“Escribo con esto,
mira, - dice,
al tiempo que me enseña su portátil minúsculo y extraplano extraído de su bolso
negro -, lo llevo siempre conmigo, a
todas partes, igual que estos libros. Parezco la Biblioteca Nacional”. Quien
habla es Marta Fernández (Madrid, 1973), periodista, presentadora de
televisión, actualmente en Cuatro, y ahora autora de su primera novela, ‘Te
regalaré el mundo’, editada por Espasa, la historia de un hombre que tendrá que
inventarse un mundo para conjurar su dolor y de otro, que ofrecerá su dolor a
cambio de inventar un mundo nuevo, en suma, las vidas de un padre huérfano y de
un hijo perdido. Todo ello narrado en dos planos temporales, uno actual, que
conocemos a través de la voz de Leo, y otro anterior, anclado en el siglo
XVIII, cuyo protagonista es Héctor de Rossum. Marta, vestida de negro, sonrisa
impecable y mirada despierta, llegó a
Valencia en el atardecer del primer viernes de octubre. Lo hizo en un Ave apresurado,
con el tiempo justo para atender a los medios y regresar a Madrid esa misma
noche. La promoción es así, destila minutos y palabras por donde puede.
¿Ser una persona popular,
conocida en los medios de comunicación, perjudica o beneficia a la hora de
publicar?
De entrada, sin duda, beneficia. Tenía la
novela en la cabeza desde hacía muchos meses, estaba documentándome para
escribirla y al mismo tiempo me preguntaba qué habría que hacer para publicarla
una vez acabada: entregarla a alguien, enviarla a editoriales, inventarme un
seudónimo… Tuve la suerte de que en una entrevista comenté que estaba
escribiéndola, una persona de Espasa me vio, me llamó para interesarse por ella
y todo vino rodado. Pero independientemente de esto, creo que un libro es una
criatura que ha de tener su propia vida. Me gustaría que la gente se olvidase
de quién es el autor y se centrara en el texto. Cuando yo leo, no me interesa
en absoluto la vida de quien lo ha escrito, pero también es innegable que ser
una persona conocida me ha ayudado mucho.
Creo que es una novela en la que he dejado
correr mucho mi imaginación. Indudablemente hay elementos propios, porque una
escribe con todo lo que tiene a mano, pero no es una novela con rastros
autobiográficos aunque sí contiene aspectos que me gustan mucho como la
literatura, el barroco, el Siglo de Oro, la música, la ópera… El hecho de que
Leo, el protagonista que escribe la novela, sea periodista como yo, también es
una pura coincidencia con la realidad.
‘Te regalaré el
mundo’ está estructurada en dos escenarios: uno actual, narrado en primera
persona, y otro del siglo XVIII, en tercera, ¿por qué has escogido esta doble
forma de contar?
Cuando me senté a escribirla, la tenía bien
estructurada y me planteé si debía trabajar primero una parte hasta acabarla y
luego la otra. Pronto me di cuenta de que no podía ser así, tenía que
simultanearlas porque es una novela con engranajes, con muchos nudos que había
que ajustar continuamente. Por otro lado, me produjo placer y me resultó
divertido hacerlo de ese modo, porque así colocaba cada cosa en su sitio: lo de
la primera persona en primera y lo de la tercera en tercera. Hubo momentos en
los que estaba trabajando con el narrador omnisciente y deseaba pasar a la
primera persona para darme a mí misma un refresco, un respiro.
La historia
actual, la que protagoniza Leo, está construida con frases más cortas que la de
Rossum, mucho más pausada, ¿cuestión de ritmos o de compensación?
La verdad es que quería compensar el estilo
de una con el de la otra. No podía escribir igual la historia actual, en
primera persona y con los tics propios de los periodistas de hoy en día, que la
del siglo XVIII, contada por un narrador omnisciente. Además, la novela que
escribía Leo tenía que reflejar cosas de su propia vida, pero escritas de otra
manera. Una de las dudas que me asaltaron era conocer cómo hablarían el siglo
XVIII, saber si a los niños les llamaban de tú o de vos… Tuve que averiguarlo y
resolver ese reto de hacer dos cosas distintas me resultó muy estimulante.
Como ya has
comentado, Leo está escribiendo una novela que nos entrega en cuentagotas,
¿cómo sabe un escritor que ese texto, que se crea ad hoc, reúne las
condiciones adecuadas para no desmerecer el resto del libro? Porque si se trata
de una obra de otro autor, ya conocida, la cosa parece mucho más sencilla…
Pues, aunque la tuve clara desde el
principio, albergaba dudas sobre la historia de Rossum. La novela arranca a
partir de una anécdota de Descartes, que tuvo una hija, Franzine, que murió a
los cinco años. A partir de ese instante, él se convirtió en una persona huraña
y mucho después se descubrió que había pasado el tiempo construyendo una
reproducción de su hija, bajo la forma de un autómata. Esta leyenda, que de
modo probable es apócrifa, resulta absolutamente poética y a mí me arrebata. Desde
luego nunca supe si estaba bien, pero siempre le tuve más fe que a la propia
historia de Leo, que no era otra cosa que una duda y no sabía si excesiva o no.
De todos modos, sí que es verdad que hay algo extraño en hablar sobre algo que
está escribiendo un escritor que, en el fondo, eres tú misma.
En la página 207
leemos que “Siempre he creído que los
libros nos eligen, como nos eligen los amigos. Que se hacen visibles en las
estanterías para que nos los llevemos en el momento adecuado”. ¿Verdaderamente,
eso es así?
Sí, creo que es así. Una no elige las cosas
que le gustan, ni a sus amigos, ni a la persona de la que se enamora. Estas
cosas suceden como una explosión, como una especie de epifanía, se dan así, se
van colocando... Lo hacen por tiempos y quizá por eso perdemos amigos, pero, al
final, todo cuadra. Pensamos que tenemos mucho poder sobre lo que hacemos con
nuestras vidas, pero a veces ni siquiera podemos escoger un libro, sino que nos
lo tropezamos en el kiosco del aeropuerto mientras esperamos para embarcar. Y en
ocasiones, lo que leemos en sus páginas nos cambia la vida.
Desde el primer
capítulo de ‘Te regalaré el mundo’ entramos en un juego en el que a veces hay
que averiguar cosas para entenderlas mejor, ¿ése es uno de los objetivos de la
novela?
Me interesan esas novelas que proponen
juegos, que tienen enigmas, referencias, huevos de Pascua escondidos… Soy un
poco como Arnau, el compañero de redacción de Leo, en el momento en que entra
en el Real y recita versos de ‘La Vida es Sueño’ de Calderón de la Barca o como
aquella persona que consiguió colar un verso de Góngora en un telediario para
ganar una apuesta. Me gustan esas pequeñas sorpresas en la vida y en la
literatura. El que acepte ese juego buscará más cosas o reconocerá de inmediato
algo en el libro, porque se corresponde con algo que ya conoce. Quien no lo
haga, pues habrá pasado sobre un verso de Valente sin más. Pero el verso está
ahí, en el libro, porque está en mí.
En la novela
existe un espíritu embellecedor, lo encontramos en frases como “un milagro laico”, “me monto en el metro y en mis recuerdos”
o “periodistas por el camino de la
desilusión”, ¿te interesa más la forma que el fondo o prefieres lograr un
equilibrio?
Siempre he sido una formalista convencida. Si
alguien me dice que le gusta cómo está escrita la novela, para mí es un halago
total, porque yo me busco entre las palabras y las imágenes. Y esto también me
ocurre con el cine. ‘Casablanca’ nos cuenta un argumento bien sencillo y ‘2001:
una odisea del espacio’ para mí destaca por su forma, por su envoltorio. Las historias también me
interesan, pero creo que las que perduran son las que están bien contadas. Billy
Wilder dormía con un cuaderno en su mesilla para que, si se le ocurría una idea
genial, tener papel dónde apuntarla. Un día la escribió y al despertar leyó lo
que había escrito: “chico gusta chica;
chico pierde chica”. ‘Te regalaré el mundo’ habla de la búsqueda de la
identidad y de las cosas que perdemos. Al final, las historias son siempre las
mismas y lo que hace que perduren en la memoria es que el escritor, mientras la
escribe, sienta placer.
Siguiendo con la
gran pantalla, tu estilo resulta muy visual, muy cinematográfico, ¿esa visión
te ha mediatizado a la hora de construir la novela?
No, no me mediatiza para nada. Es algo que
llevo dentro y creo que hay una cierta generación de escritores que pensamos en
imágenes. De hecho, cuando escribía veía los planos de lo que contaba. Alguien,
que leyó la novela muy al principio, me dijo que tenía mucho de operística, de
puesta en escena y eso me alegró mucho. De todos modos, será difícil llevarla
al cine si no es como una película de dibujos animados, porque recrear el
incendio de un alcázar o una representación de Farinelli resulta costoso y
difícil.
Por las páginas de
‘Te regalaré el mundo’ desfilan Couperin, Scarlatti, Farinelli, Buxtehude… Su
presencia, ¿es producto de las exigencias del guión o de tu gusto personal?
Es mi gusto personal, sin ninguna duda,
escribí la novela escuchándolos a todos ellos. Soy muy groupie de la música barroca, la adoro, igual que a la ópera. De
hecho tengo una lista de obras para subirla a Spotify pero nunca lo hago porque
no paro de añadir composiciones. La gente te dice siempre que escribas sobre lo
que sabes, pero yo prefiero hacerlo sobre lo que me gusta. Por eso hablo sobre
la ciencia y sobre un Madrid que existió y que a mí me parece que debió de ser
así.
La última por hoy:
la novela encierra una sorpresa final, ¿la has incluido porque te gusta hacerlo
así o para recompensar al lector por concluir la lectura?
Creo que por ambas cosas. Lo que encontramos
al término de la novela explica lo que pasa en ella o, quizá, lo pone en duda.
Pero lo que es incuestionable es que la historia partía de lo que hay al final.
SOBRE MARTA FERNÁNDEZ
Periodista y escritora, Marta Fernández Vázquez
(Madrid, 1973) empezó a trabajar en Diario 16. Tras pasar por Televisión
Española, Telemadrid y CNN+, llegó a Telecinco. Actualmente presenta Noticias Cuatro
1. En todo ese tiempo nunca ha dejado de escribir y fruto de ello es su primera
novela: ‘Te regalaré el mundo’.