Hace diez años, millones de lectores se
rindieron ante Arnau Estanyol, el bastaix
(descargador) que ayudó a construir la Iglesia de Santa María, la catedral
del mar. Ahora su autor, Ildefonso Falcones, ha recuperado aquellos momentos y
con ‘Los herederos de la tierra’ nos ofrece una nueva recreación de la
Barcelona medieval, cargada de lealtades, venganza, amor y sueños por cumplir,
encarnada en la figura de su protagonista, el joven Hugo Llor. A eso de la
media tarde, el Coffee House de la
plaza Alfons el Magnànim de Valencia
sirvió de lugar de encuentro con el escritor barcelonés para conversar sobre
diversos aspectos de su reciente publicación.
Ildefonso, ¿estamos ante una segunda parte o
ante una continuación de ‘La catedral del mar’? No es una segunda parte de ‘La catedral del
mar’, porque ni es el mismo lugar, -ahora la historia se desarrolla
en el barrio de la Ribera-, ni aparecen los mismos personajes, se trata
de una continuación de la Barcelona medieval y no versa tanto sobre el mar como
sobre el vino.
¿Por qué la
necesidad de recuperar ahora un relato que continúa ‘La catedral del mar’? Todo el mundo quería que volviera, que
hubiera una segunda parte. Lo pedían los lectores y los editores… Cuando
publiqué ‘La reina descalza’ me planteé la posibilidad de escribirla y la
decisión fue bastante sencilla, porque resultaba muy atractivo continuar con la
Barcelona medieval.
Dos novelas dedicadas
a Barcelona, ¿qué significa esta ciudad para ti? Los lugares donde nos movemos nos afectan por
completo. Barcelona es mi ciudad, es el sitio donde he vivido, me he casado, he
tenido mis hijos y espero morir. Como ámbito intelectual, geográfico y como
forma de entender la vida es muy importante para mí.
¿Cómo es la Barcelona que va a encontrar el
lector a lo largo de la novela? Se va a encontrar una Barcelona cosmopolita,
teniendo presente que hablamos de un término anacrónico para aquella época, en
la que no se entendía el cosmos como lo conocemos ahora. Basta recordar que en
el océano los barcos se hundían y, por tanto, el ámbito geográfico era
limitado. En ese escenario geográfico, Barcelona era una de las cuatro grandes
ciudades del mundo.
Mientras que el
resto de escritores no pasan de los tres mil o cinco mil ejemplares, ‘Los
herederos de la tierra’ sale a las librerías con una primera edición de
cuatrocientos mil en castellano y otros cuarenta mil en catalán, ¿se siente
vértigo o responsabilidad de que el éxito no te sonría? No, porque en principio si hacen una tirada
semejante es porque creen que pueden venderla. A los editores, que conocen el
mercado, les he preguntado si están seguros de lograrlo y me responden que sí, porque se trata no solo
de un éxito de ventas, sino también de lectores. Indudablemente siempre existe
una cierta intranquilidad, pero, si en lugar de cuatrocientos mil, venden
trescientos cincuenta mil no podemos hablar de fracaso, sino de éxito indudable.
Te mueves siempre
dentro del terreno del género histórico, un estilo literario con normas
precisas que debes cumplir, ¿no te tienta escribir una novela contemporánea o
un thriller? Un thriller, dentro de un contexto histórico,
sí que lo escribiría, pero una novela contemporánea no sé si sería un registro
que comprendería el público. A mí me gusta escribir novela histórica y a mis
lectores y editores les gusta que lo haga. Salvando las distancias, sería un
poco como si Messi, que es un jugador que marca goles a manta y es fantástico,
lo colocaran atrás para jugar como defensa. Quede bien claro que no me quiero
comparar con él, es solo un ejemplo.
¿Escribes para un
tipo de lector determinado, con unas características bien definidas, o para el
lector en general? Escribo pensando en aquella persona que
comparte conmigo lo que yo busco en la lectura: divertimento y entretenimiento
y creo que eso ocurre con el ochenta por ciento de los lectores a los que les
gusta que les enganchen con aventuras desde la primera página y están esperando
a ver qué sucede a continuación.
En una novela como
‘Los herederos de la tierra’, una vez captada la atención del lector, ¿cómo
consigues mantenerlo atrapado a lo largo de casi novecientas páginas? Ésta es una novela de aventuras que va
creando una aventura tras otra, desde la primera página hasta la última. No hay
otro modo de hacerlo.
Imagino que
rellenas los huecos que siempre existen en la historia con ficción, con
personajes inventados. Sí, claro, no me gusta escribir sobre
personajes históricos reales. Los utilizo porque son necesarios, pero controlo
perfectamente cuando entran y cuando salen, porque todo el mundo conoce lo que
hicieron y no puedes salirte de ahí. Prefiero manejar los protagonistas de
ficción, porque con ellos es con quienes puedo desarrollar la imaginación.
¿Te ocurre lo mismo con los edificios? Al final del libro dejo claro los edificios,
como el castillo de Navarcles, que me he inventado para evitar que la gente se
moleste en buscarlos. Todo lo demás, las Atarazanas o Santa María del Mar los
reflejo fielmente, tal como fueron y me sirven como telón de fondo, porque lo que
interesa son los protagonistas. En ‘La catedral del mar’ lo importante eran las
aventuras de Arnau, que no tenían nada que ver con la iglesia a cuya
construcción asistimos.
Una novela tan
extensa como ésta me imagino que exigirá un guión detallado, ¿algún personaje
te ha pedido más «cuota de pantalla» por así decirlo, que la prevista en principio? Efectivamente, como tú dices el guión es
rígido, pero sí que hay personajes que piden más protagonismo y siempre son
secundarios. Los principales están más controlados, no pueden salirse del camino
trazado.
¿Cuál fue la
primera imagen que te dio pie a escribirla? Sin duda la primera imagen es la de un niño llevando
la bola de un esclavo. Fue tan importante que decidí empezar la novela con
ella.
Han transcurrido diez
años entre una novela y otra, diez años de ecos y voces dormidas, y al comienzo
recuperamos de nuevo la figura de Arnau Estanyol. Es verdad que Arnau aparece al comienzo, pero
da poco juego ya. Es el mismo Arnau que dejamos en ‘La catedral del mar’, un
tipo venerable, un anciano para aquella época. Sin embargo, es a partir de su
figura donde se define la nueva novela y se desarrolla la historia.
Si los herederos
de la Corona de Aragón se hubieran quedado en Barcelona, sin la intervención de
Castilla, la historia hubiera cambiado, ¿no? Desde luego en aquel momento Cataluña podía
haber optado por un monarca catalán, como era el rey de Urgell, con
independencia incluso de lo que hubieran hecho Aragón, Mallorca o Valencia y
continuar su historia bajo su mandato. Pero hubo intereses políticos y también
económicos que permitieron la llegada de Fernando de Antequera, cuyo
advenimiento cambió la historia
¿Esos intereses procedían de los nobles? Sí, de los nobles también, pero
fundamentalmente de los burgueses, que habían comprado tierras y títulos, se
habían convertido en rentistas y pretendían revivir un tiempo anterior,
apretando a los reyes. El ejemplo y la consecuencia de esto fue que, nada más
llegar Fernando de Antequera, los derechos de los peyeses, de los remensas, se vieron tremendamente afectados
con relación a los derechos que promovían los monarcas del casal de Barcelona.
Sant Vicent Ferrer
no sale demasiado bien parado en ‘Los herederos de la tierra’. Todo lo que he escrito sobre él es cierto. Si
alguien atacó a la comunidad judía y provocó la promulgación de leyes
antisemitas fue fray Vicent Ferrer, después llamado San Vicent Ferrer. Eso no
me lo he inventado yo, está ahí y totalmente estudiado. Son cosas que pasan,
pero no ocurre nada. Soy católico y para mí Sant Vicent Ferrer es un santo más.
El vino juega un papel destacado en la novela. Sí, el vino es el hilo conductor de esta novela.
Hay poca bibliografía sobre la historia del vino pero he disfrutado porque en
aquella época era un elemento de primera necesidad, lo que me ha permitido
hacer que el protagonista viajase. La gente de entonces vivía con el vino,
tenía lagares en sus casas o una bodega, ese sótano al que se bajaba y que
guardaba cubas de vino, el famoso celler.
A los enfermos se les daba vino, no importaba la enfermedad de la que se
tratase, igual que a los marineros, a los soldados y a los niños. No tomaban
agua, que podía estar infectada y había que ir a buscarla lejos. Su importancia
era tan grande que se consideraba delito entrar en una ciudad con vino que no
fuera del allí. Hasta que no se acababa el vino del lugar, no se permitía su
importación de otros sitios.
Es curiosa esa
importancia y que se continuara produciendo vino, porque durante la dominación
árabe no se elaboraba. Es verdad, los musulmanes cultivaban la vid y
la comían, pero no bebían vino. Todas las referencias que tenemos del vino
medieval en España nos hablan de vinos cosecheros, que en dos meses se echaban
a perder. Y esto es curioso y demuestra lo atrasados que estábamos, porque en
tiempos del Imperio Romano, se habla de caldos que envejecían entre cinco y
siete años, como por ejemplo el Falerno. Se había perdido el arte de hacer
vino. Ésta es una opinión mía, propia, incluso contraria a lo que piensan
expertos en este tema.
Al acabar la novela,
el escritor suele experimentar cambios, ¿qué poso te ha dejado ‘Los herederos
de la tierra’? Bueno, en primer lugar te deja unos
conocimientos que antes no poseías, pero luego no podemos olvidar la
satisfacción de haber terminado el libro y la inquietud por saber si gustará o
no. Son sensaciones un poco contradictorias hasta que ves si la novela funciona
o no.
O sea que, para ti ¿escribir es aprender? Sí, sin
duda.
SOBRE ILDEFONSO FALCONES
Ildefonso Falcones de Sierra (Barcelona, 1959) es abogado y ejerce en su ciudad natal. Su primera novela, ‘La catedral del Mar’, se convirtió en un éxito editorial mundial sin precedentes y fue publicada en más de cuarenta países, habiendo sido galardonada por varios premios, entre ellos el Euskadi de Plata a la mejor novela en lengua castellana, el Qué Leer al mejor libro en español, el Fundación José Manuel Lara a la novela más vendida, el premio italiano Giovanni Boccaccio al mejor autor extranjero y el premio Fulbert de Chartres.
En el año 2009 publicó ‘La mano de Fátima’ (Premio Roma 2010), y en 2012 ‘La reina descalza’, su penúltima entrega hasta hoy. Con más de siete millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, Ildefonso Falcones se ha consagrado como uno de los autores en lengua castellana más difundidos. Hace apenas dos meses, ha publicado ‘Los herederos de la tierra’, en la que el escritor barcelonés regresa a la atmósfera de su obra más emblemática: ‘La catedral del mar’.
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