Foto P. Cosano. Grupo Anaya |
Semana Santa. Es primera hora de la tarde cuando tecleo
su teléfono. Timbrea varias veces. No demasiadas, es cierto. «¿Qué tal? ¿Cómo
le va?», responde puntual Jorge Eduardo Benavides, el escritor peruano (Arequipa,
1964) que, con su novela ‘El asesinato de Laura Olvido’, editada por Alianza
Literaria, ha conquistado el Premio Fernando Quiñones 2018. Mientras concluimos
los saludos, conecto la grabadora, hacemos una prueba y comenzamos la
conversación.
En primer lugar,
enhorabuena por el galardón.
Muchas gracias.
¿Por qué es
importante para Jorge Eduardo Benavides haber ganado el Premio Fernando
Quiñones 2018?
Bueno, los premios son importantes porque
significan el reconocimiento a un trabajo específico, en este caso una novela.
El Premio Quiñones lleva el nombre de un autor al que he leído a lo largo del
tiempo y conquistarlo aporta la visibilidad que a veces se echa en falta con
una publicación habitual.
¿Y qué significa
para usted el hecho de escribir, la literatura en general?
Es un trabajo que a mí me gusta y al que me dedico
con todo el entusiasmo del mundo. Aunque en mi caso he de compatibilizarlo con
otro tipo de ocupaciones, clases, conferencias o charlas, que me permiten
conseguir tiempo para escribir, no deja de ser un oficio que requiere
paciencia, esfuerzo y entrega.
Su novela habla del asesinato de una agente
literaria, Laura Olivo, en el Madrid de nuestros días. La principal sospechosa,
Lucía Luján, ha sido detenida y permanece en prisión. Un expolicía peruano, «Colorado»
Larrazábal, de origen vasco y raza negra, que ha emigrado a España y sobrevive
desempeñando ocupaciones ocasionales para un compatriota suyo, el abogado
Tejada, será el encargado de esclarecer este misterioso crimen.
Leemos en ‘El
asesinato de Laura Olivo’ que un escritor escribe «porque necesita contar una
historia», ¿qué le movió a usted a narrar esta novela?
Bueno, el personaje del «Colorado» formaba
parte de un pequeño cuento que me pidieron para un periódico hace tiempo y, por
tanto, ya lo tenía diseñado y trabajado. Por otro lado, siempre me había
interesado conocer ese submundo de la escritura que forman los agentes, los
autores y los editores, porque es algo que rara vez sale a la palestra. En este
sentido, resultó propicio que Larrazabal ya existiera para contar esta
historia.
Escogió la
estructura de género negro para narrar su historia, ¿le interesa mucho este
género?
Sí, la verdad es que la novela negra es un
género muy amplio, admite muchas historias y, salvo unos pocos escritores que
se dedican a ella exclusivamente, creo que casi todos los autores de alguna
manera lo abordamos, porque nuestras novelas suelen tener una trama y las
tramas conllevan un cierto enigma. Así que me pareció un género muy apropiado.
«Colorado»
Larrazábal es de raza negra y origen vasco, además sale con una novia
musulmana. A la hora de pergeñar a su protagonista, ha roto estereotipos, desde
luego.
Bueno, eso es de lo más habitual en mi tierra.
Perú es un país de aluvión, donde hay gentes de toda procedencia y también una
población negra muy grande. En consecuencia y con mirada fría, no es un
personaje tan descabellado. Lo demás simplemente es embarcarlo en una corriente
migratoria como la que existe en todo el mundo, aquí en España también. Si
además vive en Lavapiés, me parecía casi natural que pudiera tener contacto con
una mujer de otra cultura.
Larrazabal se
comporta de un modo algo atípico, es persuasivo con sus palabras y consigue la
información sin recurrir a pequeños sobornos, una práctica bastante habitual
entre los detectives norteamericanos.
Ésta es la primera incursión detectivesca de
Larrazabal en España y se ha dedicado a un crimen rarísimo acontecido entre la
clase media o media-alta. Y lo que usted señala, que es cierto, creo que se
debe precisamente a que él no se mueve en el bajo mundo, sino en círculos más
bien aburguesados, donde al menos en teoría no se ha producido este tipo de
crímenes y nadie está dispuesto a ser sobornado para hablar.
Para relajarse o
para pensar, Larrazabal escucha las Variaciones
Goldberg de Johann Sebastian Bach, a las que califica de soporíferas, ¿él
es consciente de que esta partitura fue compuesta para que un noble alemán
combatiese su insomnio?
No, no, él lo ignora. El personaje las
utiliza para eso y nada más. Lo que sí hay es un juego de fondo, que algunos
lectores captarán y yo me alegraré por ello, que les incitará a saber cuál es
el origen de las Variaciones, que son
para dormir como usted señala.
A la hora de
escribir, ha alternado la tercera persona, como voz narrativa principal, con
incisos en segunda, con ello consigue una lectura más dinámica.
Es un recurso que he utilizado en otras
novelas. Para mí es como un cambio de enfoque. Las novelas utilizan muchas
técnicas cinematográficas, porque ambos modelos narrativos se alimentan
mutuamente. Esa sucesión de planos, de un narrador a otro, que hemos visto
tantas veces en el cine, aquí resultaba muy útil para darle agilidad a la
historia.
Se adentra usted en
el territorio de los escritores y de las agentes literarias, ¿la profesión de
agente se ha convertido en una ocupación preferentemente desarrollada por
mujeres?
Sinceramente no lo sé, pero es cierto que el ambiente
editorial es un ámbito muy femenino. Hay bastantes editoras y las agentes
superan en mucho a los agentes. No sé si eso es el resultado de un efecto
llamada desde la época de Carmen Balcells, pero lo que está claro es que el
mundo literario, como sabemos, ha atraído mucho más a las mujeres que a los
hombres y quizá por este motivo se haya llegado a esta situación actual.
Sobre los
escritores, uno de los personajes del libro afirma que son «inseguros y
timoratos, al tiempo que se comportan como niñas», ¿comparte usted esta opinión
o simplemente se trata de una extrapolación?
No, aquí los personajes son sólo eso,
personajes, y sus opiniones son suyas, nada más. Escarbando en cualquier
colectivo podemos encontrar tipologías muy definidas y el mundo literario, como
cualquier otro, es muy apetecible. Lo que sí creo es que la relación que se
establece entre agentes y escritores es especial, porque los agentes llevan a
muchos escritores y el escritor sólo tiene un agente. Ahí se produce una
asimetría, que también se da en el mundo de los artistas, de la música… Dejando
a un lado aquellos autores a los que les va muy bien, en general siempre que
alguien necesita a un representante se genera una situación de cierta
vulnerabilidad.
(Foto P. Cosano. Grupo Anaya) |
Explorando el entorno
literario, la novela cuenta que algunos escritores se apropian de bienes ajenos
y habla también de los negros literarios, ¿Usted trabajó alguna vez como negro?
Bueno, no son muchos los casos en el mundo
literario. Quizá el más famoso fue la acusación sobre Cela por su novela ‘La
Cruz de San Andrés’. El plagio es algo muy difícil de probar porque los
escritores, además, rinden homenajes a otros autores. Sobre la cuestión que
plantea, le diré que nunca he trabajado como negro literario, pero sí trabajo
con textos ajenos corrigiéndolos y haciendo asesorías, y este es un suboficio
dentro de la literatura. Cuando en Perú me preguntan si vivo de la literatura,
respondo que sí, pero no de la mía [sonrisa telefónica].
Al hilo de su
respuesta, usted es profesor de innumerables talleres de escritura, ¿se puede
enseñar a escribir?
Sí, como le digo esto es un oficio y un
oficio se puede enseñar. Es interesante dar pautas, corregir y ayudar a que una
persona descubra su propia forma de escribir. Ante la santificación de la
literatura que existe, me quedo perplejo, porque a nadie que estudia música o
pintura se le pregunta por qué toma clases. Tomar clases no significa que se
vaya a convertir en un concertista o en un gran pintor y con la literatura
ocurre lo mismo. Los talleres existen en Estados Unidos desde principios del
siglo XX, igual que en Hispanoamérica, aquí llegaron mucho después. Hay
escritores que opinan que sólo se puede aprender escribiendo y leyendo, pero no
es incompatible escribir y leer mucho con aprender ciertas cosas.
En ‘El asesinato
de Laura Olivo’ ha mezclado autores inventados con otros reales como Vargas
Llosa, José Donoso o Jorge Edwards, todo para arropar a un misterioso escritor
llamado Marcelo Chiriboga, ¿quién fue Marcelo Chiriboga?
Marcelo fue un escritor, que existió si
ampliamos el atributo de existir a lo ficticio, inventado por Carlos Fuentes y
José Donoso, al que asignaron la nacionalidad de ecuatoriano, porque Ecuador no
tenía ningún escritor integrante del llamado Boom de la literatura sudamericana.
A mí, ese crear a Chiriboga, al que Donoso menciona en una de sus obras, me
fascinaba. Igualmente, citó a su agente, Gloria Monclús, que aparece también en
mi novela, aunque yo me he quedado con Clara Monclús, su hija. Lo que he hecho
ha sido instalar mi narración en el mundo preexistente de Chiriboga. Por eso,
si lo aceptamos como personaje real, cobra sentido que aparezca en estas
páginas. Su presencia, por otro lado, me daba juego para contar aspectos del
mundo del Boom y a incluir a Jorge Eduards como personaje.
Regresemos por un
momento a Larrazabal: ¿hay mucho en común entre usted y él?
La verdad es que no. Larrazabal es un
migrante que vino por necesidad, que abandonó su trabajo en el Perú para
labrarse un mejor futuro en España. Yo lo hice por vocación, porque sentía el
afán de escribir. Por otro lado, él llegó mucho después, en otra época.
¿Larrazabal tiene
vocación de personaje de serie?
No soy un escritor de género, sino de de los
que van buscando distintas historias, pero no lo descarto por completo. De
momento, creo que va a dormir un tiempo. A lo mejor más adelante me interesa
contar nuevas cosas sobre él, porque a veces resulta difícil abandonar a un
personaje.
Y la última por
hoy: ¿tiene ya algún nuevo proyecto literario en mente?
En octubre saldrá una novela histórica mía,
muy voluminosa, sobre el Duque de Osuna, en la que he invertido mucho tiempo
investigando. Tiene mucho que ver con un famoso ladrón llamado Luis Candelas.
La acción transcurre en Madrid y tiene como telón de fondo la Primera Guerra
Carlista.
SOBRE JORGE EDUARDO BENAVIDES
Jorge Eduardo Benavides (1964, Arequipa Perú). Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima, ciudad donde trabajó dictando talleres de literatura, y posteriormente como periodista radiofónico y jefe de Redacción de los noticieros de Antena Uno Radio, en la que además llevaba un espacio cultural. Desde 1991 hasta el 2002 vivió en Tenerife, donde colaboró con el suplemento dominical de Diario de Avisos y también como jefe de redacción de Siglo XXI. Allí fundó y dirigió el taller de narrativa Entrelíneas. Ha colaborado con revistas literarias como Renacimiento, Letras Libres, Eñe y Mercurio y en los suplementos culturales Babelia y Caballo Verde.
Fue Premio Nuevo Talento FNAC en 2003 y es autor de ‘Cuentario y otros relatos’ y de las novelas ‘Los años inútiles’, ‘El año que rompí contigo’, ‘Un millón de soles’, ‘La paz de los vencidos’, ‘Un asunto sentimental’ y ‘El enigma del convento’ (Premio de Novela Torrente Ballester).