Barcelona, 1959. Mientras la Sexta Flota norteamericana permanece fondeada en el puerto alterando la rutina de una
ciudad en plena dictadura, un marinero estadounidense es asesinado en un antro
del Barrio Chino en lo que a primera vista no parece más que una simple reyerta
arrabalera. Pero una vez más, la perspicacia y curiosidad de la periodista Ana
Martí serán fundamentales a la hora de esclarecer el suceso, siempre dentro de
la investigación policial que lleva a cabo el inspector Isidro Casto, con el
que colabora cada vez que son requeridos sus servicios. Pero la maraña se
enreda. Entran en juego las medias verdades y las falsas tapaderas y la
historia camina hacia su desenlace sorteando una serie de tramas interconectadas,
que asoman la cabeza en el proceso investigador. Con este planteamiento inicial,
Rosa Ribas acaba de publicar ‘Azul marino’, editada por Siruela, compuesta junto
con la también escritora Sabine Hofmann, novela que cierra su trilogía dedicada
a la Barcelona de los años cincuenta.
Rosa, ¿se han
acabado los asesinatos en Barcelona y por eso has cerrado tu trilogía negra?
[Risas] No, no, habrá más, pero no de Ana
Martí. Sabine y yo siempre dijimos que sería una trilogía y así va a ser.
Nuestra idea inicial fue establecer un arco temporal en torno a los años
cincuenta, con la trayectoria laboral de la protagonista: una novata en la
primera novela; una informadora triunfante en la segunda, que será despedida de
‘La Vanguardia’; y una periodista frustrada, que ve como le cambia la vida en
la tercera. Aunque alguna bloguera se haya enfadado y esté recogiendo firmas
para que el personaje no desaparezca, ésta es su última historia. La verdad es
que lo mejor que le puede ocurrir a una escritora es que los lectores se
enfaden porque dejas de escribir sobre su personaje favorito.
Perdona mi
insistencia, ¿de verdad la trilogía no se convertirá en tetralogía?
Seguro. Mi próxima publicación será una
novela corta, que toca la historia reciente de España con elementos del género
negro. Además, estoy preparando una nueva serie contemporánea, otra trilogía,
que también se desarrollará en Barcelona.
Nos centramos en ‘Azul
marino’, ¿hubo alguna imagen que propició la escritura de esta tercera novela
de Ana Martí?
Sí y la encontré mientras me documentaba para
las anteriores novelas. Fueron unas fotos de los marinos norteamericanos en
Barcelona. Una en concreto me llamó mucho la atención, en ella se veía un grupo
de cuatro americanos y a unos españoles que los miraban. Los marinos iban
hablando de sus cosas y era como que ignoraban a los españoles. Esa imagen y el
hecho de que su arrogancia, la arrogancia del explorador blanco, les llevaba a
arrojar cosas al suelo para que las recogiesen los niños, constituyen el punto
de partida de esta historia. Particularmente me interesan mucho los choques
culturales, en este caso el de los dos mundos que se encuentran en esta novela.
En una ocasión, al
referirse Andreu Martín a una novela que había publicado en colaboración con
otro escritor, manifestó que él había escrito las vocales y su colega las
consonantes, ¿cómo os lo montáis vosotras?
[Risas] Esa frase es muy propia del Andreu
Martín puro y duro. Nosotras hemos cambiado el procedimiento de una novela a la
otra. La única que realmente escribimos a cuatro manos fue ‘Don de lenguas’.
Allí lo hicimos todo entre las dos, pero eso nos mantuvo ocupadas tres años y
medio. No nos importó, porque en principio solo íbamos a escribir una novela y
no teníamos prisa. Sin embargo, a medida que vimos que Ana Martí nos gustaba
mucho y queríamos seguir con ella, surgió la idea de la trilogía y decidimos
cambiar de sistema. Ambas pensábamos las tramas, pero solo la escribía una de
las dos. Con ‘Azul marino’ nos encerramos durante una semana para pensar la
trama y después la escribí yo. Luego Sabine aportaba comentarios y correcciones.
Por tanto, siempre digo que ésta no es una novela escrita a cuatro manos sino a
dos cerebros, es decir, que es bicéfala.
¿Y qué surgió
primero: el escenario, Barcelona, o la historia?
Primero fue la ciudad. Aunque barajamos otras
posibilidades, cuando nos pusimos a pensar dónde íbamos a ambientarla, nos
decidimos enseguida por Barcelona, que presenta una serie de escenarios muy
atractivos. Si en ‘Don de lenguas’ nos movimos por el Ensanche y la periferia,
en ‘Azul marino’ nos hemos ido al otro extremo, a la zona portuaria, que está
pegada a la ciudad, y a las Ramblas, que desembocan en el puerto. Dentro de la
parte canalla de Barcelona se encuentra el Barrio Chino, que antes de la
llegada de los norteamericanos era muy pequeño, pero que se amplió y creció
para satisfacer sus demandas. La presencia de los marinos cambió la ciudad,
pero no para ofrecer trabajo, sino para dar de comer a todo ese mundo de
vivarachos, putas y demás ralea de la parte baja de la ciudad, que vive de todo
esto. Por otro lado, en la novela aparecen esas señoras de la caridad, que visitan
las zonas más pobres para satisfacer sus necesidades más oscuras y volverse
después a sus barrios limpios y ricos. Con ello pretendíamos mostrar la
hipocresía de la sociedad y como, en el fondo, la gente de los barrios altos es
la dueña de todo.
¿Cómo te has
documentado sobre la ambientación y no me refiero solo a imágenes, sino también
al lenguaje de la época?
De todo, he usado de todo. Hay un libro
fundamental de Xavier Theros, titulado ‘La Sisena Flota a Barcelona’ (‘La Sexta
Flota en Barcelona’), que permite conocer bien esta época. En los NO-DOS se
encuentra la parte visual y se puede observar cómo era la Barcelona de entonces,
aunque la gente que aparece en estas imágenes no habla de un modo natural,
porque los textos están censurados. La
novela está dedicada a mi padre, que se encontraba con la gente que volvía de
fiesta mientras él iba a trabajar. Él y mis abuelos, que también aparecen en la
novela, estaban empleados en La Boqueria por lo que he podido disponer de
información de primera mano.
¿‘Azul marino’ ofrece
además una visión política y crítica de lo que fueron los años cincuenta?
La novela es un reflejo del matrimonio de
conveniencia establecido entre España y EE.UU. En plena fase dura de la Guerra
Fría, de pronto España se convirtió en un punto interesante porque era la
puerta del Mediterráneo. Tras firmar el acuerdo, los americanos querían imponer
la democracia al país, la libertad de prensa, de culto, de ideario político,
pero al final desistieron, porque lo que les importaba realmente era tener
bases aquí. En ‘Azul marino’ nos encontramos con el contraste que ofrece el
inspector Isidro Castro, que es un policía fascista y no ve con buenos ojos lo
que él entiende como valores americanos, y la soberbia estadounidense de país
rico y poderoso, que llega a un territorio que todavía vive en la miseria. Con
la política de la autarquía practicada por el régimen, el país estaba al borde
del colapso. El acuerdo suscrito mejoró la situación y le alargó la vida a
Franco. Todo esto lo encontramos en la novela, pero no como un discurso
político, sino como telón de fondo que narra cómo se vivió aquel tiempo.
Por todo lo que
cuentas, ‘Azul marino’ es una novela negra, pero también podría ser considerada
como de género histórico, ¿no?
Sí, el problema es que, como lo tenemos todo
tan etiquetado, el libro se ha publicado dentro de la colección de Siruela
policiaca, pero también es novela histórica. Lo bueno de la novela negra en
España es que hemos alcanzado ese punto en el que ya no tenemos que ser tan
ortodoxos, porque el género está
consolidado. Al principio éramos muy tradicionales o muy innovadores y ahora
estamos en un momento más equilibrado y nos podemos permitir otras licencias.
En un momento dado,
Ana Martí se siente mal y piensa que es una periodista mercenaria, ¿sin duda
los años cincuenta fueron un mal momento para ejercer el periodismo femenino en
España, no?
En aquellos años ser periodista en nómina no
debía de ser tan malo, pero ir por libre, cobrando por pieza y teniendo en
cuenta que la censura se llevaba por delante la mitad de los trabajos, pues no era
algo demasiado aconsejable. Aquí Ana ya tiene treinta años y, si a su edad no
se había casado, eso significaba que era una solterona. Afortunadamente, hoy no
funcionamos igual y una mujer como ella todavía se considera que es joven, pero
en aquel momento la suya era una forma muy atípica de ir por la vida.
Por la novela
desfilan personajes reales como el periodista Enrique Rubio, y Silver Kane y
Curtis Garland, autores de novelas de las llamadas «libros de a duro».
Enrique Rubio era una persona interesada
fundamentalmente en los timos y las estafas. Él llevaba en mente un proyecto para
crear la Timoteca Nacional y disponía de un enorme archivo. Su sobrino, Tomás
Sastre, lo heredó y me ha pasado algunos casos increíbles, cada uno de los
cuales daría para escribir una novela entera. Si este país hubiera invertido
toda su energía criminal en hacer algo decente, otro gallo le habría cantado.
Sacarlo en la novela, desde luego, era rendirle un pequeño homenaje, como
también los es que aparezcan Silver Kane y Curtis Garland. Decidí que lo mejor
era juntarlos en una escena con el padre de Ana Martí, un personaje que está
basado en estos escritores que publicaban sus novelas bajo seudónimo por
cuestiones de la censura.
Uno de los medios en
los que colaboraba Ana Martí era ‘El Caso’, ¿este periódico era la cara B de la
realidad de la España franquista?
O la A, según lo cojas. ‘El Caso’ mostraba lo
que nadie quería que se viera. Pensándolo bien, lo cierto es que sí podemos
decir que era la cara B de la realidad de entonces y lo usaban para mostrar el
mal, que estaba bajo control, porque siempre pillaban al delincuente.
Tras concluir la
Trilogía, ¿qué poso te ha quedado como persona y escritora?
Muchísimo, sin duda. Haber colaborado con
otra persona me ha ayudado mucho a verme como escritora y me ha permitido
reflexionar sobre cómo trabajo. He aprendido bastante y espero no ser la misma
que empezó, aunque la esencia permanezca inalterable. Siempre deseo que cada novela
nueva sea mejor que la anterior, porque sé más y domino mejor la técnica.
La última por hoy:
¿Ana Martí e Isidro Castro han dejado un vacío en tu vida?
Desde el momento que puse el punto y final ya
percibí ese vacío. Me gusta promocionar la novela porque me permite
recuperarlos a los dos. Cuando se acabe la promoción, creo que lo notaré más, especialmente
al regresar de este viaje. Quizá después quede algún club de lectura para
hablar sobre la trilogía, pero desde luego no serán charlas tan intensas como
éstas. La verdad es que me cuesta mucho abandonar a los personajes, porque me
enamoro de ellos. Por eso escribo series. De las novelas de Cornelia Weber-Tejedor
todavía me falta una por escribir y la estoy demorando, porque no quiero
despedirme de ella.
SOBRE ROSA RIBAS
Rosa Ribas (Prat del Llobregat, Barcelona, 1963) estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y desde 1991 reside en Fráncfort (Alemania). Ha escrito las novelas: ‘El pintor de Flandes’, ‘La detective miope’, ‘Miss Fifty’ y la serie policiaca protagonizada por la comisaria hispano-alemana ‘Cornelia Weber-Tejedor’. En coautoría con Sabine Hofmann ha publicado la llamada ‘Trilogía de los años cincuenta’, compuesta por ‘Don de lenguas’, ‘El gran frío’ y ‘Azul marino’. Sus obras han sido traducidas con gran éxito a distintos idiomas.
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