Nº 558.- En
el año 2017, Daniel Fopiani (Cádiz, 1990) ganó el Premio Valencia Nova con su
obra ‘La Carcoma’. Según cuenta el escritor gaditano, este premio le ha
cambiado la vida desde el punto de vista literario. Fopiani, cuya profesión es
sargento de Infantería de Marina, presenta ahora ‘La melodía de la oscuridad’
(Espasa, 2019), novela en la que Adriano, un antiguo sargento de la Guardia
Civil, invidente a consecuencia de la explosión de una bomba durante su
estancia en Euskadi, se enfrenta a los brutales crímenes perpetrados por un
psicópata, que asesina al ritmo de la leyenda de los Doce Trabajos de Hércules.
Cuando comienzo a transcribir la entrevista, en la grabadora sólo se escucha el
tintineo de las cucharillas, ocupadas en remover el azúcar de dos cafés con
leche, descafeinados para no extraviar el sueño nocturno, y las palabras de Fopiani,
que parece vivir ahora los sueños literarios tejidos en su juventud. Tras los cristales
de la cafetería del Hotel Meliá Plaza, la noche ya paseaba por las calles de València.
Daniel, eres militar, ¿por qué escogiste la milicia
como modo para ganarte la vida?
Si
te soy sincero por la crisis. Entré en el Ejército porque es un trabajo fijo y
estable. Tenía dieciocho años cuando aprobé las pruebas para Infantería. Lo mío
no es vocacional, sería un hipócrita si te dijera lo contrario, y creo que,
excepto aquellas personas que proceden de familias con tradición militar, nadie
la tiene. De hecho, a mí la vocación me vino después, cuando desarrollé mi
primera operación en la que conseguimos salvar ocho pateras llenas de vidas en
el Mediterráneo.
Además de militar, también eres
escritor, ¿qué significa para ti la escritura?
Si
escribo es porque he leído. Desde que tengo uso de razón, siempre tuve un libro
en mis manos. Fue un hábito que me inculcaron mis padres y que yo he ido
arrastrando hasta hoy. En un momento determinado, no recuerdo cuándo, me picó
el gusanillo y escribí relatos que guardaba en el cajón de mi armario, junto a
los calcetines y los calzoncillos. Cuando comencé a trabajar, ya me tomé el
asunto con mayor intensidad y, desde que en el año dos mil diecisiete me
otorgaron el Premio València Nova de narrativa, todo cambió. El Premio me hizo
ganar confianza en mí mismo y propició que me leyera gente de toda España, mientras
que antes sólo lo hacían los amigos.
Qué importante que tus padres te
inculcaran el hábito de la lectura, ¿no?
Ya
lo creo. Todavía conservo algunos ejemplares de las novelas de Julio Verne y de
Agatha Christie, adaptadas para niños, que leía cuando era pequeño. Esos libros
fueron los que me impulsaron a escribir y a leer. Fue la época de mi vida en la
que más he disfrutado leyendo, porque ahora también leo, pero lo hago desde
otra perspectiva distinta.
¿Se compatibiliza bien la vida militar
con la del escritor?
No,
no, qué va. Me gustaría que escribir se considerase un oficio, pero la verdad
es que la mayoría de escritores han de trabajar en otras cosas para subsistir.
Yo escribo todos los días, en mis ratos libres, pero quisiera pasar más tiempo
delante del papel. Terminar una novela como ésta me cuesta unos veinte
meses, más o menos.
Veinte meses de promedio no está mal,
¿no crees?
Ya,
pero creo que yo podría escribir una novela al año.
Tus amigos y tus compañeros de armas, ¿qué
opinan de esta aventura literaria?
Al
principio no se lo terminaban de creer, pensaban que era un hobby, lo que era una
visión errónea porque yo siempre me lo tomé muy en serio. Fue a partir de la
consecución del Premio València Nova cuando se dieron cuenta de que aquello iba
en firme. Ahora mis compañeros están contentos de que escriba y creo que un
amplio sector de compradores de la novela está en la propia Armada.
¿Cuándo surge la idea de escribir ‘La
melodía de la oscuridad’? ¿Hubo alguna
frase, lectura o imagen que te sirviera de inspiración?
En
esta novela no hubo nada de eso, en otras sí. Para no mentir, hace tiempo leí
un artículo por el que me enteré de que Hércules, según la mitología, mató a su
propia familia. Fue un dato que me impresionó mucho y pensé que tal vez más
adelante podría utilizarlo en una novela. Pero antes de todo esto, en mi cabeza
había surgido la idea de escribir la historia de un invidente poniéndome en su situación.
Ese era el reto. Cuando empecé la escritura, me di cuenta de que no sabía nada
del mundo de los invidentes, así que tuve la suerte de que dos de ellos
aceptaran hablar conmigo y contestar todas las preguntas que les formulé para
documentarme.
Y, ¿cómo es la vida de Adriano, un ex
sargento de la Guardia Civil, al que una bomba explosionada por ETA le priva de
la visión?
El
protagonista de la novela es una persona amargada, que expande el dolor sobre
todos los que tiene a su alrededor. Como has dicho, él era un sargento de la
Guardia Civil, que había luchado contra el terrorismo y que, ahora, se encuentra
dependiente de su mujer por completo. Si a mí me ocurriese algo parecido, creo
que sería igual que él, al menos mientras me acostumbrase a la oscuridad tras
perder la visión. De todos modos, me sorprendo cuando la gente que padece esta
situación admite que está adaptada y que lo lleva más o menos bien. Siempre me
queda la duda de que puede ser una pose y que, cuando llega a su casa, se
derrumba y llora su desgracia.
Hablemos un poco de tu escritura, ¿te
interesa más la peripecia, la historia que cuentas, o el estilo literario?
Lo
que más me interesa es el estilo, sin duda. Escribir una trama creo que no es
algo demasiado complicado. Desde que empecé, lo más importante para mí es la
narrativa, reconocer mi propia voz. He tratado siempre el estilo con enorme
respeto, pero es cierto que ahora me encuentro cómodo y feliz con lo que
escribo, aunque sé que todavía me queda mucho por aprender. ‘La carcoma’, mi
anterior novela, era una historia lineal, ‘La melodía de la oscuridad’ es otra
cosa, juego con el pasado y el presente y su estructura y la definición de los
personajes son más complejas.
Has definido la novela como género
negro, pero creo que se trata más bien de un thriller.
La
encuadro en el género negro porque a lo largo de la narración toco otros temas
colaterales, como la ONCE, la inmigración, la presencia de un policía acabado y
amargado, pero bien mirado también podría considerarse como thriller.
Pienso que tu estilo, dinámico,
sorpresivo por momentos, cuadra más con los parámetros del thriller.
Yo
apuesto por ese estilo. Vivimos un momento en que las noticias nos llegan al
móvil a través de titulares. Un artículo de más de quinientas páginas no lo
leemos completo. Creo que esta forma dinámica de escribir es buena para que la
gente joven se anime a leer. A mí mismo, las novelas de ochocientas páginas,
aunque me gusten, me fatigan un poco. Si te fijas, ‘La melodía de la oscuridad’
carece de descripciones, los personajes no están descritos, prefiero que el
lector construya su propia imagen de ellos a medida que avanza en la lectura.
¿Adriano, el protagonista, nace con
vocación de serie novelesca?
Lo
concebí sólo para esta novela, pero tiene posibilidades. Considero que el final
está cerrado, aunque es verdad que queda hueco para que la historia pueda tener
un recorrido más largo. No esperaba que gustase tanto, pero los lectores me están
pidiendo que siga con este personaje. La propia editorial me ha comunicado que,
si la aceptación se mantiene igual, podría plantearme una continuación.
Hasta ahora hemos hablado del thriller y
de tu vocación lectora, ¿qué autores frecuentas en tus lecturas?
Hace
un tiempo que me he centrado en la novela negra. Me interesan mucho Claudio
Cerdán, Benito Olmo, Claudio Augusto Casas, un escritor que tiene mucho que
decir después de publicar su primera novela, César Pérez Gellida, Aramburu y
Juan Gómez Jurado. De los extranjeros me interesa mucho la primera novela de
Joël Dicker.
Leyendo ‘La melodía de la oscuridad’, me
he acordado varias veces de Dan Brown, sobre todo por la estructura del libro.
Leí
a Dan Brown de joven, pero no me termina de llenar. Su nivel de documentación
es mucho más elevado que el mío, yo apenas esbozo unas cuantas pinceladas. Es
verdad que se parece en la búsqueda intencionada de capítulos cortos y
dinámicos, pero poco más.
Eres de Cádiz y allí has ubicado la
acción. ¿Cómo se comporta tu ciudad como escenario de una novela de crímenes? ¿Qué
aceptación ha tenido entre tus paisanos?
La
verdad es que la novela ha tenido muy buena acogida entre mis conciudadanos y en
poco tiempo se ha agotado en varias librerías. Cádiz es una ciudad que tiene
más de tres mil años de antigüedad y me ha gustado mucho su comportamiento como
escenario de la trama. Me siento cómodo escribiendo sobre ella. El primer
asesinato aparece en el Museo Arqueológico y en la Plaza de Mina, que está
enfrente, me crié yo jugando al fútbol. Ayer, el propio Museo publicó un tweet en el que me daba las gracias por haber
ubicado un asesinato en sus salas.
¿Esos lugares los ves ahora igual que
antes de convertirlos en escenarios de los crímenes?
Sí,
a mí los asesinatos no me han afectado para nada. Todo es igual que antes. Lo
que importa es que le afecte al lector y que, cuando pase por esos sitios, los
reconozca y recuerde que aquí apareció un cadáver.
En la novela desempeñan un papel
importante los Doce trabajos de Hércules, ¿qué
relación guarda Hércules con
Cádiz?
Hércules
aparece en la novela como un guiño a mis paisanos, porque es un personaje muy enraizado,
muy presente en su vida diaria. Se cuenta que él fue quien separó el continente
africano del europeo y que una de sus dos columnas estaba en Cádiz, aunque otra
versión la sitúa en Ceuta. El Museo Arqueológico contiene muchas figuras suyas,
incluida el Hércules Gaditano, que es una escultura pequeñita.
Acabamos por hoy, en una entrevista
reciente declaraste que deseabas escribir una novela «que fuera capaz de
renovar la novela negra en España». En tu opinión, ¿qué aporta ‘La melodía de
la oscuridad’ a este género literario?
Creo
que, si hablamos de narrativa, aporta un lenguaje cercano, sin demasiados
adornos; y si tratamos de la estructura, estamos ante una novela que no se plantea
quién es el asesino, porque aquí está claro desde muy pronto. En muchos libros,
los personajes secundarios pasan como siluetas por una escena, mientras que yo
los trato de otro modo, les doy más relevancia y cuento sus vidas con mayor
detalle. No sé si eso renueva el género negro o no, pero a mí me apetece seguir
por este camino. En algún momento, me gustaría alcanzar el nivel suficiente
para escribir algo muy distinto, por ejemplo una novela en segunda persona, que
es algo que o lo haces bien o mejor no ponerse a ello.