Editada por Ediciones B y escrita por Álvaro
Arbina, ‘La mujer del reloj’ es una novela de carácter histórico, a caballo
entre el thriller y el género policíaco, que transcurre a lo largo de los cinco
años que duró la guerra de la Independencia (1808-1813). Su protagonista es
Julián de Aldecoa Giesler, un joven de dieciséis años que emprende un largo
viaje por el país en guerra tras el rastro de su padre, quien, asesinado en
extrañas circunstancias, no puede contarle el codiciado secreto que desde hace
años protege su familia. Tales circunstancias atraerán al frío y calculador
general francés Louis Le Duc, un hombre que esconde un terrible pasado lleno de
odio y venganza. Empujado por su locura personal, perseguirá sin descanso al
joven Julián, quien tratará de luchar contra las fuerzas que le amenazan en un
intento por reemprender el camino hacia sus verdaderos sueños, los sueños de su
padre.
Con estos parámetros argumentales,
inquietantes e históricos, toque misterioso incluido, como tarjeta de visita,
el escritor alavés, arquitecto de profesión, se plantó en Valencia para
presentar su opera prima y explicar algunos de sus pormenores.
Álvaro, ¿que la
novela haya tenido una buena acogida y que digan de ti que eres el autor
revelación de 2016 impresiona?
Evidentemente, en ningún momento me habría esperado algo así.
Cuando uno escribe sueña con cualquier cosa, pero eso no tiene nada que ver con
la realidad. Todo lo que me sucede lo abrazo y disfruto al máximo, pero no hay
que dejarse llevar por nada, sino tener los pies en tierra y trabajar en la
promoción para que el libro llegue a todo el mundo.
Es la primera vez
que te entrevisto, así que esta pregunta es obligatoria: ¿qué significa para ti
escribir?
Para mí escribir significa muchas cosas,
depende del día. Hay veces que es una forma de vivir en el sentido de que, si he
tenido un día feliz, escribir lo convierte en un día más feliz todavía. También
es una manera de extraer al exterior lo que llevo dentro plasmándolo en el
papel. La escritura es un invento humano tremendo y, en mi caso, incluso puede
convertirse en una máquina del tiempo que me transporta a otra época.
Y ¿por qué has
debutado en la literatura en el género histórico?
Sin duda se debe a que muchas de las novelas
y los autores que más me han gustado, por ejemplo Pérez Reverte o Ken Follet,
han trabajado este género y, abundando en el tema, rozaban esta época histórica.
De todos modos, pienso que ‘La mujer del reloj’ es una mezcla de géneros,
porque las ideas que me iban conmoviendo o marcando el camino afloraron en el momento
en que comencé mi proceso creativo.
¿Cuál es la
primera imagen que provocó la escritura de esta novela?
Muchas veces las cosas parten de una idea
concreta, que arrastra todo lo demás, y te ves inmerso en un proceso muy
bonito. Sin embargo, en esta novela no sabría decir a las claras cuál fue la
primera imagen que vino a mi mente. Como es un libro que maneja diversos
géneros, en mi cabeza he tenido presente siempre la magia de ese momento
histórico, que fue muy inhóspito y que me ha permitido introducir un montón de
misterios en la trama.
A la hora de
plantearte la escritura de ‘La mujer del reloj’, ¿has cuidado por igual la
forma que el fondo?
Por mi profesión y como enamorado de la
estética, para mí la forma es muy importante. En literatura, la estética es la
manera que tiene el escritor de recrearse al saber que está haciendo algo
bonito. Pero no se puede olvidar la técnica. En el fondo, esto es como la obra
que construye un arquitecto, que conjuga la belleza del edificio con las
instalaciones internas para obtener un resultado apetecible y equilibrado. Con
la novela ocurre igual, hay que armonizar el contenido con la belleza de las
frases y la estructura interna.
En toda novela
histórica se abre un hueco para la ficción que el escritor aprovecha para
introducir su argumento, ¿te ha preocupado más la realidad o la verosimilitud
del texto?
Desde luego he aprovechado las lagunas y los
vacíos para introducir mi ficción, pero he sido muy riguroso con la parte
histórica. Creo que al final he conseguido un ensamblaje entre la trama
ficticia y la real.
Has elegido la
tercera persona, ¿tuviste claro que esta sería la voz narrativa desde el primer
momento?
Cuando empecé la escritura no era consciente todavía
de cómo iba a funcionar todo. Mi proceso de trabajo no requiere saber en qué
persona voy a narrar desde el principio. Decidí la tercera a partir del momento en que vi que había
diversos personajes cuyas psicologías deseaba retratar al mismo nivel, sin
destacar a ninguno.
Ubicas la acción
en la Guerra de la Independencia, también llamada Guerra del Francés, ¿por qué
te atraía esta época en particular?
Me atraía porque las novelas y las películas
que me interesaban se movían por ahí. Además, Vitoria, mi ciudad, también desempeñaba
un papel relevante y, al mismo tiempo, se trataba de un momento histórico no
demasiado retratado por la literatura, un tiempo lejano a nuestros ojos y
próximo al Siglo de las Luces, en el que surgieron dos ideologías que, con matices,
han marcado de alguna manera nuestro devenir histórico hasta hoy.
¿La Guerra de la
Independencia fue solo un conflicto entre dos naciones o significó también la
lucha por imponer un determinado modelo de estado?
Para empezar no fue una Guerra de la
Independencia, porque España no se independizó de nadie, pienso que es más
correcto decir Guerra del Francés. Los grupos que participaron en la contienda,
en la que tomaron parte soldados de varias nacionalidades, encierran matices y
contradicciones y resulta difícil retratar las cosas solo en blanco y negro.
Precisamente los tonos grises constituyen la riqueza de la novela. Yo me he
limitado a contar este episodio para invitar al lector a que reflexione.
A este conflicto,
España aportó una novedad: la guerra de guerrillas.
Las guerrillas están presentes durante toda
la narración, especialmente al final cuando el protagonista se mueve inmerso en
una de ellas. Es un aspecto indispensable porque representó un modo de lucha
novedoso, un enemigo contra el que ningún ejército había tenido que enfrentarse
hasta entonces. A las guerrillas las bautizaron como «la úlcera española» y su
efecto fue devastador, causó grandes estragos a los franceses, que por su
acción no pudieron disponer de todas sus tropas juntas en momentos decisivos de
la campaña.
Otro elemento
importante de la novela es la masonería.
La masonería es la heredera del Siglo de las
Luces, un siglo de debates y tertulias. Incluso hay quien dice que la masonería
tuvo mucha trascendencia en la Revolución de 1789, porque trataba de acabar con
los poderes establecidos. Es un elemento que me ha ayudado a hilar la trama
ficticia con la real y me ha permitido enlazar con la época moderna.
En ‘La mujer del
reloj’ surge la isla de Cabrera, que fue el primer campo de concentración de
prisioneros que se conoce. ¿España ha sido pionera en este terreno tan poco
agradable?
Por un lado me gustaría creer que no, pero
por otro me gustaría creer que sí, porque eso hace que mi novela tenga más
recorrido. Cabrera no se encuentra en las primeras páginas que se pueden buscar
sobre la Guerra de la Independencia, hay que bucear para descubrirla y creo que
ha sido un acierto incorporar este hecho al texto. Los datos hablan por sí
solos: diez mil soldados napoleónicos, prisioneros de la batalla de Bailén,
fueron conducidos a la isla y de allí solo regresaron con vida unos tres mil
seiscientos. Para narrar este pasaje he introducido un soldado español, que
luchó con los franceses, y gracias a él observamos que no existen los
uniformes, solo las personas. Ahí es donde los soldados descubren realmente la
crueldad de una guerra y su verdadero papel de víctimas.
Todo el rato hemos
hablado de que la novela pertenece al género histórico, pero la editorial la
etiqueta como thriller.
Es que realmente ‘La mujer del reloj’ es un
thriller que arranca con un asesinato y concluye con la resolución del mismo.
El crimen persigue al lector durante toda la obra y creo que la buena acogida
que ha tenido el libro se debe precisamente a esa intriga.
Desde joven has
sido un buen lector, ahora que has publicado tu primera novela, ¿la lectura te
sabe igual o te preocupas más por la arquitectura interna de los libros de los
demás?
Sí, eso es un peligro, es una de las penas
que conlleva la escritura. Intento mantener la pasión que he sentido siempre
por la lectura, pero es verdad que tiendo a leer con otros ojos y a estudiar
cómo resuelve cada escritor los problemas que va planteando. Cuando una pasión
se convierte en tu trabajo diario, resulta difícil conservarla viva, aunque yo
trato de conseguirlo siempre.
‘La mujer del
reloj’ lleva ya vendidas cinco ediciones, ¿este éxito te va a cambiar o ha
cambiado ya tu vida?
Ahora mismo solo estoy inmerso en la
promoción de la novela para que llegue al mayor número posible de lectores. No
es buena época para la arquitectura y la literatura, por ahora, me ofrece más
cosas. Pero tengo claro que para vivir de la escritura hay que vender mucho y
eso es difícil. En realidad, me encuentro en un momento de incertidumbre y he
de ir poco a poco, paso a paso.
La última por hoy:
¿llevas ya en mente algún proyecto literario nuevo?
Cuando escribes vives inmerso en un mundo
especial y al acabar sientes que te falta algo. Es el célebre vacío que yo
había leído en las entrevistas de otros escritores y que no me creía. Pero es
cierto que existe y he continuado escribiendo para tapar ese hueco. Lo que
tengo entre manos ahora también tiene estructura de thriller dentro de un
contexto histórico.
SOBRE ÁLVARO ARBINA
Álvaro Arbina Díaz de Tuesta es un arquitecto y escritor nacido en 1990 en Vitoria-Gasteiz, Álava. Actualmente compagina la escritura con colaboraciones en empresas de arquitectura y diseño. ‘La mujer del reloj’ es su primera novela.
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