La enigmática muerte del escultor Antonio
Susillo es el último eslabón de la cadena de maldiciones que sufrió la infanta
María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de Isabel II, desde que se estableció
con su familia en el palacio de San Telmo de Sevilla, convertido en verdadera
Corte Chica del reino de España durante una generación. Su mirada femenina nos
adentra en un siglo agitado y tumultuoso, plagado de revueltas,
pronunciamientos y conspiraciones a los que en algunos casos no fue ajeno su
propio esposo, el duque de Montpensier, eterno aspirante al trono. Estas
memorias apócrifas desvelan la clave de aquellos acontecimientos sucedidos en
el siglo XIX y que, sin embargo, como si de otra maldición se tratara, han
marcado la historia de España hasta nuestros días. Con estos mimbres, Francisco
Robles acaba de publicar ‘La maldición de los Montpensier’, editada por
Algaida, con la que acaba de conquistar el II Premio Internacional de Novela
Solar de Samaniego.
En primer lugar, Francisco, enhorabuena por
el premio conseguido.
Gracias.
¿Qué significa
para ti ganar el II Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego?
En mi caso particular, lo que más he
agradecido es la cierta tranquilidad que te proporciona el saber que lo que he
escrito no está mal. El autor, a no ser que sea un vanidoso de escándalo, nunca
está seguro de ello. Es imposible. Como escritor tu novela te puede parecer
interesante, pero ¿qué pensará el lector? Por lo tanto, lo más satisfactorio,
sin duda, es el reconocimiento de mi trabajo por parte del jurado. El dinero
está muy bien, pero es más importante lo otro.
A los contertulios
de Carlos Herrera parece irles bien en el Premio Solar de Samaniego, tú y Luis
del Val habéis copado las dos primeras ediciones.
Es verdad, se lo dije a Carlos y se
descojonó. Ciertamente este es el Premio Solar de Herrera [risas].
Normalmente te
desempeñas como periodista, pero ya tienes dos novelas publicadas, ¿qué te
proporciona la ficción que no te da el periodismo?
A veces el periodismo es más ficción que la
novela, pero la ficción me gusta porque me ofrece la oportunidad de retratar la
realidad mejor que el periodismo, aunque parezca una paradoja. Si yo contara
todo lo que sé, me meterían en la cárcel, sin embargo, si lo hago a través de
una novela no ocurre nada, porque es una ficción.
¿Dónde
clasificarías ‘La maldición de los Montpensier’ si tuvieras que hacerlo?
En el estante de libros prescindibles, dentro
del apartado novelas y adscrita al género histórico.
¿Un escritor de
novela histórica sufre tentaciones de cubrir lo que no se conoce con lo que le
gustaría que hubiera ocurrido?
En mi caso he rellenado los huecos con lo que
yo creía que podía haber sucedido, eso sí, contándolo como a mí me gusta
hacerlo, porque ahí entran otros factores inherentes a la literatura como es pasármelo
bien mientras escribo. En la novela hay pura invención, sí, pero adecuada a la
época y a los personajes. He buscado una estructura real y aquellos aspectos
que no es posible documentar los he inventado. Esto es igual que una película de
juicios, en la que el juez pregunta al acusado lo que hizo en un determinado
momento y éste le responde que no se acuerda. La vida está llena de momentos no
documentados.
Sin duda ninguna fue la muerte trágica del
escultor Susillo, que era uno de los grandes escultores del siglo XX en España
junto con Benlliure, lo que me incitó a escribirla. Susillo talló una sola obra
para la Semana Santa Andaluza, las manos de la Virgen de la Amargura, y él se
suicidó con sus manos por culpa de la amargura que sentía. Esta circunstancia,
literariamente, es brutal. Además eligió para morir el mismo día en que lo hizo
Bécquer, el 22 de diciembre, porque él aspiraba a ser el Bécquer de la
escultura. A partir de esa idea primera, me di cuenta de que los Montpensier
eran quienes realmente iban a ser los protagonistas de la novela.
¿Por lo tanto, el
22 de diciembre es un mal día para vivir en Sevilla?
Depende, si te toca la lotería, no [risas].
¿El título llegó
antes o después que la historia?
El título vino después. El primero que tuve
en mente era ‘Las manos de la amargura’, pero
medida que escribía comencé a dudar y terminé por ponerle el que lleva
ahora. Hay familias que tienen la inmensa suerte de conseguir todo lo que se
proponen, pero hay otras que no lo consiguen nunca y este es el caso de los
Montpensier, cuyo duque no llegó a reinar en España por mucho que conspiró para
lograrlo.
¿Esa maldición
tiene más sentido en el siglo XIX que hoy?
Por muy racionales que seamos siempre hay
algo ahí que no comprendemos. Lo que sucede es que nuestro racionalismo no lo
admite. Las maldiciones están pero no sabemos cómo explicarlas. Hoy se sigue
hablando de mala suerte, de mala racha…
Para narrar has
alternado la tercera y la primera personas, ¿qué tal la experiencia de
sumergirse en la piel de una mujer?
La experiencia bien porque no me he dejado
llevar. Me limité a plantearme cómo actuaría y cómo pensaría ella y a plasmarlo
en el papel.
‘La maldición de
los Montpensier’ destila una fina ironía, discúlpame el ripio, pero ¿el género
histórico entra mejor con un poco de humor?
Por supuesto que sí, pero no solo el género
histórico es la vida la que está llena de humor por todas partes, lo que ocurre
es que muchas veces no sabemos descubrirlo o no queremos hacerlo. El siglo XIX
se presta mucho al humor por las contradicciones que encierra y necesitas la
risa para librarte de ellas. La Historia nos la enseñan muy serios en los
colegios, pero la Historia de la Literatura está llena de humor. No hay más que
echar un vistazo a Cervantes y Quevedo, dos grandísimos humoristas.
En una novela como
ésta, llena de ambiciones y conspiraciones, ¿hay espacio para los
personajes buenos y malos?
A mí no me gustan ni los buenos ni los malos,
ni tampoco el relativismo. En la literatura hay que buscar eso que llaman
personajes redondos, que tienen una parte negativa y otra positiva. El mal y el
bien existen, pero todos estamos entreverados. En ‘La maldición de los
Montpensier’ he huido de ese concepto, cada uno va a la suya y defiende sus
intereses.
Durante el proceso
de escritura, ¿el autor llega a enamorarse o a encariñarse con algún personaje,
después de pasar mucho tiempo con ellos?
Eso sí es posible. Yo me he encariñado mucho
con el personaje de la infanta María Luisa de Borbón, una mujer que sufrió
mucho, que perdió siete hijos, que no consiguió ser reina de España y que era
muy caritativa con los demás. A los ojos de hoy resultaría muy fácil pensar que,
como era rica, le resultaba fácil hacer caridad y que era una barbaridad
engañar a los pobres. Pero a mí no me lo parece porque pienso que la mirada del
siglo XXI está bien para analizar la realidad actual y, si la usamos para explicar
tiempos anteriores, distorsionamos la época. A la hora de enjuiciar personajes
de siglos anteriores, hay que introducirse en las claves de su época.
La vida o la
política o quien fuera unió en matrimonio a Montpensier, un volteriano, con
María Luisa Fernanda de Borbón, una mujer bastante beata, ¿qué mezcla tan
dispar, no?
Más que la vida fueron los intereses
diplomáticos entre España y Francia, sobre todo los intereses franceses que pretendían
conseguir la corona española. El método era sencillo: casar a la reina Isabel
con Francisco de Asís. De este modo, entre la enfermedad de ella y que él no era
precisamente un semental, se extinguiría la dinastía. El siguiente paso era
casar también a María Luisa con un príncipe francés que, de este modo, podría
acceder a la corona. Montpensier no llegó a reinar, pero creo que hubiese sido
el rey que España necesitaba en aquellos momentos.
Has utilizado
algunas palabras, como billete, con acepciones que hemos olvidado. ¿La novela
histórica es una buena oportunidad para recuperar estos significados perdidos?
Sí y también para reencontrar las costumbres
antiguas. Gracias a la novela histórica sabemos que hubo un tiempo que se podía
vivir sin agua corriente, sin internet, sin móviles… Y la gente era feliz. No
se trata de una cura de humildad sino de ponernos en nuestro sitio. Lo
importante es el ser humano y no sus aditamentos. Hay muchas palabras que han evolucionado
y cambiado de significado. Billete, la palabra que citas, equivaldría a lo que
hoy conocemos como un «whatsapp» y hace un par de años a un «esemese» y antes a
un «mail». Ahora nos cargamos las palabras con gran rapidez.
Después de todo lo
que has explicado, sin duda, el siglo XIX es un momento apasionante de la
Historia de España
Si tuviéramos una BBC en condiciones,
rodaríamos series y documentales sobre este tiempo. El siglo XIX es inestable y
eso lo hace muy interesante. Hubo muchas insurrecciones y pronunciamientos, lo
que le convierte en un territorio muy rico para la ficción. Entonces era normal
que un regimiento saliera a la calle a pegar tiros y, si nos fijamos, todo eso
es el antecedente claro, el germen, de lo que después sería nuestra Guerra
Civil de 1936.
La última por esta
vez: ¿le vas a dar una nueva oportunidad a un personaje tan atractivo como el
inspector Cranio?
En el acto de entrega del premio ya me lo
dijo Andrés Amorós y también me lo ha comentado el editor. Por tanto, me lo
tendré que plantear. Cranio es un detective por el que también siento ternura. Cuando
se produce un suicidio, como el de Susillo, la policía no investiga, sin
embargo, él quiere ir más allá. Ya veremos lo que ocurre en el futuro.
SOBRE FRANCISCO ROBLES
Francisco Robles Rodríguez (Sevilla, España; 1963), profesor de Literatura, escritor y periodista. Además de su faceta de escritor, en la que lleva publicados una docena de títulos, es el director de la revista ‘El Libro Andaluz ‘ y colabora en prensa, radio y televisión. En Sevilla TV dirige el programa ‘Ojos que nos ven’. Asimismo participa en el programa radiofónico Herrera en la Onda’. Entre sus títulos publicados hay que citar ‘Tontos de capirote’, ‘La feria de las vanidades’, ’El fútbol es algo más...que veintidós individuos corriendo detrás de una pelota’, ‘Cernuda para jóvenes’, ‘Monipodio’, ‘Poesía eres tú: Bécquer, el poeta y su leyenda’, ‘Mester de progresía: Teoría y praxis del progre ibérico o como quedarse con el personal’, ‘Historia de Sevilla’, junto con Álvaro Pastor, ‘Semana Santa: antología literaria’, ‘Compilación de artículos de ciencias sociales’, ‘Hijos de la Logse: claves para entender y superar el fracaso educativo’, ‘Trío de capilla; Francisco Robles, Javier Rubio y Juan Miguel Vega’ y ‘Jirones de azul’.
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