“La gala musical en el espectacular auditorio de Los Ángeles era divertida y todos los asistentes lo pasaban muy bien. Productores musicales, cantantes, actores, modelos y guionistas de cine bebían, bailaban y cantaban al sonido de la mejor música del momento. Uno de los asistentes más solicitados era Anthony Ferrara, Tony para lo amigos”. Con este comienzo pelín fashion que, quizá, invita a soñar, arranca ‘Sígueme la corriente’, la nueva novela de Megan Maxwell, publicada por Planeta en su colección Esencia contemporánea. La escritora nacida en Alemania, de madre española y padre americano, pasó por Valencia y habló de lo variopinto de sus seguidores, mayoritariamente mujeres, aunque también hay hombres que la leen. “Mis novelas son para todos. Me leen desde niñas de dieciocho años hasta señoras de setenta y muchos. No tengo ránking de edad”. En España el género romántico ha conocido momentos gloriosos. Durante los años cincuenta y sesenta, la escritora Corín Tellado alcanzó un éxito muy importante con sus novelas y fotonovelas. “Mis historias significan lo mismo que las de Corín Tellado en su época. Hasta no hace mucho a la literatura romántica se le consideraba un género de segunda fila, pero hoy la forma de escribir ha cambiado mucho, porque las mujeres también hemos evolucionado. En mis libros hablo de guerreras, mis protagonistas femeninas son muy luchadoras, no se arrugan y no se desmayan cuando alguien las mira o les dice cualquier cosa”. Si algo llama la atención es el escaso eco que encuentra el género romántico entre los críticos literarios de los grandes medios. En su lugar, ‘Sígueme la corriente’ llega avalado por elogiosos juicios emitidos por blogueras y blogueros. “Es cierto que en España los críticos ningunean este género. Soy la escritora que le hace la competencia a Grey y, si
hubiera vendido tanto como ella, estaría presente en la prensa. Hace un tiempo, viajé por varios países de Sudamérica y aparecí en las portadas de algunos de los principales diarios hispanoamericanos, como el periódico ‘La Nación’ de Argentina. Desde entonces, sé y entiendo lo que significa ser un ídolo al otro lado del charco”. Al contrario de lo que ocurre con los críticos, sus lectoras y seguidoras, lectores y seguidores, son legión. Más de treinta y siete mil asiduos y asiduas de su web lo atestiguan. “Me encuentro en el punto exacto. A mis lectores les doy lo que quieren, las fantasías que todo el mundo tiene y que pocas personas practican. Para penas ya tenemos suficiente con la realidad”. Y la opinión lectora es tan importante para ella que, en ocasiones, se deja llevar por sus sugerencias. “Unas veces, si observo alguna idea que es interesante, la atrapo enseguida y la llevo al papel. Para escribir el segundo volumen de ‘Pídeme lo que quieras’, solicité sugerencias y opiniones sobre lo que los lectores querían que sucediese en el libro. De las que recibí, aproveché aquellas que me parecieron mejores. Otras veces, en cambio, sigo mi propio criterio para elaborar los argumentos”. Las sesiones de firma con sus seguidores constituyen para Megan todo un tour de force. “Resulta algo cansado porque las colas son grandes, ayer sin ir más lejos en Barcelona acudieron trescientas personas, y porque mi firma consiste en dedicatoria, beso y foto, lo cual multiplicado por tantas personas resulta agotador. Pero no me quejo. Yo trabajaba en una asesoría jurídica y desarrollaba un cometido triste, ya que llevaba asuntos de siniestros y accidentes. Ahora la gente me saluda cuando viene a verme y me anima, lo cual resulta muy gratificante”.