Edmundo Paz Soldán pasó por
Valencia como una etapa más de su viaje promocional a España para presentar su
último libro de relatos, ‘Las visiones’, editado por Páginas de Espuma. Los
cuentos que se ocultan en ‘Las visiones’ son magníficos y extraños y sugieren
que, en tiempos de guerra, la principal batalla radica en conservar la
humanidad pese a todo. Son historias que pisan con firmeza los territorios del
registro fantástico, realista y de la ciencia ficción. Por sus páginas, es
posible tropezarse con doctores que realizan experimentos letales y soldados de
la Corporación que disparan desde el techo a todo el que se mueva, mientras una
niña es capaz de predecir el futuro. ‘Las visiones’ emparenta directamente con
‘Iris’, una novela en la que el escritor boliviano creó un territorio imaginado
a su medida que, además, dio título al libro.
Edmundo, ¿qué significa escribir para ti?
Hay dos cosas que siempre me han
gustado mucho y que se fusionan aquí: contar historias y jugar con el lenguaje.
Escribir es hacer ambas cosas a la vez.
¿Te interesan más los cuentos que otras empresas literarias de mayor
aliento como las novelas?
Bueno, no, ahora mismo ando
escribiendo algo que mi chica llama tocho [levanta la mano y abre los dedos
índice y pulgar para calibrar una distancia intuida], así que también soy
defensor de las novelas y de proyectos más largos. Pero es verdad que me gusta
el cuento y su condensación. Hubo cuentos que no entraron en este libro, porque
no aportaban mucho, eran demasiado didácticos o dependían excesivamente de mis
novelas anteriores y los deseché, prefería quedarme con la esencia del
proyecto.
¿Hay un Edmundo Paz Soldán que escribe cuentos y otro que escribe
novelas?
No, cuando escribí la novela
sobre Iris, sabía que había diseñado la ciudad y que quedaban temas por tocar.
Ahora me interesaba ver cómo se crece en Iris, cómo se es niño, adolescente,
adulto… Precisamente los cuentos me permitían visitar algunos barrios y, de
golpe, ir más al grano y tratar aspectos que había soslayado en la novela.
Dicen que un cuento nace de un chispazo que brota en la mente del
escritor y que inspira una historia breve. ¿Es este tu caso?
En algunos casos es así y en
otros no. La mitad de estos cuentos nacieron de modo desordenado y caótico,
producto de esas chispas que dices. Pero en el proyecto general quedaban
huecos. Sin ir más lejos me fijé que era un libro de ciencia ficción en el que
apenas aparecían máquinas, así que para eliminar esa carencia escribí el relato
‘Artificial’. Con todo esto quiero decir que hubo unas historias que brotaron
por sí solas y otras que escribí porque era necesario hacerlo.
Hablemos ahora de un par de detalles estilísticos. El primero: en los
diálogos no hay guiones, ¿qué le aporta su eliminación a los cuentos?
Le aporta dinamismo. Desde el
punto de vista técnico, mientras escribía los cuentos percibí que la narración
se movía con mayor rapidez.
También has hecho experimentos con el lenguaje: entre otros,
contracción «nel» entre la preposición en y el artículo el o «ki» en lugar del
adverbio aquí.
Una de las intuiciones de partida
de este proyecto consistía en que se movía en un futuro tan intervenido que no
podía narrarlo con un lenguaje bien definido. El idioma que utilizase tenía que
reflejar el choque de lenguas entre los oficiales de la Corporación y de los
mercenarios con las palabras indígenas del lugar. Eran contracciones inspiradas
por las redes sociales, neologismos, arcaísmos… Había que forzar un poco el
lenguaje, ensuciarlo, porque debía quedar claro a través del habla de que nos
encontrábamos en otro lugar, en un sitio diferente llamado Iris.
Ahora que lo citas, tratemos un poco de Iris, ese país imaginario, pero
real para la Literatura, ¿se ha convertido en tu Macondo particular?
Iris es un lugar con plantas
psicotrópicas y muchas pastillas alucinógenas, que funciona con sus propias
leyes y, en principio, no era mi intención que fuese mi Macondo propio, aunque
Macondo también se rige por sus propias reglas. Pretendía construir un mundo
cerrado, una isla, y me acordé de la novela de Bioy Casares titulada ‘La
invención de Morel’ para inspirarme. Anteriormente había escrito algunas
novelas en las que inventé otro territorio, Río Fugitivo, pero me di cuenta de
que estaba muy próximo a mi ciudad natal y que era un producto de la nostalgia.
Así que no servía para mis propósitos.
Inicias los relatos con el Juez, sentado en el sillón de su escritorio,
un tipo corrupto, además.
De entrada quería situar la
acción en un lugar donde existiera un juez que administrara justicia, sin
importarle mucho quién es inocente y quién no. Para este personaje me inspiré
en ‘Meridiano de sangre’, una novela de Cormac McCarthy que leí, donde hay un
tipo que es un juez muy corrupto. Quería rendirle un pequeño homenaje y hablar
de un magistrado de este tipo. Indudablemente, un juez corrupto siempre es más
conocido que uno íntegro.
En ‘Las visiones’ aparecen perturbados mentales, visionarios y seres
fantásticos, ¿qué te atrae del mundo de los espíritus, del mundo sobrenatural…?
En mis últimos libros me ha
interesado mucho explorar los estados alterados de conciencia y, en este caso
concreto, me gustaba trabajar con la subjetividad de los personajes. Y qué
mejor manera de hacerlo que introducirme en su subconsciente, aparecer en sus
pesadillas y alucinaciones, un aspecto que ni ellos mismos comprenden, pero que
revela algo muy profundo, porque les sale de dentro y tiene que ver con
pesadillas o con algún mito esperanzador.
¿Hay algo terapéutico en los relatos?
En el sentido de que me he
vaciado por completo, sí. Hace más de un año que terminé este proyecto y algo
después intenté escribir otro relato sobre Iris y no me salió. No fui capaz de
construir nada. Mi intuición me dice que todo lo que entra en uno ha de salir
al exterior remezclado de alguna manera. Como escritor no quiero guardarme
ninguna idea que tenga en la cabeza.
Y llegó la última por hoy. En uno de los cuentos aparecen un dios,
Jerere, que tiene dos caras, una amable y otra fiera, y que, según con la que
te mire, te va a ir en la vida, ¿de dónde procede una deidad semejante?
Todo nació de un viaje a Estambul
cuando visité una basílica donde me fijé en varias columnas en las que había
muchas figuras, una de las cuales estaba al revés. Al verla sentí que era una
imagen que tenía que robar para escribir sobre ella. Esta idea se mezcló con el
mito guaraní de un dios que tiene dos cabezas y de ese sincretismo brotó
Jerere. Por otro lado, siempre quise escribir un relato donde los personajes
narrasen cuentos. De ahí procede ‘La casa de Jerere’, en el que dos soldados los
cuentan sin detenerse a pensar que ellos mismos están viviendo una historia de
horror.
SOBRE EDMUNDO PAZ SOLDÁN
Edmundo Paz Soldán (Cochabamba,
Bolivia, 1967) es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de
Cornell y uno de los autores más representativos de la generación
latinoamericana de la década de 1990. Es autor de diez novelas, entre ellas ‘Río
Fugitivo’, ‘La materia del deseo’, ‘Palacio Quemado’, ‘Norte’ e ‘Iris’; y de
los libros de cuentos ‘Las máscaras de la nada’, ‘Desapariciones’, ‘Amores
imperfectos’ y ‘Billie Ruth’. Ha coeditado los libros ‘Se habla español’ y
‘Bolaño salvaje’. Sus obras han sido traducidas a diez idiomas y ha recibido
numerosos premios, entre los que destaca el Juan Rulfo de cuento (1997) y el
Nacional de Novela en Bolivia (2002). Desde 1991, Paz Soldán reside en Estados
Unidos.
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