Lola López Mondéjar vino a
Valencia para asistir a un seminario del Colegio de Médicos y presentar su última
novela, ‘Cada noche, cada noche’, editada por Siruela, en la librería
Shalakabula de Mislata. En ella, la escritora murciana nos habla de Dolores Schiller, hija de Dolores
Haze, que no es otra que Lolita, el mítico personaje creado por Vladimir
Nabokov en su obra del mismo nombre. Schiller acaba de saber que padece una
enfermedad incurable y, antes de recurrir a un suicidio asistido, como ha
resuelto hacer, decide revelar su secreto: al cumplir veinte años, su padre le
hizo entrega de los diarios de su madre, fallecida al dar a luz. Al compararlos
con lo sucedido a Lolita, Dolores sospecha que su madre y la famosa niña
podrían ser la misma persona. Con estos lazos intertextuales como telón de
fondo, Lola López Mondéjar compartió conmigo unos minutos a primera hora de la
tarde de un viernes de abril, caluroso y soleado, para hablar de su novela en
el espacio lúdico del Sweet Sohotel Valencia
Lola, enhorabuena por tu novela. Parece que últimamente cuesta bastante publicar en España, ¿a ti te resulta fácil conseguirlo?
En estos momentos considero que
tengo dos buenísimas editoriales como son Siruela, para las novelas, y Páginas
de Espuma, para mis relatos, que apuestan por mí y me apoyan. Pero eso es
ahora. Cuando empecé, allá por 1997, me resultó muy difícil publicar. Debuté en
la editorial Fundamentos de Madrid, pero hasta entonces todo eran rechazos que
me hicieron mucho daño, hasta tal punto que dejé de escribir durante diez años.
Luego volví a hacerlo pero en el medio periodístico, donde la inmediatez de la
publicación y la rápida respuesta de los lectores me atraía mucho. Y eso me
sirvió para cobrar fuerzas de nuevo.
Muchos escritores afirman que la literatura les ahorra muchas visitas
al psicoanalista, ¿por qué escribe una psicoanalista como tú?
Para ahorrarme visitas al
psicoanalista. Sin duda, rotunda y descaradamente [risas]. Justo el libro del
que hablaré mañana en el Colegio de Médicos de Valencia trata de que los
escritores tenemos una herida abierta y que escribir es una forma de suturarla.
De alguna manera, ¿tu profesión te facilita la labor de caracterización
de personajes o es una dificultad
añadida?
Ambas cosas a la vez. Es una
dificultad, porque a la hora de escribir, los psicoanalistas hemos de abrir ese
código de lenguaje sintético, pretendidamente científico, que manejamos y eso
es algo que nos cuesta bastante. Y también es una ayuda, porque la complejidad
que conlleva el psicoanálisis nos permite abordar la complejidad del ser
humano. Lo que sucede es que yo eso lo llevo de serie, no me doy cuenta y los
lectores me lo recuerdan. En el fondo, quienes inventaron al ser humano fueron
los escritores. Cervantes, Shakespeare, Tolstoi o Yourcenar definieron
perfectamente sus características.
En ‘Cada noche, cada noche’, la referencia clara es la novela ‘Lolita’ escrita
por Nabokov, ¿resulta imprescindible leerla antes para comprender tu obra?
Creo que no es necesario. En el
juego intertextual que hago con la de Nabokov, aquellas personas que la hayan
leído recientemente apreciarán matices distintos, pero nada más, porque mi
novela reúne el suficiente interés para sostenerse sola. El personaje de Dolores
Schiller es quien soporta el peso de la novela y resulta más que solvente para
atraer al lector. Lo que sí ocurre es lo contrario, o sea, ‘Lolita’ ya no puede
leerse sin conocer mi obra.
El otro día cayó en mis manos un cedé de un pianista de jazz que tocaba
las ‘Variaciones Goldberg’ de J.S. Bach. Este artista había compuesto 33 nuevos
movimientos complementarios, de tal modo que parecía una sola composición de
66. ¿Con tu novela y ‘Lolita’ puede ocurrir algo parecido? ¿Se han convertido o
pueden convertirse en una sola obra nueva?
Sí y de hecho surge una novela
nueva. Yo he pretendido introducir ese híbrido en el lector y por eso adopté
esa estructura. En su libro ‘Foe’, Koetzee dialoga con Robinson Crusoe y eso
produce que, cuando has leído las dos obras, brote un texto distinto,
desconocido, que solo existe en la mente del lector.
¿Cómo surge la idea de abrir un hueco a codazos para Dolores Schiller
en la trama de la ‘Lolita’ de Nabokov?
Yo leí a Lolita muy joven e hice
una lectura muy pegada a la voz de Humbert Humbert, porque para mí la novela de
Nabokov es la voz de Humbert Humbert, un tipo seductor, auténtico protagonista
del texto. Entonces la interpreté como una historia de amor, pero años después
acudí a México y me tropecé con dos periodistas investigadoras sobre temas de
pederastia, que tenían un concepto muy distinto de la obra, ya que a Lolita le
llamaban «la pobre niña». Esa opinión suya me golpeó muy duro, me empecé a
sentir incómoda con mi primera lectura y la leí de nuevo. A consecuencia de ello,
publiqué un ensayo donde explicaba que había caído en la trampa de pensar que
tenía entre mis manos una novela de amor, cuando en realidad no lo era.
El planteamiento inicial de ‘Cada noche, cada noche’ es que un
personaje de ficción, Dolores Schiller, cree que su madre pudo ser Lolita, otro
personaje de ficción, ¿familias ficticias que se toman por reales?
Sí, ese es un juego que a mí me
interesaba muchísimo, porque en la parte central de la novela, cuando Dolores
Schiller viaja a Montreux, las conversaciones hablan sobre el proceso creador.
Es el instante en que Humbert Humbert
dice que ama y odia a Nabokov a la vez, porque Nabokov, al ser creador, tuvo un
deseo carnal igual que el suyo, con la ventaja de que pudo jugar con él de
manera no delictiva. Eso es algo fundamental, porque la ficción nos permite
trabajar con nuestros fantasmas y con nuestros deseos más inconfesables, es una
forma de vehiculizar tendencias que no son sociales. Sin ir más lejos, Patricia
Highsmith deseó siempre matar a su madre y no lo hizo. En su lugar, asesinó a
centenares de personajes de ficción.
O sea, que la literatura ha evitado muchos asesinatos y el ingreso en
prisión de muchos asesinos.
Creo que muchísimos. Por supuesto,
se cometen muchos crímenes por procuración, pero es una opinión particular, que
no se sustenta con cifras reales.
Por lo que comentabas antes, si hoy se publicase ‘Lolita’ por primera
vez, la acogida no sería la misma que entonces, claro.
Sería muy diferente. Sin duda
hubiera sido una gran obra, porque es una novela insondable, que no se acaba,
pero unánimemente la interpretación hubiera sido la de un secuestro y una violación,
que es la que yo quiero proponer.
Insertas al inicio tres citas. La tercera es de Nabokov y dice: «¡Mira
los arlequines! […] ¡Vamos! ¡Juega! ¡Inventa la realidad!» ¿Te consideras una inventora
de realidades?
Sí, por eso la puse. Era como
autorizarme a buscar la realidad desde
la voz del maestro Nabokov. Eso es hacer literatura, porque la ficción para mí
es más importante que la realidad en la vida del ser humano. Sin mirar los
arlequines y sus piruetas, no podríamos vivir, nuestras existencias serían
menos humanas, más empobrecidas. En lo subjetivo, la ficción es más poderosa
que la realidad. Cuando alguien aspira a ser un gran escritor lo que le mueve
para lograrlo es la ficción, sus sueños.
Tal y como has concebido la historia, parece pedir a gritos una voz
narrativa en primera persona, pero ¿manejaste otras alternativas?
No tenía clara la estructura para
nada. Lo primero que surgió en mi mente fueron los diarios de Lolita, a la que
la imaginaba como una niña púber, infantil, sin la sexualidad adulta que le
proyecta Humbert Humbert. Anduve mucho tiempo sin saber cómo seguir, no lo veía
fácil, hasta que me di cuenta de que había que introducir a Dolores Schiller a
lo largo de tres momentos de su vida, porque necesitaba tres registros
diferentes para narrar.
Has escrito la novela con frases cortas, que imprimen una gran
velocidad a la lectura, ¿la narración requería un ritmo tan rápido?
Sí, lo buscaba. El tema es
intenso, porque hay viajes en el tiempo a los diarios de Lolita y eso resultaba
complejo. Así que traté de que la prosa resultase musical, muy amena, que se
pudiera leer de un tirón. Necesitaba encajar la antítesis que existía entre una
estructura complicada y la sencillez de la voz narrativa.
Dolores Schiller sabe que padece un cáncer terminal, irreversible.
Ponerlo por escrito, como ella hace, ¿le ayuda a sobrellevarlo?
Completamente, es un juego que establece
con su madre que también escribía diarios, como he dicho antes. Mi novela es el
testimonio de Dolores Schiller, lo que quiere explícitamente que se recuerde de
ella, aunque no sé si eso es lo que quiero que recuerden de mí [risas].
Inevitablemente surge el tema de la eutanasia, ¿algún día el ser humano
aplicará sobre sí mismo lo que ya utiliza con los animales enfermos terminales?
Deberíamos estar cerca de conseguirlo.
Creo que el derecho a morir dignamente es un derecho fundamental. Los suizos ya
lo tienen y, de hecho, viajé a Suiza para hablar con un médico cuya entrevista
incluye Dolores Schiller en su escrito. Ello me dio pie a detallar el protocolo
de la muerte voluntaria, que es completamente real, aunque yo lo haya novelado.
Nuestra sociedad es muy hipócrita, porque ignora la enfermedad y la muerte.
¿En ‘Cada noche, cada noche’ ha quedado algún espacio para que Lola
López Mondéjar se manifieste?
Yo creo que estoy en el personaje
de Dolores Schiller adulta, esa mujer autónoma con una curiosidad y un placer
intelectual enormes, con muchos deseos de mostrar la verdad sobre su madre. Sin
duda, posee una parte mía y también de muchas otras mujeres, que hemos visto
que la única forma de ser libres que existe es demostrar nuestra capacidad
intelectual
Inevitablemente, en esta conversación Dolores Schiller ha aparecido de
continuo, ¿como personaje se ha rebelado mucho o te permitió manejarla bien?
A Dolores la he mantenido bajo
control con bastante facilidad, la que se me iba mucho era Lolita en sus
diarios. La tenía muy metida en mi cabeza y me decía cosas.
Concluimos por hoy, ¿has pensado ya en algún nuevo proyecto literario?
No, no llevo nada nuevo, en
marcha y no voy a escribir más de momento. Tengo una sensación enorme de
ignorancia y muchas ganas de leer, tanto literatura como ensayo. En ocasiones,
la lectura me incita a escribir, pero ahora no me ocurre eso.
Herme Cerezo
SOBRE LOLA LÓPEZ MONDÉJAR
Lola López Mondéjar (Molina de Segura, Murcia, 1958) es psicoanalista y escritora. Ha publicado las novelas ‘Una casa en La Habana’, ‘Yo nací con la bossa nova’, ‘No quedará la noche’, ‘Lenguas vivas’, ‘Mi amor desgraciado’ (finalista del XXI Premio Internacional de novela Torrente Ballester 2010) y ‘La primera vez que no te quiero’; los libros de relatos ‘El pensamiento mudo de los peces’, ‘Lazos de sangre’ y ‘La pequeña burguesía’; y los de ensayo ‘El factor Munchausen. Psicoanálisis y creatividad’ y ‘Una espina en la carne’. Sus cuentos forman parte de distintas antologías. Colabora habitualmente con el periódico La opinión de Murcia, en el que mantiene el blog Microscopías.
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