Nº 561.- Entrevisté por primera vez a
Carlos Zanón (Barcelona, 1966) en un Cosecha Negra,
regentado por Miguel Fuentes en la calle Sevilla (la calle no ha desaparecido
aún). A lo largo de los años, el escritor barcelonés se ha convertido en un
clásico de este festival noir y se le
ve por nuestra ciudad con relativa frecuencia. Sin embargo, ha sido ahora, tras
la publicación por Planeta de su nueva novela, ‘Carvalho Problemas de
identidad’, donde por encargo recupera la figura del aletargado Pepe Carvalho, el
detective creado por Manuel Vázquez Montalbán, cuando se ha dejado caer por
estos lares en viaje promocional. Sin duda era el momento idóneo para compartir
unos minutos con él y preguntarle unas cuantas cosas sobre esta nueva novela y
también sobre la literatura de género. Zanón acudió a la cita con su eterna
sonrisa en la maleta, sonrisa que no perdió durante toda la entrevista, a pesar
de su cansancio evidente, que derivó en risa franca en algunos momentos. Dos
tónicas, un cielo casi nublado, olor a primavera tibia, la grabadora y el libro
arroparon nuestra charla.
València Negra de hace cinco años. Fue en
el desaparecido garito
Carlos, en su día concertamos la entrevista para hablar de ‘Carvalho Problemas
de identidad’, la novela en la que resucitas al detective de MVM, pero me
gustaría empezar con un artículo tuyo titulado ‘¿Así que quieres ser escritor
de novela negra?’, hace poco publicado en el semanario ‘Babelia’, donde
proyectas varias reflexiones sobre el oficio de escribir género negro. Entre
otras cosas señalas que los autores han de poner cara de malote en las
fotografías y que si el fondo de las imágenes es de «callejón o ciudad de
paredes grises», mucho mejor.
[Risas] Bueno, el artículo
pretendía ser irónico, pero es cierto que, si ves un retrato de cualquiera de
nosotros, comprobarás que tenemos un auténtico aspecto de malotes. Parece
contrastado que poner cara de malvado, con gesto de llevar una vida tormentosa
y de haber cumplido veinte años de condena en cualquier penal, consigue que vendas
más. Fíjate en las solapas de los libros del género y comprobarás que todas
están llenas de fotografías de tíos con cara de mala leche. Después, cuando nos
conoces, somos muy tiernos y tranquilos.
Tú también te
has prestado a ese juego [le enseño una foto de su propio rostro con gesto de
mala leche], ¿no?
Sí, muchas cosas que expongo en
el artículo las hago yo, pero hay que dejar claro que los escenarios para posar
los eligen los fotógrafos, no nosotros. Te vienen con el rollo de que han visto
un callejón oscuro y solitario, en el que las fotos pueden quedar ideales y tú
aceptas. En una ocasión, posamos en una callejuela donde había dos prostitutas
y un desconocido. Comenzamos la sesión y una de ellas le preguntó a la otra que
quién era el modelo. La interpelada respondió que era un tipo famoso que había
escrito un libro. Intervino entonces el desconocido para decir: «¿Famoso?
Famoso era yo, que tuve una tienda de hacer llaves en la calle Escudellers y
durante treinta años hice las llaves de todos los vecinos del barrio» [risas].
[Más risas] Prosigo. En otro apartado afirmas que los festivales de
novela negra son «lo más parecido a unos ejercicios espirituales que pueda
usted creer», ¿eso es cierto?
Ya lo creo que sí. Los festivales
son algo superpureta. Yo no he visto a nadie drogándose en ninguno de ellos y
en cuanto a beber, unos más que otros, pero lo justo. Todos nos portamos muy
civilizadamente, no nos han expulsado nunca de ningún lugar, comemos lo que nos
dicen, no destrozamos ninguna habitación de hotel… Somos gente muy formal.
Seguimos. Más adelante comentas que los autores se jactan de retratar
la realidad, pero que eso no es cierto porque el escritor «hace veinte años que
no baja a la calle para ser una máquina de fotografiar. En cuanto tuvo trabajo,
se aparejó y encendió televisor y portátil, los vicios del existir fueron
privados. Fue el momento de escribir de lo que es la realidad a partir de
representaciones de la realidad». ¿Hay que bajar a las cloacas para escribir
género negro?
Dicen que la novela negra es
social, pero la mayoría de escritores trabajamos sobre representaciones de la
realidad, series, libros, películas... Yo, sin ir más lejos, nunca he visto una
pistola de cerca, ni siquiera la de un policía y, probablemente, los guionistas
de las series de televisión tampoco. Después el rol de escritor te exige que pongas
cara de «yo sé de qué va esto» y cosas así. Pero eso no quiere decir que
nuestro discurso no sea válido, en el fondo hacemos lo mismo que hacen los escritores
de otros géneros literarios y estamos tan conectados o desconectados de la
realidad como ellos. En una ocasión, un mosso
d’esquadra me dijo que le había gustado mucho una novela mía, pero que mis
delincuentes hablaban como lo hacían los de los años ochenta. Y tenía toda la
razón del mundo. Mis delincuentes no existen, son anticuados, pero los coloco
ahí y el lector conecta con la historia.
Acabamos con el artículo para comenzar con ‘Carvalho Problemas de
identidad’. Según dices, «el aspirante a escritor negro debe señalarse como
siempre concienciado de las lacras que pergeña el capitalismo, con caída de
ojos de comunista decepcionado», ¿podríamos aplicar esta característica a Pepe
Carvalho? ¿Es ésa su mirada?
Puede ser que sí e igual me he
contagiado de ella. En general, me gusta mucho la gente que asume sus
debilidades y tentaciones, no soporto a los puristas. Hay veces que escuchas a
algunos autores que emiten un discurso en el que critican a los que publican en
editoriales grandes y, de repente, les ofrecen un premio, aunque esté
manipulado, y lo cogen a la primera. Hay poca gente que tenga una auténtica
pureza de espíritu.
Manuel Vázquez Montalbán (MVM) no pudo presentar en público un poemario
tuyo, sin embargo, ahora, tú estás presentando un personaje suyo, aunque la
novela no lo sea, ¿qué sientes?
Bueno… En realidad en todo esto
hay como una especie de cuento de hadas. Si lo piensas bien, jamás creí que
pudiera llegar a suceder. Mis padres eran republicanos, trabajadores, sin estudios,
emigrantes, gente que huía de la guerra, cuyo esfuerzo me ha permitido estudiar
a mí. Si unes eso con el hecho de que un chaval de veinte años, ilusionado, quería
que MVM le presentase un libro de poemas, sin tener ni puta idea de que él era
un poeta, y le sumas que ahora ese chaval, ya de mayor, acaba haciendo su
personaje, pues tenemos una historia muy bonita, que solo sucede en los libros,
en la literatura. Fue un proyecto que cogí con una enorme ilusión, con
entusiasmo, sin pensar que fuera una jugada con riesgo.
Pero riesgo sí tenía,
y mucho.
Sí, sí que lo tenía, pero creía
que podía hacerlo. Soy muy echado para adelante y pensé que si la cagaba pues
no ocurría nada. Desde el primer momento tuve claro que yo iba a escribir mi
novela con Carvalho y para eso me fijé en la adaptación que hizo Christopher
Nolan de Batman o el Sherlock Holmes que rodó la BBC. Si tú llevas el personaje
lejos y eres honesto con él, tienes muchas posibilidades de que todo salga
bien; pero si vas de amarrategui y lo mueves por los lugares de siempre, tienes
muchas posibilidades de fracasar. Sabía que habría gente que no le gustaría y
que me esperaba con el cuchillo entre los dientes, pero en el fondo me daba
igual su opinión.
La crítica de ABC, Marina
Sanmartín, ha dicho de ‘Carvalho Problemas de identidad’ que sabemos «que no
estamos leyendo una buenísimas novela de Vázquez Montalbán, sino una muy buena
novela de Carlos Zanón», ¿qué te parece esta opinión?
Cuando leí su crítica sentí mucho
orgullo. La verdad es que hasta que no acabé y entregué la novela no me di
cuenta de que en el fondo me estaba jugando más de lo que pensaba. Me siento
orgulloso de haber hecho bien mi trabajo y de que luego guste. Romper el
prejuicio de los lectores, que han decidido darle una oportunidad a la novela,
me parece importante.
Al «resucitar» a Carvalho te has convertido en su padrastro, ¿cómo es
la relación entre un personaje huérfano y un escritor que, además, es más joven
que su «hijastro»?
No había pensado en eso, [risas],
pero es verdad que el protagonista es mayor que el autor. Y eso que le acorté
la edad, porque si le dejaba tener la auténtica hubiera sido un personaje casi
inhábil para perseguir delincuentes, hubiera tenido que funcionar con un tacatá.
Carvalho es alguien que inspiró a MVM y que representa sus fantasmas, que son
también los de mis padres, niños de la guerra, por cuestión generacional. Yo no
he asumido esos fantasmas ni ese pasado.
En un momento dado del libro (página 71), Carvalho se lamente y dice «Ojalá
hiciera con mi vida una novela que yo pudiera entender…», ¿estaba esperando que
alguien le diese marcha de nuevo?
No lo sé, lo que sí es cierto es
que se trata de un personaje que se había mantenido vivo en el imaginario de la
gente, que caía bien y que sus lectores tenían ganas de más. Tampoco sé si le apetecía
o no salir de su letargo, pero creo que le ha sentado bien respirar aire puro,
le apetecía vivir.
Has escogido la primera persona para narrar, en lugar de la tercera que
utilizaba habitualmente MVM, ¿lo has hecho para marcar territorio de autor?
Sí, sin duda. La decisión la tomé
enseguida porque lo tenía claro. La primera persona me permitía meterme en el
personaje, ver cómo pensaba, lo que sentía, hacerlo más personal. Si hubiera
narrado en tercera hubiera sido muy difícil no pisar las huellas de MVM durante
toda la narración. Con la primera persona releía el personaje y lo convertía en
algo nuevo.
Durante la escritura, ¿en algún momento hubieras querido pedirle
consejo a MVM?
No, no, no sabía cómo habría
reaccionado MVM. Igual me hubiera dado un consejo para que me equivocase y me
hubiera preguntado ¿qué haces tú con mi chico?
Algo que caracteriza a los clásicos del género negro es la riqueza de
los diálogos, esas preguntas y respuestas directas, cortantes, cínicas… En esta
novela hay una muy buena muestra de ello, ¿cómo lo has conseguido?
¡Qué bien que digas eso! La
verdad es que no sé cómo sale así. Supongo que será por los años en el oficio.
En la novela negra los diálogos, igual que en otros géneros, aunque aquí quizá
un poco más, hacen avanzar la acción. Supe que podría escribir el libro cuando,
tras releer los «carvalhos» me di cuenta cómo respiraban y cómo hablaban los
personajes. Eso es algo muy potente y es muy divertido escribir una novela de
género, porque puedes introducir diálogos que en una novela normal no tienen cabida.
Los diálogos te dan caña, ritmo, te dicen cómo son los personajes, cómo se
comportan, son la música de la novela.
Has citado la palabra «carvalhos», era la forma en que tus amigos y tú llamabais
a las novelas de MVM, como otros llamábamos tintines a los álbumes de Hergé.
Exacto, los llamábamos así, igual
que los tintines, por eso cuando me propusieron escribirla me pareció que
resultaría chulo conectar con aquella literatura popular. Nos dejábamos
determinados libros, que eran de entretenimiento y que no considerábamos
literatura, eran los «carvalhos», así, sin más. Acostumbrados como estábamos a
que todo sucediera en Los Ángeles o en Nueva York, donde vivían los detectives
más famosos, me gustaba mucho que sus casos transcurrieran en Barcelona. De
repente nos habíamos encontrado con un tipo que era gallego, vivía entre
nosotros y pateaba nuestras calles.
En su crítica, el escritor Alfons Cervera dice que Carvalho se
encuentra ya «con las fuerzas en estado de sitio», una bella frase, ¿con qué
Carvalho se va a tropezar el lector en la novela?
Físicamente es un tipo bastante
maltrecho. Desde el principio del libro se habla de que padece una enfermedad
grave que le condiciona su vida y su aspecto emocional. No puede comer, se le
amarga el carácter y tiene menos paciencia, lo que le lleva a creer que su fin
está más cerca de lo que pensaba y a plantearse que, tal vez, hubiera valido la
pena protegerse un poco menos, aunque hubiera llegado al final en peores
condiciones. «Ser uno es no tener nada», la frase de Juan Gelman que encabeza
la novela, va un poco sobre eso. Carvalho se ha vuelto más vulnerable, no
controla tanto sus sentimientos y hay que juzgarle más por lo que hace que por
lo que siente, lo que conlleva en cambio importante en su persona y le hace ser
más violento y torturado en 2017 que en 1984. Hay que comprender que eso
también nos ocurre a nosotros, porque nuestras propias vivencias de hoy no son
las mismas que las de hace veinte años. Hemos de convivir con estos cambios igual
que Carvalho.
Pasemos página y hablemos de la Barcelona de 2017, la que describe la
novela, ¿cómo ha encontrado Carvalho a su ciudad?
No soy nada nostálgico y para mí
una ciudad es la gente de aquí y ahora y también el diálogo con los muertos,
pero aquí y ahora. Creo que al Carvalho de MVM le gustaría porque no es un museo
de cera, sino una ciudad viva donde pasan cosas. Evidentemente, se desesperaría
al comprobar cómo se vacían los barrios y ver las saturaciones actuales en base
a un capitalismo disfrazado de comunitarismo, pero pienso que se llevaría bien
con la Barcelona actual.
Con lo que no se lleva nada bien es con las nuevas tecnologías, usa los
móviles pero no los entiende.
Sí, claro, él es un poco
dinosaurio en eso. Un solitario como Carvalho, con su vida tan controlada, lo
llevaría mal. No lo veo utilizando Tinder,
Instagram, ni nada por el estilo.
Crees que gracias a ‘Carvalho Problemas de identidad, ¿habrá lectores
que
se acerquen a los «carvalhos» de MVM?
Espero que sí, me encantaría que así
fuera, de hecho esa era la idea inicial. Hace un rato, una colega tuya, que ha leído
la novela, me ha dicho que quiere leer los originales de MVM. El proyecto de la
familia era enganchar a esa generación de lectores jóvenes que no ha leído
nunca a Carvalho.
La última por hoy, ¿tienes ya algún nuevo proyecto en mente?
[Risas] Bueno, ahora toca «promo»
y después me meteré en alguna novela mía, no sé de qué, porque en este momento
no dispongo de ningún material almacenado que pueda aprovechar. Quizá me
convenga parar un poco, tengo la cabeza como metida en una lavadora y debo
descansar también.
Se acabó. Fotos, dedicatoria, últimas
palabras, Joyce Carol Oates, apretón de manos, despedida y cierre. Sin oración,
por supuesto.
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 16/02/2019
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 16/02/2019