Nº 522.- Los que, además de leer las entrevistas que
publico en Diario SIGLO XXI, se aventuran por mi blog ‘El Eco de las Voces’,
sabrán que cada año escojo la que para mí ha sido la mejor novela del año. Se
trata de un título meramente honorífico, sin dotación económica, pero que de
alguna manera define mis preferencias literarias. En el año 2016 este título
fue a parar a ‘Apóstoles y asesinos’, por el momento la última entrega del
escritor malagueño Antonio Soler, en la que se conjugan invención y verdad, de
tal manera que nunca tenemos claro si sostenemos entre nuestras manos una novela esculpida desde la realidad o un
ensayo escrito con las herramientas de un novelista. Este artefacto magistral
lo concibió Antonio Soler para contar la vida del «Noi del Sucre», cuyo
verdadero nombre era Salvador Seguí i Rubinat, un anarquista catalán que, tras
partir de posiciones absolutamente radicales, navegó hacia fórmulas de
consenso, convencido de que el pacto era la única forma de avanzar desde el
punto de vista social. Por las páginas de estos Apóstoles desfilan momentos
trascendentales de la historia barcelonesa: la Semana Trágica, la Primera
Guerra Mundial, los meses previos al advenimiento de la Dictadura de Primo de
Rivera y el terror con el violento envoltorio de la muerte y la sangre,
personificado en los propios ácratas y en los pistoleros de los llamados
Sindicatos Libres.
Fue a comienzos de junio, calor mediante, cuando
Antonio Soler visitó València para presentar ‘Apóstoles y asesinos’ en un acto
organizado por Amnistía Internacional. La puesta en escena tuvo lugar en el
Sporting Club Ruzafa, un local donde antaño se repartían puñetazos sobre un
ring de lona y que hoy acoge el estudio de varios artistas plásticos, así como
actos como el que propició mi encuentro con el autor malagueño. Un encuentro
que, dicho sea de paso, no hubiera sido posible sin la mediación de Miguel
Fuentes, propietario de la librería Cosecha Roja de la capital del Turia.
Antonio,
cuando entrevisto por primera vez a un escritor, como es tu caso, esta pregunta
es inevitable: ¿qué significa la escritura para ti?
Cuando empezaba en esto de
la literatura, de modo lógico y razonable, la novia que tenía entonces me decía
que por qué no escribía los fines de semana y yo le respondía que no era
suficiente, porque ya desde el principio tuve claro que la escritura
significaba algo más para mí, que no era un hobby, que era una forma de vida,
la que yo deseaba tener.
Una
decisión muy valiente por tu parte.
O muy inconsciente, nunca se
sabe, también me podía haber salido mal.
¿Cómo
te encuentras tú con Salvador Seguí el «Noi del Sucre»?
Por esos rebotes y afluentes
por donde te llevan los libros, leí de muy joven ‘Las últimas banderas’, una
novela que me gustó mucho, y siguiéndole la pista a su autor, Ángel María de
lera, tropecé con una biografía de Ángel Pestaña que también me interesó. Pero
lo que más me impactó de aquel libro fue la figura del «Noi del Sucre». Me pareció
un personaje misterioso, poco común, contradictorio y atípico. Me lo guardé en
la recámara y al cabo de muchos años, leyendo una entrevista de Jean Echenoz
sobre personajes históricos, se me encendió una bombilla y me acordé de él. Sin
embargo, cuando me puse a investigar en serio, vi que a su alrededor giraba un
mundo inmenso, lo que descartaba mi idea inicial de escribir una novela corta. Tenía
dudas porque no sabía muy bien qué iba a hacer, si un ensayo o una novela. Y
decidí probar otra cosa: ceñirme estrictamente a los hechos históricos
comprobados, pero contados desde el punto de vista de un novelista porque de
esta manera, incluso ateniéndome sólo a la realidad contrastada, podía tratar a
los personajes de modo subjetivo y añadir un poco de caricatura o de ironía en
algunos casos.
Pero,
¿cómo se puede guardar durante tanto tiempo en la mente una historia tan interesante
como esta sin escribirla?
Como te digo, no estaba
seguro de lo que quería hacer. Conocía al personaje igual que conocemos tantas
cosas, pero no había puesto la mirada creativa sobre él hasta que no leí la
entrevista de Echenoz que he citado antes. Al final me decidí a escribir porque
era un personaje muy interesante, desconocido, con mucho carisma, muy
literario. También es verdad que hace veinte o veinticinco años carecía del
músculo literario suficiente para enfrentarme al relato de un mundo tan
complejo y con tantos ramales.
Aparentemente,
el movimiento anarquista resulta siempre muy atractivo para los escritores.
Como tú dices aparentemente
sí, pero ocurre que cuando te sientas a indagar, en su seno encuentras apóstoles
y asesinos, toda una gama que va desde el blanco hasta el negro. El propio
Pestaña dice que dentro de los anarquistas hay santos laicos, gente que comete actos
violentos, porque cree que es necesario, y otros elementos que practican la
violencia por dinero, que trabajan al mejor postor y que incluso pueden
volverse contra sus propios correligionarios. Se trata de un mundo muy oscuro.
A
lo largo de su vida, el «Noi del Sucre» evolucionó hacia posiciones moderadas,
lo que le valió que le tildaran de traidor.
Sí, creo que
fundamentalmente era un tipo muy inteligente y al principio, como era muy
joven, no estaba formado. Empezó a leer, a vivir, a introducirse de verdad en el
mundo y se dio cuenta de que la forma de incidir en la realidad no podía ser
utópica. Por eso cada vez fue definiéndose más como sindicalista y menos como
anarquista. Llegó a pensar que los sueños estaban muy bien, pero que para
transformar la realidad había que bajar a la calle. El primer «Noi» era partidario
de acabar con la burguesía y el último terminó diciendo que era necesario que existiera,
que había que mejorar la vida y las injusticias, pero siendo realistas. En la
evolución de su modo de pensar influyó también la Revolución Rusa. Lo que él
detectó de aquel movimiento no le gustó y pasó a convertirse en su enemigo.
Acerquémonos
al modo narrativo. En ‘Apóstoles y asesinos’ encontramos historia real, citas,
entrevistas, artículos de prensa… ¿Cómo se te ocurrió mezclar estos elementos
para obtener un resultado tan difícil de etiquetar?
A medida que me documentaba
y reflexionaba sobre lo que llevaba entre manos, me dije que me iba a importar
poco el género. Tenía claro que el pulso narrativo había de ser el de un
novelista, pero había cosas tan interesantes en aquella época que debían quedar
reflejadas. No podía obviar el periodismo, porque muchos personajes principales,
como Companys, Layret o Pestaña, participaban de ese ambiente y trabajaban o
dirigían periódicos. Para ello qué mejor que copiar literalmente fragmentos de
algunos artículos suyos. También describí fotografías e incluso me planteé incluir
alguna de ellas, aunque al final desistí porque me pareció excesivo; coloqué
fichas policiales y listas de personas con sus calificativos, porque era bueno
saber qué opinaba la fuerza pública sobre ellos… Todo eso formaba parte de la
atmósfera de aquel momento y para disponer de una impresión de primera mano, el
lector debía tenerlo a su alcance. Por lo tanto, decidí introducirlas y que
luego los periodistas le pusieran la etiqueta que más les gustase.
Sin duda que sí y no sólo
por la mezcla de géneros, sino también por el modo como los he utilizado.
Seguimos
con las etiquetas, por algún lugar se ha calificado ‘Apóstoles y asesinos’ como
una novela de género negro, aunque en mi opinión no lo es.
No, no lo es. A este
respecto viví una anécdota con el profesor que trata de que yo aprenda inglés.
Un día vino a mi casa, vio la fotografía de la portada y dijo: «Hombre, Al
Capone» [risas] Y la verdad es que esa imagen refleja la estética de la obra,
de hecho en la misma novela hablo de ‘El Padrino’ porque tras el atentado que sufrió
Ángel Pestaña, al igual que le ocurre a Corleone en la película, los pistoleros
acudieron al hospital para rematarlo. Dado que la época era la misma, se asesinaba
igual en todas partes. No tengo ninguna duda de que Barcelona alberga muchas
más historias negras que Chicago.
¿Por
qué tu interés en que el lector, desde el comienzo, conozca el desenlace final
del libro?
No quería anzuelos falsos
para el lector. Cada vez soy más enemigo del efectismo y empezar la obra
creando una intriga me parecía una trampa. Creía que la historia tenía tanto
interés por sí misma que no lo necesitaba. Además hoy en día cualquier persona puede
acudir a Internet y averiguar lo que quiere saber sobre el final del «Noi».
Antes
has citado personajes importantes de la novela, pero a mí me llama la atención
uno en particular: el general Martínez Anido. Si hubieras necesitado un malvado
no lo habrías encontrado mejor, ¿no crees?
Efectivamente, él y su
compinche Arlegui, al que a veces también menciono en la novela. Parecen
caricaturas de Valle-Inclán por lo brutales que llegaron a ser estos dos tipos,
pero eran así. Y corresponden a una clase de personajes que luego veremos con
toda su dimensión a lo largo de la Guerra Civil.
A
pequeña escala, lo que se vivió en Barcelona durante los años veinte recuerda a la Guerra Civil, ¿tenemos de nuevo
a las dos Españas frente a frente, pero en un territorio más reducido?
Así es y esa historia no se
conoce tanto. Cuando se mira el siglo XX, lógicamente todo el foco se dirige
sobre la Guerra Civil, pero los antecedentes son estos y ese tipo de personajes
y confrontaciones, que luego se van a magnificar, ya están en ‘Apóstoles y
asesinos’. Aparecen Indalecio Prieto, Largo Caballero, Companys, y muchos
otros, junto con todo lo que se estaba fraguando en aquellos momentos. Martínez
Anido es un africanista, un colonialista, como lo fue el propio Franco y tantos
otros.
¿Barcelona
funciona aquí también como un personaje más o sólo es el escenario donde
aconteció todo lo que narras?
Estoy convencido de que
funciona como un personaje más. El tratamiento que yo le he dado obedece a que ‘Apóstoles
y asesinos’ es una novela colectiva, que refleja un mundo y una sociedad
concretos. Por ejemplo, en la huelga de La Canadiense, Barcelona sintió el
miedo y eso se refleja en el libro.
Tras
este viaje con el «Noi del sucre», ¿qué poso te queda a ti del trayecto recorrido
durante la escritura?
Al empezar la novela sabía
quién era cada uno, pero he profundizado mucho y me quedo con la confirmación
de muchas de las cosas que ya intuía y que he podido corroborar durante la
escritura. El propio personaje del «Noi», su evolución, su recorrido
ideológico, me parece un ejemplo de primer orden de que las ideologías y el
deseo de asaltar sueños están muy bien, pero cuando se desciende a la realidad
hay que pactar. Eso es algo que no admite dudas y el éxito no consiste en
acabar con el otro, sino en sacar lo mejor de él.
Terminamos
por hoy: ¿trabajas ya en algún proyecto literario nuevo?
Sí, estoy inmerso en una
novela que no tiene mucho que ver con ésta. Se trata igualmente de un collage,
pero con otros elementos. Es una obra colectiva y actual.
SOBRE ANTONIO SOLER
Antonio Soler (Málaga, 1956), escritor. Estudió Técnico en Actividades y Empresas Turísticas en la Escuela de Turismo de Málaga y a los 22 años vio truncada su carrera de atleta por un accidente de tráfico. Durante la convalecencia se inició en la escritura. Desde 1988 trabaja como guionista de televisión y ha sido colaborador de los diarios Sur, ABC, El Mundo (Andalucía), así como de los suplementos dominicales de El Periódico de Barcelona y El Semanal. En el año 2000 realizó una estancia de varios meses en el Dickinson College de Pensilvania como escritor residente y en 2003 fue invitado a vivir durante un trimestre en Villa Mont-Noir, casa que fue propiedad de la familia de Margerite Yourcenar, actualmente convertida en residencia para autores europeos. Ha sido galardonado con numerosos premios entre los que destacan el Ignacio Aldecoa de cuentos, Ateneo de Valladolid de novela corta, Andalucía de Novela, Crítica de Andalucía, Herralde de Novela, Nacional de la Crítica, el Primavera de Novela y el Nadal. Es autor de las siguientes obras: ‘La noche’, ‘Extranjeros en la noche’, ‘Modelo de pasión’, ‘Los héroes de la frontera’, ‘Las bailarinas muertas’, ‘El nombre que ahora digo’, ‘El espiritista melancólico’, ‘El camino de los ingleses’, llevada al cine por Antonio Banderas, ‘El sueño del caimán’, ‘Lausana’, ‘Málaga. Paraíso Perdido’, ‘Boabdil’, ‘Una historia violenta’, y ‘Apóstoles y asesinos’. Junto con Eduardo Lago, Enrique Vila-Matas y Malcolm Otero Barral forma parte de la Orden Literaria del Finnegans. Su obra está traducida a múltiples idiomas.