Herme Cerezo/SIGLO XXI, 28/03/2010
El encuentro tuvo lugar en un saloncito del tercer piso del Hotel Astoria, muy cerca de la habitación que, hace años, solían ocupar SS. MM. los Reyes de España cuando visitaban la ciudad. La cafetería, habitual escenario de mis entrevistas, estaba ocupada y reubicada para fines comerciales. Una convención internacional tenía la culpa. El cogollo de Valencia sigue siendo un punto solicitado, concurrido y deseado para muchos. Helenos, germanos, vikingos, anglos, galos y algo del producto autóctono se movían, con escarapela en la solapa, por el vestíbulo del Astoria con apresuramientos de última hora. Care Santos (Mataró, Barcelona, 1970) llegó con premura también, como los asistentes a la convención, por culpa del tren que se la llevaría de la capital del Turia en poco más de una hora. Sin embargo, tuvo tiempo suficiente para responder las preguntas del cuestionario que el que suscribe llevaba apalabrado en unos folios. Y lo hizo con pausa, con cariño, con detalle. El mismo tono que rezuman las páginas de su última novela, ‘Habitaciones cerradas’, publicada por Planeta, una historia con el trasfondo de la Barcelona del modernismo, con intriga, romance y tragedia, sociedades espiritistas, “el Santet” y los almacenes El Siglo. La obra, que habla de la reconstrucción de un rompecabezas familiar, mezcla personajes ficticios, que hacen más creíbles a los reales, y personajes reales, que tornan verosímiles a los ficticios. Un toma y daca mutuo que enriquece la narración urdida con mucho esfuerzo por la escritora barcelonesa, según ella misma explica a continuación.
Últimamente, parece que a los escritores os ha dado por revisar ese tiempo que abarca los primeros años del siglo XX, la República, la Guerra Civil ...
Sí es verdad que hay mucha recreación de esta época, tanto en el cine como en la literatura, por parte de mi generación, es la literatura de los nietos de los que hicieron la guerra. Creo que es algo natural y sano también. Aunque no sea el caso concreto de mi novela, revisitamos la Guerra Civil para conocer los motivos por los que se produjo. Somos una generación que escribimos libres de prejuicios, sin odio, sin recelos, a diferencia de la otra que escribe sobre el terreno. Desde luego es un tema que ha sido y es muy importante.
Varios autores (Mendoza, Gironell, Xavi Casinos), también últimamente y por motivos diversos, frecuentan la Barcelona del comienzo del siglo XX, lo que la convierte en una ciudad muy literaria, ¿a qué se debe esta circunstancia?
Es una época histórica muy atractiva para Barcelona, porque coincide con el momento en que la capital pasa de ser un pueblo avejentado, amurallado y hacinado, a convertirse en una ciudad grande, que triplicó su población cuando se derruyeron las murallas y experimentó una gran expansión a través del Ensanche. Es una época muy literaria y muy visitada por los escritores y esto produce el fenómeno de la retroalimentación: Barcelona es materia prima de primer nivel para los escritores y, a la vez, los escritores la buscan porque cada vez es más legendaria gracias a sus obras.
¿Cuál fue el disparador inicial para escribir ‘Habitaciones cerradas’?
No sé si fue los almacenes El Siglo, el “Santet” o el Espíritismo. Los tres estaban al principio de la novela y, a partir de ellos, comencé a crear los personajes para moverlos. La verdad es que a los almacenes El Siglo les tenía muchas ganas...
Los almacenes El Siglo que citas, tuvieron una sucursal en Valencia.
Efectivamente, los almacenes el Siglo llegaron a tener varias sucursales repartidas por España. La primera, extrañamente, en Canarias. Luego abrieron cinco o seis más en Andalucía y, después, en Valencia. En Madrid, curiosamente, nunca hubo ninguna.
Care, la dedicatoria dice: “Para los hijos, nietos y bisnietos de mis hijos, que no sabrán quién fui”, explícala un poco.
Es sencillo. La protagonista, Violeta, tiene mucho de mí. Cumple 40 años a lo largo de la novela y yo los cumplí mientras la escribía. La dedicatoria es la filosofía que impregna la obra: la memoria que dejamos en el mundo es nada, lo que legamos a nuestros sucesores resulta casi inexistente. Durante un tiempo, me dediqué a preguntar a mis amigos si conocían los nombres de sus antepasados y casi ninguno los recordaba. Me pareció algo muy triste. Si te sitúas en la mitad de la cadena familiar, los hijos de mis hijos ni siquiera sabrán el nombre de mi madre, lo que resulta grave y patético. De esa perplejidad nació la necesidad de escribir esta historia, en la que alguien bucea en el pasado y trata de reconstruir el rompecabezas de su familia, una tarea imposible porque por mucho que encuentres nunca es suficiente.
¿‘Habitaciones cerradas’ es tu novela más ambiciosa?
Sí, sin duda. Es la que más problemas me ha dado y la que más veces he pensado que no la podría terminar, algo que no me había ocurrido nunca. La tiré a la papelera del ordenador y les anuncié a mis tres lectores más cercanos lo que había hecho. “Ya está, fuera, no sale”, les dije. Pero uno de ellos me la pidió con mucha insistencia. La rescaté y se la envié pensando que estaba muerta. Al final la leyeron los tres y por sus comentarios me animé a reescribirla. Y aquí está el resultado. Ahora pienso que es lo mejor que he escrito hasta hoy, aunque no soy yo quien debe afirmar eso, porque estoy muy implicada. Quien debe decirlo son los lectores.
La novela se estructura como un collage: recortes de prensa, ecos de sociedad, emails, narración en tercera persona …
No me planteé tanto que fuera un collage, que lo es, como que fuera verosímil. Si alguien bucea en la historia de su propia familia, posiblemente encuentre ciertos documentos, que son lo que más legamos: cartas, postales, títulos de propiedad de un nicho, etcétera. Quise utilizar la opción de mezclar emails con recursos más documentales para que la novela adquiriera una sensación de mayor verosimilitud.
Ya que hablas de mezclas, ¿qué sensación tienes al juntar personajes reales con personajes de ficción que deambulan entre ellos?
Una complicación a la vez que una satisfacción. Es algo que vengo haciendo en varias novelas anteriores, pero en ésta salen muchos más personajes reales y eso le añade complejidad al asunto. Es duro y difícil pero resultaba inevitable, porque no podía recrear la Barcelona del libro sin los personajes reales.
El pasado visto desde el presente es imposible de reconstruir, pero esto también ocurre con el presente.
Decía Montaigne en una cita que eliminé de la novela, que la curiosidad es nuestra peor enfermedad. Nosotros poseemos esa obsesión desde el principio, la llevamos de serie. Realmente, somos seres que necesitamos reconstruir y algunos de nuestros males vienen de hasta qué punto lo necesitamos y qué difícil es conseguirlo.
‘Habitaciones cerradas’ se inscribe en un marco burgués. Según la novela, la vida burguesa resultaba muy programada y rutinaria: el desayuno, el paseo, la hora de recibir visitas, la comida, el rezo del rosario ...
Era una forma de vivir. Tenían muchas menos distracciones que las que disponemos ahora y las dosificaban mucho. La cultura del ocio ha llegado más tarde. La burguesía barcelonesa – sin que se enfade nadie – era insulsa y tacaña ... Al teatro se iba de modo excepcional o acudía gente libertina, que frecuentaba teatros de baja estofa. Las damas se dejaban ver poco. Como he dicho al principio, era una filosofía de vida.
El espiritismo también está presente en ‘Habitaciones cerradas’, pero aparece de un modo distinto a como lo conceptuamos hoy, ¿no?
Tropecé con las sociedades espiritistas cuando escribía ‘La muerte de Venus’, pero allí no podía hacerlas aparecer más que tangencialmente. Me guardé la información, junto con otras cosas, el tema de las variedades, por ejemplo, que han aflorado en esta novela. Aquel espiritismo es diferente a como lo conocemos ahora. Se trataba de sociedades muy cultas, integradas a veces por políticos y personas influyentes, gentes ilustradas, avanzadas, que se reunían no sólo para contactar con el más allá, sino también para llegar a una filosofía que ellos tenían como propia. Creían en la igualdad de derechos, en el voto femenino, en la libertad de culto ... Eran unos tipos muy progresistas para la época y eso les enfrentó con la sociedad del momento, especialmente con la Iglesia.
Al final del libro, incluyes un “Dramatis Personae” y también una Bibliografía, ¿por qué facilitarle tantas pistas al lector?
Eso es a gusto del consumidor, pero pienso que al lector hay que mimarlo. A algunos escritores no les parece bien incluir notas al final y opinan que todo ha de ser dicho en la novela. A mí me gusta encontrar esas notas, esas pistas que me permiten seguir habitando el mundo que he frecuentado durante la lectura de un libro. Esta obra, además, ha contraído muchas deudas con ciertos autores: Sagarra, Calvet, Baladia, Peñarroja, etcétera, y me parecía bien saldarlas.
La última: ‘Habitaciones cerradas’ nos lleva a algo que hay que desvelar, que contar, ¿todo lo oculto es terrible por naturaleza?
Lo oculto es maravilloso, en caso contrario no habría nada que escribir. Una novela precisamente es eso: yo sé una cosa que tú no sabes y te la voy a contar. Toda novela se basa en lo oculto, en lo que yo sé y tú no. Pero te lo voy a narrar de la manera más puñetera posible, para que no puedas soltar el libro. Yo quería que cuando el lector leyese el título pensase en habitaciones que guardaban secretos, que hubieran sido cerradas por algún asunto oscuro y en mujeres que cuidaban esos misterios.
Finalizo la entrevista, mientras Care Santos hace rato que partió hacia la Estación del Norte, con la inclusión del fragmento de un email, que se puede leer en la página 11 de la novela: “No nos conocemos. Mi nombre es Silvana y vivo con mi familia en Nesso, un pequeño pueblo junto al lago de Como, en el norte de Italia. Le escribo por encargo de mi madre, quien desea hacerle llegar una carta.” Ya no sigo, ahora les toca a ustedes, mis improbables lectores.