Samuel es un cuarentón afectado por una abulia existencial de procedencia dudosa. Samuel vive en un ático y desde la distancia, cerca del cielo y de los tejados, las cosas se ven de otro modo. Su vida va a cambiar a raíz de una llamada telefónica, en la que alguien, desconocido para él, le notifica el fallecimiento en accidente de circulación de Clara, su amante. Para cualquiera esto sería un golpe doloroso, pero para Samuel todo es distinto porque él no conoce, ni ha conocido nunca, a ninguna clara. Por pura curiosidad, el protagonista va al tanatorio y allí se verá enredado en una historia de la que no puede o no quiere salir: el marido de Clara lo mira con desprecio y Carina, la hermana de Clara, quiere conocer los pormenores de la relación que sostenía con su hermana muerta. Entonces, Samuel, movido por el presunto interés que empieza a sentir por Carina, decide inventar y el embrollo crece y crece. Con estos mimbres ha tejido José Ovejero su nueva novela, ‘La invención del amor’, con la que ha ganado el Premio Alfaguara 2013 y que ha sido publicado por la editorial del mismo nombre.
José, en primer lugar enhorabuena por el premio obtenido, aunque tú ya eres un habitual en esto de los concursos literarios.
Sí, no es el primero que consigo ya que hubo otros antes, pero quizá de entre los de novela este es el más interesante. Creo que el Premio Alfaguara ha conseguido algo difícil en el mundo de los concursos como es mantener su prestigio literario, sin olvidar que tiene una gran proyección en América.
Cuando un escritor como Manuel Rivas, presidente del jurado, ha dicho de ‘La invención del amor’ que es “una novela que revela la fuerza transformadora de la imaginación y su capacidad para construir nuevas existencias”, ¿qué se siente?
Bueno, creo que él actúa como transmisor de la opinión del jurado. A mí me parece que esta novela lo que hace es contar cómo alguien se inventa una relación con una mujer a la que no ha conocido, ni va a conocer, y a través de la proyección de sus deseos y fantasías en ella, poco a poco, entra en contacto con lo que es él mismo y con lo que necesita, y experimenta una transformación importante.
Tu anterior premio fue por un ensayo, ¿alternas géneros, ensayo-ficción, con un fin puramente higiénico?
Creo que sí es higiénico, pero no es algo que me planteo sistemáticamente. Siempre he alternado los géneros, antes cuento y novela y ahora ensayo y novela, pero en medio ha habido poesía. Hago en cada momento lo que necesito. También es verdad que después de ‘La comedia salvaje’ no me encontraba con ánimos de afrontar otra novela. Mi ensayo sobre los escritores delincuentes surgió a partir de una invitación que me formuló una universidad española para dar una charla, y el que escribí sobre la crueldad fue porque me planteé que el exceso español más acusado es la crueldad y, como me divertía la idea, me puse a escribir sobre ello.
¿En cierto modo podríamos considerar también esta novela como un ensayo?
Sí, tiene partes que hubieran podido pertenecer a un ensayo, porque hay momentos en los que el protagonista reflexiona sobre lo que significa el amor y de ahí se podría extraer un pequeño ensayo sobre el amor contemporáneo.
Si difícilmente aceptamos la casualidad en la vida real, en la ficción mucho más. En la novela, uno ha de justificarlo todo exhaustivamente, de un modo casi cartesiano. Todo eso requiere un buen trabajo de montaje para que encaje bien y que el lector se crea lo que lee. Desde luego no ha sido tarea fácil.
La peripecia por la que discurre ‘La invención del amor’ invita a explorar.
Sí, encaja con la idea de exploración-invención porque cuando comencé solo disponía de la primera escena. La tenía clara desde hacía tiempo, me parecía muy bonita y sugerente pero no sabía qué hacer con ella. Entonces me puse a explorar la voz narrativa y me di cuenta que no la contaría en tercera persona, sino en primera. Así que empecé a jugar con la voz del protagonista hasta que encontré la que encajaba. En ese momento hice otro descubrimiento importante y es que la contaría en presente y no en pasado como se hace normalmente en las novelas. Escribir en presente resulta muy útil porque la idea de la catástrofe inminente es mucho más eficaz, ya que tanto el protagonista como el autor no saben nada y como escritor te limitas a acompañarle advirtiéndole de por dónde no debe meterse.
La voz narradora que citas es muy peculiar porque incluso se interroga a sí misma.
Sí, es cierto, se habla a sí misma, se pregunta. Como se trata de alguien que pasa mucho tiempo sin compañía, supongo que termina preguntándose y hablando solo.
¿Samuel es una suma de personas que conoces o es un personaje completamente figurado?
Samuel procede de un procedimiento que ya he puesto en práctica en otras novelas mías anteriores. Para ello utilizo escenas que conozco, que han ocurrido, y las transformo. La gente, cuando se ve allí, no se reconoce. Situaciones de este tipo te dan pie a que te plantees cómo explicarlas y cómo convertir algo que interesa solo a unos pocos en otra cosa distinta que pueda atraer la atención de otros muchos. Samuel es un personaje muy inventado, hay otros personajes secundarios en la novela que se parecen mucho más a gente que va por la vida.
El amor que siente Samuel ¿nace de la persona con la que conecta o porque necesita amar a alguien?
Samuel no se enamora de la primera mujer que le encaja sino de la que es objeto de la proyección de sus fantasías. En el fondo, él hace una exageración porque las proyecta sobre alguien que no conoce. Se inventa a la otra persona para seducirla y, luego, si continúa respondiendo a sus expectativas y si puede adaptar las fantasías a la realidad, continúa con ello. En verdad, es una mezcla porque necesita un determinado tipo de mujer, pero es él quien proyecta.
Y buscando a una persona muerta, se enamora de su hermana Carina, que está viva.
En realidad, hay un punto de incertidumbre en sí mismo acerca de si se ha enamorado o no. Al menos está en condiciones de enamorarse de verdad y de superar el primer paso, esa fase previa en la que Samuel se ha detenido siempre hasta entonces.
Samuel, al inventarse una persona, la suplanta y llega un momento en que él desaparece
Sí, eso es algo que constata el pobre Samuel. Todos se creen su mentira y pierde el control sobre lo que hacen los demás con él. Y las circunstancias le empujan a seguir mintiendo.
Esta es una novela de azoteas, un mundo donde hay gatos y no hay perros, ¿desde las azoteas se ven las ciudades de otro modo?
[Risas]. Sí, además, los gatos al menos en mi barrio son algo más limpios que los perros. Me gusta mucho ver las ciudades desde las azoteas, pero en la novela eso también es algo metafórico, significa que Samuel mira las cosas por encima, desde arriba, sin bajar a la calle. Poco a poco, en el transcurso del relato, descenderá al nivel del suelo.
Un vencejo cae en la terraza de Samuel y este trata de ayudarle a recobrar el vuelo. En una novela como ‘La invención del amor’, cualquier minúsculo acontecimiento se convierte en un hecho excepcional?
El cerebro de los escritores funciona de un modo muy peculiar y se nos ocurren escenas. Quitamos unas y ponemos otras, las escribimos y nos preguntamos por qué lo hacemos. La escena de los vencejos es importante porque es la primera en la que el protagonista habla del vértigo, algo que busca Samuel porque ha perdido el control y intuye que alguna cosa va a pasar.
¿Vivimos buenos tiempos para montarse una aventura personal como la que vive Samuel en la novela?
Creo que no, creo que en los tiempos de crisis lo que hay que hacer es salir a la calle. Una de las cosas que me gustan de ‘La invención del amor’ es que Samuel, al final, a través de la ficción baja al suelo, a pie de calle. Precisamente creo que las novelas sirven para que el lector entre en contacto con la realidad y descubra las cosas que nos rodean.
¿‘La invención del amor’ es una novela dirigida a algún segmento de edad determinado?
En absoluto, no es una novela generacional. Mientras escribo, el lector para mí no existe porque ignoro todavía lo que va a ocurrir con el texto. Después sí que pienso en él. En todo caso me parece una obra sobre el momento actual, que refleja cómo es la vida ahora en España, sin muchas creencias, ni expectativas de futuro, una vida en la que pensamos que lo mejor que nos puede ocurrir es que no nos pase nada.
La última, ¿tienes ya preparados nuevos proyectos?
Tengo un libro de cuentos y una novela empezados. Creo que me gustaría volver a los cuentos pero escribiéndolos de otra manera. De todos modos, me voy a dar unos meses de pausa porque he escrito mucho en los últimos años y la promoción de ‘La invención del amor’ será larga. Si soy capaz de contenerme, hasta el año próximo no escribiré nada nuevo.
SOBRE JOSÉ OVEJERO
José Ovejero nació en Madrid en 1958. Desde que ganara el Premio Ciudad de Irún 1993 con su poemario ‘Biografía del explorador’, ha cultivado todos los géneros, destacando especialmente su libro de viajes ‘China para hipocondríacos’, merecedor del Premio Grandes Viajeros 1998, y su novela ‘Las vidas ajenas’, ganadora del Premio Primavera 2005. Desde su primer galardón hasta el último, el autor madrileño ha continuado cultivando el género narrativo con novelas como ‘Añoranza del héroe’, ‘Huir de Palermo’, ‘Un mal año para Miki’, ‘Nunca pasa nada’ (Alfaguara, 2007) y ‘La comedia salvaje’ (Alfaguara, 2009) —que obtuvo el Premio Ramón Gómez de la Serna 2010—, con libros de relatos como ‘Cuentos para salvarnos a todos’, ‘Qué raros son los hombres’ y ‘Mujeres que viajan solas’, y con ensayos como ‘Escritores delincuentes’ (Alfaguara, 2011) y ‘La ética de la crueldad’ (Premio Anagrama de Ensayo 2012).