Nº 503.- Javier Cercas llegó puntual al restaurante Mar d’Avellanes-Patriarca. Vino a Valencia para presentar su última novela, ‘El
monarca de las sombras’, editado por Literatura Random House, donde habla de
Manuel Mena, un tío-abuelo suyo, héroe familiar, que participó en la Guerra
Civil. En el bando franquista. Murió en la batalla del Ebro. Se había convocado
rueda de prensa. Imposible conseguir exclusiva. Una rueda de prensa sabe a
escaso. Siempre. Apenas si salimos a pregunta por medio. Con suerte, dos. Poca
recompensa para el trabajo previo. Nos reunimos en torno a una mesa alargada.
Cuarenta y cinco minutos por delante. Al fondo la barra del bar. Suspendidos
del techo dos estantes con botellas de vino. En la decoración predomina el
verde. También un indefinido tono gris en las paredes. Hay cuadros, ventanas y
un par de columnas. Las sillas marrones, con respaldo de varillas. Cercas dirá
después que unas pocas gotas de ficción bastan para convertir cualquier texto
en ficticio. Sus novelas mezclan ambas cosas. Realidad y ficción. Ficción y realidad.
¿Resistiré la tentación de hacer lo mismo ahora, aquí, en esta rueda de prensa?
«Pasé dos años en Estados Unidos – comienza
Cercas –, vivía en Urbana, un lugar del Midwest situado en medio de ninguna
parte. Allí descubrí una de las cosas más importantes de mi vida: el libro que
necesitas no es el que buscas en cualquier biblioteca, sino el que está a su
lado». A pesar de este descubrimiento, no acostumbra a escribir en estos
lugares. «Soy usuario de bibliotecas, me gusta ver los libros, consultarlos y
sacarlos, pero no trabajo allí. Lo mejor que se puede hacer en cualquier lugar
es construir bibliotecas, sólidas y accesibles, lo demás es accesorio. Estados
Unidos es un país muy bárbaro, pero en la biblioteca del más pequeño de sus
pueblos puedes encontrar los grandes clásicos de la literatura».
En ‘El monarca de las sombras’, Cercas se
aproxima nuevamente a la Guerra Civil Española. Hay quien afirma que es la
continuación o, quizá mejor, el final de la obra que le catapultó a la fama:
‘Soldados de Salamina’. «La verdad es que no sé si esta novela existiría sin
‘Soldados de Salamina’. Tengo la impresión de que he pasado toda la vida
preparándome para escribirla, aunque también sé que es complementaria de las
otras obras que he publicado hasta ahora, porque todos los libros de un mismo
autor dialogan entre sí. Sin embargo, ignoro si es el final de ‘Soldados de
Salamina’, como ha dicho algún crítico, o no. Lo que resulta indudable es que
ambas novelas tienen mucho que ver entre
sí y se complementan».
La Guerra Civil parece un tema inagotable,
tanto que alguien puede pensar que ya cansa. Sin embargo, el escritor de
Ibahernando opina que se debe seguir escribiendo sobre ella. «Hay que continuar
indagando sobre la Guerra Civil, sin ninguna duda. Vivimos una especie de
dictadura del presente, propiciada por el poder omnímodo de los medios de
comunicación, que tienen cosas buenas y también malas, y que, al menos,
presentan efectos secundarios, ya que difunden la idea de que el presente se
entiende por sí mismo y el pasado está en los archivos y no nos interesa, porque
no tiene nada que ver con nosotros». Es verdad que el pasado parece vivir una
situación de mala fama, que goza de un cierto desprecio. «El pasado es una
dimensión del presente. Sin el pasado no se puede entender el hoy. Lo estamos
mutilando, pero no está muerto y ni siquiera es pasado, porque forma parte del
presente y tenemos que ponernos de acuerdo sobre él. Si no sabemos de dónde venimos,
tampoco sabremos hacia dónde vamos. La única forma de hacer algo útil con el
futuro es tener el pasado siempre presente, sobre todo el peor pasado, el de
las guerras y las dictaduras. Si lo olvidamos, estamos ya preparados para
repetirlo otra vez y eso nos está ocurriendo ahora».
De alguna manera, la Transición, que tiene
mucho que ver con el pasado, se asoma también por las páginas de ‘El monarca de
las sombras’. «Ahora hay mucho debate sobre la Transición, pero en aquel
momento los españoles, al menos, conseguimos no practicar nuestro deporte
favorito que era la Guerra Civil. En el extranjero la gente esperaba que nos
matásemos de nuevo, pero por fortuna no lo hicimos. Ahora dicen que
reconciliación es una palabra muy mala y quieren que repitamos nuestra
historia. Vivimos una época en la que se ha sacralizado la memoria, pero al mismo
tiempo todo se olvida a una velocidad fantástica. Si la Transición salió bien
no fue a causa de un pacto de olvido, sino de que no nos arrojamos el pasado
los unos contra los otros. Y eso sucedió así porque políticos tan contrarios
como Suárez y Carrillo tenían bien presente la Guerra Civil y no querían que se
repitiera».
Cuando emprende la escritura de una novela
siempre hay una cuestión que preocupa a Javier Cercas. En esta ocasión su
objetivo era descubrir quién era Manuel Mena, su ancestro franquista que marchó
al frente a los dieciocho años. «Tenía cierto miedo al escribir la novela, pero
me ha quedado una buena impresión de mi antepasado. El resultado final ha sido
mejor de lo esperado. Yo escribo novelas para formularme preguntas complejas
que me inquietan y trato de no dar una respuesta taxativa y clara, porque este
tipo de soluciones no sirven en literatura. Además la última respuesta, en todo
caso, la tiene el lector. Manuel Mena era un chico humilde, de una región
pobre, con pretensiones intelectuales, el primero de la familia y del pueblo
que cursó estudios superiores. Se alistó en el bando equivocado al estallar la
guerra y allí murió. Mi madre me hablaba mucho de él y yo quería saber por qué.
Para ella Manuel Mena fue a luchar para salvaguardar la familia y la religión,
valores en los que ellos creían entonces. Si en ‘Soldados de Salamina’ había
una defensa y reivindicación del soldado republicano, en esta novela hay una
asunción de mi propio pasado. Yo procedo de una familia franquista, cuyo héroe
era un joven falangista de diecisiete años. Y eso es algo normal, no creamos que
todos hemos sido antifranquistas de toda la vida. No podemos edulcorar el
pasado y engañarnos con una imagen halagadora, porque el pasado resulta útil
cuando tenemos presente el pasado real, no uno dulcificado».
Para localizar las huellas de Manuel Mena,
Javier Cercas ha revuelto el pasado, especialmente el de su familia. «El
problema de este país es que no estamos de acuerdo con nuestro pasado y hasta
que no lo logremos, esto no tirará hacia delante. Hay cosas que son elementales
y tendríamos que estar de acuerdo con ellas. En 1936 lo que se produjo en
España fue un golpe de estado contra una república democrática que tenía todos
los defectos que queramos, precaria, triste y deteriorada, pero era democrática.
Se produjo el golpe orquestado por la oligarquía y la Iglesia y ejecutado por
el ejército, que contó con el apoyo de la mitad del país, una mitad convencida
por esa oligarquía interesada en destruir la república. La razón política la
tenía la república, no los franquistas, y nosotros venimos de ahí y no podemos
reivindicar el franquismo, sino condenarlo, que es lo que no ha hecho todavía la
derecha española». En su análisis del pasado Cercas va más lejos aún y
establece una diferenciación entre razón política y razón moral. «Ya tenemos
claro dónde está la razón política, pero la razón moral es otra cosa. Personas,
que estaban en el lado políticamente correcto y defendían la democracia,
mataron a sangre fría a curas y monjas. Estos tipos son lo que yo llamo
canallas de las buenas causas, porque tenían la razón política pero no la
moral. Y, a la inversa, hubo gente en el lado franquista que se equivocó al
creer que la sublevación era la solución para el país. Ahora sabemos que no fue
así, pero entonces lo ignoraban. La distinción entre razón política y moral es
importante y deberíamos de estar de acuerdo con ello. En ‘El monarca de las
sombras’ he intentado despejar este fantasma, porque hemos de tener claro de
dónde venimos. Respecto a Manuel mena y después de investigar sobre su figura,
no tengo ninguna razón para pensar que fue un tipo peor que yo, más bien lo
contrario, ya que se jugó la vida por unos valores en los que creía».
No cabe duda que hablar de la familia de
cualquier persona y más si se trata de asuntos relacionados con la Guerra Civil
es una aventura arriesgada. El escritor puede tropezar con algo que no espera.
«En la novela hablo de las responsabilidades de mi familia en los crímenes cometidos
en mi pueblo durante la Guerra, algo que era terrible para mí porque mi abuelo
había sido de Falange. La gente no quiere hablar de estas cosas, una postura
muy respetable, aunque creo que nosotros debemos despejar las dudas y combatir
ese silencio. Mi primo Alejandro Cercas,
que fue diputado socialista, me preguntó si sabía dónde me estaba metiendo,
porque podía encontrarme alguna cosa desagradable. Y no ha sido así, pero si lo
hubiera encontrado lo habría publicado, seguro. Yo puedo ser tan cobarde como
cualquier persona, pero como escritor no puedo serlo. Si uno juega a algo,
juega hasta el final, con todas sus consecuencias, y Manuel Mena estuvo en el
frente donde se dedicaban a matarse los unos a los otros. Por otro lado, yo
ignoraba que mi abuelo hubiera sido jefe de falange en mi pueblo, y después
alcalde, pero al concluir la guerra rompió con todo: con el pueblo, con la
política, con los vencedores, con la alcaldía, con todo, hasta tal punto que no
dejó que ninguno de sus hijos se acercase a ellos. Entiendo que eso se debió a
que se dio cuenta de que aquello era una estafa. Hasta el propio Manuel Mena,
cuando supo lo que significaba la guerra en realidad, perdió su concepto
inicial de que era algo maravilloso a donde debía acudir».
Todas las novelas de Javier Cercas tienen
algo muy peculiar, muy «sui generis», ya que establece un juego entre ficción y
realidad. De este modo resulta difícil definir exactamente su oficio
relacionado con la República de las Letras. «Yo me defino como novelista, pero
es verdad que todas mis novelas son muy «sui generis». Soy un escritor que
tiene una idea muy particular de lo que es este género, como expliqué en mi
ensayo ‘El punto ciego’. Me remonto a quien más sabe de todo esto que es Miguel
de Cervantes, que dijo que al escribir hiciéramos lo que quisiéramos. El
Quijote es un banquete, un cocido con muchos platos, que nos da libertad total
para escribir y, sin embargo, nos hemos
ceñido a un modelo concreto que es la narrativa del siglo XIX. Si yo he escrito
novelas sin ficción, ¿por qué no escribir novelas sin ensayo? Cada novela
establece sus propias reglas. La Historia forma parte de mis novelas, pero no
escribo género histórico».
‘El monarca de las sombras’ es la novela más
personal de Javier Cercas. «Sin duda ninguna es mi novela más personal. Las
novelas salen de las tripas o no son literatura. A ‘El monarca de las sombras’
se le puede aplicar la palabra sentimental, pero no sentimentalismo, que es la
prostitución del sentimiento. Este es un libro belicosamente antibelicista,
porque se nos ha olvidado la Guerra Civil y cuando eso ocurre significa que ya
estamos preparados para volver a ella. El siglo XX proscribió el sentimiento en
las novelas y hay que recuperarlo, sin
caer, insisto, en el sentimentalismo».