Año del Señor
de 1600, Japón hierve en una eterna guerra civil. Los señores feudales alternan
alianzas y traiciones en un juego de estrategia en el que cada uno de ellos
trata de hacerse con el gobierno absoluto del país de los dioses. La fortaleza
de Fushimi no soportará el asedio y el samurái Saig? Hayabusa está dispuesto a
sajarse el vientre sin una mueca de dolor, sin emitir queja alguna. Sin
embargo, la misión que le ha reservado su señor requerirá un sacrificio mucho
mayor que la muerte. La corona española vive un momento de máxima expansión
territorial, pero Felipe III, rey débil y hedonista, ha dejado la corte en
manos del duque de Lerma, quien entre corruptelas y nepotismo está
empobreciendo el país y resquebrajando los cimientos imperiales. Dámaso Hernández
de Castro, curtido en las campañas de Flandes, se prepara para partir hacia las
Indias Orientales y ponerse al servicio del juez de la Audiencia de Manila. Ha
de suplir con méritos su insuficiente alcurnia si quiere aspirar a la mano de
su amada, la menina Constanza de Accioli. Pronto descubrirá que alguien ha
disfrazado de oportunidad lo que en realidad es una trampa. El destino tejerá
sus redes y un encuentro circunstancial unirá para siempre las vidas de Saig? y
Dámaso. Durante la expedición que en 1614 trajo a los enigmáticos samuráis
hasta la Península, los dos nobles guerreros trabarán una amistad épica. Aún no
saben que persiguen a un mismo enemigo, que una única venganza bastará y que
cada uno ha encontrado en el otro la pieza clave de una larga historia. Estos
son los entresijos de ‘Ronin’, la nueva novela del escritor lucense Francisco
Narla, editada por Temas de Hoy, sobre la que tuve la oportunidad de conversar
con su autor hace unos días con motivo de la visita promocional que efectuó a
Valencia.
Francisco, además de
escritor también eres piloto de avión, ¿todavía estás en activo?
Soy piloto, pero gracias a los lectores de ‘Assur’ vuelo
poco.
¿Durante el vuelo te
da tiempo a pensar tus novelas?
No tanto, eso del piloto
automático no es más que una falacia, porque uno no va rascándose la barriga
durante el vuelo. Si haces un trayecto Madrid-Moscú puedes distraerte cinco
minutos o te puedes acordar de una anécdota de tu vida, pero nada más. A los
marinos les ocurre lo mismo, de noche duermen quince minutos, se despiertan y
comprueban que todo funciona bien. El aire es muy exigente, no puedes
distraerte. Lo que sí que tienes es ratos muertos entre vuelos en los
aeropuertos y ahí sí puedes pensar algo más. Yo escribo mentalmente en muchos
sitios porque me adapto bien, pero no durante los vuelos.
La primera noticia de que hubo japoneses en Andalucía me llegó porque
existía un árbitro de fútbol llamado Japón Sevilla.
Me lo dijo el otro día un
periodista, porque yo no sigo mucho el fútbol. En el pueblo de Coria del Río
actualmente hay unas seiscientas personas que llevan el apellido Japón.
¿Has escrito ‘Ronin’ porque se trata de un tema desconocido, exótico
incluso?
Bueno, tiene algo que ver con eso,
pero lo cierto es que yo creo que el escritor, además de su más exigente
lector, ha de ser honrado en el sentido de que debe escribir aquello que le
gustaría encontrar en una librería. A mí el marco histórico siempre me ha
complacido mucho y desde hace muchos años soy muy aficionado a la cultura
japonesa, lo que me ha llevado a acercarme a Japón. Un día pasé por Coria del
Río y descubrí la estatua de un samurái y me pregunté qué hacía allí aquel sujeto.
Eso me obligó a indagar sobre el tema y descubrir que existían muchos mimbres
para escribir una buena historia. Espero haber trabajado lo suficientemente
bien como para no defraudar a nadie.
¿El proceso de documentación ha sido muy arduo?
La anécdota de la estatua ocurrió
hace cinco años, pero sentarme a escribir pasó solo hace año y medio. De todas
las novelas que he escrito, esta ha sido la que ha tenido el proceso de
documentación más duro, porque el entorno japonés resulta un poco difícil para
un occidental. Ellos tienen un concepto distinto de muchas cosas y eso es algo
que nos cuesta de entender. Para preparar el libro, he tenido que viajar, leer
mucho y hablar con especialistas intentando cometer el menor número posible de
errores, porque un escritor de novela histórica no ha de enseñar Historia pero
los hitos que soportan la acción del libro deben ser rigurosamente ciertos. No
se puede faltar a la verdad.
En ‘Assur’ hablabas de los vikingos un pueblo que asola continuamente
territorios extraños, en ‘Ronin’ los japoneses viajan a un territorio extraño,
¿te atraen este tipo de singladuras?
No, ha sido una coincidencia. En
ambas historias me sedujo la idea de contar a los lectores algo poco conocido,
interesante, que atrajera su atención. A mí, como lector, que me cuenten algo
que ya he leído, en principio, no me atrae tanto, necesito que me inciten la
curiosidad. Seguro que los marcianos no serán el tema de mi próxima novela
[risas].
Ya que hablas de marcianos, ¿para los sevillanos que los vieron llegar,
los japoneses eran seres tan raros como lo serían los extraterrestres hoy en
día?
Yo diría que casi, pero no igual
aunque no debió faltarles mucho. Había habido contactos previos a través de los
portugueses y nos habíamos enfrentado a los japoneses en las costas de
Filipinas por lo que ya sabíamos algo de ellos. Cuando llegaron a España,
estuvieron parados un tiempo sin bajar del barco, hasta que las condiciones
meteorológicas les permitieron remontar el Guadalquivir y llegar a Sevilla. En
ese impasse corrieron muchos rumores y los comentarios de todo tipo se
dispararon.
Supongo que sabes que existe una película con este mismo nombre,
‘Ronin’, dirigida por John Frankenheimer y protagonizada por Robert de Niro,
¿por qué elegiste ese título para tu novela?
En mis novelas intento que haya
niveles para todos. Me gusta recibir opiniones tanto de un chico joven como de
un crítico maduro. Partiendo de esa base y dejando a un lado que hay lectores
que solo buscan entretenimiento, la idea que subyace en el fondo del texto es
la de “azotado por el viento”, que es un estilo de bonsái que se refiere a esos
árboles que están al borde de un acantilado, agitados por el viento y que
parece que se van a doblar. La idea del samurái azotado por el viento me
resultaba extraordinaria y me pareció natural llamarlo Ronin, a pesar de la
existencia de la película con ese mismo título, pero que no tiene nada que ver
con el libro. La traducción de Ronin, hombre de las olas, me resulta muy
evocadora. A la editorial, además, este título le sonaba similar al de mi
anterior novela, ‘Assur’, y le gustó mucho.
Por cierto, ¿podrías
definir lo que es un samurai?
Es un término muy complejo.
Podríamos hacer una definición sencilla pero no se comprendería. Creo que hay
que vivir varios años en Japón para empezar a entreverlo. Sin embargo, me
quedaría con la concepción de que un samurái es el que sirve a su señor, pero
entendido al modo como lo conciben ellos, no nosotros. Yo les diría a los
lectores interesados que echasen un vistazo a la obra de Hagakure y, después de
unos años, con un poco de suerte tal vez lleguen a alguna conclusión clara.
En Occidente, siempre ha existido una fascinación hacia lo oriental,
¿esa fascinación es recíproca?
Ahora es más fácil el acceso a la
información y no me refiero solo a las nuevas tecnologías, sino también a los
libros y a los periódicos, que ya tenían fuerza a finales del siglo XIX. Eso
creo que ha contribuido a que se pierda un poco esa fascinación, pero en España
hay muchas asociaciones, muy atractivas, dedicadas a actividades japonesas. Y
al revés, para ellos también resulta muy interesante un tablao flamenco. De
hecho, en Tokio hay varios.
En el texto has introducido muchos términos japoneses, ¿con qué
objetivo? ¿Para familiarizar al lector con la cultura japonesa?
Escribo para entretener y para que
la crítica no me patalee mucho. Esos términos los he introducido simplemente
para darle sabor a la novela, para salpimentarla y añadirle verosimilitud. Creo
que una novela histórica debe respirar Historia por los poros de todas sus
páginas y para transportar al lector a la época de la que le estás hablando no
hay nada mejor que utilizar las palabras exactas. Pero es un proceso muy
complicado. He tratado de hacérselo fácil al lector, de ser natural porque,
como ya he dicho, lo que busco fundamentalmente es entretener.
Lo que hay en ‘Ronin’ es un cierto equilibrio entre el castellano
antiguo, el actual y las palabras japonesas.
Me siento muy contento de que
digas eso porque he trabajado muy duro para conseguirlo. Esta es la novela que
más me ha costado de preparar. Antes de comenzar a escribir, pienso qué
palabras voy a utilizar y me planteo cómo voy a narrar porque, cuando el lector
tiene el libro en sus manos, lo mejor que te puede pasar es que diga que el
producto es bueno y que no se noten todos esos planteamientos previos.
¿Cómo era la España que los japoneses se encontraron a su llegada a
nuestro país?
Lo cierto es que llegaron pocos y
lo primero que pensaron es que éramos unos guarros, que era lo mismo que decían
de nosotros los musulmanes. Eso de que lavarse mucho podía incitar al pecado,
como predicaba el catolicismo, dejó su huella. La diferencia de cultura era
inevitable. También hay que pensar que los que vinieron en realidad solo eran
una embajada enviada por Tokugawa, el nuevo shogun, que quería librarse de unos
tipos que le molestaban. Por ello algunos no regresaron a Japón ya que habían
apoyado a otras facciones y su vida hubiera corrido peligro.
¿’Ronin’ es una novela de culturas o de personajes?
Creo que es una novela más de
personaje que de culturas. Hay una idea que está en el fondo de la novela que
es que los poderosos manejan a los demás. Tanto Dámaso Hernández de Castro, el
protagonista español, como Saigo Hayabusa, el protagonista japonés, caen en
manos de señores poderosos y están obligados a llevar un tipo de vida que no
desean. Y ambos lo saben. Para mí el interés de la novela se centra en esa
lucha que llevan los dos para conseguir lo que buscan, la lucha entre ellos y
el poder.
¿También hay afán divulgador en la novela?
Mi trabajo acabó cuando el libro
entró en imprenta. Mi pretensión era contar una historia y a lo mejor no lo he
hecho suficientemente bien. Si la gente lee el libro y le da otros enfoques me
parece perfecto, pero a mí me gusta crear ambiente y tensión para que la
historia tire del lector y genere su propia emoción. Si tuviera afán
divulgador, hubiera escrito un ensayo sobre el siglo XVII, como ya hice sobre
termodinámica. Lo importante de ‘Ronin’ es la historia en sí. Todo lo que hay a
su alrededor ha de servir solo para que funcione y resulte atractiva.
Para acabar: además de tu interés por todo lo japonés y tu amor por los
bonsáis, ¿dónde está Francisco Narla en la novela?
Supongo que diluido en todo el
libro. Desde luego todos los personajes hablan como su autor. Tú puedes
intentar introducirte en la piel de otro pero acabas siendo tú mismo. En la
novela no hay ningún personaje con el que yo me sienta completamente identificado
SOBRE FRANCISCO NARLA
Francisco Narla (Lugo, 1978) es escritor y comandante de línea aérea. A lo
largo de su ya extensa carrera literaria, se ha atrevido con todos los géneros:
novela, relatos, poesía, ensayos técnicos y artículos, estos últimos
relacionados fundamentalmente con su profesión, pero también con sus aficiones
y filias, entre las que encontramos actividades tan dispares como los bonsáis,
el tiro con arco, la pesca con mosca o la cocina. Polifacético donde los haya,
Francisco Narla ejerce también como orador. Así, ha participado en diferentes
foros, como centros universitarios o programas de radio y televisión (Cuarto
milenio, El guardián de la noche o Milenio). Comprometido también con la
defensa de la cultura, ha abanderado proyectos como Lendaria, destinado a
recuperar, proteger y divulgar la tradición mágica de su tierra, Galicia. En 2009 publicó su primera novela, ‘Los lobos del centeno’, tras
cuyo éxito en España fue editada en México para toda Latinoamérica. ‘Caja
negra’, su segunda obra de ficción, vio la luz en noviembre de 2010. El año
2012 lo inició publicando un tratado de aerodinámica, Canon de performance:
masa y centrado, y planificación de vuelo’ y lo concluyó con ‘Assur’,
su tercer proyecto narrativo.