«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 9 de abril de 2015

Cabaret Biarritz de José C. Vales. Ed. Destino. Premio Nadal 2015. Una propuesta arriesgada que obtuvo premio.

El Premio Nadal 2015, entregado en la noche del seis de enero como cada año, ha ido a parar a manos de José C. Vales, un zamorano nacido en el año 1965, que hasta ahora había publicado una novela en 2013, ‘El pensionado de Neuwelke’, y había trabajado en proyectos de traducción y edición tales como ‘Cuentos de Navidad’ de Charles Dickens, ‘Orgullo y prejuicio’ de Jane Austen y ‘Frankenstein’ de Mary Wollstonecraft y Percy B. Shelley. La novela que ha merecido el galardón lleva por título ‘Cabaret Biarritz’. La publicación, como siempre, a cargo de Ediciones Destino.
‘Cabaret Biarritz’ es la narración efectuada por Georges Miet de la investigación llevada a cabo por el periodista Paul Villequeau, Vilko, el fotógrafo Marcel Galet, especializado en catálogos pornográficos, comisionados ambos por el diario ‘La Petite Gironde’ de Burdeos, y la extravagante y bella Beatrix Ross Buttgereit-Dientzenhofer, para esclarecer los luctuosos sucesos acaecidos en la localidad francesa de Biarritz en 1925. Miet es un escritor segundón, “un muchacho artrítico, cojo y casi ciego cuyo talento apenas si había asomado en varios relatos que obtuvieron algunos galardones menores en salones literarios de provincias y en ciertas instituciones académicas de segundo orden”, que es contratado por el editor Fourac para escribir una novela sobre estos episodios. Sin embargo, este segundón de las letras, se entregará con pasión a su cometido, cuya realización se prolongará a lo largo de varios años y quedará recogida en media docena de libretas manuscritas, sin que el propio Miet llegue a ver su obra publicada, cosa que sucederá en el año 2009 a cargo de la Editorial Atlantis de Burdeos, siguiendo los criterios expuestos por la profesora de la cátedra J.J. Rousseau de Lyon, Camille Muratier.
Aunque no es nuevo este tipo de estructura, Miet concibe su novela bajo un formato de entrevistas realizadas a personas que vivieron los acontecimientos de 1925. La panoplia de personajes es muy amplia y Vales asigna a cada uno su rol y su verbo peculiar, muletillas y delirios oratorios incluidos, una tarea nada sencilla y de la que sale con buena nota. Cada personaje, una criada, un piloto de globos aerostáticos, un lanzados de cuchillos, un millonario, un policía, una señora distinguida, un enterrador, un maestro joyero o una bailarina ligera de cascos, cuenta a Georges Miet lo que sabe o recuerda del caso, tomando como punto de partida el papel que jugó en aquellos momentos. Algunas explicaciones son ciertas y otras inventadas, pero todas contribuyen al buen seguimiento del hilo argumental y al desenlace del caso, con pirueta final incluida.

Dado, además, que la novela se presenta bajo el envoltorio de libro de historia, con abundantes aclaraciones tanto del narrador como del editor, resulta imprescindible la lectura de las notas a pie de página – en ocasiones son más que eso –, que en determinados pasajes establecen una especie de diálogo entre el texto narrativo y la aclaración respectiva. Precisamente el tono de estas notas, al igual que la introducción, ‘Génesis, olvido y resurrección de las “entrevistas de Biarritz”’,  y la relación bibliográfica que lo acompaña – falsa, por supuesto, no olvidemos que esto es una novela – por momentos, y aunque pueda parecer una afirmación exagerada, recuerda los relatos en los que el argentino Borges citaba obras inexistentes, magnas y enciclopédicas, a las que atribuía argumentos y teorías indispensables para sustentar sus escritos. Por algún lado y de alguna manera tenía que emerger el oficio de traductor de José C. Vales. En la introducción, además, ya se da un toque de atención al lector de lo que vendrá después que, sea lo que sea, llegará señalado por la marca de la ironía y del fino disparate. Ningún personaje va a escaparse del fino sentido del humor del autor, y si alguien tiene duda, que le pregunte al secretario judicial Démosthène Urruticoetxea-Blas, el más caricaturizado de todos los personajes, eso sí, no sin haber firmado  “aquí, y aquí”, haber rellenado el formulario o formularios correspondientes y abonado las pólizas oportunas. “Muy bien, gracias”.
‘Cabaret Biarritz’ es también una postal histórica a través de la cual el escritor zamorano esboza un retrato de la sociedad que se daba cita en la localidad francesa: duques, millonarios, artistas de variedades, pintores, periodistas, pero también cabareteras, tahúres y otra gente de un vivir digamos irregular.  A este respecto, en uno de los últimos capítulos, el juez Mathias Dupont sale en defensa de la turística localidad francesa, ponderando sus virtudes y exculpándola de los hechos acaecidos en 1925. Así, en un artículo publicado en ‘La Nouvelle Gazette’, escribe que “Biarritz es compendio y epítome de la felicidad estival, y que ni por razón o caso algunos puede darse a entender o sugerir o insinuar que nuestra amada ciudad es escenario propicio para este tipo de sucesos”.  Diecisiete años más tarde, y ya desde su destierro en la isla de la Réunión, el propio juez atribuirá el descrédito de Biarritz a los periodistas, en concreto a Vilko y Marcel Galet, que “son le peste bubónica de nuestro mundo moderno” y “sembraron la cizaña en Biarritz para que las murmuraciones, como pestilencias etéreas, recorrieran las calles de la ciudad desde el faro hasta la Côte des Basques”.
Entre otras muchas cosas, ‘Cabaret Biarritz’ deja un par de perlas en su discurso. Hay más, claro. La primera hace referencia a los críticos literarios, de los que en la página 369 se afirma que “son como los microbios, que siendo tan poca cosa, tan nimios, tan diminutos y aparentemente irrelevantes, son capaces de arruinar una vida y una carrera artística, sea buena o mala o regular, sin que les tiemble la mano con la que emponzoñan sus cuartillas ni les importe un bledo”. La segunda es mucho más sensorial, el espejo de un mundo sosegado y tranquilo. En ella, la alpinista Pascaline Saint-Barhélemy, señala que “las personas que tienen el espíritu sosegado no salen a los caminos, ni se internan en los bosques, ni suben los estrechos senderos de los montes, ni se aventuras en las cumbres. Los hombres tranquilos y las mujeres pacíficas se quedan en sus casas, leyendo poemas y periódicos, y revistas para damas, y escribiendo cartas a los parientes lejanos, y bordando o zurciendo”.
Para terminar. Dicen que en los concursos literarios – rumores, leyendas, realidades, mitos, componendas y falsedades aparte –, los jurados miran de reojo las propuestas innovadoras. Lo mejor es sujeto, verbo y predicado, estructura clara y pocas licencias literarias. ‘Cabaret Biarritz’ es justo lo contrario: una apuesta arriesgada, eso sí, dentro de unos límites, que ha obtenido premio: el Nadal 2015. Muy justo, creo.

Herme Cerezo


‘Cabaret Biarritz’ de José C. Vales. Ed. Destino. Barcelona, 2015. Tapa dura. 448 páginas. Precio: 20 euros. 

Calificación: 3