En el prólogo de su libro de relatos ‘Dueño
de tu destino’ (Premio Eride 2014), Laura Riñón afirmó que «Cuando era una niña
me pasé una larga temporada asegurando que de mayor sería monja. Tiempo después
decidí colgar mi hábito imaginario para cambiarlo por un disfraz de payaso.
Confesión que seguramente desvele muchos rasgos de una personalidad que aún hoy
no acierto a definir». Parece claro que no se trataba de un autorretrato, sin
embargo, podría serlo. «Escribí aquellos cuentos – dice Laura – por un motivo
especial. El país atravesaba una situación de gran crispación social, un
momento triste, negativo. Todo lo que ocurría a mi alrededor me afectaba, así
que pensé que mi mejor contribución para cambiar el entorno era construir unos
relatos optimistas, que trataban muchos temas y hablaban de segundas
oportunidades y nuevas esperanzas»
Laura Rión (Foto: Jesús Herranz - Espasa) |
Tras su incursión en el género breve,
apareció su primera novela, ‘Todo lo que fuimos’, una historia de encuentros y
desencuentros, y ahora acaba de publicar una nueva entrega, ‘Amapolas en
octubre’, editada por Espasa. «Siempre he sostenido que el primer libro es muy
autobiográfico, porque cuando te atreves a escribir lo que te surge es hablar
de lo que llevas dentro». De lo todo lo
leído hasta ahora, podemos deducir que la escritura ocupa un lugar muy
importante en la vida de Laura Riñón. «Para mí escribir es una necesidad, algo
que me hace falta. Soy muy emocional y, si no lo hiciera, pintaría o cantaría,
porque necesito aflorar al exterior todo lo que llevo dentro. Ahora que me
encuentro en plena promoción de ‘Amapolas en octubre’, estoy deseando terminar
y regresar a Madrid para encerrarme en mi cueva y sentarme ante el escritorio».
Aquí cueva luce casi como sinónimo de refugio, de lugar seguro, igual que la
literatura. «Soy utópica y, constantemente, habito un mundo de fantasía del que
he de alejarme para regresar a la realidad, porque no puede ser de otro modo».
‘Amapolas en octubre’ es novela de personaje, de protagonista declarado, potente: Carolina, una mujer a punto de alcanzar la cuarentena, que se encuentra con el terrible accidente sufrido por sus padres: Paul ha fallecido, mientras que Bárbara, su madre, consciente pero sin habla, trata de recuperarse en una clínica. A través de diversas historias, Carolina compondrá el mosaico de su existencia, la memoria de su familia que, teniéndolo todo para ser feliz, no pudo evitar la desdicha. «El chispazo para escribir la novela fue el agradecimiento que debo a los muchos autores que me han hecho disfrutar con sus libros. Es mi modo de darles las gracias por su trabajo». Aunque nos encontramos ante una obra de ficción, la novela sustenta un fondo de realidad. «Obviamente todo lo que sucede en el libro, todo lo que se quiere transmitir, ha ocurrido y al leerlo descubrimos frases que nos gustan, palabras que sin duda hemos oído antes en algún otro lugar. He tratado que realidad y ficción estén muy unidas, separadas tan solo por una fina línea, que se diluye todo lo posible para que nos impliquemos en su lectura, porque en definitiva lo que cuento en el libro nos ha ocurrido a nosotros o a personas de nuestro entorno».
Junto con su hermano Guillermo, Carolina, que
regenta una librería, visita a su madre en la clínica e inventa una estrategia
para comunicarse con ella. Escoge una serie de libros que conforman su
particular visión del mundo y de la vida, y procede a su lectura durante sus
estancias en el centro hospitalario. «Los libros que le lee a su madre no son
mis libros, son los suyos. Evidentemente mis propios títulos de cabecera no los
voy a citar, porque eso significaría revelar demasiado sobre la personalidad de
Laura Riñón. Al principio, escogí seis novelas para encajarlas en la historia,
de las cuales dos se cayeron y fueron reemplazadas por otras dos».
Muy pronto queda bien claro que la
protagonista no es un ser plano, sino que evoluciona a lo largo de la historia.
Una cita de Graham Greene, incluida al principio, no admite ninguna duda al
respecto: «Los protagonistas de una novela deben tener cierto parentesco con el
autor, salir de su cuerpo como un niño sale del vientre de su madre. Después se
les corta el cordón umbilical e inician una vida independiente». Ese es el
propósito de la escritora y lo reafirma a continuación: «Yo sabía que Carolina,
más o menos, era como ‘Mujercitas, pero que luego cogió la puerta y se marchó.
Ha tenido su propia vida y ha madurado con el paso del tiempo porque, de no
haber sido así, yo habría intervenido y la habría dirigido por otros
vericuetos». A pesar de ello, Carolina, como le sucede a mucha gente, no se
siente la actriz principal de su propia película. «Ella siempre ha sido actriz
secundaria, porque no aspiraba ni quería ser protagonista. Tiene un enorme
desorden interior y, cuando comienza a aclararse, descubre el amor por todo lo
que hace, sea lo que sea. Hasta ese momento siempre ha sido la jugadora reserva,
sentada en el banquillo de los suplentes. Eso cambia en el momento en que
decide saltar al campo y convertirse en conductora de su propia existencia».
Precisamente ese «espíritu secundario inicial» la transporta a un estado de
infelicidad, de insatisfacción. «Carolina se siente insatisfecha porque se
prohíbe ser ella misma. Vive para agradar a papá, a mamá o a su hermano y obra
de tal manera que todos los que pululan a su alrededor se sientan a gusto en su
compañía. En el fondo, añora el amor de su madre».
Siempre cabe preguntarse por la existencia
real, parcial o completa, de los personajes, y su parecido o su relación con el
autor que los ha creado. Y Carolina no es una excepción en modo alguno.
«Carolina existe, es de carne y hueso aunque yo no la conozco. Tiene que
existir, estoy segura, y ahora la echo de menos, porque es un personaje cargado
de emociones. Ella y yo no nos parecemos en nuestra forma de ser. Somos
antagónicas, pero tenemos en común que vivimos la emoción, aunque ella la lleva
al lado más melancólico y triste, mientras que yo lo hago a la parte más
apasionada». La librera tampoco se parece a Guillermo. «No, su hermano no tiene
nada que ver con Carolina. Él es blanco
y negro, mientras que ella es gris».
Dice la solapa del volumen que ‘Amapolas en
otoño’ se ha escrito y corregido por varios lugares del mundo, que además funcionan
como escenarios, lo que induce a plantearnos si nos encontramos ante una
historia universal o local. «La escribí en diversas ciudades por motivos
profesionales, pero soy una persona que necesita oler y percibir y, cuando
estás en los sitios donde de verdad ocurre la acción, te das cuenta que esas
atmósferas reales le añaden verosimilitud a la narración. En este sentido, el
ambiente de Boston o la contaminación de Londres son importantes en el
desarrollo de la trama».
La última cuestión se reserva para el título:
¿es bueno que haya amapolas durante todo el año, tal y como piensa Carolina?
«No, no lo es, las amapolas han de ser flores de temporada. Creo que una buena
parte de la belleza, tanto de las relaciones como de las emociones, radica en
la añoranza. Sin duda, la ausencia de alguna cosa la convierte en algo más
importante. Particularmente, la melancolía es la emoción que más me gusta,
porque es un sentimiento puro, limpio y tan real que no hay nada que la iguale,
y es propia del otoño».
SOBRE LAURA RIÑÓN
Laura Riñón Sirera nació en Zaragoza, aunque con apenas tres años se trasladó con su familia a Alcalá de Henares (Madrid). Apasionada del cine y la lectura, desde niña ha logrado poner voz a las historias que le traslada su imaginación. Es autora del blog ‘Palabra de Laura’ y ha publicado el libro de cuentos ‘Dueño de tu destino’ (Premio Eride 2014), y la novela ‘Todo lo que fuimos’. Por motivos profesionales pasa la mayor parte de su tiempo viajando, razón por la que su nueva novela, ‘Amapolas en octubre’, ha sido escrita y corregida en diferentes ciudades del mundo.
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