Copywright: hermezo2023 |
Eduardo,
eres profesor de Historia en Argentina, sin embargo, a la hora de escribir te
has alejado del academicismo historicista y te has decantado por la ficción.
Me
parece que son labores concurrentes, dos maneras distintas, complementarias, de
encontrarle sentido a las cosas. La literatura posee la libertad de la
sinuosidad, de la cercanía, sin buscar el rigor. Con ella se puede pintar una
época e invitarte a recorrerla con esa libertad y esa vaguedad, que es algo
bueno para mí.
Exactamente
y eso es algo que un académico no debería hacer, puesto que de él se espera el rigor,
la objetividad y el método en la aproximación. En la literatura todo eso no
solo no son requisitos obligatorios, sino que me atrevería a decir que tampoco
son deseables.
‘Nosotros
dos en la tormenta’ se presenta como una novela, pero tras leerla no tengo
claro del todo si estamos ante una sola narración o ante una sucesión de
relatos cortos, que giran alrededor de un mismo asunto.
No lo
sabría definir bien. Por la complejidad y la incomodidad de la temática, me dio
la sensación de que en esa suerte de circularidad, de miradas y puntos de vista
distintos, radicaba la clave para no obligar al lector a contemplar esa época
como la miro yo. Si solo te encuentras con mi mirada siento que es un poco una
imposición por mi parte. En cambio, si está esa circularidad de la que hablamos,
puedes recorrer la historia a través de los dos guerrilleros, del padre de uno
de ellos, de sus víctimas…
Precisamente
por eso que hablas de los diferentes puntos de vista, creo que estamos ante una
novela coral y que, de alguna manera, cada personaje también representa a distintos
sectores de la sociedad argentina que vivió aquellos momentos tan
difíciles.
No sé…
Sí, aunque probablemente haya muchas más visiones. Lo que sí me interesaba y, perdón
que insista, es hablar de lo incómodo que resulta en mi país abordar este tema,
porque fueron momentos poco conocidos precisamente por su violencia. Yo puedo
decir ahora que la novela salió en junio en Argentina y después pasó por
México, Colombia, Chile y hace poco se publicó en España. La cosa va respirando
como yo quería y hay gente de diferentes ideologías que la lee con placer, algo
que yo no estaba seguro de que iba a suceder y que me hubiera decepcionado que
no fuera así. Los capítulos que tratan de los guerrilleros hablan de la vida desde
su punto de vista y, si te resulta incómodo, después tendrás el parecer de la
hija del profesor universitario, que ve las cosas de un modo totalmente distinto.
En resumen, la apuesta era un poco esa.
En tu
país ¿alguna persona se ha sentido molesta porque tú hayas tratado este tema en
la novela?
Prácticamente
nadie y tanto los medios de derechas como los de izquierdas la recibieron bien.
Hubo alguna objeción minúscula precisamente por parte de aquellas personas a
las que les incomoda mucho que se hable de la violencia armada, porque
prefieren evocar a Montoneros y ERP de otro modo, un modo que para mí es
tergiversar su naturaleza. Y claro, esa disputa es inevitable. Si tú quieres
pensar que los Montoneros fueron los salvadores de la democracia, yo no lo considero
así y, por tanto, no los he retratado de esa manera y ahí sí puede surgir
alguna divergencia.
Copywright: hermezo2023 |
He leído que el proceso de documentación se dilató bastante. ¿Te ha resultado fácil acceder a las fuentes o has encontrado dificultades, porque algunos documentos estaban considerados como materia reservada?
La
verdad es que donde se volvería muy difícil trabajar la documentación sería a partir
del golpe militar, pero se debería más que a las restricciones, a las
destrucciones que los militares llevaron a cabo de sus propias acciones. Pero
de esta etapa anterior hay mucho trabajo académico, accesible y de gran calidad,
del que uno puede echar mano.
¿Has
hablado con algunas de las personas que protagonizaron aquellos hechos?
Te
diría que, una vez dejado claro cuál era el objetivo que yo perseguía, la cosa
no era difícil, aunque siempre es duro, porque no deja de serlo invitar a
alguien a recordar cómo era hace cincuenta años. Si para cualquiera de nosotros
también supondría un ejercicio delicado, para personas que cargaban con un
pasado de este tipo mucho más aún.
La
novela transcurre en Castelar, un nombre que remite ineludiblemente al político
español Emilio Castelar, ¿qué relación une a esta ciudad con el político?
La
ciudad se llama Castelar precisamente por él. Probablemente tiene que ver con
la forma como se pobló la provincia de Buenos Aires a finales del siglo XIX, un
territorio que, sobre todo, era tierra de cultivo y ganadería, pero que se
empezó a urbanizar entonces. Son pueblos muy nuevos y estatales, con nombres muy administrativos.
Seguramente, algún funcionario admiraba a Emilio Castelar y escogió ese nombre
para un caserío que entonces estaba naciendo al lado de la estación del
ferrocarril. No hay que olvidar que las estaciones ferroviarias constituían los
puntos geográficos en torno a los cuales se generaba el nuevo poblamiento.
La narración
se centra en dos amigos, Antonio y Alejandro, que compartieron juventud,
amistad y compromiso político. Como profesor de Instituto, ¿en la actualidad la
gente joven se siente atraída a la política con tanta fuerza como la vivieron
ellos entonces?
Te diría
que de ningún modo está cargada con ese tipo de inquietudes, que ahora son
otras: la libertad personal, su especificidad y diferencia, la cuestión de
géneros… Son reivindicaciones mucho más individuales y subjetivas de un modo
casi reactivo frente a lo público. Y pienso que, probablemente, el nuevo
presidente de la Argentina sea un señor que se llama Javier Milei, que se
define como anarco-liberal y tiene un planteo muy de destrucción total que, a
su manera, sintoniza con todo esto que te estaba contando y por eso te lo cito.
Estos jóvenes, tan vueltos sobre sí mismos, conectan muy bien con este
candidato, que les propone que lo único de lo que hay que preocuparse es de vivir.
Los
objetivos elegidos por parte de las organizaciones subversivas obedecían en
muchos casos a la casualidad. No existía un plan centralizado ni
preestablecido. La vida de una persona dependía del puro azar. La incertidumbre
sería enorme.
A
diferencia de otras guerrillas latinoamericanas, hemos de definir a la
guerrilla argentina como enormemente urbana. Pero esta guerrilla urbana y sus células
locales poseían unos horizontes de acción y unos objetivos casi domésticos. En
consecuencia, los azares, que te podían colocar en su punto de mira, eran
atrozmente cercanos, lo que le sumaba una cuota de tragedia a la tragedia. La
sola exterioridad de las personas y de sus posesiones ya les ponía en peligro. Por
tanto, los objetivos no los detectaba la cúpula de la organización, sino la
proximidad a los mismos.
¿Montoneros
y ERP coincidieron en el tiempo con la Triple A? ¿Hubo enfrentamientos entre
ellos?
López
Rega, ministro del gobierno y mano derecha de Isabel Perón organizó la Triple A,
una organización criminal. Pero la Triple A tomaba objetivos izquierdistas muy
visibles, como por ejemplo un intelectual de izquierdas. Pero no dejaban de ser
grupos aislados muy violentos, que no alcanzaron el poderío logístico de esas
otras organizaciones. Por su parte, Montoneros y ERP veían como enemigo al
estado, sobre todo esta última organización, que se consideraba el Ejército
Revolucionario del Pueblo y cuyo enemigo era el ejército del estado
capitalista. Montoneros tenía enemigos más diversos, pero no estaban
preocupados por la Triple A, ni tampoco por el inminente golpe de estado que se
produciría al año siguiente. Uno lee documentos de Montoneros, antes y después
del golpe militar, y encuentra los mismos planteamientos: por fin se quitaron
las caretas, por fin, en lugar de tener al fantoche de Isabel Perón, vamos a la
máxima contradicción del estado capitalista y ya tenemos enfrente a su
expresión más brutal que es el ejército, el poder militar contra la vanguardia
del pueblo... Cualquiera lee eso y piensa que los iban a destrozar, como
efectivamente los destrozaron, pero su mirada era siempre la misma, muy
optimista.
Esas
organizaciones presentaban una estructura rígida, militarizada, jerarquizadas
en soldados, oficiales y mandos, ¿en verdad eran un ejército paralelo?
Sobre
todo el ERP y tenía mucho que ver con su formación de izquierdas. Eran cuadros izquierdistas
muy ortodoxos. Algunos venían del PC y otros del trotskismo, reversionado por
Mao y el Che Guevara. Tenían muy presente el modelo de la revolución cubana y
disponían de insignias y uniformes, que solo lucían cuando pasaban revista
porque el resto del tiempo lo mantenían escondido. Fue como una combinación
absolutamente naíf con algo absolutamente trágico, porque cualquier vida podía
terminar en uno de sus ataques. Al mismo tiempo, resultaban muy coherentes,
porque no mataban de lejos, sino que atacaban objetivos, tal y como cuento en
la novela. Hablabas antes de
incertidumbre y ellos no la conocían. Todo eran certidumbres que,
prácticamente, los condujo a su exterminio.
copywright:NachoMarín |
Los guerrilleros mantenían una doble vida. ¿Cómo podían convivir tanto tiempo con esa situación sin acabar como víctimas de la esquizofrenia?
Sospecho
que debía resultarles muy duro. Uno de los dos protagonistas de la novela vive
más clandestino que el otro y creo que les debería costar un enorme esfuerzo
abandonar su normalidad. Era un sacrificio y uno se encuentra con casos como el
de un líder montonero que fue detenido entre Navidad y Año nuevo en el centro
de una plaza, porque no resistía pasar tanto tiempo sin ver a su mujer y sus
hijos. Montoneros lo degradará y condenará a muerte después, pero el pobre
hombre ya estaba muerto en los calabozos.
Hay
poco humor en la novela, pero lo hay. ¿En una historia como esta unas gotas de
humor resultan más necesarias que nunca, para destensar un poco al lector?
Sí,
es cierto que hay poco humor. En general, me gusta mucho usarlo, pero me
contuve en esta novela para no pecar de ligero. Por eso, como tú señalas, son
tan solo unas pocas gotas.
¿Dónde
está Eduardo Sacheri en ‘Nosotros dos en la tormenta’?
Creo
que está un poco en todos lados, pero sobre todo en ese padre de la novela que
siempre se está preguntando cómo ser padre, algo que creo que está bien que nos
preguntemos alguna vez todos los que lo somos.
¿Entonces
esa primera persona que anda suelta por el texto tiene mucho tuyo?
Tiene
mucho mío, sí. Aunque ni mi hija ni mi hijo, que yo sepa, forman parte de
organizaciones clandestinas [risas], sus dudas, sus dolores, sus esperanzas,
sus decisiones, te conmueven en la distancia ahora que tienen veinte años. Cuando
tenían solo dos en la inmediatez. Y ante esto, lo único que puede hacer uno es
monologar y angustiarse.
No
hablar con Eduardo Sacheri de fútbol en una entrevista es casi pecado. Hay que
introducirlo en la conversación. Y ahí va: ¿en alguno de estos grupos
subversivos hubo futbolistas guerrilleros?
Mirá,
hubo algún futbolista desaparecido y antes hablábamos de la oscuridad de los
desaparecidos, ya que entre ellos hubo gente guerrillera y también gente que no
lo era. Entonces, no te puedo garantizar que haya habido jugadores que fueran guerrilleros.
Hay una película interesante que, durante la dictadura, habla de un jovencito
que fue secuestrado después de jugar un partido de fútbol de la segunda
categoría. Se trata de un caso real, en el que se nos presenta al jugador como
un militante. Este es un tema muy recurrente en la Argentina de hoy cuando se
echan vistazos sobre esas organizaciones, pero la cuestión de la violencia se
omite, es incómoda.
copywright:hermezo2023 |
Seguimos con el fútbol. ¿Cómo llevas la tercera estrella mundialista de la camiseta argentina?
Feliz.
Si Independiente, que es mi club en Argentina, hubiera tenido una buena
temporada, habría sido un año extraordinario. Pero no lo es porque a Independiente
no le van bien las cosas. Pero aquel día fue narrativamente hermoso, porque el
segundo mundial argentino está absolutamente abocado a Maradona. La relación
entre la argentinidad y Maradona fue fortísima, casi opresiva para cualquier
otro ídolo posterior. Por tanto, el hecho de que Messi haya padecido durante
una década y media la comparación y el rechazo y que, ya en el ocaso de su
carrera, con un grupo de jugadores jovencitos, que lo veneran a él como el
ídolo y el veterano, logre el tercer título, la tercera estrella, con todas las
peripecias del mundial, con esa final inaudita, es algo realmente muy hermoso
y, al mismo tiempo, inverosímil, porque en un momento Argentina parecía
invencible y en otro era como si dijera «por favor, elimíneme del mundial».
Y
¿qué relación existe entre esa final del mundial, Eduardo Sacheri y la Quinta Sinfonía
de Beethoven?
[Risas]
¡Cómo llegan las noticias, la verdad! [Más risas]. Es que noté que mi corazón
no aguantaba los penales y entonces me encerré en mi coche. Lo arranqué y me
puse a recorrer Castelar, que ya de por sí es un lugar desierto los domingos a
la hora de la siesta. Imagínatelo. Para no escuchar nada puse la Quinta,
haciendo vibrar los vidrios, mientras trataba de ver con qué cara aparecía el
primer humano que saliera de casa. Y así me enteré del resultado. Fueron los
diez minutos más largos de mi vida. Cuando a la noche vi los penales, creo que
hubiera muerto directamente si los hubiera visto en vivo. Argentina los pateó
mal. Por suerte, el arquero francés, al revés que el argentino, iba siempre para
el lado equivocado. ¡Menos mal! Desde luego la Quinta de Beethoven me salvó la
vida. En caso contrario, no estaría aquí, ahora, con ustedes.
La
última por hoy: ¿piensas regresar a la magia de tus relatos futboleros o eso
quedó ya en el tintero del olvido?
Últimamente
vengo muy en modo novela y la anterior sí es muy futbolera, pero siento que no
he de repetirme tanto. Tal vez retome el tema en el futuro, pero dejando un par
de libros en el medio.