Un conocido concejal de urbanismo está a
punto de dar el salto a la política nacional. En ese momento, entiende que su relación
extramatrimonial puede perjudicar su carrera y decide dejar a su amiga. Pero
ella no se resigna al hecho ni a los modos, lo secuestra a punta de pistola
tres semanas antes de las elecciones y lo encierra en el sótano de la casa de
su abuela, ubicada en un pueblo casi abandonado de la montaña. En el lugar de
autos, la secuestradora deja caer un puñado de macarrones como un sello
personal. Este es el argumento de ‘El secuestro del candidato’, con el que su
autor, Javier Pérez, acaba de ganar el XV Premio de Novela Ciudad de Badajoz, recientemente
publicado por la Editorial Algaida. La cafetería del Hotel Astoria de Valencia
fue el lugar donde, a media tarde, conversamos sobre su obra.
Javier, la primera
pregunta en estos casos siempre sale sola, es casi una obligación: ¿qué es lo
más importante de haber ganado este XV Premio de Novela Ciudad de Badajoz?
En mi caso creo que tengo que dividir la
satisfacción que me produce en dos partes: por un lado, el importe del premio,
que me ha venido muy bien, y por otro, el hecho de que se haya editado el
libro, porque todos sabemos que publicar ahora una novela es muy complicado y
que a las editoriales les cuesta hacerlo. No son buenos tiempos para publicar.
En esto de los premios llevas un carrerón:
seis novelas, tres galardones…
En realidad son seis novelas, con cuatro
premios, pero esto es la manera de enfocarlo de cada uno. Cuando doy por
cerrada una novela la envío a registro y en seguida a concursar. Después la
reviso y puedo llegar a tropezarme incluso con faltas de ortografía. Pero no me
importa. Es una mecánica que adquirí cuando todavía no había publicado nada. Me
pasé ocho años como escritor inédito y desde entonces continúo igual,
respetando esa costumbre.
¿Quieres dar a
entender con eso que una novela no se acaba nunca?
Las novelas que aún no han sido editadas no
se acaban nunca. En 1991 escribí ‘El privilegio de Dulcinea’, un libro que no
he conseguido publicar jamás y del que ya he escrito diez o doce versiones. Mientras
una obra permanece en un cajón, tienes la tentación de modificarla. Siento la
sensación de que me persigue. No sé cómo lo hace, pero al cabo de cierto tiempo
siempre vuelve a mí.
¿Cómo te tropiezas con la historia de ‘El
secuestro del candidato’?
De dos maneras distintas. Por un lado, yo
quería escribir sobre el poder de lo obsoleto. Me dedico al turismo rural y en
la provincia de León veo pueblos y zonas abandonadas, sin colegio, sin médico, sin
inspectores, con la carretera hecha polvo y con un montón de carencias. Precisamente,
ese abandono constituye también su poder. El estado llega hasta dónde se le
deja y la gente de allí hace lo que le da la gana. Entonces se me ocurrió la
idea de hablar de lo abandonado. Si alguien tiene una casa en esa zona pasa
desapercibido y eso le permite disponer de un extraño poder. Si secuestras a un
político y lo llevas a una ciudad, la policía te puede rastrear, pero si lo
metes en una furgoneta y lo escondes en una casa deshabitada, ¿quién lo
encuentra? La otra fuente de inspiración fue un chiste que leí en un periódico
donde se veía a un político flanqueado por dos policías. Uno le preguntaba al
otro: “¿Oye, con este político qué estamos haciendo? ¿Lo custodiamos o lo
escoltamos?” Y el interpelado respondía: “No me acuerdo”. Del hecho de que en
unos días puedes pasar de custodiar a una autoridad a escoltarla también me
vino la idea.
¿Por qué has
utilizado como secuestrado a un concejal de urbanismo y como posible grupo
secuestrador a Al Qaeda?
Hay buenas razones para ello, creo. En las
concejalías de urbanismo es donde se han atrincherado y emboscado buena parte
de los chollos y de los líos que hemos conocido en España durante los últimos tiempos.
Al Qaeda también nos resulta familiar tras los atentados del 11-M, un trágico
caso en el que durante años se ha discutido si la autoría era de esta
organización terrorista, de ETA o de quién. He querido llevar a la novela el
imaginario colectivo de la sociedad española que asocia político corrupto con
urbanismo y secuestro con Al Qaeda.
¿Qué te atrae del
género negro, en el que ya llevas
escritas varias novelas?
El género negro permite internarse en la
naturaleza humana sin cortapisas. En el género negro es admisible tanto lo ético
como lo que no lo es, lo moral y lo inmoral. Y lo que más me importa a mí es
que se acepta lo racional y lo irracional. Podemos abordar cualquier tema desde
cualquier punto de vista. A mi entender, ese enfrentamiento racional-irracional
es mucho más interesante plantearlo en una novela negra que en un simple drama.
‘El secuestro del
candidato’ deja entrever que un secuestro puede ser reivindicado por cualquier
grupo terrorista con tal de que su nombre suene, una especie de marketing.
Sí no se les atribuye, se lo atribuyen ellos
mismos. Al candidato lo secuestra su querida, no revelo nada al decirlo porque
el lector lo sabe desde la página 7. Y cuando ella vuelve a casa se entera de
que a través de un comunicado lo ha reivindicado Al Qaeda. Pero después reclaman
su autoría otros cuantos: el Frente Salafista, el Frente Yihadista… Claro que
hay mercado. Es la novela del marketing, al menos como yo lo planteo. Aquí hay
una parte que consiste en saber quien hace lo posible para que liberen al
secuestrado y quien está interesado en que no sea liberado. En este caso los
más beneficiados son los miembros de su propio partido, a los que les interesa mantener
secuestrado a uno de los suyos y sacarle todo el partido posible al victimismo.
Cada cual va a por su tajada.
Por los partidos y
por los personajes que aparecen en el libro, ¿podemos tomar la novela tanto por
un thriller como por una denuncia social?
Sin pretender compararme, la novela pretende
ser una sátira social al estilo de lo que escribía Rafael Azcona en su ‘Verdugo’,
que era una sátira, broma y tragedia, o en ‘Bienvenido Mr. Marshall’, cercana
también con ‘La aventura del tocador de señoras’ del escritor Eduardo Mendoza. Trato
de que sea novela negra y sátira a la vez, porque creo que a través de la
sátira, del esperpento, es como mejor podemos retratar esta falla social que
padecemos.
La secuestradora
deja una impronta en sus acciones: un puñado de macarrones, ¿cómo se te ocurrió
eso?
Porque nos sobra la pasta [risas]. La
secuestradora no pide ningún rescate por él porque su intención es otra. Pero al
dejar un puñado de macarrones y las frases que escribe en sus comunicados lo
que pretende es tender un señuelo para que la policía investigue en la
dirección que a ella le interesa. Es una broma chunga de una persona que está
hasta las narices de todo.
¿Los policías de ‘El
secuestro del candidato’ presentan una imagen cansada, de hartura, es la tónica
general de la policía en España?
Creo que sí, porque la policía, igual que gran
parte de la gente que trabaja por ahí, hace horas a punta pala y tiene un
trabajo bastante desagradecido. Primero se enfrenta con los jueces, después con
la opinión pública y por último con los delincuentes. Hay un momento en la
novela donde se dice, y esto es una frase real, “somos de los de las tres p:
putas, periodistas y policías”, que viene significar joder, informar y mantener
el orden pero no siempre por ese orden.
¿Pero no sucede a menudo que los misterios son
creados por quien los busca en lugar de crearse ellos solos? Esa es la idea que
yo trato de expresar. Si le damos muchas vueltas a un macarrón podemos
encontrar un tratado teológico. La verdad es que cuando una vaca no da más
leche, a fuerza de ordeñarla acabamos convirtiéndola en un toro. Es un poco el
hartazgo del que hablábamos antes.
La policía de ‘El
secuestro del candidato’ convoca una rueda de prensa no para informar, sino
para conocer lo que los periodistas saben del caso.
Bueno, eso es algo típico en el noventa por
ciento de las ruedas de prensa que da la policía, que quiere saber hasta dónde han
llegado los medios de información. Cuando hay ocho periodistas delante y uno no
sabe nada, si eres un poco vivo, de sus preguntas deduces lo que ellos
controlan e incluso puedes contestar alguna de las cuestiones con sus mismas
preguntas.
¿Detrás de la
ciudad de Molera, donde se desarrollan los hechos, se esconde León?
No, espero que no. Es un trasunto de
cualquier ciudad en general. Es del Norte porque se parece a León, a Lugo, a
Burgos, quizás a Pamplona. Pero si la miramos con un poco de detenimiento
incluso podría ser una ciudad del Sur o del Este.
¿La última: ‘El
secuestro del candidato’ forma parte de una serie?
No, no, es un libro cerrado. Se puede llegar a
pensar eso porque soy un maniático y uso al mismo comisario, el comisario
Martínez, para todos mis casos en España. Martínez apareció en otra de mis
novelas, ‘No malgasten flores’, que ya no se encuentra porque está agotada. Es
un tipo que está harto, quemado y que ha huido a un pueblo en donde, para su
desgracia, le ocurre de todo.
SOBRE EL AUTOR
Javier Pérez es un leonés nacido en Zamora, satírico en verso y columnista de prensa desde los 14 años. Es autor de género negro con marco histórico en los orígenes del nazismo y empresario de turismo rural en los montes del Bierzo. Su carrera literaria está jalonada por varios premios de novela y narrativa, entre los que se cuentan el Azorín (2006), el José Nogales (2011) y el Ciudad de Badajoz.