‘Mar abierta’ (Grijalbo), la
nueva novela de la escritora asturiana afincada en Ciudad Real, arranca en el
año 1655 en un Santo Domingo, rebosante de bullicio y alegría. Sin embargo,
Catalina de Montemayor y Oquendo, la protagonista, se refugia en la penumbra de
su habitación. ¿Qué historia esconde su silencio? En 1638, ella y su madre
Isabel habían embarcado en un galeón rumbo al Nuevo Mundo para reunirse con su
padre y esposo, al que no ven desde hace años. Sin embargo, el destino las
llevará a quedar detenidas en Inglaterra, concretamente en Oak Park, la Casa
del Roble, propiedad de los Leigh, donde Catalina será acogida como una más y
encontrará en Piers, el hijo menor de la familia, el mejor compañero de juego
posible. Juntos crecieron y corrieron mil pillerías hasta que una guerra
fratricida los separó. ¿Cómo llegó Catalina a Santo Domingo? Hasta aquí se
puede desvelar. El resto hay que leerlo en el libro. Como preparación a la
lectura, sirva la charla que sigue a continuación, mantenida con María Gudín
hace unos días en Valencia, bien resguardados de los rigores estivales de la
primera hora de la tarde. Corre el mes de septiembre del año de Gracia de 2016.
María, mucho tiempo sin publicar.
Han sido cinco años, desde dos
mil once cuando publiqué ‘El astro nocturno’.
Como señalas, has tardado cinco años, pero te ha servido para cambiar
de época, para transitar desde los visigodos hasta el siglo XVII.
Lo cierto es que estaba un poco
cansada de tanto visigodo y, aunque me ha costado bastante concluir ‘Mar
abierta’, he llegado a un momento histórico distinto que me ha resultado muy
interesante. Además, me he divertido mucho mientras la escribía.
¿Cómo te tropiezas con esta historia?
Había empezado a escribir sobre
marinos vascos, hasta que finalmente me centré en los Oquendo, una saga
familiar que alcanzó título nobiliario. A este hecho hay que añadirle que,
durante un verano, estuve en Inglaterra. Visitamos Lyme Park, una mansión
próxima a Manchester y los guías contaron una historia truculenta, que había
ocurrido allí durante la guerra civil inglesa. Aquél había sido lugar de
conspiradores realistas y nos enseñaron el salón donde se reunían. De todo ese
sustrato, unido a la belleza del paisaje, surgió la novela.
Según leemos en el propio libro, el proceso de documentación ha sido
arduo.
La verdad es que he manejado una
información exhaustiva y creo que eso se nota a la hora de escribir. He
revisado documentación original inglesa y del Archivo de Indias. Pero también
resulta muy importante la peripecia vital de los personajes. De hecho, su
historia psicológica es muy rica y la he trabajado a conciencia. Por citar un
ejemplo, Catalina, la protagonista, padece un estrés postraumático y desde ese
punto de vista cuenta su historia.
Y ¿por qué has incluido en el libro la bibliografía utilizada? ¿Por qué
ese interés en revelar las fuentes de información?
Me gusta escribirlo todo, porque
no quiero traicionar a los personajes reales. En la novela aparecen muchos de
ellos y he escrito lo que se sabe de cierto y lo que no, pero siempre siendo
muy rigurosa. Como autora de género histórico, has de decir lo que ocurrió y,
en aquellos pasajes de los que careces de información, lo que crees que
sucedió. No puedes ser injusta con la Historia. De todos modos, he manejado
casi ciento sesenta títulos y, para que no resultase farragoso, he dejado solo
los más importantes.
Has utilizado tres narradores en primera persona: Catalina, Piers y la
esclava Josefina. Un reto ambicioso, sin duda.
La parte que narra Piers es la
que más me costó escribir, porque tenía que introducirme en la mente de un
hombre. La de Josefina resultó la más fácil, porque, aunque era una mujer que
también arrastra traumas como Catalina,
los supera con cierta facilidad ya que es más alegre.
Los tres narradores te brindan la oportunidad de ofrecer una misma
historia desde varios puntos de vista.
Sí y es algo complicado de
lograr, porque una empieza a narrar donde acaba el otro. Durante la edición de
la novela tuve que suprimir algunos párrafos porque se repetían.
Por lo que dices, deduzco que te interesan mucho los personajes.
Sí, es cierto. Supongo que en
parte eso se debe a mi profesión de neuróloga, pero también a cuando tenía
quince años hice teatro y me enseñaron a meterme dentro de los personajes que
interpretaba, a hacerlos míos.
En alguna entrevista has comentado que ‘Mar abierta’ es una novela
psicológica.
Sí que lo es. Me gustan las
novelas en las que te metes en la mente de la gente. Me interesan las personas,
lo que piensan, lo que quieren, cómo reaccionan, qué les marcó en el pasado… Y
para este tipo de historias me da igual que el personaje sea de un siglo u
otro.
También lo es, sobre todo la
segunda parte narrada por Piers. La primera es más intimista, porque la propia
Catalina es quien cuenta su pasado. Sin embargo, hay una diferencia entre los
dos, ya que mientras Catalina va hacia atrás, Piers siempre va hacia adelante.
Y además de psicológica y de aventuras, esta novela es histórica y de
corsarios, piratas y bucaneros. Tiene muchos matices.
Has citado tres palabras claves: corsarios, piratas y bucaneros, ¿todo
el mundo tiene claro el significado de estos términos?
En algún pasaje de la novela son
los propios personajes quienes explican lo que significa cada uno de ellos. En
resumen, diríamos que los corsarios son los mercenarios del mar; los piratas,
los ladrones del mar; y los bucaneros los que practicaban contrabando con el
bucán, que era una carne ahumada que vendían a los barcos que navegaban por sus
dominios. Los corsarios estaban a sueldo de la corte inglesa y su objetivo era
atacar barcos españoles y portugueses que, de acuerdo con el papa, se habían
repartido el domino marítimo a partir del Tratado de Tordesillas. Desde ese
instante, los protestantes declararon que el mar era libre y comenzaron sus
ataques.
Cromwell es casi el telón de fondo de la novela, no aparece mucho, pero
está ahí.
Cromwell es un personaje que me
fascina, igual que la revolución inglesa. Los ingleses fueron unos adelantados
y le cortaron la cabeza al rey cien años antes que los franceses.
Supuestamente, a partir de ese momento fueron
demócratas puesto que el rey había de pedir permiso al Parlamento para
gobernar. Ahora mismo tengo en mi mente la imagen de la estatua de Cromwell
frente al parlamento. Los Estuardo fueron unos reyes curiosos y débiles en su
mayoría. El único que pretendió hacerse fuerte fue Carlos I y ya sabemos cómo
acabó. Cromwell y él tenían en común su fanatismo religioso. El monarca era un
rey absolutista y se sentía imbuido por Dios para cambiar el mundo. A Cromwel
le ocurría lo mismo y por eso decidió atacar las colonias españoles, ya que
decía que los protestantes habían sido escogidos por Dios para desempeñar ese
mismo papel.
Eso resulta inevitable, porque
cuando hablas de un momento histórico concreto el retrato de esa sociedad sale
solo. El XVII fue un siglo muy interesante en el que los viajes a América y los
productos que de allí venían cambiaron el modo de vida rápidamente. Y también
fue el siglo del fanatismo religioso, de las guerras de religión, en el que
cada súbdito había de tener la misma religión que su soberano. Siempre decimos
que la Edad Media fue un periodo oscuro, pero la Edad Moderna lo es todavía
más.
Acabamos. ¿Por dónde queda María Gudín en la novela?
En ‘Mar abierta’ quizá me
identifico más con Piers, que es un hombre de acción. En otras novelas me veo
más reflejada en algún personaje femenino, pero en Catalina de Montemayor y
Oquendo no me encuentro. Ella está muy traumada, muy hecha polvo, y yo espero
no estarlo tanto [risas].
SOBRE MARÍA GUDÍN
María Gudín (Oviedo, 1962) se dio
a conocer con enorme éxito gracias a su primera novela, ‘La reina sin nombre’
(2006), ambientada en la España goda del siglo VI, a la que siguieron ‘Hijos de
un rey godo’ (2009) y ‘El astro nocturno’ (2011). Desde entonces ha estado
inmersa en la escritura de ‘Mar abierta’, donde muestra una vez más su
habilidad para crear personajes de otras épocas que cobran vida más allá de las
páginas. María es médico especialista en neurología y, desde 1992, reside en
Ciudad Real, en cuyo Hospital General trabaja. También imparte clases en la
universidad. El tiempo que le queda libre lo consagra a leer y escribir.
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