La
nueva novela de Antonio Cabanas, ‘El camino de los dioses’, publicada por
Ediciones B, nos acerca a un momento histórico único: cuando el Antiguo Egipto
sucumbe ante el empuje de un nuevo orden dispuesto a devorar a sus dioses
milenarios. En medio de esta situación se encuentra Amosis. A través de su
vida, que nos llevará desde el Alto Egipto hasta los lejanos desiertos de Nubia
y desde Alejandría hasta las islas del Egeo, el lector recorrerá los años
convulsos en los que las tres grandes civilizaciones clásicas, el decadente
Egipto, Grecia y la emergente Roma, convierten el Mediterráneo en un fascinante
crisol de culturas. Sobre ‘El camino de los dioses’, que ha sido elegida por
los lectores y críticos del blog Todoliteratura.es
como la mejor novela histórica del año 2015, y también sobre Egipto tuve la
ocasión de conversar con el escritor canario en el Room Service Lounge Bar del Hotel Ayre Astoria de València.
Antonio, desde el cielo, cuando
pilotabas aviones, ¿cómo se veía Egipto y sus pirámides?
Como
decía Von Daniken «se ve el mundo con los ojos de Dios». Tuve la oportunidad de
ver las pirámides e incluso y con el permiso de Control, pude sobrevolarlas.
Recuerdo que invité al pasaje para que las viera a través de las ventanillas. La
verdad es que son tan impresionantes como cuando estás abajo, pero desde las
alturas se observa la verdadera dimensión de estos monumentos.
Aunque ya no ejerces, ¿durante los
vuelos te quedaba tiempo para pensar en tus novelas?
Todo
depende de la duración del viaje. Si era breve, el tiempo se iba en el propio
trabajo, en el chequeo mecánico y sistemático de los mandos. Si el vuelo era
largo, más de tres horas, aunque uno siempre estaba atento a cualquier
incidencia, siempre quedaba algún hueco disponible para charlar o pensar en alguna
historia.
Con ‘El camino de los dioses’ llevas ya
siete novelas escritas sobre Egipto y lo que te queda, ¿la cultura egipcia es
un filón inagotable?
Es
una civilización tan sumamente fascinante que invita a serlo, porque no solo alberga
un misterio que nos alienta a soñar, sino que además duró tres mil años y ese
tiempo tan largo da para mucho. Egipto es un país hermético, misterioso, que
cada vez que lo miramos nos sorprende por la capacidad que tuvieron sus gentes para
hacer cosas que hoy se nos antojan imposibles.
Como escritor, el hecho de que te identifiquen
como alguien que solo escribe novelas sobre Egipto ¿es bueno, malo o
indiferente?
Es
inevitable que a los autores nos encasillen en un género determinado. Una de
mis novelas es un thriller cultural, que
disfruté mucho escribiéndolo y que tiene muy poco que ver con el Egipto
faraónico. Sin embargo, a mis lectores habituales no les hizo demasiada gracia
que me adentrase por nuevos caminos. En mi opinión escribir una novela
histórica rigurosa es algo mucho más complicado, por el trabajo que conlleva,
que hacerlo sobre el tiempo actual que lo tenemos mucho más fresquito.
¿El género histórico requiere un guión
estricto al que atenerse o quedan huecos para maniobrar con mayor libertad?
El
rigor histórico me sirve para montar el entramado de la novela, pero la
historia la cuentan los protagonistas que cobran vida a medida que van
surgiendo. En todas mis novelas conozco el principio y el fin, pero entre
medias mi organigrama no es rígido en absoluto. Siempre surgen personajes que
me desbordan, incluso aquellos a los que les atribuyo un papel secundario y que
en ocasiones llegan a superar en relevancia a los propios protagonistas.
Has comentado que tus personajes son los
que en realidad cuentan la novela, pero tú, como autor, ¿qué sientes cuando los
ves deambular entre figuras históricas que fueron reales?
Yo
vivo sus aventuras porque estoy con ellos y me permiten acercarme a los seres
reales, como Pompeyo, que aparece en la novela y que fue un tipo grande y
verdaderamente muy interesante, pero que tuvo la mala suerte de toparse con
Julio César y, como la historia la escriben los vencedores, no recibió el trato
que merecía. Por otro lado, mis personajes también nos ofrecen la posibilidad
de conocer las grandezas y miserias del tiempo que ellos están viviendo. En ‘El
camino de los dioses’ descubrimos un Egipto moribundo, helenizado, que ya no es
imparable, que ha sido conquistado mucho tiempo atrás y donde la etnia indígena
ya no importa tanto. Corresponde a un momento de crisis y los egipcios se
asoman al Mediterráneo por donde circulan las grandes rutas comerciales. Es una
época multicultural, muy distinta a la imagen tradicional que tenemos del
periodo clásico, y el propio hecho de asomarse al mar, hace que las culturas de
los distintos países se diluyan un poco.
Lo cierto es que parece que estás dibujando
un retrato histórico completo de Egipto.
Bueno,
trato de ofrecer un escenario lo más fiel posible a la realidad del Egipto
clásico. Como he dicho antes, cuento las historias a través de mis personajes,
porque creo que así resulta más fácil y ameno para el lector. No obstante, si
alguien desea profundizar, al final del libro incluyo una bibliografía y una
relación de fuentes digitales donde se puede encontrar mayor información.
Como dices ‘El camino de los dioses’
habla de un periodo de crisis, ¿las crisis son buenos momentos para escribir?
Sí,
son momentos muy ricos para hacerlo. Incluyo ahí también las crisis que pueda
vivir el propio escritor. Algunos autores han escrito sus mejores novelas en
momentos de crisis: una enfermedad o una mala situación social. En esos
momentos críticos nos damos cuenta de que el mundo ha cambiado poco y que la
naturaleza humana continúa siendo la misma. En ‘El camino de los dioses’ se
habla de una secesión y de sus consecuencias, un tema que está plenamente
vigente.
O sea que, después de miles de años,
continuamos siendo los mismos.
Sí,
la Historia se repite. Entres los egipcios también encontramos corrupción y
sobornos. Los banqueros, a través de los créditos que prestaban a los
gobernantes, eran los que controlaban la situación. Ellos estaban por encima de
cualquier contingencia y les daba igual quien fuera el que mandaba, lo
importante era el negocio. En la novela aparece Cayo Rabirio Póstumo, citado
por Cicerón, que prestaba dinero a reyes y faraones en cantidades
impresionantes. El faraón Auletes fue uno de sus clientes y también una de sus
víctimas. Como los dirigentes no podían devolver los préstamos, Rabirio Póstumo
los cobraba a través de los propios recursos del estado. Eran prácticas
prohibidas, igual que las actuales, pero cuando al ser humano le colocan
delante la cifra de ceros adecuada, nada lo detiene.
Al comienzo de la novela, un personaje
piensa que los dioses han abandonado a su pueblo: «Egipto se había convertido
en un país huérfano de divinidades». En aquel tiempo, un hecho así era una absoluta
catástrofe, ¿no?
Claro,
ellos se tenían por garantes de un orden cósmico, que habían recibido de sus
propios dioses milenarios y que habían salvaguardado durante más de veinte
siglos. Adoraban a más de dos mil dioses, algunos tan peculiares como las
cobras, los hipopótamos o los cocodrilos. Veían en estos animales aspectos
positivos y los aceptaban como parte de ese cosmos que habitaban. Los
perseguían no porque fueran peligrosos sino para cazarlos. Estaban muy
orgullosos de ser así y mantuvieron sus tradiciones casi hasta nuestros días.
Hablemos de un par de detalles de ‘El
camino de los dioses’. El primero: nos tropezamos con una palabra, sintaxis, que tiene una acepción desconocida
en la actualidad.
Sí,
sintaxis fue un impuesto fijado por el gobierno para los templos. A través de
él, el estado percibía una cantidad de dinero a cambio de que los templos
continuasen con la explotación de las tierras que disfrutaban desde hacía
milenios.
El segundo: el personaje Teofrasto es un
librero, ¿qué características reunía el oficio de librero entre los egipcios?
Los
libreros egipcios comerciaban con libros como ahora. Los adquirían y copiaban
en nuevos manuscritos para venderlos. Eran también gramáticos, enseñaban a leer
y a escribir, y se consideraban profesionales de la literatura y del
pensamiento. También traducían obras a otras lenguas, como el griego o el
hierático. En suma, eran unos tipos curiosos y muy cultos. A Teofrasto lo he
escogido para que nos cuente todo el conocimiento que albergaba la ciudad de
Alejandría.
Acabamos por hoy: ¿continuarás
escribiendo «novelas egipcias» o cambiarás de registro e incluso de género?
Espero escribir algo
distinto algún día, aunque nunca se sabe.
SOBRE ANTONIO CABANAS
Antonio Cabanas (Las Palmas, 1959) es autor de los bestsellers ‘El ladrón de tumbas’, ‘La conjura del faraón’, ‘Los secretos de Osiris’, ‘El sueño milenario’, ‘El hijo del desierto’ y ‘El secreto del Nilo’, con los que ha alcanzado un gran éxito de crítica y público. Apasionado por la cultura del Antiguo Egipto, de la que es un gran conocedor, dedica gran parte de su tiempo a investigar y escribir acerca de ella. Ha realizado estudios de egiptología así como de lengua egipcia y escritura jeroglífica, y desde 1990 es miembro de la Asociación Española de Egiptología. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas.
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