El oficio de escribir se adquiere
escribiendo aunque desde el principio se tenga claro que uno desea escribir. ‘El
amor no es un verso libre’, la nueva novela de Susana Fortes, es un libro con
oficio, bien narrado, de entramado sencillo pero eficaz. La Residencia de
Estudiantes, donde en principio se ubica la acción, era refugio de universitarios
e intelectuales. Un pequeño toque, leve a mi modo de ver, transmite al edificio
la sensación de realidad, le otorga relieve y transforma el centro estudiantil
en algo que sobrepasa la tinta negra y el blanco papel para hacerlo verosímil. Este
leve toque nos lo tropezamos en la página 86: “Oyó el silbato lejano de un árbitro marcando el final de un partido en
las pistas deportivas que estaban al otro lado del edificio y le pareció un eco
tan lejano como su propia juventud”. El deporte, una competición, términos
muy ligados a la actividad académica, aunque no lo parezca, y la juventud, la
que vive en la Residencia, la que quema energías practicando actividad física.
El silbato de un árbitro, lejano además, que aporta al texto una sensación de cotidianeidad,
de salud, de vitalidad. De ahí lo del oficio de escribir: en un detalle tan
nimio, todo un universo construido, levantado, descrito.
El territorio amoroso lo trabaja perfectamente Susana Fortes. Quizá un autor menos experimentado, hubiera optado por la narración con otra voz. A bote pronto parece más sencillo hablar de sentimientos desde el plano personal, desde uno mismo, desde el yo de la primera persona. Sin embargo, la escritora gallega escoge la tercera y es capaz de introducirse con igual precisión en la cabeza de Kate, la protagonista femenina, para describir sus sentimientos, sus sensaciones, sus contrastes, y en la de Álvaro Díaz-Ugarte, el protagonista masculino, para manejarse con soltura en sus contradicciones, en sus pasiones y deseos. Aguda capacidad de observación la suya para narrar con enorme naturalidad lo que pasa por sus mentes, aspecto que corrobora con toda una colección de ademanes ad hoc que complementan sus asertos.
Aunque también se ha movido por
la Italia histórica (‘Quattrocento’), la Albania comunista (‘El amante
albanés’) o la Cuba de comienzos del siglo XX (‘El azar de Laura Ulloa’), la
Guerra Civil y sus prolegómenos, así como la II República son territorios que
Susana Fortes ha transitado con anterioridad. La primera novela suya que leí,
‘Fronteras de arena’, ya deambulaba por esos mismos vericuetos, sin olvidar
‘Esperando a Robert Capa’, que trasladó a la ficción las andanzas del fotógrafo
aventurero y de su inseparable Gerda Taro durante la Guerra Civil. Sin duda se
trata de una época, de unos años, de unas coordenadas históricas, que conoce,
que le fascinan y en las que se mueve como pez en agua mansa, como si revivir aquellos
instantes fuera algo connatural a su persona. Por eso, Fortes es capaz de integrar en un mismo
texto, sin exabruptos, episodios bélicos o políticos destacados: un atentado,
una detención indiscriminada o una trama corrupta, con momentos cotidianos como
tomar una caña mojada en pescaditos fritos o dar un paseo por las calles de
Madrid con los protagonistas cogidos de la mano o del brazo, ajenos a la
atmósfera agitada por el viento incontenible del inminente golpe de estado de
julio del 36.
‘El amor no es un verso libre’ es
una forma distinta de conocer una época que, a todos los de una cierta
generación, nos ha marcado la vida, sobre todo por lo que nos contaron sobre
ella nuestros ancestros, que fueron quienes la padecieron y protagonizaron a
golpe de fusil y bayoneta. Si pueden, mis improbables lectores, sumérjanse en esta
historia. No se van a arrepentir.
‘El amor no es un verso libre’ de
Susana Fortes. Editorial Suma de Letras, 2013; 300 páginas; 16.00 euros.