debuta en la
república de las letras. Y lo hace con ‘El crucigrama de Jacob’, una novela que,
además de las tradicionales prestaciones que la literatura proporciona al
lector, a través de una aplicación llamada MiRA Realidad Aumentada, le ofrece
la posibilidad de vivir junto con los protagonistas principales una aventura
espectacular. La acción arranca en la primavera de 1491, cuando una judería del
Norte de España es informada secretamente del inminente edicto de expulsión de
los judíos. Benavides, cabeza del consejo, sabe que deben huir cuanto antes, ya
que, tras el edicto, sus vidas carecerán de valor. Ayudado por su amigo, el
maestro de cábala Abravanel, diseñan un plan de huida para toda la comunidad e
instruyen a sus hijos, Aviraz e Isaac, para que puedan desentrañar las pistas
codificadas en los libros sagrados.
‘El crucigrama de Jacob’ es apta para todos
los públicos, no sólo para los iniciados en las nuevas tecnologías. «La novela no excluye a nadie – dice su autora –. Es un
libro para disfrutar con su lectura y, si a alguien le apetece acceder a la
trama de otra manera, puede hacerlo también a través de formatos informáticos».
A.L. Martín, avilesina de nacimiento, no procede del mundo de la literatura,
sino del de la música. «Mi carrera arranca con una Ingeniería Industrial
cursada en la Universidad de St. Louis en Estados Unidos. Tras desfilar por varias
multinacionales, acabé en España trabajando para una compañía musical, participando
en el lanzamiento de muchos artistas, entre ellos Pablo Alborán». Sin embargo,
esta ocupación laboral, por momentos frenética, no terminaba de llenarle.
«Trabajar para una multinacional significa tener tu vida condenada de sol a sol
y no me veía haciendo eso el resto de mi vida, necesitaba refrescar mis
hábitos, plantearme nuevos retos y como me gustaba mucho hablar con las
personas y descubrir las historias que esconden sus vidas, decidí embarcarme en
una aventura literaria. Al principio fue muy duro, porque durante cinco años
alterné mi trabajo en la multinacional con la escritura, pero finalmente todo
este esfuerzo desembocó en ‘El crucigrama de Jacob’, un proyecto literario
distinto de lo habitual». Bajo ningún concepto esta publicación puede
considerarse como un libro de encargo. «Ya me habría gustado a mí que así fuera,
pero no, se trata de una apuesta personal que se fue conformando poco a poco y
que, afortunadamente, pudo contar con el respaldo de una editorial tan solvente
y acreditada como Planeta».
Toda novela tiene un comienzo. A veces es un
chispazo, un flash, una imagen, una frase, un susurro… ‘El crucigrama de Jacob’
no podía ser menos. «Libreta en mano, comencé a hablar con gente muy dispar y a
tomar muchas notas, hasta que me tropecé con un sefardita en Estambul que me
contó su historia y la de la diáspora de su familia. A partir de ahí situé la
historia en 1492, momento en que los judíos fueron expulsados de España, pero
como quería retroceder un poco más, la inicié un año antes». Por supuesto, a lo
largo de la novela se percibe la presencia de A.L. Martín, no podía ser de otra
manera especialmente si tenemos en cuenta que se trata de una ópera prima. «En
‘El crucigrama de Jacob’ estamos yo y los demás, y también todas las cosas que
he aprendido, la gente que encontré en el camino. La novela pretende explicar
un viaje universal, en el que suceden multitud de peripecias que sorprenden al
lector. A los judíos este viaje les ocurrió en el siglo XV y a nosotros nos
está pasando ahora. Nuestra juventud ha de marcharse fuera del país para
buscarse la vida, su futuro, lo que no deja de ser otra forma de diáspora».
La escritora avilesina ha pretendido contar
la historia de primera mano, pisar, palpar los principales lugares por los que
transcurre la novela. «He viajado más que el baúl de la Piquer – dice la autora
entre risas –. He ido a Jerusalén, contraté a un guía sefardita, volé a
Edimburgo, he mirado la catedral por todos lados y he estudiado los mapas
buscando escenarios antiguos y pensando cómo debían ser las cosas entonces. Siempre
en primera persona, sin conformarme con verlas únicamente por Internet». Sin
embargo, un sobresalto alteró el proceso creativo por un tiempo. «Me
intervinieron de la espalda y me colocaron cuatro tornillos. A consecuencia de
ello, se dio la circunstancia de que precisaba subir al Monsacro y no podía
hacerlo. El consejero de Cultura del pueblo, no sé de dónde, sacó un Patrol y
me subieron hasta la cima». A pesar de lo complejo de la novela, ha gozado de
completa libertad para narrar. «La editorial siempre ha sugerido, nunca me ha
impuesto nada. Es verdad que cuando piensan que tienen razón, insisten, al fin
y al cabo ellos publican novelas todos los meses y saben mejor que nadie lo que
le interesa al lector. Y en ocasiones hay que ceder. De hecho, la novela era
cien páginas más larga, pero finalmente las suprimí porque entendí que una
escritora primeriza no puede publicar un volumen demasiado grueso». Y la ha
escrito de noche. «No puedo escribir de día, porque las interrupciones me
descentran. Lo hago de noche, cuando todos duermen y el silencio me permite
concentrarme».
A la hora de abordar la escritura, A.L.
Martín reconoce que hubo tres libros que le impactaron: ‘El alquimista’ de
Paulo Coelho, ‘Los pilares de la Tierra’ de Ken Follet y ‘El código Da Vinci’
de Dan Brown. «El de Coelho me interesó porque contiene dos novelas en una sola
y cuenta un mensaje trascendente por detrás; el de Follet me fascinó por el
enorme número de tramas que tiene y por cómo se entrelazan entre sí; y, por
último, Brown me asombró por cómo soluciona con su argumentación una laguna
histórica. Y no debió hacerlo nada mal ya que vendió diez millones de
ejemplares y me obligó a preguntarme cómo lo había conseguido».
Sobre el lenguaje utilizado, A.L. explicó que
lo había cuidado mucho «para que llegase a la mayor cantidad de personas posible
de la forma más cómoda. Debía emplear un lenguaje fácil, entretenido y
sencillo, porque había que captar a un lector que llega cansado a casa y solo
quiere distraerse, huyendo de estructuras y formas rebuscadas. De hecho,
escribí de nuevo el comienzo de la novela porque no terminaba de convencerme». Con
relación a la estructura, afirmó que no es partidaria de establecer un guión
rígido e inflexible. «He tardado semanas en resolver determinados nudos
narrativos de un modo lógico para hacerlos creíbles: salía de un lío y me metía
en otro. Esta forma de trabajar es
costosa, pero es muy satisfactoria, porque llegas a sorprenderte a ti
misma con las soluciones que descubres. Además, escribir así hace que la novela
gane en espontaneidad y naturalidad. Quizá por esta metodología de trabajo me
ha costado tanto tiempo acabarla».
Para concluir, A.L. Martín dejó claro que ya tenía
ganas de embarcarse en los avatares de un nuevo libro. «Escribir es una
sensación que desconocía, una alegría profunda, serena, que se experimenta
especialmente al comprobar el resultado de tanto sacrificio. Cuando alguien lee
mi novela y lo comenta, me siento muy gratificada, porque este libro es el
fruto de todas esas hogueras que una ha ido pisando hasta cruzar al otro lado
del río».
SOBRE A.L. MARTÍN
A. L. Martin estudió Ingeniería Industrial en la universidad de Saint Louis, EE.UU. Tras trabajar en Washington DC y en Lisboa, retomó los estudios para cursar un máster en Administración de empresas en Madrid. Durante los últimos ocho años, ha dirigido las operaciones de marketing en EMI Music Spain&Portugal, contribuyendo al lanzamiento de la carrera de diversos artistas musicales como Pablo Alborán. ‘El crucigrama de Jacob’ es su primera novela. Ha trabajado en ella los últimos cinco años, recorriendo y documentando los lugares, las historias y los misterios plasmados en este libro.
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