‘El
primer héroe’, la nueva novela escrita por Martí Gironell, editada por
Ediciones B, describe la vida cotidiana de un poblado neolítico que existió en
torno al año 5000 a. C. El protagonista, Ynatsé, es el escogido por los dioses
para proteger a su pueblo y encontrar el remedio del mal que asola a su
comunidad. Esta misión le obligará a viajar por diversos poblados europeos en
busca de la solución, alcanzando lugares inimaginables en Francia, Inglaterra y
Oriente Próximo. El mundo neolítico es un gran desconocido, por esto la
literatura solo puede intentar recrearlo y mostrar, con documentación e
imaginación, cómo eran las personas y sus relaciones, cómo era su entorno, el
clima, el paisaje y los recursos con los que contaban. Estos son los pilares,
nunca mejor dicho tratándose de la Prehistoria, en los que el escritor
gerundense asienta el argumento de ‘El primer héroe’. No muchas veces, y ya
llevo unos cuantos años en esto, he entrevistado a un autor tan entusiasmado
con su obra, con su novela y con su trabajo de documentación e investigación.
Soy
licenciado en filología inglesa y periodismo y a mí la Historia, como
disciplina, no me decía nada. Sin embargo, siempre he tratado de fijarme en
aquellos episodios que llaman mi atención, estudiarlos y explicarlos a mi
manera. Creo que la definición más correcta sobre lo que yo hago sería la de
periodista histórico, porque busco información escrita y hablo con personas
especializadas para obtener un producto bien documentado y con el mayor rigor posible.
‘El primer héroe’ abarca un periodo largo, aunque cinco mil años no son nada,
lejano y poco conocido y con la novela he pretendido además reivindicar un par
de yacimientos catalanes que existen y explicar cómo vivía aquella gente.
¿El proceso de elaboración de ‘El primer héroe’ ha
sido muy costoso?
He
invertido más de seis años en esta obra y la he ido construyendo poco a poco,
alternándola con otros proyectos. Nada más publicar ‘El puente de los judíos’
ya comencé a escribirla, pero como la tarea de recopilación era ardua, la
cogía, la trabajaba, la dejaba, la volvía a coger, la volvía a dejar, y así hasta
hoy. He tenido la fortuna de que el tiempo jugaba a mi favor, porque desde entonces
se han producido nuevos descubrimientos que han enriquecido el texto.
¿Y cómo surgió la idea de escribir sobre
tiempos prehistóricos?
Todo
se desencadena a partir del descubrimiento, en el año 1991, del yacimiento
prehistórico del lago de Banyoles. La prensa de hizo eco del hallazgo y
comenzaron las tareas de reconstrucción de las cabañas enlazándolas con las
cuevas de Serinyà, que no están muy lejos de allí. Ambos eran lugares por los
que yo pasaba todos los días cuando iba a Girona o al instituto, me resultaban
muy próximos y no me costaba nada imaginar cómo vivió aquella gente. Poco a poco
fui pensando que estaría bien escribir
sobre este tema.
Pensaba que la idea te venía de pequeño,
de las aventuras de Altamiro de la Cueva publicadas en el TBO (le muestro una
historieta del personaje dibujado por Joan Bernet Toledano)
¡Ostras!
[Risas] Es cierto, no me acordaba de él. No, no fue esta imagen la que me
inspiró, ni tampoco la serie de televisión ‘Érase una vez el hombre’. La verdad
es que el Neolítico, es una época muy documentada pero poco explicada a pesar
de que está muy próxima a nosotros y que sus moradores se nos parecen mucho.
Quizá por todo eso me entraron ganas de escribir sobre ellos.
A la hora de sentarte a escribir ‘El
primer héroe’, ¿te interesaba más la peripecia narrativa o el afán divulgador
de la época?
Para
mí un libro es un gran medio de comunicación, una forma de contar cosas y
hacerlas llegar a los lectores despertando su curiosidad. Creo que la peripecia
rima bien con el afán divulgador y viceversa. Como escritor, te inventas la
historia de un hombre del que dices que ha sido escogido por los dioses para
llevar a cabo una empresa. Los seres humanos de entonces estaban muy
comprometidos con la comunidad a la que pertenecían y ese el pretexto que da
pie a explicar cómo se vivía hace cinco mil años. Al mismo tiempo aprovecho
para reivindicar la palabra primitivo, dejando claro que es un término que no
se refiere a gente que no sabía hacer nada sino todo lo contrario, ya que ellos
fueron los que efectuaron los primeros descubrimientos tecnológicos y sentaron
las bases de lo que ahora somos. Llamarles primitivos peyorativamente es casi
un insulto porque ahora nosotros somos tan inútiles que necesitamos un gps para
movernos y, en ocasiones, no sabemos ni utilizarlo.
Como escritor puedes hacer algo que está
vetado a los historiadores: especular e inventar. ¿Qué porcentaje de ficción y
realidad hay en la novela?
En
este libro hay mucha más ficción que realidad, porque no puedo justificar todas
las cosas que cuento. Sin embargo, creo que la narración es razonable y que
está rigurosamente documentada. Podríamos decir que es una ficción muy real y
sobre todo verosímil, que es lo que yo trataba de conseguir. Los arqueólogos e historiadores
que me han facilitado información y me han asesorado comentan que lo que
explico en la novela es más que factible. Y con esa afirmación me siento más que satisfecho.
‘El primer héroe’ está narrada en
tercera persona, ¿por qué?
La
verdad es que a la hora de escribir no me hice demasiados planteamientos en
este sentido. Supongo que me resultaba más fácil tomar distancia a través de la
tercera persona que hacerlo a través de Ynatsé narrándola en primera.
Y Martí Gironell, ¿dónde se esconde en
estas páginas?
Pienso
que estoy repartido por todas partes, desde en el perro que huele la barriga de
Aynires, cuando queda embarazada, hasta en el caballo Bram, en Ynatsé o en
Baasi. Como autor se me encuentra más en el estilo que en la trama. Hay
personas que afirman que me reconocen en lo que escribo, pero yo no lo tengo
tan claro. La verdad es que creo que me implico en cualquier aspecto de la
novela: soy un poco de todo.
El egiptólogo Howard Carter debió experimentar
una sensación muy especial al ser el primer hombre blanco que metía sus narices
en la tumba de Tuthankamón, ¿has sentido tú algo parecido al asomarte a la
ventana del Neolítico?
No
lo sé porque no me puedo imaginar la sensación que tuvo Carter. Ahora bien, sí
que me he puesto en la piel de la gente que hacía cosas por primera vez y he
podido comprobar que el ser humano actual ha perdido su capacidad de
observación. Cuando a mi padre, que era carpintero, le daban un trozo de madera
y le pedían que sacara un San José de su interior, él lo hacía sin demasiados
problemas porque lo veía. Si ahora nos fijamos en la gente y observamos a
nuestro alrededor, tal vez encontremos las herramientas necesarias para afrontar
circunstancias adversas. Evidentemente, enfrentarse con algo la primera vez
lleva consigo el riesgo de equivocarse, pero al mismo tiempo presenta la
satisfacción de ser el primero que lo hace. Ese precedente que tú estableces,
los que vengan detrás lo desarrollarán y perfeccionarán o bien dirán que no les
sirve para nada y lo dejarán estar.
Ciertamente
yo no sé si pensaban como yo digo en la novela, pero si analizas un poco y estudias
sus reacciones en otras situaciones similares, enseguida te das cuenta de cómo
debieron hacerlo y de si fueron por aquí o por allá. Se trata de echarle un
poco de imaginación.
En la escuela nos enseñaron que el
hombre cazaba y la mujer cuidaba niños y preparaba la comida, ¿esos roles
estereotipados eran los ciertos?
Creo
que es bueno romper falsas imágenes que nos han metido en la cabeza, no solo en
las escuelas sino también en el cine. Por lo que he visto y estudiado, y
gracias a las pinturas encontradas en las cuevas valencianas de Bicorp en la
comarca de La Canal de Navarrés, se puede afirmar que todos hacían de todo y
que las mujeres desarrollaban más trabajo que los hombres: cuidaban a los niños
y enfermos, recolectaban la miel, trabajaban en el campo, preparaban la
cerámica, curtían las pieles, ayudaban a construir armas y también participaban
en las cacerías. En este sentido, probablemente no se limitaban a espantar a
los animales para que los hombres los cazasen, sino que también llegaron a
utilizar las armas, al menos eso indican las pinturas de Bicorp. Los hombres,
además de en las cacerías, también colaboraban en las tareas agrícolas.
Ynatsé, el protagonista, emprende un viaje
vital para la supervivencia de su comunidad, ¿el viaje era la forma de adquirir
nuevos conocimientos y transmitirlos?
El
viaje le permitía conocer otras colectividades y ver el grado de desarrollo y organización
social que habían alcanzado. Ynatsé encontró lugares donde había ya carros
tirados por ruedas, ciudades que comenzaban a amurallarse para mejorar sus
defensas o poblados que ya desarrollaban una incipiente escritura cuneiforme. A
medida que se aproximaba más al Oriente Próximo, los grupos estaban más
avanzados y sus sociedades eran más sofisticadas. Ese es el retrato que la
ingente documentación que he manejado me ha permitido dibujar.
¿Pero los pobladores de estas
colectividades realmente viajaban?
Sí,
estos pueblos eran de naturaleza nómada y viajaban. Los viajes se efectuaban de
forma individual, aunque también en grupos de dos o tres personas, lo cual
permitía afrontar mejor los peligros que les acechaban pero, al mismo tiempo,
los posibles accidentes que sufrieran podrían retrasarlos en su periplo. Querer
conocer es sinónimo de viaje y de aprendizaje. Si una persona, a su regreso,
comenta con los demás lo que ha visto y aprendido, significa que ha traído la
mochila llena de nuevos conocimientos. A los dioses se les rendía culto, pero
el hombre ya era el centro del universo, como lo demuestran las estatuas de
seres humanos de este periodo encontradas, y se había dado cuenta de que la
única forma de progresar era desarrollarse por sí mismo.
En alguna entrevista te he escuchado
decir que muchos hombres neolíticos morían por estrés.
Sí,
es verdad. El viaje presentaba riesgos y suponía miedos. Las tensiones que
sufrían estas personas cuando abandonaban su entorno, su territorio y su
pueblo, sin saber muy bien qué iban a encontrarse, les producía una gran
desazón, que frecuentemente les conducía a la muerte. Precisamente para evitar
estas muertes comenzó a desarrollarse la medicina. En el Neolítico se
practicaron las primeras trepanaciones.
Y la última por hoy: ¿trabajas ya en
algún nuevo proyecto?
Esta
es una pregunta muy difícil de contestar para mí. En mi mesa hay una carpeta,
que le llamo ‘Ideas’, que contiene cantidad de cosas y no sé por dónde tiraré.
Hay tres proyectos avanzados, que van creciendo poco a poco, pero no tengo nada
claro. Dos son de género histórico y el otro no. Hasta que no acabe la
promoción de ‘El primer héroe’ no me decidiré. En la editorial les gustaría que
esta novela tuviera una segunda parte o que se convirtiera en una saga, pero en
principio no contemplo esa posibilidad.
Herme
Cerezo/SIGLO XXI, 02/06/2014
SOBRE MARTÍ GIRONELL
Martí Gironell i Gamero (Besalú, 1971) es licenciado en periodismo y en literatura inglesa. Actualmente trabaja en el servicio de informativos de TV3 y colabora en el periódico El Punt Avui. Entre sus libros publicados destaca 'El puente de los judíos' (2007) del que vendió más de cien mil ejemplares y fue traducido a varios idiomas. Su siguiente novela, 'La venganza del bandolero', ganó el premio Néstor Luján de Novela Histórica en 2008. 'El arqueólogo' (2011) y 'El último abad' (2012) lo confirman como un reconocido autor de la novela del género histórico de nuestro país.