El mundo medieval está
agonizando. Hasib ibn Al-Sharif, adolescente musulmán de origen humilde, entra
al servicio de un famoso médico de la familia real nazarí en busca de una vida
tranquila en su Córdoba natal. Sin embargo, su destino se verá bruscamente
alterado cuando dos caballeros de la Orden de Calatrava acuden a casa de su
señor solicitando sus servicios. Deberán acompañarles para tratar a una dama
francesa que se encuentra enferma en el castillo de la Orden, lugar siniestro
donde nada parece lo que realmente es. Empieza entonces para él un largo viaje,
que le llevará desde los parajes de la Castilla en guerra civil hasta Granada,
pasando por La Meca, Pakistán y Constantinopla. Hasib conocerá los desiertos
sin límites, los peligros del mar, la sensualidad insaciable de las odaliscas y
las insidias de las cortes de Oriente y Occidente. Pero, sobre todo, conocerá a
los hombres y mujeres, que ostentan el poder en su tiempo. Bajo estos
parámetros, Enrique Vaqué presenta su segunda novela, titulada ‘Los señores del
fin del mundo’, editada por Almuzara, sobre la que conversé con él en Valencia
hace unos días.
¿Qué hace un licenciado en Ciencias Químicas y Máster en Administración
de Empresas como tú escribiendo novela histórica?
Desde niño, la literatura ha constituido
parte integrante de mi vida. Con el futuro resuelto y los hijos mayores, llega
un momento que te planteas la posibilidad de escribir. Era ahora o nunca. Para
prepararme, he asistido a cursos y talleres y me ayudo con la lectura de otros
autores. Mi objetivo es mejorar constantemente mis escritos, tanto a nivel de
argumentos como de personajes.
Por lo tanto, para ti la escritura tiene algo de segunda oportunidad.
Sin duda. Creo que la mejor
manera de definir mi situación es la de aprobar una asignatura pendiente.
¿Cómo tropezaste con la historia que te inspiró ‘Los Señores del Fin
del Mundo?
La idea surgió tras la lectura de
‘El nombre de la rosa’ de Humberto Eco. Me impresionó bastante el tema de esos
grupos de personas verdaderamente pobres, que se trasladaban de un lugar a otro
en la Europa Medieval y que en ocasiones, como atravesaban circunstancias muy
difíciles, incurrían en la delincuencia. Después la imaginación me llevó a
pensar que esos grupos se encontraban en el campo de Calatrava, donde aparecía
un tipo que predicaba un anti-evangelio. La historia fue evolucionando y al
final escogí un protagonista, que era un médico árabe, y decidí narrar desde
ese punto de vista.
En alguna entrevista has manifestado tu interés por la cultura
oriental, ¿de dónde procede esa fascinación?
Creo que me viene de la lectura
de los cuentos de ‘Las mil y una noches’, que leí de pequeño y me fascinó. De
hecho nunca he dejado de releerlos. De todos modos el orientalismo es una
fascinación propia del mundo occidental a través del exotismo de sus
manifestaciones literarias o musicales.
¿Por qué has escogido el género histórico?
Bueno, yo busco qué es lo que voy
a decir y cómo voy a hacerlo. En función de eso escojo el género. Por ejemplo,
ahora estoy escribiendo un thriller, porque creo que es el registro que mejor
se adecúa para la historia que llevo entre manos.
¿La novela histórica rellena huecos de nuestro pasado que nos resultan
desconocidos?
Creo que sí, sobre todo en
periodos como el de la novela que constituyen una encrucijada. El género
histórico representa una forma de interpretar el futuro basándose en el pasado,
una forma de encontrar lógica y lucidez a nuestra existencia.
Has utilizado la primera persona como voz narrativa.
El narrador omnisciente es una
forma de narrar muy vista. Eso no quiere decir que la primera persona sea una
gran innovación, pero su uso me interesaba para tratar de romper el ritmo temporal y que
se comprendiese bien la peripecia vital del personaje. En cierto sentido, ésta
es una novela histórica de la formación de una mentalidad a partir de una serie
de experiencias.
Novelas como ‘Los señores del Fin del Mundo’ suelen requerir un trabajo
de investigación, ¿te interesa más este proceso o la escritura en sí?
Es evidente que la investigación
es interesante, pero la experiencia de construir un mundo e introducirse en él
para describirlo me resulta mucho más atractiva. Es muy importante que el
lector conozca las cosas, que las toque. Me motiva mucho más la escritura de la
novela que los preliminares.
¿Trabajas con guión o te dejas llevar por los impulsos de la propia
historia?
Con guión, por supuesto. Es
necesario que el relato tenga una unidad y al mismo tiempo que resulte
interesante para el lector. Como la trama me importa mucho, cuando tengo una
idea que quiero transmitir, he de elaborar un guión, un esqueleto, para
conseguirlo.
En el género histórico el lenguaje utilizado es muy importante. Tú has
mezclado formas antiguas y actuales, aliñadas con palabras árabes.
Sí, he intentado seguir una forma
de hablar arcaica, pero que resulta fácilmente entendible para el lector del
siglo XXI. He imitado el estilo de ‘Las mil y una noches’ y, además de en los
pies de página, en el relato he introducido muchas palabras castellanas de
origen árabe, como alacrán o alacena, para darle un aire de época al relato.
Hay que tener claro que el veintisiete por ciento de palabras castellanas
proceden del árabe y que esta cultura formó parte de Europa durante más siete
siglos, por lo que no podemos rechazarla.
¿Hay un recuerdo de Scheherezade en el arranque de la novela, no?
Sí, claro, está hecho adrede, es
un guiño al libro de ‘Las mil y una noche’, un pequeño homenaje.
José Luis Corral hizo protagonista de su última novela al médico judío
de Fernando el Católico. Tú en ‘Los Señores del Fin del Mundo’ introduces un médico-enfermero
de origen árabe, que atendió a Isabel la Católica, ¿no había médicos cristianos
en el siglo XV?
El médico cristiano de mayor
renombre fue Arnau de Vilanova, pero evidentemente el prestigio que alcanzaron
los árabes era conocido por todos. Durante mucho tiempo fueron la vanguardia de
la investigación y de la ciencia, lo que les hacía ser los más solicitados.
Tras Arnau, se creó una escuela y la medicina llegó a las universidades, al
tiempo que comenzaba el declive de los galenos musulmanes.
La cirugía estaba ya muy desarrollada entre los musulmanes.
Efectivamente, la cirugía estaba
bastante avanzada gracias al médico andalusí Abulcasís, que operaba de
cataratas, extraía piedras del riñón y utilizaba ciertos productos que le
permitían aplicar una anestesia básica. Fue un gran práctico, muy habilidoso
que desarrolló un instrumental propio para sus intervenciones.
Y también el uso de plantas medicinales.
El uso de plantas medicinales
para sanar enfermedades es algo muy antiguo. En el siglo I, el griego Dioscórides
ya había elaborado un tratado de hierbas con este fin. En el mundo occidental,
hasta el descubrimiento de los antibióticos después de la II Guerra Mundial, la
medicación principal la constituían las plantas. A partir de este momento todo
cambió, porque unos simples polvos curaban graves enfermedades. Ahora no lo apreciamos
porque estamos acostumbrados a utilizar estos medicamentos químicos.
Hasib ibn Al-Sharif, el protagonista, nada más abandonar Córdoba, se ve
inmerso en una guerra entre cristianos. Esta realidad de luchas intestinas,
desmonta la tradicional imagen de unidad que nos enseñaron en la escuela.
Claro, claro, si la ciudad de
Granada aguantó tanto tiempo sin ser sometida fue debido a las continuas
guerras entre reinos cristianos. En el momento que Castilla se libra del yugo
de Aragón, dejan de contender entre sí y cuando llegan los Reyes Católicos y
unen ambas coronas, inmediatamente se toma Granada y se cierra la Reconquista.
¿Hemos cambiado mucho los seres humanos desde el siglo XV hasta hoy?
En realidad, la novela plantea
que las cosas han cambiado muy poco, especialmente el poder que unos ejercen
sobre otros. Varía el método y las circunstancias, pero se mantiene esa
propensión del hombre a conseguir que los demás vivan de acuerdo con un sistema
preestablecido. Desde ese punto de vista, ‘Los Señores del Fin del Mundo’ es
una invitación a la reflexión y sus conclusiones no son demasiado amables con
el ser humano.
¿Entonces podemos establecer cierto paralelismo entre el siglo XV y
nuestros días?
No demasiado. De alguna manera,
lo que está ocurriendo ahora es una especie de reversión de lo que sucedió
entonces. En la actualidad caminamos hacia la dispersión, mientras que en el
siglo XV iban hacia la concentración.
SOBRE ENRIQUE VAQUÉ
Enrique Vaqué nació en Melilla. Doctor en Ciencias Químicas y Máster en Administración de Empresas, su labor profesional en el ámbito de las materias primas (café, cacao...) le ha permitido viajar por todo el mundo, desde las selvas del Amazonas hasta las colinas más altas del Camerún. Tiene fijada su residencia en Valencia, Barcelona y París. Tras ganar el Premio Pedro de Estopiñán de Poesía, combina su puesto de ejecutivo de un grupo empresarial químico con clases de posgrado universitario y su devoción por la escritura. Su primera novela publicada fue ‘Los colmillos del trópico’. Ahora se descuelga con ‘Los colmillos del trópico", una novela histórica, que resultó finalista del Primer Premio de Novela Albert Jovell.
475