL TIEMPO DE ‘CUANDO ESTÁBAMOS VIVOS’
Cuando alguien se adentra en
la prosa de Mercedes de Vega descubre que le deja un poso. Sin duda, detrás de
su mano viven, agazapadas, lecturas importantes, con substancia, que han dejado
impronta en su estilo. “Todo escritor precisa
alimento y tiene autores fetiche. A mí me fascina Modiano, necesito leerle
continuamente. Me resulta muy inspirador. Él utiliza París del mismo modo que
yo me he servido de Madrid, mi territorio mítico y sentimental, una ciudad que
cambia en función de la mirada con la que se le enfoca en cada momento”. El
hecho de que la acción se desarrolle fundamentalmente durante la II República
no es producto de una elección caprichosa. Mercedes no tenía opción a la hora
de elegir. “La novela es una historia de
amor inscrita en la época en la que ocurrió. No he elegido a mis personajes y
los he puesto donde me apetecía, no, las coordenadas espaciotemporales me
venían ya marcadas. El final de la Dictadura de Primo de Rivera, la huida de
Alfonso XIII en abril de 1931 y el nacimiento de la República son un escenario
fundamental para conocer de dónde venimos. Además se trata de un periodo de
tiempo próximo, porque fue el momento histórico que vivieron nuestros abuelos.
Y Lucía Oriol es una mujer de su época, una época marcada por el sufragio
femenino, por la aprobación de la Ley del Divorcio y por el renacer del arte y
de la literatura con la llamada Generación del 27”. La novela en principio
parece centrarse en estratos sociales altos, adinerados, con la vida resuelta.
“Bueno, aunque pueda parecerlo no hablo solo
de la aristocracia, también lo hago de la burguesía y de los desheredados.
Precisamente el último capítulo, titulado ‘La mujer de los pechos vacíos’,
narra la muerte de Lucía Oriol a través de los ojos y de la visión del mundo de
una mujer que vive en condiciones precarias”.
La sociedad y los personajes
que desfilan por las páginas de ‘Cuando estábamos vivos’ escuchan y bailan
música española, sin despreciar temas de Cole Porter o tangos de Gardel. “Durante el periodo en que discurre la acción
se escuchaba muchísima música española, especialmente de Manuel de Falla, que
se inscribe dentro de los movimientos modernistas. Esta novela está llena de
registros muy españoles”. Resulta también inevitable buscar parecidos entre
la situación de entonces y la de ahora. “He
encontrado un cierto paralelismo con la crisis monárquica que atravesamos hace
un tiempo y la de entonces, pero parece que el nuevo rey ha reconducido la
situación y la monarquía no corre peligro. De todos modos, vivimos un momento
raro, con partidos emergentes, aunque creo que la sociedad española actual es
más culta y muy diferente a la de entonces, mucho más ignorante. Creo que ni
siquiera nos parecemos tampoco a los españoles de hace veinte años”.
EL
FUTURO
Aunque esta no es la opera
prima de Mercedes de Vega, que es donde dicen que se encuentran los detalles más
autobiográficos de un autor, siempre resulta interesante detectar la presencia
de la escritora en el texto. “¿Dónde
estoy en la novela? No estoy en ninguna parte. En mi anterior libro ‘El
profesor de inglés’ sí que había una parte biográfica diluida en algún
personaje, sin embargo, en esta he querido mantenerme al margen y me he comportado
como un espectador, como una cámara. He sido la mano negra que mueve los hilos
y me he limitado a mostrarle al lector un camino por el que puede seguir”. Solo
queda pendiente una última cuestión: por dónde moverá sus próximos pasos la
autora madrileña. “El territorio de los
cuentos, de la narración breve, no lo dejo nunca, no puedo, es una especie de
enfermedad. Pero es muy cierto que en una novela puedes contarlo todo, porque
hay mucho que explorar. Cuando terminas un cuento estás segura de haberlo
acabado, sin embargo, al finalizar una novela hay sensación de vacío y de
insatisfacción, crees que no está concluida y quieres sentarte a escribir otra
historia enseguida. La novela, ciertamente, es un género muy vicioso”.
SOBRE MERCEDES DE VEGA
Mercedes de Vega es socióloga y escritora (Madrid, 1960). Ha residido y trabajado en Nueva York y Barcelona. Cursó estudios de literatura en la Universidad Complutense de Madrid y ha participado en numerosos talleres de escritura creativa. Colabora en las revistas literarias ‘Resonancias’ y ‘Los papeles de Iria Flavia’. Ha publicado la novela ‘El profesor de inglés’; el libro de relatos ‘Cuentos del sismógrafo’; artículos y publicaciones; y diversos relatos en antologías colectivas. Ha sido galardonada por dos años consecutivos (2013 y 2014) en los Premios del Tren “Antonio Machado” de relato corto.
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