Se fue
García Márquez. Una pérdida, una lástima. Recuerdo que leí muy joven ‘Cien años
de soledad’. Recuerdo que me gustó, que me deslumbró. Recuerdo también que
muchos cabos se me escaparon. Pero dejé pasar el tiempo. Me entretuve con sus aurelianos
y otras historias. Un día me senté a escribir. Jamás había pensado que lo
haría. Y publiqué cuentos e incluso gané algún premio. Entonces vi que el
realismo mágico estaba allí, de incógnito, sin permiso, que incluso había creado mi propio Macondo, la
República de Malavia con su capital Haivà. Releí entonces ‘Cien años de soledad’,
me gusto de nuevo y, como la primera vez, también salí extasiado. Se me
escaparon menos cabos, pero alguno todavía quedó suelto y reclama una tercera
lectura. Mientras tanto me emocioné con ‘El amor en los tiempos del cólera’, ‘El amor y otros demonios’ y con los relatos
de ‘Doce cuentos pelegrinos’. Fue después cuando me tropecé con la cándida Erendira y
comprendí que América del Sur era un territorio enorme, literario y real, en el
que cabía absolutamente todo. Todo y más. Gracías, Gabo, descansa en paz.