Nº 517.- El último domingo de la Fira
del Llibre de València, el sol iluminaba el recinto de un modo avasallador. Los
colores parecían estallar, brillantes, tiernos, casi dolorosos, mientras el
calor no daba tregua. En este marco, y en la caseta de la Organización, estaba
citado a eso del mediodía con la escritora barcelonesa Jenn Díaz, para charlar sobre
la escritura y sus últimas novelas publicadas. Y a eso nos pusimos en cuanto la
luz roja de la grabadora dio el okey.
Jenn,
fuiste nadadora, explícame cómo una deportista federada termina dedicándose a
la literatura…
La verdad es que es poco
frecuente. Toda mi vida quise ser profesora de educación física, porque durante
diez años me dediqué a la natación y competí hasta los dieciocho. Cuando dejé
de nadar, el deporte se convirtió en una actividad menos intensa y me quedé
coja de vocación. No sabía qué quería hacer. Estudié Filosofía, porque había un
profesor que me fascinaba, luego lo dejé y como lo que se me daba bien era la
escritura, decidí matricularme en Filología. Tampoco me gustó y me abrí un
blog, escribí dos novelas, una de ellas fue ‘Belfondo’, y en ese tiempo conocí
a una persona que era agente literario y consiguió una oferta para publicarla. Desde
entonces me he sentido empujada a seguir escribiendo y a permanecer vinculada
con la Literatura. Ahora el mundo del deporte me queda muy lejos y me he vuelto
muy sedentaria.
Pero
también estudiaste Psicología y, según he leído en alguna entrevista, lo
hiciste «para conocerte a ti misma», ¿escribes por idéntico motivo?
No acabé la carrera. Fui a
la sesión de un psicólogo y a partir de ahí decidí que ya no quería ser
psicóloga, aunque para entender muchos mecanismos propios sí me interesaba la
Psicología y quizá he canalizado este interés a través de mis personajes. El
hecho de escribir, aunque no sea de una manera voluntaria, me permite analizar
a las personas de mi entorno de un modo más disciplinado o consciente, que si
no me dedicara a la escritura.
Aunque
no siempre lo consiguen, muchos escritores escriben para responderse una
pregunta sobre algo que les inquieta, ¿qué pregunta te formulaste tú a la hora
de escribir ‘Mare i filla’?
Yo había ido a Chile a
visitar a una amiga y conocí a una señora que llevaba veinte años enamorada de
un hombre casado. Entonces me pregunté si de verdad aquella mujer estaba
enamorada de una persona a la que sólo veía los viernes para comer y un rato
por la tarde. Quería saber si era su propia elección o si se había resignado a
que su relación se desarrollara de aquel modo. En aquel momento pensé que sí
era una decisión voluntaria, pero cuando volví a mi casa ya no tenía claro si
ella era consciente o no de su renuncia. Y de esta duda surgió la novela.
La
primera persona con la que has escrito ‘Mare i filla’ es un poco especial, ¿no?
Sí, es una tercera persona
que engaña. ‘Mare i filla’ está escrita al estilo de ‘Las palabras de la
noche’, una novela de la escritora Natalia Ginzburg que me fascinó precisamente
por esa manera de contar. Empecé a escribirla en primera persona, pero no
funcionaba porque la que hablaba era Natàlia, una de las hijas, y no quedaba
bien. Como al principio me creía su historia, la fui desarrollando, pero a
medida que recordaba otras cosas aumentaba mi desconfianza hacia su discurso.
Hablar desde su posición me limitaba, así que cambié a la tercera y la cosa
mejoró. Entonces ocurrió que, al transformar las treinta primeras páginas, me
di cuenta de que sonaba como si hablara desde dentro del personaje. Alguien me
dijo que leyendo la novela hasta el final se descubriría de quién era esa voz,
pero eso no ocurre, no hay explicación alguna de su procedencia. Gracias a todo
esto, a partir de ahora, esta voz va a formar parte de mi estilo narrativo, porque
he encontrado una forma de narrar muy íntima, muy consciente de todo lo que
sucede.
O
sea que este título marca un antes y un después en tu narrativa.
Sí, completamente, y todo
procede de un error, de una experimentación. Ha sido algo fortuito, arbitrario,
que me ha permitido reflexionar sobre mi manera de narrar. En mi nueva novela,
‘Vida familiar’, donde intervienen muchas primeras personas, ya he proyectado
esta nueva forma.
Los
hombres de tus novelas, en ‘Mari i filla’ también, son como «personajes-cleenex»,
de usar y tirar, ¿por qué ocurre eso?
Pues porque en la vida
funciona al revés, la mujer es el «cleenex» y el hombre el protagonista. Creo
que el hecho de ser mujer me hace ver el mundo desde esa perspectiva, algo que
no es ni mejor ni peor, y me permite contemplar lo que significa una sociedad
dirigida por y para los hombres. La complejidad que me dan los personajes
femeninos, la contradicción permanente en que vivimos las mujeres y el
sentimiento de culpa que nos han inculcado desde tiempo inmemorial estimulan
muchísimo mi mente y de este modo los personajes poseen una riqueza muy grande
y me interesan más. Es algo que, al empezar la novela, no me planteo de modo
consciente, pero que tiene mucho de mí, porque escribo sobre cosas que ocurren mi
entorno y que reivindico a posteriori, cuando efectúo una reflexión sobre lo
que he escrito.
Sin
embargo, todo circula en derredor de los hombres, como si fueran los «árbitros»
de los personajes femeninos.
De acuerdo por completo, de
hecho esta ausencia acarrea precisamente su protagonismo total en la novela,
como si estuvieran presentes en cada momento. Eso ya pasaba en ‘Mujercitas’ y
es algo que me parecía muy interesante. Incluso las mujeres más concienciadas
en su feminismo, en su revolución y en su lucha, siempre atraviesan un instante
en su vida donde todo pende de un hilo y ese hilo es un hombre.
En
‘Mare i filla’ el escenario carece de importancia, ¿por alguna circunstancia no
querías ubicar la narración en un lugar determinado?
Como cosa física y por
norma, el escenario es algo prescindible por completo, lo que me interesa es el
ambiente que se pueda lograr. Los personajes, con sus reflexiones y su monólogo
interior, crean un clima, referido habitualmente a pueblos pequeños.
Hace
unos días, Javier Cercas afirmaba que todos los libros de un mismo autor
dialogaban y se relacionaban entre sí, ¿’Mare i filla’ guarda alguna conexión
con el resto de tu obra?
Sí, de hecho creo que las
portadas de todas mis novelas son cromos intercambiables, porque los conflictos
familiares, la pequeña revolución de cada día, la temática femenina y el
protagonismo de las mujeres aparecen en casi todas ellas. Por eso cada vez me
cuesta más explicarlas, ya que son la misma historia cambiando los
protagonistas.
O
sea que has ido a parar a ese gran saco donde viven los escritores que siempre
escriben la misma novela
Creo que sí y se debe a que
funcionas mucho con tus propias obsesiones, con lo que te interesa o te molesta
y, por lo tanto, todo eso se va traspasando… Y se evoluciona, porque hay aspectos
que trato en una novela y en la siguiente los desarrollo para mejorar la
reflexión.
De
una entrevista, extraigo esta respuesta tuya: «Es que a mí no me gusta escribir, me gusta haber escrito, haber parido.
Soy ordenada, responsable, de tachar asignaturas pendientes y en una novela
nunca las acabas de tachar. Eso me genera angustia». Explícame un poco eso
de que te gusta haber escrito, haber parido…
Mira, el proceso de creación
me angustia mucho y eso se debe a que yo uso una agenda donde anoto cosas. Hoy
por ejemplo he apuntado firma en la Fira, entrevista, comida y regreso a
Barcelona. Repaso la agenda, tacho lo que ya he hecho y punto. Pero eso no
ocurre con una novela, no puedo hacer lo mismo. Cada día anotas novela y se
convierte en algo pendiente que siempre está en la cabeza, es como el estado
natural del estudiante que, por mucho que haya estudiado un examen, al día
siguiente tiene otro, y luego un trabajo, y otro, y otro más, y eso no acaba
nunca, excepto en vacaciones, por eso mis novelas son breves. Llega un momento
de saturación mental en el que ya no quiero saber nada de los personajes y
cuando las acabo, me encanta percibir la sensación de que he sido capaz de
disciplinarme durante un tiempo para llegar al final.
Ese
modo de trabajar suena a eso que llaman ahora «un sin vivir».
Pues a pesar de todo llevo
una vida tranquila, relajada… No trabajo muchas horas, no es tan neurótico como
parece, pero con la novela no puedo evitar la angustia, porque pienso
constantemente en los personajes y en la corrección que vendrá luego, que aún
me horroriza más.
Finalizado
el proceso creativo y una vez entregado el original a la editorial, ¿qué poso
te ha dejado la escritura de ‘Mare i filla’?
Me ha dejado esa nueva forma
de escribir que te comentaba antes, esa nueva posición dentro de la historia
desde la que voy mirando, que creo que me va a acompañar en mi carrera como
escritora a partir de ahora, con evoluciones y ramificaciones. Haberla escrito
en catalán me ha hecho comprender dos procesos distintos, que se parecen pero que
no son iguales, y conseguir esa tercera persona extraña que parece una primera.
¿Cómo son esos dos procesos
distintos?
‘Vida familiar’, mi nuevo
libro, está publicado sólo en catalán, no existe en castellano. ‘Mare i filla’,
sin embargo, la escribí en ambas lenguas a la vez, lo que por la traducción te
obliga a sumergirte muchísimo en tu propio texto. Al hacerlo así, me di cuenta
de que trabajaba mejor haciéndolo en catalán y castellano a la vez. Por lo
tanto, creo que seguiré simultaneando
ambas lenguas, lo que no quiere decir que vaya frase a frase. El hecho de
traducirlas mejora mi proceso escritor, que es muy rápido por la angustia que
siento. Además creo que mis editores van a querer publicar las dos versiones a
la vez.
Has
cambiado mucho desde nuestra última entrevista, antes ni te planteabas la
posibilidad de escribir en catalán.
No lo había hecho antes
porque yo soy castellano parlante, pero desde entonces han pasado cosas. Me he
casado con un catalán y eso ha traído consigo que esta lengua ahora forme parte
de mi vida más cotidiana e íntima. Hace tiempo hablaba el noventa por ciento
del tiempo en castellano y el resto en catalán, ahora se han invertido los
porcentajes. Además pienso en catalán y eso es determinante para trabajar de
este modo. No hay más que mirar mi agenda para comprobar el predominio de la
lengua catalana en mis anotaciones.
SOBRE JENN DÍAZ
Jenn Díaz (Barcelona, 1988) publicó su primera novela, ‘Belfondo’, a los 22 años, considerada por la crítica como un exponente destacado de la corriente neorruralista de la literatura hispánica actual. Entre sus influencias cabe citar a Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Natalia Ginzburg. Colabora en diversos medios como Granite & Rainbow, Jot Down, el blog «Mujeres» de El País, y es la fundadora y coordinadora del fanzine feminista Matrices. A partir del año 2015, con la publicación de su novela ‘Mare i filla’ (Madre e hija) ha comenzado a escribir en catalán, aunque proyecta hacerlo tanto en esta lengua como en castellano. Entre sus obras hay que citar ‘Belfondo’, ‘El duelo y la fiesta’, ‘Mujer sin hijo’, ‘Es un decir’, ‘Mare i filla’ y ‘Vida familiar’ (Premio Mercè Rodoreda, 2016).