Editado por Siruela, el argentino Ernesto
Mallo (La Plata, 1948) ha reunido en un solo volumen, ‘El comisario Lascano’, los
tres primeros casos de su comisario de policía. El escenario de la acción es Buenos
Aires, la tanguera calle Corrientes suena mucho rato, y el tiempo que la
enmarca, que no es el actual, esboza un fresco de la historia argentina, que se
balancea entre los finales de la Dictadura militar y los inicios del periodo
democrático, desde el general Videla hasta Carlos Menem, pasando por Raúl
Alfonsín. Fueron momentos confusos, inestables, agitados, donde también se
cometían delitos y asesinatos, policiales y políticos. Ambos vocablos tienen la
misma etimología, la palabra polis (πόλις) griega, pero sus significados son
rotundamente distintos.
Pero, ¿quién es Lascano? Lascano es «El Perro»,
Venancio Ismael Lascano, un profesional honesto a carta cabal, que vive el
imposible mundo de las investigaciones criminales de una época en la que hasta
para un cana (en argentino, policía) como él resulta difícil trabajar. Lascano,
permanentemente atormentado por la muerte de Marisa tras ocho años de
matrimonio, vive obsesionado por encontrar otra mujer imposible, que rellene el
hueco que ella dejó, y habita un ambiente donde moverse es molestar, investigar
es convertirse en sospechoso y, descubrir al culpable es, casi, declararse reo
de muerte. Lo de «El Perro» no proviene solo de su olfato de sabueso, o de su
oficio de huelebraguetas, sino porque «cuando muerde algo no lo suelta» en
palabras del propio Mallo. En sus pesquisas le acompaña a veces Fuseli, su
consejero profesional y también de los asuntos de la vida, forense de
ocupación, que, en algún instante, tendrá que esfumarse para salvaguardar su
pellejo.
En esto de salvar la piel, a lo largo de las
tres novelas, que se pueden leer como unidades separadas aunque también admiten
la lectura de un tirón, Lascano termina por convertirse en un experto. En la
policía argentina, el quehacer cotidiano no se circunscribe únicamente en
investigar y detener delincuentes, tipos corruptos y sicarios a sueldo, sino
también en reconocer o intuir por qué bando se mueve cada uno. Venancio Ismael
apenas debe fiarse de nadie, solo se puede servir de su instinto. Detrás de las
paredes de cualquier despacho de la comisaría se agazapa la muerte en forma de
visita inesperada; detrás de cada prueba irrefutable la posibilidad de que se torne
en evidencia en contra; debajo de cada cadáver, aparentemente inocuo, la vendetta más profunda de la propia policía,
de las fuerzas paramilitares y, en algún caso, gubernamentales. Vivir la
angustia recelosa del perseguido y vigilado constituye el pan nuestro de cada
día que ve amanecer, aunque ignora si conocerá la noche siguiente.
Los títulos que integran el volumen son ‘Crimen
en el Barrio del Once’, donde se investiga un triple asesinato, el de dos
cuerpos abandonados en un descampado suburbial, al que luego alguien sumó un
tercero, que no guardaba relación alguna con los dos primeros; ‘El policía
descalzo de la Plaza San Martín’, en el que el jefe de policía, que protegía a
Lascano, es asesinado dejándolo a merced de Los Apóstoles, una banda de
comisarios metidos hasta el cuello en el tráfico de drogas; y, por último, ‘Los
hombres te han hecho mal’, una historia en la que Lascano es jubilado por los
mandamases de la Policía Federal y, reconvertido en investigador privado,
deberá ocuparse de la búsqueda de la nieta de una rica prima suya, lo que le
introducirá en el oscuro tinglado de una red de trata de blancas.
El estilo de Mallo es sencillo, claro, y sus
novelas cortas -las
tres suman en total cuatrocientas cincuenta y ocho páginas- resultan de lectura muy
dinámica. El pasado mes de mayo, ante mi grabadora, el autor de La Plasta
argumentó su interés por pulir, por borrar, por conservar únicamente el meollo
de la cuestión, el hueso desnudo de las palabras precisas. Este modo de narrar
se aprecia especialmente en los diálogos, una sucesión de frases en cursiva,
separadas por puntos y seguidos, carentes de guiones, donde brillan por su
ausencia gestos, modales y guiños de quienes dialogan. En resumen, pura esencia,
solo lo básico y lo fundamental, sin menoscabo por ello de la información que
suministra al lector. Florituras off.
Los ansiosos que, tras leer ‘El comisario
Lascano’, padezcan el síndrome del lector angustiado por conocer otras andanzas
del policía bonaerense, mientras Ernesto Mallo prepara la quinta entrega, en la
que ya está inmerso, pueden retrotraerse en el tiempo y leer ‘La conspiración
de los mediocres’, también editada por Siruela, donde tropezarán con un Lascano
distinto, igual de entusiasta, más joven, un agente que ya prometía antes de
ascender en el escalafón policial, involucrado en la investigación de los crímenes
llevados a cabo por el terrorismo de estado, encarnado por la Triple A (Alianza
Anticomunista Argentina), que campó a sus anchas en los años que preludiaron la
dictadura de Jorge Rafael Videla. Es lo que, en términos literarios, se conoce
como una precuela.
Herme
Cerezo
Calificación: 3