‘Los dioses cansados’, editada por Alianza,
es el título de la nueva novela de Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969), donde
debuta en lides literarias el inspector Nicolás Gallardo, un tipo que tras
pasar varios años fuera de España regresa a Sevilla, su tierra. Para estrenarse
en su antiguo territorio, sus superiores le encomiendan ocuparse del caso de
Leopoldo Barrena, un político retirado, de vida serena y rutinaria en
apariencia, que parece haberse suicidado. Las investigaciones abrirán la puerta
a las tinieblas de un pasado que emerge de modo implacable. Paso a paso y
mientras trata de sobrevivir a su propia biografía personal, Gallardo tratará
de dar sentido a la violencia que le rodea para dibujar un desolador panorama
final, que algunos daban por olvidado. Sobre esta novela y otros asuntos
literarios pude conversar por espacio de varios minutos con el escritor
sevillano, que pasó por Valencia para presentar su última criatura de papel y
tinta a los medios de comunicación. La charla fue fluida, amena, más propia de
una conversación entre amigos que de una entrevista, formal y pactada. A fin de
cuentas, entrevistar es eso, ¿no?
Andrés, no es algo
muy frecuente, pero comienzas la novela con una autocita, en la que, entre
otras cosas, dices: «Estoy convencido de que la principal razón por la que alguien
dedica su tiempo a leer ficción es para disfrutar»
Es una respuesta que di en una entrevista que
me hicieron hace mucho tiempo y que ya he incluido en varios de mis libros
anteriores. Es una declaración de intenciones, que viene a definir el tipo de
libros que me gustan, que son aquellos en los que ocurren cosas y me emocionan,
es decir, los que me entretienen. Pero claro, todo esto es muy subjetivo y
tiene mucho que ver con las preferencias de cada lector.
Dicen por ahí que
‘Los dioses cansados’ es una falsa novela policiaca.
Quien la ha calificado así es mi editora,
Valeria Ciompi, y estoy bastante de acuerdo con su opinión, porque la trama es
policial, aunque eso no es más que una excusa para que fluya la peripecia. En
el fondo, a mí me interesa contar lo que está pasando hoy, dibujar una
radiografía del mundo actual. Ocurre igual con mis títulos anteriores: todos
parecen una cosa y son otra. Me gusta que las historias se muevan entre varios
planos de lectura por la subjetividad que conllevan, que emocionen, que
incluyan una cuestión moral sobre la que reflexionar y, por supuesto, que
entretengan. Todo eso es lo que yo le pido a una novela.
Casi nada…
Indiscutiblemente el arranque es policiaco, pero luego hay que tener oficio
para manejar las artes del género y narrar otras cosas.
La dificultad de esta novela radica en orquestar
una historia policial que carezca de los efectismos propios del género, en
conseguir que la peripecia sea emocional y tenga más que ver con el interior de
los personajes que con el exterior. El comienzo es un homenaje a ‘Muerte de un
ciclista’, rodada en mil novecientos cincuenta y cinco por Juan Antonio Bardem,
una película que le sirvió de pretexto al cineasta madrileño para contar cómo
era la España de los años cincuenta.
A la hora de
escribir, ¿has pensado mucho en el lector?
Pensar en el lector es una equivocación y ruego
que estas palabras no se tomen como un desprecio hacia el público. No puedes
plantearte una novela para que guste a todos los lectores, porque cada persona
es un mundo. Las causas por las que una novela funciona bien o mal son
insondables y por ese motivo opto por escribir lo que me apetece y sobre temas
que me interesan. Cuando acabas el libro, es preciso que percibas la sensación
de que has hecho lo que pretendías al principio y de que lo has escrito de la
mejor manera posible. Tal vez ‘Los dioses cansados’ pueda escribirse de modo
distinto, pero desde luego esta es mi mejor manera de hacerlo.
Pero a pesar de
todo, ¿la opinión del lector pesa mucho en tu criterio como escritor?
No debes dejarte guiar por las opiniones
elogiosas o negativas de los lectores, ni de las redes sociales, que además te
quitan mucho tiempo. En general, es importante escucharles porque te
proporcionan una información muy útil, ya que mientras escribes estás dentro de
una selva y no sabes si lo que haces está bien o no, pero no puedes verte
condicionado por ello. Has de guiarte por tu propio instinto. Si me metí en
esto de la escritura fue porque deseaba un trabajo que no me condicionase, en
el que tomara mis decisiones libremente.
La panoplia de personajes
de ‘Los dioses cansados’ es rica y su caracterización sólida.
La caracterización me sale de una manera
natural. No hay truco en eso, porque no existe una técnica específica para
conseguirlo. Quiero que los personajes sean lo más ricos posible en matices, no
me interesa que los malos sean malos y los buenos, buenos. Uno de los
personajes, Benito Ferreira, es un ludópata y es también el tipo que le hace el
trabajo sucio a un hombre de negocios. Sin embargo, él es un buen padre y
únicamente le interesa sacar a su familia adelante. Es el contrapunto de
Nicolás Gallardo, el protagonista, que es un policía correcto, pero con una
trastienda un poco oscura.
Vamos, que te
preocupas por mostrar la cara b de los personajes.
Claro, precisamente esa cara b es lo que los hace
más interesantes no solo a los protagonistas, sino a todos ellos, tanto
masculinos como femeninos, porque en la novela hay mujeres de personalidad
potente. Todos tienen un pasado que está ahí, que no se ve, pero que termina
condicionando su presente.
Has utilizado la
tercera persona para narrar esta historia.
Tuve la tentación de escribirla en primera
persona, sobre todo porque una historia de este tipo se presta mucho a ello.
Pero quería que fuese una novela coral y decidí hacerlo en tercera, igual que
la mayoría de mis otros libros. Como escritor me resulta más divertido
introducirme en la piel de varios personajes, porque de este modo al lector le
ofrezco una visión mucho más poliédrica de la trama. De todos modos, mi tercera
persona es muy particular y muy introspectiva.
Aunque de pasada,
ya has citado al protagonista, Nico Gallardo, ¿cómo es este policía que se
incorpora ahora al amplio abanico de investigadores de ficción?
Es un policía que se ha pasado siete años fuera
de España y, de repente, regresa a Sevilla donde le encargan un caso
importante. Gallardo es un tipo que, en algún momento y en pro de la justicia,
se ha saltado las normas. Eso también pasa aquí cuando desobedece las órdenes
de un superior para hacer lo que considera más justo. Y pienso que obra bien.
En alguna conversación, algún policía me ha dicho que los buenos agentes son
los que obran así, es decir, los que se la juegan para conseguir un bien
superior.
¿Qué tiene Nico
Gallardo de Andrés Pérez y Andrés Pérez de Nico Gallardo?
En esto hay una especie de juego
metaliterario. Aunque tiene mi mirada, no soy Nico Gallardo. El es un sevillano
atípico, porque no es lo que desde fuera de Sevilla se puede esperar de una
persona nacida en esa ciudad, pero la mitad de los sevillanos son como él. Nico
no participa de las fiestas de la ciudad, pero la ama profundamente, lo que le
produce sentimientos contradictorios.
Me parece que es
fácil identificarse con Gallardo, porque es un tipo normal, alejado de esos
héroes policiales estereotipados.
A mí también me lo parece y no lo podría
concebir de otra manera. Cuando veo películas de James Bond me gustan porque
son honestas, sé lo que voy a ver en el cine y eso es lo que me encuentro en la
pantalla. Pero yo no puedo escribir igual, porque ese personaje no me lo creo
y, como autor, he de creerme al protagonista.
¿Tenías claro que
Gallardo sería policía y no un detective desde el principio?
Por muchas vueltas que le di, no vi a
Gallardo como un detective. Este tipo de personaje da mucho juego en América,
porque allí tiene más margen de libertad para sumergirse en cualquier tipo de
aventuras. Pensé pronto que le cuadraba mucho mejor el oficio de inspector,
sometido a un reglamento rígido y disciplinario, que no puede saltarse con
facilidad.
Aunque sea «falso
género negro», por el libro desfilan sicarios, intrigas, corrupción, políticos…
¿la realidad es más dura que la ficción?
Sí, la realidad todavía es más dura y
complicada y te brinda la oportunidad de contar historias de este tipo. No hay
más que abrir un periódico para darte cuenta de todo lo que está ocurriendo. Pero
una novela que trata de la realidad es algo delicado de escribir, porque el
lector está muy bien informado, sabe perfectamente de lo que le hablas y no
puedes meter la pata.
La novela
policiaca impone sus condiciones, ¿te has sentido muy maniatado por el guión?
Escribir una novela, por un lado, significa
dejarse llevar, pero por otro, hay que controlarla de manera férrea para que no
se te escurra por los dedos. No hay que llevarlo todo atado desde el principio,
porque eso te atenazaría demasiado, pero, claro, para eso hay que contar ya con
una cierta habilidad y un cierto oficio. Cuando me siento a escribir una
historia apenas si tengo claros cinco o seis fogonazos, nada más.
¿Ni siquiera
conocías al culpable?
No, no, tampoco. Hablé con policías que me
contaron cosas que han enriquecido la trama. Cuando estás escribiendo una
novela es como si tuvieras puestas unas antenas especiales, que se orientan y
hacen que todo lo que vivas lo vayas incorporando a la escritura poco a poco.
Es muy curioso cómo ves el mundo cuando escribes y cómo lo ves cuando no lo
haces.
Has citado tus
conversaciones con policías para documentarte, ¿los agentes se han prestado a
colaborar contigo sin poner pegas?
Esta es una cuestión muy interesante. Para mí
era importante no caer en efectismos de género, porque no quería que se
pareciera a una serie americana, algo que puede ocurrir con facilidad si
escribes una novela policiaca. Como conozco a varios policías, tuve la suerte
de poder estar en una comisaría y observar cómo trabajan los de homicidios. Andan
siempre con muchas reservas en lo que dicen, incluso entre ellos mismos, pero
no tiene nada que ver su trabajo con lo que la gente pueda pensar que hacen. Un
detalle significativo es que la mayoría de policías que conozco no ha sacado su
arma nunca en el ejercicio de sus funciones.
Estamos terminando
y hay algo de lo que no hemos hablado aún: Sevilla
La acción discurre en Sevilla, pero como te
he dicho antes mis libros hablan de sentimientos, que son universales, y se
podría haber desarrollado exactamente igual en Madrid o en Valencia. Por
supuesto, conocer mi ciudad como la conozco siempre supone una ventaja y,
además, resulta un personaje fundamental de la novela.
La última por hoy:
¿Gallardo tendrá continuidad?
Acabé ‘Los dioses cansados’ en diciembre y la
corregí a conciencia. Me quedé muy satisfecho con ella y es verdad que me
apetece escribir otra novela más sobre Nico Gallardo. No sé si será antes o
después, pero creo que lo haré.
SOBRE ANDRÉS PÉREZ DOMÍNGUEZ
“Nací en Sevilla, el mismo día que Neil Armstrong ponía el pie en la Luna. Hace bastantes años lo dejé todo para dedicarme a inventar historias. Muchos pensaron que estaba loco, otros que era un valiente, pero tal vez es que no tenía otro sitio a donde ir. Todavía no me he arrepentido». Así define sus orígenes Andrés Pérez Domínguez, escritor sevillano de dilatada trayectoria literaria, que ya alberga en su mochila varios premios y novelas: ‘Los dioses cansados’ (2016), ‘El silencio de tu nombre’ (2012), ‘El violinista de Mauthausen’ (2009, Premio Ateneo de Sevilla y finalista del Premio Espartaco de Novela Histórica en la Semana Negra de Gijón), ‘El síndrome de Mowgli’ (2008, Premio Luis Berenguer), ‘El factor Einstein’ (2008) y ‘La clave Pinner’ (2004, finalista del Memorial Silverio Cañada en la Semana Negra de Gijón); las novelas cortas ‘Los perros siempre ladran al anochecer’ (Premio Iberoamericano "La Espiga Dorada" en 2009), ‘Los mejores años’ (2002, Premio José Luis Castillo-Puche) y ‘Duarte’ (2002, Premio Tierras de León); las colecciones de cuentos ‘El centro de la Tierra’ (2009, finalista del premio Setenil) y ‘Estado provisional’ (2001, Premio Ciudad de Coria); y el relato ‘Ojos Tristes’ (2001, Premio Internacional de Cuentos Max Aub). Ahora se descuelga con una nueva ficción, ‘Los dioses cansados’.
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