En
1578, tras la muerte del rey don Sebastián en el desastre de Alcazarquivir,
Portugal queda sin rey. Felipe II aspira al trono que le disputan don Antonio,
prior de Crato, y la duquesa de Braganza. Las potencias europeas, incluido el
papado, recelan del inmenso imperio que acabó resultando de las dos coronas
sobre una sola cabeza, en 1580. Para tal unión fue vital la actuación de don
Cristóbal de Moura, un portugués absolutamente fiel a sus dos patrias y a su
rey don Felipe, que conjugó las intrigas de ambas cortes peninsulares con el
amor apasionado y clandestino por una mujer cuyas diferencias sociales hicieron
imposible un matrimonio legal. Este es el punto de partida de ‘Jaque al peón’,
novela de corte histórico editada por Algaida, con la que Francisco Núñez
Roldán ha obtenido el XVII Premio de Novela Ciudad de Badajoz.
Francisco, ¿cómo te tropiezas con esta
historia?
Todo comenzó porque en mi casa había un libro
que contenía la transcripción de una gran cantidad de cartas entre el rey Felipe
II y Cristóbal de Moura. De este modo conocí al personaje, descubrí su
importancia y el interés de su vida y me di cuenta de que ahí había una novela.
Y ¿cómo surge el
título, ‘Jaque al peón’?
Puse ese título para hacer una paradoja que
atrapase a todo aquel, lector o no, que viese la portada. En el ajedrez es
imposible hacer jaque a un peón. Se puede dar jaque al rey o a la reina, pero
al peón no.
La novela se
encuadra dentro del género histórico y es inevitable incluir una cierta dosis
de ficción, ¿hay mucha en esta novela?
La ficción está en las conversaciones,
revestidas de un historicismo imprescindible, y en los personajes muy
secundarios, pero la estructura y la cimentación histórica de la novela son
completamente reales. Si habláramos de porcentajes ficción-realidad, yo diría
que la cosa esta al cincuenta por ciento.
Por cierto, el
género histórico tiene una clientela de lectores muy fiel, ¿por qué atrae tanto
este género o qué espera encontrar un lector en una novela histórica?
Es verdad que últimamente ha aumentado la
cantidad de lectores del género histórico. Pero si lo piensas bien, te das
cuenta de que este tipo de novelas siempre han existido. El propio Homero,
Pérez Galdós con sus episodios nacionales, Valle-Inclán con las guerras
carlistas y otros muchos escribieron dentro de este registro. Al lector quizá
le atraiga porque le gusta conocer los entresijos de lo que aconteció antes de
que él naciese.
A la hora de
plantearte la escritura de ‘Jaque el peón’ ¿qué ha predominado más: la
peripecia o un cierto aspecto didáctico y divulgador?
Ambas cosas y aún añadiría una tercera:
justificar un poco la figura de Felipe II, porque una vez que lo conoces, realmente vale la
pena reivindicarle frente a todos sus enemigos que fueron quienes crearon la
leyenda negra en su contra. Felipe II necesita ser reivindicado como un rey
más, concienzudo y serio, desde luego no peor que Isabel II o Enrique III de
Francia.
Plumas de ave para
escribir, lacre, códigos cifrados, mensajeros, ¿cómo se documenta un escritor
de novela histórica para ambientar la época sobre la que se propone escribir?
Aparte de la correspondencia contenida en el
libro que citaba al principio de la entrevista, he leído mucha bibliografía que
trata de estos asuntos, incluida la biografía de Geoffrey Parker sobre Felipe
II.
Con la novela
histórica siempre surge la duda sobre el tipo de lenguaje que se utiliza: el de
la época o el actual, ¿cómo se consigue el equilibrio que de estilos que encontramos
en ‘Jaque al peón’?
Me alegro de que digas que he conseguido
equilibrio en el lenguaje del libro. Fundamentalmente, una novela se escribe
para la época en la que va a ser leída, de hecho, las novelas escritas en el
siglo pasado suenan ya añejas. Por supuesto, hay que cuidar la eufonía, es
importante que el lenguaje suene bien. Para eso me ha servido mucho la poesía a
la que le he añadido un cierto barniz historicista, pero sin pasarme.
¿Y dónde queda Francisco Núñez Roldán en esta
novela?
Borges, uno de mis escritores favoritos,
decía que él podía empezar una novela diciendo: nací en tal sitio tal día o un
rey tenía tres hijas, porque en el fondo estaba diciendo lo mismo ya que uno,
sin querer, escribe sobre sí mismo. Al conocer la vida de Cristóbal de Moura yo
me hice muy amigo suyo y también me solidaricé con don Felipe, no pude
evitarlo. Y por ahí debo de andar.
En la época que
discurre ‘Jaque al peón’, ¿el concepto de España estaba ya completamente
asumido en todos sus territorios?
Sí, el concepto de España está consolidado en
esta época, especialmente visto desde el extranjero y ya no se nombra a
Castilla. Así lo encontramos en los tratados de paz y en los libros. Góngora habla de España, Baltasar del Alcázar
también. Cuando se acordaba un tratado de paz se firmaba como la Corona de
España, no como la Corona de Castilla.
A pesar de esto,
es curioso que los partidarios de la unión entre España y Portugal recibiesen
el nombre de partido castellanista y no españolista, ¿por qué?
Eso es así porque los portugueses nos
llamaban los castellanos y no los españoles. Luis de Camoens todavía tiene el
concepto de la Hispania antigua, la de los romanos y los visigodos, la que
había hasta la invasión musulmana. Además, tras los problemas con España
acaecidos en el siglo XIV, en Portugal también tenían la idea de que Castilla
fue quien les intentó invadir y por eso utilizaban ese nombre.
La figura del rey
don Sebastián, fallecido en la batalla de Alcazarquivir, ha perdurado en
nuestros días. El escritor portugués Antonio Lobo Antunes escribió en uno de
sus artículos que todavía había portugueses aguardando su regreso, como si no
hubiera muerto, como si fuera un mesías, ¿eso es así aún hoy?
En la novela trato un poco este tema y
efectivamente el sebastianismo sigue existiendo. Pessoa sigue hablando del
quinto imperio con la vuelta de don Sebastián, pero él, que era muy
inteligente, se refería al imperio de la cultura. Hubo un tiempo en que el rey
se aparecía por aquí y por allá porque
los portugueses con su desaparición habían perdido un poco su identidad y querían
recuperarla usando el mito del regreso del monarca luso. Pero don Sebastián
estaba muerto, su cadáver fue encontrado y, además, destrozado.
La novela habla de
las rivalidades entre los dos secretarios de Felipe II, Gabriel de Zayas y
Antonio Pérez, ¿había dos grupos intentando influir en la política del rey?
Efectivamente, detrás de estos dos
secretarios hay dos partidos: con Antonio Pérez estaba Cristóbal de Moura y con
Gabriel de Zayas, el duque de Alba. Como en toda corte había luchas internas
que no afloraban al exterior pero que estaban latentes.
¿Felipe II fue un
monarca desconfiado?
Sí, Felipe II fue un rey desconfiado. Era muy
minucioso, leía todas sus cartas y añadía postdatas escritas con su propio puño
y letra. Las revisaba a conciencia porque quería tenerlo todo controlado al
detalle. Fue tan trabajador que no conoció vacaciones.
Centrándonos en el
protagonista, Cristóbal de Moura, descubrimos a un portugués pro castellano, que
desempeñó un papel fundamental en la unión entre España y Portugal, pero es poco conocido. ¿Quién fue realmente Cristóbal
de Moura?
Escribí la novela precisamente porque
descubrí, a través de la correspondencia que mantuvo con Felipe II, su
importancia. Felipe II, según cuenta el Padre Sigüenza, confiaba tanto en él
que quiso que Moura fuera quien le amortajase en el momento de su muerte. El
historiador portugués Oliveira Marques habla con gran respeto y admiración
sobre Moura. Lo que ocurre es que en España,
como no hacemos mucho caso de los portugueses, tampoco se lo hicimos a él.
Moura tejió su
propia red de servidores, ¿no existía entonces un cuerpo oficial de espías al
estilo del CNI?
No, no había nada de eso y Moura tuvo que
organizar su propio sistema de espionaje con el dinero que le enviaba Felipe II
para comprar voluntades, algo completamente habitual entonces y que también
hacían Inglaterra y Francia, aspirantes al trono portugués. Precisamente, su
capacidad para preparar esta infraestructura despertó la admiración que muchos
sentían hacia él.
Los criados de
Moura son guardaespaldas, espías, escribanos, correos, ¿eran tan importantes en
la realidad como se nos pinta en la novela?
Ese detalle se me ocurrió incluirlo después
de leer una carta en la que explicaba que el Duque de Osuna acudió a Lisboa con
dos criados para revisar las defensas de la ciudad. Esos criados, en realidad,
eran dos militares disfrazados y entonces pensé que Moura también podía tener
servidores de ese estilo.
Dentro de la
novela aparece el tráfico de esclavos y Fernandillo o Fernanda le pregunta a
Moura si los negros tenían alma, ¿era esta
una creencia común en aquella época?
Sí, en un momento dado se produjo una
polémica acerca de si los negros o los indios, en resumen los que no eran
blancos, tenían alma. Al responderse que sí, procedieron a bautizarlos.
Lógicamente, Moura, que me cae tan simpático, no podía pensar lo contrario.
Las ordenes
mendicantes, la de los mercedarios en concreto, actuaban de intermediarios
entre los rescatados, ¿qué influencia tenía esta orden en la política nacional?
Estas órdenes, en concreto la Orden de la
Merced, iban con dinero a rescatar a los prisioneros cautivos de los musulmanes.
Se les llamaba los alfaqueques, que quiere decir los liberadores. Era gente muy
respetada y tenía mucho trabajo. Precisamente a uno de estos monjes, Juan Gil,
le debemos que ‘El Quijote’ haya llegado hasta nosotros, ya que se ocupó del
rescate de Miguel de Cervantes que estaba encerrado en Argel.
La última por hoy:
¿qué proyectos literarios te aguardan en un futuro más o menos próximo?
Aunque la anterior no lo fue, últimamente me
salen novelas históricas sin querer. Es algo involuntario. La que estoy
trabajando ahora también lo es y se centra en un periodo que abarca desde la
Guerra Civil a nuestros días.
SOBRE FRANCISCO NÚÑEZ ROLDÁN