Herme Cerezo/SIGLO XXI, 13/07/2010
Valencia recibió a Lola Millás (Valencia, 1941) con mucha luz, con mucho calor, con el verano a punto de debutar y sin aire acondicionado, porque una inoportuna avería, inexorable Ley de Murphy, nos privó de disfrutar de sus ventajas durante nuestra conversación. A pesar de ello la escritora valenciana se sentía cómoda en su ciudad natal. “Cada vez que regreso a Valencia, a mi tierra, me encuentro muy a gusto. Necesito volver por aquí de vez en cuando para recuperar viejos recuerdos, viejos sabores, viejos colores”. Lola Millás ha pasado su vida inmersa en trabajos relacionados con el cine y la literatura. La imagen y la palabra le han acompañado desde muy niña. “Mi abuelo filmaba los acontecimientos familiares con un tomavistas de la marca Pathé Baby y, en su casa, había una gran biblioteca”. Fundadora de la Filmoteca Nacional y autora de varios libros sobre el séptimo arte, de un tiempo a esta parte frecuenta los vericuetos de la ficción. Precisamente ahora, acaba de publicar una nueva novela, ‘La señora Really y otros sueños por soñar’, editada por Planeta, sobre la que hablamos con ella a continuación.
Lola, ¿de qué va ‘La señora Really y otros sueños por soñar’?
Mi novela trata de la relación entre dos mujeres de distinta edad: Filomena Really, una mujer de setenta años, que ha vivido mucho, y de Dora, una vecina mucho más joven, insegura y llena de incertidumbres, a las que un incidente doméstico, una fuga de agua y la subsiguiente mancha de humedad en el techo de la vivienda, pone en contacto. A partir de ese momento, se convierten en dos amigas inseparables que cada tarde se reúnen en casa de la señora Really para reciclar la vida, soñar e intercambiar experiencias.
¿Cuál fue la primera imagen, el primer flash que te llevó a escribir la novela?
La primera imagen que me impulsó a escribir el libro fue el pánico al vacio que se iba a producir en mi vida cuando me jubilara. Nos pasamos el tiempo separándonos de personas y de cosas y, como yo he pasado más de media existencia ocupada en algo que me gustaba mucho y, además, sintiéndome muy respaldada en mi trabajo, me preguntaba continuamente cómo sería el momento de mi jubilación, qué me ocurriría cuando llegase esa hora triste, porque la jubilación, digan lo que digan, es algo cruel. Afortunadamente, se cruzó en mi camino el personaje de Filomena, a la que llamé así porque etimológicamente significa “la que ama”, una mujer tierna, que ama profundamente a los seres humanos. Este personaje ha viajado conmigo durante mucho tiempo, hasta que decidí ponerme a escribir sobre ella.
¿Escribir este libro te ha permitido hacer un alto y efectuar balance de tu vida?
Esta es mi tercera novela, pero tiene una perspectiva diferente a las anteriores y que yo desconocía, porque el personaje de Filomena me ha llevado a subir, o a bajar, no lo sé cierto, un escalón de mi vida, precisamente ahora cuando ya ves muy cerca la línea del horizonte, y me ha permitido pensar que este trocito de playa, de cielo y de libertad es sólo para mí, porque me lo he ganado.
‘La señora Really y otros sueños por soñar’, ¿está pensada para la gente mayor o para los jóvenes?
Para todos, para que la lean mayores y jóvenes. El libro contiene conversaciones, no consejos, porque los consejos poseen una connotación negativa para mí, huelen a naftalina. Yo disfruto mucho escuchando las conversaciones de los demás: en el trabajo, en el metro, en cualquier parte. Todos tenemos muchas cosas que escuchar.
La novela se desarrolla en un entorno urbano.
Sí, este es un libro de conversaciones de interiores, en las que una mujer le explica a otra cómo saborear la vida. En las ciudades, las personas no nos conocemos porque no tenemos tiempo. Dora y Filomena, a través del accidente fortuito de la mancha, van a poder convivir y recuperar una parte de esa prisa que nos agobia y a la que estábamos abocados. Sus mentes se abren a la reflexión, a la convivencia, a eso que ahora llamamos compartir. En sus diálogos se aúna la juventud de una y la vejez de otra.
El tipo de relación que establecen Dora y la señora Really, ¿se da con mayor frecuencia entre hombres o entre mujeres?
Es más frecuente entre mujeres. Últimamente, he leído en algún sitio que la zona callosa que une los dos hemisferios cerebrales de las mujeres tiene mayor número de terminaciones nerviosas que la de los hombres, y ello nos lleva a ser más capaces de manifestar los afectos, a no tener vergüenza de expresarlos y a manejar las palabras con mayor facilidad, mientras que los hombres se desenvuelven mucho mejor entre los números. Ésa es la explicación científica que yo he leído. Sea como sea, yo estoy muy contenta de ser mujer [risas].
¿Qué hay de Lola Millás en el personaje de Filomena?
Yo he vivido como Filomena y también he conocido cómo es la vida de la gente más joven, de la misma edad que Dora. Precisamente, cuando me iba a jubilar lo que más me llamaba la atención es que mis jefes tenían la edad de mis hijos y yo me preguntaba: ¿esto me está pasando a mí? La verdad es que cuando se escribe un libro o se rueda una película es imposible no poner algo del artista en su obra.
Dora y Filomena toman infusiones de té y de belladona, esta última cura y mata a la vez, ¿hay algo simbólico en estas bebidas?
En la zona de Valencia hay una gran tradición de tomar infusiones, la gente conoce muy bien las plantas de campo. Mi abuela me instruyó en eso y cuando mi familia se fue a vivir a Madrid, yo bebía infusiones de rabo de gato. En Andalucía, toman belladona con cierta frecuencia pero en pequeñas dosis porque, como tú dices, en grandes cantidades la belladona mata. En la novela, las infusiones tienen un valor simbólico, son un vehículo, el río a través del cual discurren los acontecimientos que las dos mujeres va a hilvanar en cada capítulo.
¿Qué rol desempeña el marido de Dora en la historia? ¿Cómo lleva la relación entre las dos mujeres?
Siempre digo que los hombres que se asoman a esta novela son como los actores de reparto de las grandes películas norteamericanas, son los que realmente sostienen la historia. El marido de Dora se introduce en la relación entre su mujer y Filomena, incluso participa en alguna de las conversaciones y desempeña misiones que fascinan a las dos amigas.
¿Tu novela reivindica la tradición de la transmisión oral?
En primer lugar, reivindico la amistad, el derecho a una vejez bella y de disfrute, lejos de la prisa y del sentimiento de culpa, porque la vejez es el tiempo en que te has quitado de encima esas cargas que conlleva la vida cuando eres joven: el trabajo, los hijos, la hipoteca... Hay que poner un poco de distancia y no ser tan protagonista en la vida de nuestros hijos.
Dora es joven, tiene prisa, ¿la prisa es una enfermedad actual?
La prisa es una enfermedad que comenzó con la revolución industrial y ha llegado a cotas exageradas por culpa de Internet y del móvil. La prisa nos hace llegar tarde a todas partes. Y hoy todo se quiere ahora, ya. La prisa es una huida, hay miedo a pensar en lo que se nos viene encima: en una misma, en la vejez, en la muerte, en la vida, en los problemas … El trabajo no permite centrarte en todo eso, te absorbe tanto que no te deja tiempo para nada más.
Acabamos, Lola: ¿soñar es necesario?
Es imprescindible, si no fuese así nos volveríamos locos. Nos autocensuramos y nuestros sueños son una liberación. Los animales también sueñan.
Herme Cerezo