Le entrevisté por primera
vez hace casi nueve años. Entonces fue una gozada hablar durante media hora con
una persona que entiende y conoce al dedillo la historia del cómic nacional y de
importación. Alguien que, además, goza
de una muy buena memoria para el recuerdo y el detalle preciso. Les hablo de
Álvaro Pons (Barcelona, 1966), profesor y vicedecano universitario, crítico,
articulista, escritor y, sobre todo, lector de tebeos. Más de tres mil días
después vuelvo a sentarme a su lado para ver cuál ha sido la evolución del
cómic desde 2008. Es sábado, luce un sol que el día anterior fue lluvia, y la
cafetería del Hotel Plaza Parque Central de Valencia, con el fondo de la
Pantera Rosa y la plaza Manuel Sanchis Guarner en obras, es un escenario tan
bueno como cualquier otro para escucharle. Y en esta ocasión, la conversación
duró una hora que pareció no tener sesenta minutos, porque los segundos se
desgranaron silenciosos, raudos y sin avisar. No hay nada como una charla interesante
para que el tiempo avance contra reloj.
Álvaro, trabajas en la
universidad, ejerces de padrazo, ¿de dónde sacas tiempo para leer y comentar
tanto tebeo?
Tengo la suerte de que dispongo
de un horario muy bueno y soy muy disciplinado. Es verdad que la facultad me ocupa
mucho tiempo, porque además de las clases soy vicedecano y ando metido en diversas
historias, pero aún así me permite compaginar la vida familiar y laboral con la
lectura. Excepto los tres primeros años de la vida de mi hijo, en que dejé de
hacerlo, cada noche leo un tebeo completo y no me acuesto sin acabarlo.
Supongo que empezarías a
leer cómics muy pronto…
Empecé a leer antes de ir a
la escuela. Mi primer recuerdo aparece hacia finales de los años sesenta, con
los tebeos de Dumbo, cuando me veo pidiéndole a mi padre que me enseñara qué es
lo que decían las palabras de las viñetas. Así que, cuando entré en párvulos,
ya sabía leer. Si saco cuentas, llevo más de cuarenta y cinco año leyendo.
Cartel de la exposición 'Prehistòria i còmic' |
LA
CRÍTICA DE TEBEOS
Algo
que siempre me ha llamado la atención es tu capacidad para la crítica, ¿en qué
debe fijarse un crítico para aspirar el aroma de un buen tebeo y transmitirlo?
En general, creo que la
crítica es contagiar a los demás las cosas que te han apasionado durante la
lectura y explicar porqué te han gustado y has disfrutado tanto. Yo hago
crítica positiva, en tanto en cuanto critico lo que me atrae. A veces me
preguntan por qué no ejerzo crítica negativa y mi respuesta es que no la
practico porque dispongo de un tiempo determinado y prefiero hablar de lo que
me ha interesado, trasladar mis sensaciones a la gente y hacer proselitismo del
tebeo. Pero también trato de explicar las características propias del cómic y
su lenguaje específico, que el lector ha de aprender y conocer antes de
enfrascarse en su lectura. Para mí un cómic es mucho más que una mezcla de
texto y dibujo, es un arte de narrativa visual que funciona para transmitir un
mensaje al lector. A partir de ahí hay varias estrategias para criticar: puedes
hablar de la estética, del propio mensaje...
Después
de tantos años de ejercer de crítico, ¿te resulta difícil disfrutar con la pura
lectura y no preocuparte por localizar las costuras de un tebeo?
Esto que comentas es cierto
que pasa. Yo hice una parada biológica cuando «cerré» ‘La cárcel de papel’, que
me vino muy bien, porque había llegado a un punto en el que ya pensaba en la
crítica que iba a hacer durante el proceso de lectura y eso no podía ser. A la
hora de la verdad, cuanto tienes un tebeo en tus manos, lo que te afecta es tu
bagaje cultural y la edad, porque no es lo mismo leer con quince años que con
cincuenta. Soy una persona que lee entre trescientos y cuatrocientos tebeos
anuales y es cierto que ya he perdido una cierta capacidad de sorpresa. Tal vez
por eso, actualmente, lo que más me gusta son los cómics experimentales y
radicales porque, a pesar de todo, todavía busco que me sorprendan. Hay gente,
por el contrario, que se queda anclada en un momento concreto, no pasa de ahí y
prefiere no leer cosas nuevas, lo cual no quiere decir que esa postura sea
mala, sino que probablemente en el término medio esté la virtud.
¿Eso
afecta a la capacidad crítica?
Espero que no, pero donde sí
afecta es a la hora de seleccionar las lecturas. Creo que quienes siguen a un
determinado crítico eso lo asumen y por ello le buscan y se fían de su
criterio. Después el lector debe conciliar el suyo propio con el del crítico al
que lee habitualmente.
Si
ahora recuperas alguno de los tebeos que leías de joven, ¿te decepcionan o
tratas de situarlos en su momento, atendiendo al punto de vista de la época en
que fueron publicados?
Mira, la nostalgia es un
arma de destrucción masiva. La nostalgia te machaca. He vuelto a leer los
tebeos de la editorial Novaro, que leía cuando tenía siete años, y me lo paso
bomba, aunque por dentro me esté preguntando: ¿por qué demonios estoy leyendo esto?
Cuando visito el rastro, si encuentro algún ejemplar que no tengo, lo compro
enseguida, no puedo evitarlo. Hay tebeos de entonces que me los sé de memoria
porque, como teníamos menos, los releía constantemente. Desde el punto de vista
de un crítico, hay que ser precavido con este aspecto nostálgico, lo que
implica valorar cada tebeo con los parámetros del momento en que se hicieron y
contextualizar.
Ya
han pasado nueve años desde que te entrevisté por primera vez. Recuerdo que
entonces hablabas del complejo que tenía el lector de cómics respecto al de libros,
¿ese complejo se ha diluido ya o todavía continúa?
La situación del cómic ha cambiado.
Hace nueve años creo que acababa de ser instaurado el Premio Nacional de Cómic
y en todo este tiempo ha habido un vuelco casi total. El impulso del Premio y
el hecho de que la novela gráfica haya sido incluida dentro de las editoriales
generalistas, que la han integrado en sus colecciones, han contribuido a ello.
A nivel social, además, no creo que hoy nadie piense que el cómic es un género
reservado para niños y, si todavía existe ese pensamiento, es algo residual.
Otra cosa distinta es que el lector de cómic también haya cambiado o no su
percepción de sí mismo. Tal vez no se ha dado cuenta del cambio de postura de
los demás y continúa pensando que «no nos quieren», pero eso no es así. Ahora
se habla del cómic en la prensa y en los suplementos culturales como ‘Babelia’,
exactamente igual como de cualquier otra cosa. Los lectores de tebeos hemos de
darnos cuenta de esos cambios producidos.
EL
AÑO 2016: LA CARA A Y LA CARA B
Has
señalado el año 2016 como muy importante para el mundo del cómic, ¿por qué?
Llevamos varios años
particularmente buenos. Digamos que el cómic ha entrado en el circuito editorial
normal y el mundo del libro ha cambiado. Se ha creado una dualidad curiosa: los
megagrupos editoriales y la fusión de microeditoriales, empresas con una
estructura mínima, en la que trabajan una o dos personas, que editan cinco y
seis libros al año, con tiradas pequeñas, posiblemente a la carta. Eso ha
llevado a que el número de publicaciones anuales se eleve y el cómic haya
pasado de las mil quinientas de hace
diez años a las tres mil actuales. Para el lector es una edad dorada porque,
por un lado, se han recuperado los clásicos a través del formato integral que
está de moda, y por otro se ha producido la aparición de gran cantidad de
novedades, con autores actuales y también vanguardistas. Los fanzines se han
revitalizado mucho y también, en cierta medida,
profesionalizado. Ahora resulta que la oferta es enorme, tanto que
incluso las cosas que se publican fuera llegan también a nuestro país. Yo ya no
me preocupo por comprar nada en el extranjero, porque sé que también van a
llegar aquí. Sin ir más lejos, en 2016 se han publicado ‘Spirou’, ‘Philémon’ de
Fred, ‘Perramus’ de Breccia, sin olvidar a Kim y Altarriba, y también obras de
autores jóvenes, como Martín López Lam, que están produciendo obras realmente
brillantes. Si lo sumas todo, alcanzas
una cantidad espectacular de tebeos de calidad publicados.
Con
ese incremento de oferta del que hablas, ¿hay ya muchos autores que puedan
vivir exclusivamente del cómic?
No, no, pasa lo mismo que
con el libro, hay pocos escritores que vivan exclusivamente de la literatura.
Las tiradas son muy pequeñas. En Francia, los autores se quejan de que ganan
menos dinero que antes, a pesar de que allí se ha pasado de tres mil a seis mil
novedades anuales. Es verdad que se ha aumentado la oferta, pero los compradores
siguen siendo los mismos y eso afecta al autor, porque el riesgo editorial ahora
recae sobre él. Se ha convertido en el eslabón más débil de la cadena. Antes se
hacía una tirada no inferior a los cinco mil ejemplares, que proporcionaba un
adelanto de los derechos al artista, mientras que en la actualidad, la
tecnología permite editar quinientos ejemplares y, si se sigue vendiendo, se
sacan sucesivas ediciones. Si no se vende, el autor no cobra y el editor, con
una sola edición vendida, ya no pierde dinero. Este fenómeno no es exclusivo
del cómic, ocurre también en el libro y en la música. Habrá que ver cómo acaba.
Sin
embargo, 2016 tiene también una cara b muy cruel: se ha ido gente destacada del
mundo del tebeo: Víctor Mora, Paco Camarasa, Micharmut… Personalmente, me
resisto a hablar de su muerte porque, gracias a su obra, pienso que siempre van
a estar ahí.
Es cierto, han muerto amigos
y grandes autores como Víctor Mora, que forma parte del bagaje cultural de este
país. Personalmente, me afectan de modo especial dos casos: Paco Camarasa y
Micharmut [Se emociona la mirada de Álvaro]. Paco fue una persona que hizo
mucho por el cómic y aquí su gestión no se ha valorado suficientemente.
Introdujo la novela gráfica en España, apostó por ella, asumió los riesgos y luchó
por recuperar autores valencianos y publicar únicamente españoles. Además, fue
el promotor de la Asociación de Editores que se constituyó en Valencia. Sobre Quique
Micharmut, hago mías las palabras de Pedro Porcel, cuando afirma que solo ha
conocido un genio de la historieta. Y ése fue Micharmut.
'Sólo para moscas', web de Micharmut |
Cuéntanos un poco cómo era
Micharmut.
Fue alguien que entendía la
realidad de una manera que los demás no somos capaces de ver. Estaba
considerado un autor maldito, difícil porque no resultaba sencillo entrar en su
universo, muy radical en su concepción gráfica y cultural. Pero precisamente
esa radicalidad le llevo a explorar caminos del cómic que antes nadie había
pisado. En la exposición de ‘Valencia Línea Clara’ la gente se asombraba y no
terminaba de creer que sus dibujos hubieran sido hechos treinta y cinco años
atrás. Micharmut fue el autor que empujaba a sus compañeros a explorar otros territorios,
a dar el salto y salir de lo fácil.
Acabas
de citar a los compañeros de Micharmut, ¿todos esos dibujantes que trabajaron
en Valencia en los años ochenta tenían conciencia de pertenecer a una
generación artística?
No, no, ellos son muy
reacios al concepto de Escuela Valenciana. Eran un grupo de amigos, muy
diferentes entre sí y de edades parecidas, que empezaron a disfrutar del tebeo.
Nosotros hablamos de Línea Clara como un eje estético, pero ahí está Manel
Gimeno que se define a sí mismo como el «lado oscuro» de la Línea Clara
[risas]. Sentían la pasión por experimentar y al mismo tiempo guardaban un gran
respeto al pasado. Si observas los tebeos de Micharmut, ves algo muy
vanguardista, pero si te fijas bien descubres que sus dibujos contienen muchos
detalles que ya habían utilizado otros autores. Él lo metía todo en una
picadora y lo proyectaba hacia el futuro. A Sento y a Daniel Torres les ocurre
lo mismo y lo que hicieron fue modernizar el pasado. Sento con el cómic
romántico y Torres con Flash Gordon.
Recuperemos
la senda positiva de 2016, su cara A, un año en el que tú, como comisario,
organizaste dos importantes exposiciones sobre el tebeo: ‘Valencia Línea Clara’,
que has citado antes, y ‘Prehistòria i còmic’.
Sobre este asunto la palabra
clave es un adjetivo: histérico. El mismo día me propusieron la organización de
esas dos exposiciones tan atractivas, una para el IVAM y otra para el Museo de
Prehistoria. Después de muchos años de oscurantismo, la nueva dirección del
IVAM me dijo que tenían muy claro que el cómic era una manifestación artística a
la que querían dar cabida en su institución. Al principio me mostré muy
escéptico, porque estoy acostumbrado a que en Valencia no salga nada adelante,
pero mi sorpresa fue que no me pidieron que organizara una exposición para
quedar bien, algo momentáneo y después nada, sino un plan introductorio a largo
plazo. Con una enorme ilusión acepté su propuesta y junto con José Miguel
Cortés, director del museo, acordamos iniciar las actividades precisamente con
una exposición sobre los dibujantes valencianos de los años ochenta. El mismo
día, pero por la tarde, en la Russafa Book Weekend, me propusieron organizar otra
exposición sobre el cómic, esta vez para el Museo de Prehistoria, que también
me atraía mucho. Se trataba de dos proyectos diferentes pero muy bonitos y
complejos. Una tendría lugar en 2015 y otra en 2016. Pero las elecciones, los
cambios de gobierno y el retraso de los plazos, hicieron que las fechas se
fueran aproximando tanto que, al final, se abrieron al público con tan solo
cinco días de diferencia una sobre la otra. Llegó un momento en que ya me
conformaba con que se inaugurasen el mismo día, una por la mañana y la otra por
la tarde, de ahí lo de la histeria. El resultado creo que ha sido bueno, igual
que la respuesta del público asistente. En el caso de la de Prehistoria, como
estaba enfocada a los colegios, hubo que ampliar el plazo durante dos meses por
la gran demanda existente de centros escolares que querían visitarla.
Además
estas exposiciones conllevaron la elaboración de unos catálogos que,
particularmente, en el caso de la de Prehistoria es especialmente atractivo e
interesante.
Es cierto, pero se trataba
de dos casos completamente distintos. En ‘Valencia Línea Clara’ el catálogo
había de ser artístico, porque el discurso histórico ya estaba allí, mientras
que en la otra nos planteamos un libro de investigación sobre el cómic en la
Prehistoria y tuvimos la suerte de contar con los mejores especialistas de
España y Francia: Pedro Porcel, Antoni Guiral y el francés Didier Pasamonik,
que se mostraron encantados de colaborar. Por ese motivo, una vez acabada esta
exposición, el libro queda como un tratado específico sobre el tebeo y la
Prehistoria.
Inauguración de la exposición 'Valencia Línea Clara' |
EL
CÓMIC OBJETO ARTISTO Y PRODUCTO CULTURAL
Desde
hace unos años, algunos autores recurren a la venta de originales de sus
páginas, ¿esta práctica tiene mercado en la actualidad?
Vamos a ver, la venta de
originales del cómic siempre ha estado ahí, pero de un tiempo a esta parte ha
dado un salto cualitativo y se ha introducido en el circuito de venta de arte.
Sotheby’s y Christie’s hacen subastas en las que los cómics están alcanzando
precios desorbitados. Sin ir más lejos, por los originales de Tintin se han llegado
a pagar casi tres millones de euros. Sobre este auge existe la teoría de que el
arte moderno se ha desviado hacia la perfomance
y no todo el mundo puede adquirir un original de diez por quince metros para
llevarlo a su domicilio, sencillamente porque no le cabe, mientras que
cualquiera puede enmarcar una página original de cómic y colgarla en la pared
de su casa. Digamos que el cómic ha venido a suplir una carencia que había en
el mundo del arte, porque es un producto asequible económica y espacialmente.
He visto que internet se ha convertido en un nuevo medio de difusión para los dibujantes de cómic. Precisamente, en sus últimos años Micharmut publicó mucho material en su blog 'Sólo para moscas'.
He visto que internet se ha convertido en un nuevo medio de difusión para los dibujantes de cómic. Precisamente, en sus últimos años Micharmut publicó mucho material en su blog 'Sólo para moscas'.
Efectivamente, el concepto
de «webcomic» ha despegado y tiene una entidad propia. Mucha gente pensaba que
internet sería el nuevo modelo de fanzine, pero lo que ha ocurrido es que los
artistas se dan a conocer a través de internet y que el fanzine se ha
enriquecido y evolucionado como objeto artístico en sí mismo. Por lo tanto,
ahora disponemos de una doble oferta. En el caso de Micharmut, él estaba
considerado como un veneno para la taquilla. Los editores huían de él porque su
propuesta era minoritaria. Solo Paco Camarasa, se dio cuenta de su valor y le
publicaba, porque era preciso sacar a la luz la obra de un genio, a pesar de
que sabía que aquello era a fondo perdido. El mismo Micharmut era consciente de
esta circunstancia y no quería que Camarasa le editase cosas que no se iban a
vender. Cuando descubrió que podía publicar su propia obra a través de la web,
sin pasar por el editor, desarrolló una obra frenética que colgaba en ‘Sólo
para moscas’. Cualquiera de los apartados de la web, donde se recogen cuatro
años de trabajo, era apasionante en sí mismo. Más tarde, Paco publicó una
selección de sus dibujos y después de eso Micharmut la cerró y abrió una página
nueva, ‘El Teatro Eléctrico’, otra salida perfecta para su impresionante
capacidad creativa.
El
cómic, como producto cultural, ¿es caro o se maneja en parámetros similares a
los libros, cedés de música o películas en deuvedé?
En general, la cultura es
cara, pero el cómic, igual que el libro, no ha entrado todavía dentro de la
cultura digital. Es evidente que nadie compra cedés ni películas porque existe
una oferta de acceso digital, tipo Spotify o Netflix, que, por una cantidad
mensual, te ofrece música y pelis. En el libro, sin embargo, todavía no existe
una empresa que proporcione al lector todos los títulos que existen. Y me
extraña que no haya aparecido aún, quizá se debe a que el cedé y las películas
necesitan de un soporte de reproducción y el libro no. A mi juicio, además,
existe un error muy grande, porque no se comprende que la edición digital
soporte un IVA del veintiuno por ciento. Creo que si se expandiera, el formato
digital terminaría con el libro de bolsillo, aunque quedaría todavía el
libro-objeto. De todos modos, tarde o temprano se producirá ese salto.
UN
ACERCAMIENTO AL MANGA JAPONÉS
Cambiemos
de estilo. ¿El manga continúa siendo el tipo de cómic más vendido en la
actualidad?
Sí, sin duda. El manga
conecta con todo el mundo. En la cultura, el rey de las ventas siempre es el
género juvenil. En literatura quien más vende es Harry Potter y en cine
‘Crepúsculo’. Eso es así, inapelable. El manga, como medio juvenil, es
absolutamente increíble. Su capacidad de atracción es enorme, su narrativa muy
sugerente y su diversidad temática amplísima. Hay de todo: manga de terror,
romántico, de fútbol, de gastronomía… A veces alucino cuando veo un manga
juvenil que cuenta las mismas cosas de siempre, pero muy bien narradas.
Me
llama la atención que numerosos cómics manga son obras muy voluminosas.
Ésa es una característica específica
del manga, la ha tenido siempre. El sistema de producción japonés es ingente,
tienen grandes estudios donde trabaja mucha gente y el autor simplemente termina
los dibujos. Tezuka, por ejemplo publicó títulos como ‘Fénix’ o ‘El árbol que
da sombra’ que sobrepasan las tres mil páginas. Son obras muy largas, que
cuestan años de trabajo, pero a pesar de ello no pierden la capacidad de atraer
al lector en ningún momento.
¿Molesta
mucho eso de que el manga haya que leerlo comenzando por el final, al revés, o
simplemente es acostumbrarse?
El problema de la lectura
inversa es más psicológico que real, porque a los diez minutos ya te has
acostumbrado. Si eres capaz de saltar esa barrera mental, vas a encontrar una
oferta apabullante y de gran calidad, teniendo en cuenta, además, que recibimos
solo el diez por ciento de toda la producción japonesa, lo cual significa que
nos debemos estar perdiendo muchas cosas, entre ellas el manga experimental que
aquí llega menos. Actualmente, casi todo lo que leo es manga, porque se están
publicando títulos muy buenos para adultos. Para mí en 2016 la mejor obra fue
‘El hombre sin talento’, un trabajo monumental de Yoshiharo Tsuge, pero ya en mis listas de mejores tebeos de años anteriores hay muchos autores
japoneses como Sigheru Mizuki, cuya serie ‘Kitaro’ o su alegato contra la II
Guerra Mundial son impresionantes.
VALENCIA
Y EL CÓMIC: PASADO Y PRESENTE
Hablemos
un poco del cómic en Valencia. ¿El valenciano es consciente de lo que
representa y ha representado el cómic para esta ciudad?
No, creo que no, además resulta
difícil serlo. Ahora hemos tenido la suerte de que se ha organizado una
exposición sobre el semanario ‘La Traca’ y lo que significó Vicent Miquel Carceller
en Valencia y en España. La gente ignora que la generación del 27 en cómics fue
brillantísima y que una revista como ‘Gutiérrez’ era increíble. Conoce a
ciertos personajes, porque han pasado a la iconografía popular, pero desconoce
lo que hubo en los años cuarenta y cincuenta. Por otro lado, acceder a la
Editorial Valenciana es difícil, ya que realizó una labor depredadora de sus
autores que ha provocado que ellos hayan renunciado a recuperar sus propios
derechos. Además se han publicado reediciones nefastas, como la de ‘El Guerrero
del Antifaz’, sin olvidar también que existe el problema añadido de que no hay
originales, lo que obliga a escanear y limpiar los tebeos, tareas ambas muy
costosas. Esta lamentable situación contrasta con la de la escuela franco-belga,
donde conservan prácticamente todo su material original.
Ese
desconocimiento es quizá la causa de que, a pesar de varios intentos, y de
alguna edición realizada, aquí no termina de cuajar un Salón del Cómic.
No lo sé, pero es algo
curioso. Se han producido continuos intentos para organizar un Salón del Cómic
consistente y se siguen produciendo, pero no fragua ninguno. Yo mismo he
protagonizado cinco intentos y todos se fueron al garete por distintos motivos.
No sé porqué en Valencia no hemos sabido organizar un gran certamen al estilo
de los salones de Barcelona, Madrid, La Coruña o Granada. Es cierto que tenemos
las jornadas de Asovalcom que, aunque modestas, están bien, pero nos falta dar
el salto a un evento potente. Y somos tierra de cómic, porque durante la
posguerra Valencia fue la capital del tebeo, pero no hemos sabido explotar esa
herencia. También hay que tener presente que, hasta ahora, no hemos contado con
el apoyo institucional y para un evento de esta envergadura, aunque sea mínimo,
hace falta un respaldo oficial. Igualmente, quizá falte un lugar idóneo, pero
se podrían encontrar espacios alternativos para celebrarlo. Me consta que en
este momento existen varias iniciativas en marcha, como el Splash Sagunto, pero
hay que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.
'La Càrcel de Papel', web de Álvaro Pons |
EL
REMATE
Y
la última por hoy: ¿estás escribiendo sobre cómics o vas a preparar algo
próximamente?
En este momento trabajo en
un libro recopilatorio sobre ‘La cárcel de papel’. Llevo casi un año
seleccionando material, una tarea ardua porque hay casi tres mil páginas
escritas. He hecho una pequeña selección que se va hasta las seiscientas, en
las que se da un repaso al mundo del cómic de los últimos quince años. Lo
publicará la Editorial Confluencias y creo que estará listo para la próxima
Feria del Libro. Además tengo cuatro exposiciones en marcha, dos de ellas serán
para el IVAM, una sobre Daniel Torres, en la que colaboro pero no soy el máximo
responsable, y otra sobre Fanzines. El fanzine es importante porque en este
tipo de publicación se encuentran los orígenes de muchos grandes dibujantes y,
como tengo una colección importante, con más de mil quinientos ejemplares, la
he donado al IVAM, con lo cual pongo a disposición de los investigadores un
material interesante. Ahora solo falta el trabajo de catalogación y
clasificación.
Álvaro M. Pons Moreno (Barcelona, 1966) es profesor titular del Departamento de Óptica de la Universidad de Valencia, labor que simultánea con la divulgación y crítica de la historieta. Comenzó como crítico en el fanzine ‘El Maquinista’ (La General, 1990), que continuaría después en ‘EMM’ (La General, 1991). También colaboró con ‘Otaku Press!’, ‘Imágenes’, ‘Volumen’, ‘Nemo’, ‘Guía del Cómic’ o ‘Dolmen’. Desde 1999 escribe en la Cartelera Turia la sección ‘Tebeos que nunca te dije’, habiendo colabora en los libros ‘Neil Gaiman, tejedor de sueños’ y ‘Alan Moore, el Señor del tiempo’. En 2002 creó el weblog La Cárcel de Papel, que daría pie a una importante actividad de blogs alrededor de la historieta. Este weblog recibió en 2005 el premio de Expocomic a la mejor web.
Ha colaborado en las publicaciones teóricas ‘International Journal of Comics Art’ (2004) y ‘Boletin Galego de literatura’ (2007). En 2007 publicó el libro ‘Viñetas a la luna de Valencia’, historia del tebeo valenciano 1965-2007 (Edicions de Ponent), que continúa el trabajo emprendido por Pedro Porcel Torrens en Clásicos de Jauja. Junto a él y Paco Camarasa, comisarió una exposición que repasaba la historia del cómic valenciano. Ese mismo año mantuvo el blog ‘DDT/Diario de tebeos para EP3.es.’ y empezó a colaborar en el diario El País y su suplemento literario ‘Babelia’. También en 2007 colaboró en la organización del congreso ‘Literatura y Cómic. Dibujos Escritos-Escritos dibujados: Visiones Femeninas’ en la Universidad de Valencia. En 2009 coorganizaría en la misma universidad las I Jornadas de Narrativa Gráfica. En 2012 comisarió la exposición ‘Tebeos: les bandes dessinées espagnoles’ en la 39 edición del Festival International de la Bande Dessinée d'Angoulême. Tras esta participación, abandonó la actualidad de la historieta, cerrando su blog ‘La Cárcel de Papel’ y dejando de colaborar en prensa de forma habitual, para dedicarse a la investigación académica. En el año 2016, fue comisario de las exposiciones ‘Valencia Línea Clara’ y ‘Còmic i Prehistòria’, ambas celebradas en la capital del Turia.
Entre los galardones recibidos por Álvaro Pons cabe citar el Premio Diario de Avisos 2004 al mejor comentarista de cómics, el premio popular a la mejor labor de divulgación del XXV Saló Internacional del Cómic de Barcelona (2007) y el premio a la mejor labor de divulgación del XXVII Saló Internacional del Cómic de Barcelona (2009). En 2011 recibió el premio UNICÓMIC a la difusión y divulgación del cómic.
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