natural de escritura. Tras el éxito internacional alcanzado con su Trilogía Medieval (‘El castillo’, ‘La ciudad’ y ‘El monasterio’), el escritor aragonés se ha convertido en un especialista en un tiempo tan tenebroso, mágico y atractivo como es el Medievo. Ahora nos presenta ‘El tablero de la reina’, publicado por Penguin Random House, un volumen de más de seiscientas páginas, con guardas ajedrezadas, donde nos relata el momento crucial que vive el Reino de Castilla tras la muerte de Alfonso de Trastámara y en el reinado de Enrique IV. Al fondo, pero no lejos, se anuncia la decisiva llegada al trono de Isabel la Católica. Precisamente en la corte castellana se ha producido el misterioso asesinato de un noble, que mantiene a todo el mundo en vilo. Gadea, una joven apasionada por el juego del ajedrez, y Ruy, un declarado amante de la Historia y los libros, intentarán descubrir al autor del crimen. La aparición de la imprenta, conspiraciones, guerras y movimientos orquestados en torno al ajedrez, un juego importado por los árabes desde la India, que ya gozaba de una gran difusión entonces y que, justo en aquel momento, experimentó un cambio decisivo en sus reglas, se dan cita en este libro. En el Hotel Zenit de la calle Bailén de València conversé durante un buen rato con Luis Zueco. Lo que registró la grabadora fue lo que ahora sigue.
Luis, como escritor has puesto el foco especialmente en el medievo,
¿qué te atrae de este periodo histórico?
Bueno, son mil años, un periodo muy extenso. Lo que ocurre en
la Edad Media significa para los europeos lo mismo que el western para los
norteamericanos: es nuestro hito fundacional. Aunque conservamos vestigios del
mundo romano, nuestra historia y nuestras lenguas vienen de entonces. Por
tanto, los europeos somos medievales sin ninguna duda.
La Edad Media incorpora un innegable toque misterioso en el que todo es posible, incluida la magia.
Sí, para la literatura la época medieval da mucho margen, es
perfecta porque resulta muy reconocible. Todos entendemos su lenguaje
universal. Si hablo de un castillo, da igual que esté en Polonia o en València,
nos vamos a entender, porque todos comprendemos perfectamente el concepto.
¿Nunca te ha tentado escribir libros de Historia pura, en
lugar de novelas históricas?
Bueno, esto forma parte de un proceso más amplio. Yo empecé
haciendo documentación, investigación y divulgación que son pasos previos hasta
acabar en la literatura. Incluso fui guía de turismo. Pero a través de la
narrativa llegas a un público mayor, porque es una herramienta muy poderosa. El
ensayo, aunque los hay exitosos, es algo más minoritario. En cambio, si
escribes una novela puedes contar prácticamente lo mismo y alcanzar a miles y
miles de personas.
Una de las cuestiones inevitables cuando hablamos de una
novela histórica, especialmente medieval o renacentista, es el tipo del
lenguaje que se utiliza para narrar.
Creo que no hay ninguna duda sobre esto. La elección es
fácil: hay que optar por un lenguaje actual, como estamos hablando tú y yo
ahora, sin introducir términos correspondientes a conceptos que entonces no
existían. Hay razones para ello, ya que podemos saber cómo escribían, más o
menos, en los siglos XV o XVI, pero no conocemos cómo hablaban. No tenemos ni idea,
porque no hay grabaciones. Podemos especular pero nada más. Algunos escritores juegan
a utilizar un lenguaje decimonónico, que suena a antiguo, pero que en el fondo es
una chapuza.
‘El tablero de la reina’ habla del ajedrez, un juego en el
que están representados los estamentos de la sociedad medieval: nobleza, clero y el pueblo llano. ¿El ajedrez
es una metáfora de la vida?
Sí, es un reflejo de la sociedad, sobre todo la de la época
medieval en que transcurre la novela. Están todos los estamentos sociales. Por
ejemplo, los peones son el pueblo, aunque hay gente que los identifica con los
gremios. Por eso, en el libro me pregunto que, si el tablero representa a la
sociedad medieval, cómo puede ser que la pieza más poderosa sea la única figura
femenina del juego. Es algo que no cuadra y tuvo que haber alguna razón muy
poderosa que explique esta circunstancia, razón que trato de desentrañar en el
libro.
Los peones juntos, el pueblo llano, pueden vencer a piezas superiores como una torre, ¿otra metáfora más de la realidad?
Si tú no eres jugador de ajedrez llegas a pensar que los
peones no valen para nada y puedes sacrificarlos. Pero son ocho, es decir, la
mitad de tus piezas; varios peones pueden acabar con una pieza superior y, si
coronan en la última casilla, se convierten en reina. Por tanto, es una
metáfora de la vida, en referencia a lo que el pueblo puede hacer si se une en
pos de un objetivo común.
Sin embargo, al contrario que en la
vida real, el ajedrez es un juego noble, porque el asesinato se avisa previamente
con un jaque al rey.
[Risas] Sí, pero hay
que ponerse en la época. Matar a un rey era una barbaridad, algo que no solía
llevarse a cabo. Se les hacía prisioneros, pero un rey cristiano no podía matar
a otro rey cristiano porque lo excomulgaban. Hubo casos, obviamente, pero no
son la norma general. En consecuencia, en ese contexto es claro que se avise al
rival: oye, que voy a matar a tu rey. Si quitaran esa noble norma del ajedrez,
las partidas terminarían mucho antes. Personalmente, me gusta mucho ese
comportamiento, porque dice muy a las claras lo que es este juego.
Entonces,
el hecho de que, al ver la partida perdida, los jugadores tumben al rey sobre
el tablero, significa entregarlo diciendo no me mates…
Claro,
tú lo entregas. A nadie le matan al rey durante la partida.
El protagonista masculino de ‘El tablero de la reina’ es Ruy,
un personaje culto, enamorado de los libros, que quiere narrar la historia del
pasado para que no se olvide. ¿Los cronistas oficiales contaban siempre la
historia del vencedor?
Los cronistas contaban la historia del rey que les pagaba.
Por tanto, fiarte únicamente de una crónica real es un problema, porque solo
disponemos de esa versión, que es la del vencedor. Nos falta la del vencido y
también una visión neutral. En ocasiones, lees crónicas imposibles y dices esto
no puede ser cierto. Entonces, has de bajar el nivel. Si te cuentan que en una
batalla pelearon doscientos mil, has de pensar que fueron la mitad o muchos
menos. Ruy quiere ser un cronista que diga la verdad. Por eso busca libros
antiguos y, además, es un hombre de armas interesado en la Historia. En esa
época, ya sabían que la Historia era un arma política poderosa. Por eso,
diferentes reyes intentaron construir la Historia de España o la de Europa en
beneficio propio. Sin ir más lejos, tenemos el ejemplo de Alfonso X El Sabio o
del mismo Julio César, que ya escribió su historia sobre la conquista de las
Galias en favor de sí mismo.
En aquella época, la Historia tendría el mismo valor que
tiene la información en nuestros días, ¿no?
Sí, es el control del conocimiento para justificar acciones.
La Historia es parte intrínseca de nosotros. Nadie puede utilizarla en contra
de nadie. Creo que, durante un tiempo, se ha abandonado su estudio, pero todos
tenemos la obligación de conocerla bien y no tener lagunas al respecto.
Pasemos a la protagonista femenina: Gadea. El tópico afirma
que en el medievo las mujeres tenían poco porvenir: casadas, si tenían dote,
monjas o prostitutas. ¿Ser mujer siempre ha sido mal negocio?
Gadea intenta romper un poco esos moldes que tú comentas, que
son demasiado repetitivos y me cansan. Cuando leo novelas que plantean ese
modelo de vida de mujer, mucho tienen que remontar para que me gusten. Gadea posee
aptitudes para el ajedrez. Alguien como ella, con todos los obstáculos del
mundo, podía abrirse camino en la vida. Pero hay más tipos de mujer además de
Gadea. Por ejemplo, Beatriz Galindo, una latinista, cuyo personaje está un poco
modificado en el libro, pero es real. Son ejemplos que existieron y que se
mantienen ocultos.
En ‘El Libro de los Juegos’ de Alfonso X hay una ilustración
de una mujer jugando al ajedrez contra el propio rey.
Sí. Había muy buenas jugadoras de ajedrez. Isabel la Católica
jugaba muy bien igual que otras reinas. Hay que poner en valor esos otros tipos
de mujer de entonces.
Has hablado de Beatriz Galindo, la Latina, una mujer que
incluso tiene dedicado un barrio en Madrid.
[Sonrisa] Me pregunto cuánta gente sabrá el verdadero motivo
de que ese barrio madrileño se llame así. Pensarán otras cosas, pero no
imaginarán que el nombre procede de una mujer, Beatriz Galindo, que en el siglo
XVI sabía latín y era latinista. Su vida demuestra que las mujeres podían
asistir a la universidad y que existían otras formas de ascenso social. La
Latina terminó su vida en la corte.
Gadea juega al ajedrez en mercados y plazas públicas y se
gana la vida apostando. ¿Entonces se podía vivir del ajedrez?
Sí, igual que hoy en día. Siempre se ha apostado en el
ajedrez, pero ocurre que como es un juego en el que, teóricamente, no
interviene el azar, la Iglesia lo tolera. De hecho, muchos sacerdotes jugaban
al ajedrez. Los juegos de azar, como los naipes, daban muchos problemas y
estaban perseguidos. Sin embargo, hubo un momento que los jugadores llegaron a
hacer trampas y tiraban los dados. En función de lo que salía, movían las
figuras. Poco a poco lo de los dados se fue abandonando y ello le salvó de la
persecución eclesiástica e hizo que los enfrentamientos ajedrecísticos sean muy
limpios. Si uno gana y el otro pierde, no ocurre nada porque ha sido una
victoria limpia. Tú has jugado mejor o yo me he equivocado. Y el derrotado se
marcha a casa pensando dónde cometió el error. Los ajedrecistas les dan muchas
vueltas a sus partidas.
¿El ajedrez
para sus practicantes es obsesivo?
Para los profesionales, sí. Los jugadores estudian siempre
sus movimientos porque quieren mejorar y es un deporte que permite hacerlo.
Pero al mismo tiempo exige mucho esfuerzo. El ajedrez es muy duro, aunque los contrincantes
jueguen sentados y parezca lo contrario. Puedes pasarte cinco o seis horas
jugando y un pequeño desliz lo tira todo al traste.
¿Una partida a medio jugar, un problema de ajedrez, son
tentaciones irresistibles para un jugador?
Creo que sí. En la época medieval las partidas podían ser muy
largas, entonces planteaban esos problemas, que se utilizaban en el cortejo y
en las relaciones diplomáticas. En este deporte siempre se ha querido
progresar. Se ha adaptado a cada momento histórico para conseguir que resultase
un juego más dinámico. Ahora también ocurre con el ajedrez rápido y el
ultrarrápido.
A Gadea, un ermitaño le enseña no
solo a jugar al ajedrez, sino también a moverse por la vida. ¿En sus inicios, o
incluso hoy, el ajedrez puede constituir una filosofía, un modelo de
comportamiento para la vida real?
Sí. Los bolos de San Genadio, que son las figuras de ajedrez
más antiguas que existen y se conservan en León, estaban en una cueva. Además
de invertir su tiempo en meditaciones, creo que los ermitaños utilizaban el
ajedrez para pasar las horas. Podían jugar solos. El entrenamiento de Gadea en
la novela lo he recreado leyendo historias de métodos de preparación más
modernos, sobre todo de la época de la guerra fría. A Gadea le sirve para
aprender a moverse por la vida. Actualmente, en la educación, se está
inculcando a los niños la práctica del ajedrez, porque jugarlo implica tomar
decisiones, tener una buena capacidad de concentración y elección y colocarte en
la posición de tu rival para ver cómo piensa.
Por un lado, hablas de Ruy como un buscador de libros y, por
otro, de la imprenta. ¿Qué significó la invención de la imprenta para la
sociedad de entonces?
Fue más importante que la revolución informática de ahora.
Date cuenta de que nos encontramos en un momento pre-imprenta, en el que los
libros eran muy poco accesibles. En la Edad Media tú y yo no hubiéramos podido
tener un libro. Eran muy caros y costosos. Ruy busca libros raros, que es lo
que se estilaba por entonces. Los nobles disponían de una biblioteca de este
tipo de volúmenes, muy lujosos, que les otorgaban prestigio social. Pero para
progresar en la vida hacían falta libros y surgió la imprenta, que lo
revolucionó todo porque la transmisión de ideas entre los seres humanos
resultaba más fácil. No es casual que el Humanismo, los Descubrimientos y el
Renacimiento ocurrieran todos a lo largo del siglo XVI. Es la consecuencia de
las posibilidades de difusión que la imprenta ofreció a partir de aquel
momento. Si las tesis de Lutero hubieran aparecido un siglo antes, se las
hubiera llevado el viento, se hubieran perdido. Pero vivió la época de la
imprenta y se esparcieron por toda Europa. Hacer un símil de esta situación es
difícil ahora. Internet no nos vale, porque aunque se le parece es otro nivel.
Por tanto, la imprenta contribuyó a democratizar la cultura y
a sacarla de los monasterios y de las bibliotecas nobiliarias, ¿no?
De la época romana y griega hablamos muy bien, pero se nos
olvida que los filósofos griegos no escribían para la gente, sino para las
elites. Platón y Sócrates hablaron no al pueblo, sino a las oligarquías. Sus
textos no llegaron jamás a la gente. Con la imprenta sí lo habrían hecho y las
ideas democráticas hubieran permitido avanzar más rápido. Pero tardaron dos mil
años en hacerlo. Lo importante de la aparición de la imprenta es que, por
primera vez, la cultura ya es accesible para la gente que esté interesada en
ella.
Regresamos al ajedrez. Según cuentas, hubo un momento en el que se le cambiaron las reglas al juego.
Sí, la diferencia fundamental es que la pieza del alferza
fue sustituida por la reina. Se le modificaron sus características y se le dotó
de una mayor capacidad de movimiento. Durante muchos años fuimos frontera con
el reino de Granada y en el ajedrez, que era un juego que trajeron los árabes,
esta circunstancia también quedó reflejada, ya que se jugaba mucho en estos
territorios fronterizos con el Islam. Por ello la pieza del alferza se
mantuvo un poco más de tiempo en la península ya que, si tú querías jugar
contra un musulmán y le colocabas la reina, tu oponente, extrañado, te
preguntaba: ¿qué es esto?
¿La sustitución del alferza por la reina estuvo inspirada
en la aparición en la escena política de una mujer con tanto poder como Isabel
la Católica? ¿Fue una aportación cristiana al ajedrez?
Yo creo que sí. Todo encaja cronológicamente. Para
incrementar el dinamismo del juego necesitaban una pieza así y convirtieron a
la reina en una figura todopoderosa, dotada con los movimientos de la torre y
del alfil, aunque no con los del caballo, porque una mujer no entraba en
batalla a lomos de un corcel. Por tanto, todo apunta en esa dirección, aunque
no lo podemos saber con exactitud.
¿Se conoce la fecha del cambio de las reglas?
Aproximadamente, las reglas se modificaron en 1475, en una
conjunción de los planetas Venus, Marte y Mercurio, un fenómeno real que añade
otra pista para datar este cambio.
La última por hoy: ¿cuánto tiene de partida de ajedrez
estructurar una novela como ‘El tablero de la reina’ y escribirla?
Mucho [risas]. En realidad, todas las novelas. Al final,
escribir es jugar una partida de ajedrez. Hay que posicionar las figuras y
saber moverlas. Este libro me ha costado mucho escribirlo, porque es complejo,
tiene numerosos personajes y refleja una época muy convulsa en España y Europa.
Al final, siempre he buscado la simbiosis con el ajedrez y que fuera un doble
juego: novela histórica y, también, novela de ajedrez.