Eider, hasta ahora habías escrito en territorio cuento, ahora has pasado
a la novela, ¿por qué este cambio?
Es verdad que he trabajado diferentes géneros, pero yo me considero
cuentista. El relato me encanta como escritora y como lectora. Y hasta ahora,
todas las historias que había escrito siempre habían cabido en este formato. De
hecho, había terminado un cuento y me disponía a comenzar otro nuevo, pero algo
me ocurría. Mientras consultaba mis notas, me di cuenta de que no sentía el
impulso, el pálpito o la pulsión, no sé bien como llamarlo, necesario para arrancar.
El cuerpo me pedía escribir sobre mi padre. Sin embargo, era algo que ni
siquiera consideraba, porque yo, aunque haya escrito algún ensayo, no hago no
ficción. Un día, hablando con mi editora, me preguntó sobre lo que llevaba
entre manos. Le respondí que había terminado un relato y que no encontraba la
manera de iniciar otro. Le conté que me apetecía escribir sobre mi padre y fue
ella quién me dijo que lo hiciera. Y me puse a ello.
¿Y de ahí surgió todo?
Sí. Pedí permiso a mi alrededor para hacerlo y, al día siguiente, me
armé con un tablón de corcho gigante, unas chinchetas doradas y unas tarjetas
rayadas. Construí un mapa y me sentí muy emocionada. Fue como abrir una puerta
por la que entré, una liberación como esa mascletà [sonrisa] que acabamos de
ver.
¿La experiencia de escribir una novela como ‘Material
de construcción’ te ha resultado satisfactoria?
Paradójicamente, la experiencia de la escritura de este libro ha sido
muy buena porque, a priori, era un tema difícil para mí. Sin embargo, una vez
que me di permiso a mí misma para afrontarlo, resultó muy fácil. He visto
también que en un género más largo, de mayor distancia, las cosas se pueden
plantear de otra manera. Soy muy quisquillosa a la hora de construir un relato.
Trabajo con una escaleta, una biblia de personajes y muchas notas. Tardo mucho
en escribirlo y aquí ha sucedido todo lo contrario. He entendido que en una
novela no te lo juegas todo en una sola frase, a diferencia de lo que ocurre en
los cuentos. En ese sentido me ha parecido un género más abierto, pero que
también requiere de más tiempo por esa distancia de la que hablaba antes.
No es muy habitual que una escritora sea también la traductora de sus
propias obras a otra lengua, ¿la traducción al castellano te descubre nuevos
aspectos de tus libros?
Todos mis relatos anteriores los he autotraducido con ayuda de alguien,
en el caso de ‘Material de construcción’ con la de Lander Garro. Y hasta ahora
siempre me había jactado de que me resultaba una tarea muy fácil. Lo hacía casi
de manera simultánea a como lo escribía en euskera. Sin embargo, en este libro
ha sido un infierno total. No sé si volveré a autotraducirme, porque lo he
pasado mal. No encontraba el tono. Ha sido doloroso. En ese sentido, Lander ha
sido fundamental, porque se dio cuenta desde el principio y me ha ayudado mucho.
Creo que lo que me ha sucedido tiene que ver con el contenido del libro.
Suena inevitable, porque ‘Material de construcción’ es una novela muy
personal.
Es un tema muy personal, sí, que hemos llamado novela de no ficción. Pero
¿novela por qué? Pues porque he convertido a las personas en personajes. He
escrito un artificio, donde he tomado muchas decisiones en el orden de lo
literario para distanciarme de la historia y ser capaz de contarla. Una de ellas
era la lengua. En su vida real, esas personas no hablaban ni entendían el
euskera, de manera que el idioma me ha servido para alejarme. Pero al
autotraducirme la distancia se desvaneció y, al poner a dialogar al padre y a
la niña, no pude utilizar solo la traducción, sino que tuve que buscar las
palabras exactas que hubieran dicho esas dos personas que conozco tan bien. En
ese sentido, ha sido una labor muy difícil de llevar a cabo.
El otro día, Elvira Navarro decía que los diarios se escriben mientras
dura un problema y que, cuando se acaba, se cierra el diario. ¿Por qué has
escogido tú precisamente esa estructura para escribir ‘Material de
construcción’?
Escribo un diario desde pequeña. No lo hago todos los días, pero siempre
llevo un registro de algunas cosas que me van sucediendo. El criterio que
utilizo es muy arbitrario y no me he parado a analizarlo. Unas veces, son nimiedades,
otras, aspectos que me parecen importantes. Creo que mi principal medio de comunicación
real es el de la escritura, no el de la literatura. Es un lenguaje que utilizo
también para hablar conmigo misma. Así que los diarios que hay en este libro
son auténticos, escritos a tiempo real. No los he creado adrede, excepto dos o
tres entradas que necesitaba incorporar ineludiblemente y cuya inclusión me ha
costado lo suyo, porque me resultaba dificilísimo imitar los textos que ya
tenía. ¿Se ha terminado este tema? Probablemente, sí. Pienso que se ha agotado
con el libro
¿Esos diarios tuyos, mientras tu padre vivía, te han ayudado a sobrellevar
mejor la convivencia con él? ¿Han sido terapéuticos?
Creo que sí. A veces, cuando escribo sobre relaciones que tengo, que han
fracasado, o sobre alguna amiga con la que me he enfadado, me ocurre que me
ayuda a verlo desde fuera y a entender mejor las cosas. No sé si la palabra
exacta es terapéutico, pero al menos me sirve para poner orden en el caos.
Hay algo peor que un padre alcohólico: una madre alcohólica, leemos en el
libro.
Sí, eso lo dice el personaje de la madre y yo lo he querido dotar con un
cierto sentido del humor. Socialmente, el alcohólico está pesimamente visto,
mucho peor que otras personas con otras adicciones, tanto que ni siquiera se
habla de él. Pero es peor una mujer alcohólica y aún mucho más si es madre. Ahí
ya el estigma que les sobrevuela, me imagino que a causa de las estructuras de
la sociedad, es más exigente, porque una mujer no puede permitirse
absolutamente nada, ha de ser comedida en todo lo que hace y, por supuesto, también
en la fiesta, en la bebida y las adicciones.
Dices en la novela que para poder hablar con tu padre tuviste que
esperar a que falleciera. Algo duro de masticar.
Y para tocarlo y acariciarlo hube de esperar a que estuviera en el
hospital inconsciente, porque jamás lo había hecho antes… Este ha sido el
último diálogo, y también el primero, que he entablado con mi padre y lo he
hecho a través de los personajes en los que he tenido que convertirlo a él y a
mí misma. Y sí, ha sido duro, pero …
También has
convertido en personaje a tu madre.
Sí, mi madre es una persona con una fuerza especial. Al final ella ha
sido el pilar que lo soportó todo e impidió que naufragase esa pequeña
institución que es la familia. Ella, su personaje, afirma que tiene un férreo
compromiso con la verdad y que siempre la dirá, aunque duela. Y ha sido esa
lucidez la que ha permitido que todo se mantuviera a flote.
Para escribir algo como ‘Material de construcción’
hay que ser valiente. Por estas páginas desfilan sensaciones encontradas: amor,
odio, vergüenza, memoria, juventud… ¿Después de desnudar el pasado de esta
manera cómo te quedas?
Mi sensación ha sido de alivio. Ha significado terminar el duelo, que yo
ya pensaba que había concluido y que durante la autotraducción me di cuenta de
que no era así. Me llamas valiente, pero no me considero como tal. Yo no
trabajo ni vivo de escribir. Me reporta beneficios, pero son extras. Aunque no
sepa por qué escribo, otros motivos habrá, es mi oficio. He escrito este libro
porque lo necesitaba y nada tiene que ver con la valentía sino con el
compromiso que creo que tengo. Como escritora he de escribir ciertas historias
y esta es una de ellas. De no haberlo hecho, creo que no habría podido avanzar
en la escritura.
A partir del momento de la muerte de tu padre, cambias el tono y escribes
en segunda persona, le hablas directamente, le interpelas, ¿por qué?
Porque una de las decisiones que tomé antes de empezar el libro fue
narrar la relación padre-hija desde diferentes ángulos. Por este motivo he
utilizado las tres personas gramaticales y el fragmento que citas está en
segunda. Es otro artificio literario, pero quería poder mirar a esa chica, darme
permiso como narradora para verme desde otro ángulo.
«Ya nunca podré llegar a conocerte», le dices a tu padre. ¿No resulta imposible conocer a una persona del todo?
Sí, estoy completamente de acuerdo con lo que dices, pero también es
verdad que ya nunca podré preguntarle cosas. Al final, esto ha sido un intento
para conocerle. No pudo ser de otra manera.
Tras su muerte, como suele ocurrir en multitud de casos, descubres aspectos
desconocidos de tu padre, como lo que te cuenta Goizeder que le hacía la
manicura desde hacía dos años.
Esa, la historia de la mili – yo ignoraba que lo hubiera pasado tan mal
y que hubiera supuesto una experiencia tan traumática para él – o mi propia
historia… Todas esas cosas yo las ignoraba y ha sido curioso, porque fue la
manera de mantener un diálogo con una persona ya muerta a través de la
literatura. En este caso lo he hecho mediante las notas que he introducido al
pie de página en ese intento de hablar con él.
Escribir esta novela ha sido como dar fe, como levantar un acta notarial
de lo que ocurría en tu casa. Tú misma lo dices: «Soy una notaria con traje de
chaqueta oscuro y los hombros moteados de caspa».
Sí, es cierto, ejercí de notaria durante mucho tiempo en mi casa. De
alguna manera, la madre pregunta: ¿tú has visto lo que yo he visto?, referido a
una caída de mi padre. Ella está pidiendo que ejerza de notaria porque al final
había una luz de gas, que es un término utilizado en otro tipo de situaciones.
Si una persona te dice que no ha bebido y tú ves que se encuentra en un estado
lamentable, puedes llegar a creer que te estás volviendo loca y esa niña
ejercía de notaria, sin decir nada más. Creo que todo esto fue como un voto de
silencio. Las palabras se le quedaban dentro a la niña. Dar fe de lo que
ocurría ha significado sacar todo lo que ella no pudo manifestar en su momento
y que necesitaban ser dichas o comunicadas de alguna manera.
Las palabras son protagonistas de ‘Material de construcción’. Hay en el
libro una cierta obsesión o un gran interés por ellas, por sus significados en
distintas lenguas, por los matices, por sus etimologías…
Me encantan las palabras y se cuenta en la novela que en la niña la
falta de solidez y el caos son su vida… Y el soporte para agarrarse lo
encuentra a través de la ortografía. Saber qué estaba bien y qué estaba mal y
que ella fuera capaz de escribir correctamente y detectar fallos en el resto
del mundo, pues le daba un cierto poder y una cierta sensación de control.
Luego eso se expandirá al ámbito del vocabulario y pensará que expresándose
bien va a poder tener las palabras bajo su control, bajo su mandato, y que lo
que ella misma siente podrá proyectarlo en sus lecturas: ‘Flores en el ático’,
‘El color púrpura’ y otros libros de ese estilo. De mayor y al leer otro tipo
de literatura, se dará cuenta de que ese dolor, que es individual, puede
trasladarlo a ámbitos más sociales, pero siempre buscando a través de la
palabra cómo delimitarlo o hacerlo más llevadero.
Tu padre tenía una palabra favorita en euskera: ezkailu, que es
el nombre de un pez. Suena bien. ¿Cuál es tu palabra favorita y qué significa?
No tengo yo una palabra favorita en euskera. Mira, en castellano, me
gusta catarata, porque siempre me ha parecido un vocablo onomatopéyico que, de
alguna manera, recoge el sonido que puede hacer una catarata. Además, su
pronunciación con tantas aes, me encanta. En euskera… Me gusta mucho bihotza,
que significa corazón y que tiene que ver, según dicen, con el ritmo cardíaco. También me gustan aizkora
y aitzurra cuya raíz significa piedra y se supone que nos han llegado
desde el Neolítico, algo que me parece tremendo.
Hay también espacio para tus miedos, para el temor
de que tu madre fallezca y tú te conviertas en la responsable de atender y cuidar
a tu padre.
Cuando conecto con esa posibilidad, porque mi madre va avanzando en
edad, y aunque ella era, y es, un torbellino, una fuerza tremenda como te he
dicho antes, de repente pienso que se podía morir. Y me pregunto qué haría yo,
porque en ese caso desaparecería mi escudo protector. Ella me utilizó a mí de
escudo, pero yo también a ella. La una a la otra. Ante esa posibilidad conecté
con ese pavor, que pudo llegar a ser realidad pero que no lo fue.
En el tramo final de la novela y a través de
diecisiete cartas del tiempo de la mili, escritas por él mismo, leemos a tu
padre. Le has dado la opción de explicarse, al tiempo que permites al lector
que escuche su propia voz.
Cuando aparecieron estas cartas, que surgieron cuando ya estaba
escribiendo el libro, yo desconocía su existencia. Me las enseñó mi hermana y
más adelante las leí y encontré cosas interesantes. Aunque estaban escritas con
un lenguaje un pelín ampuloso, vi en ellas el espíritu que yo quería que
describiera la novela, el ambiente sociopolítico de la época, la bebida, yo
misma… Además, se trataba de la voz real de mi padre, aunque fuera la de
cincuenta años atrás. Surgió el dilema de incorporarlas al texto o no, pero me
parecía que completaban tan bien lo que estaba escribiendo, que no me pude
resistir y las incluí.
Las he retocado muy poquito. Tuve que cortar las despedidas, si se
alargaban demasiado, y alguna anécdota. Pero nada más.
«Este libro sería otro de no haberlo escrito con ‘La pasión según san
Mateo de J. S. Bach de fondo» escribes en la última página del libro. ¿De qué
manera ha intervenido esta colosal partitura del cantor de Leipzig en la
escritura de ‘Material de construcción’?
Me encanta la música, pero no de ese tipo. No sé nada de música clásica.
Sin embargo, a veces, no siempre, cuando escribo, como en este caso que era una
novela con la que iba a pasar mucho tiempo, necesito encontrar el tono. Y para
afinar utilizo libros o películas. Sin embargo, sucedió que, no sé dónde,
escuché la Pasión y me dije que tenía el tono que buscaba. La escuché en bucle
durante todo el tiempo y la utilicé como diapasón mientras escribía. Y cuando
descubrí que trataba sobre la muerte de Cristo, algo de lo que yo no tenía ni
idea, me di cuenta de que, en el fondo, era la pasión de mi propio Cristo.
Herme Cerezo, DiarioSIGLO XXI/07/03/2023