Nº 550.- Se le ve feliz. No puede negarlo,
ni ocultarlo. Tampoco quiere. La sonrisa le delata. Y también ese tono moreno,
optimista, que, sin duda, ha adquirido en las playas cercanas a Sagunto, al
abrigo de cuyo castillo romano, Manu Etayo Ortigosa (Murieta, Navarra, 1973) ha
cosechado uno de los más brillantes éxitos deportivos de su carrera,
conduciendo al Club Balonmano Morvedre de regreso a la División de Honor del
balonmano femenino estatal, tras proclamarlo campeón de la Liga División de Honor
Plata.
A Manu le saluda una trayectoria
impecable: treinta y un partidos disputados; treinta victorias; un empate; y
cero derrotas. «Primero decían que
nuestro grupo era cómodo y que a veces bajábamos los brazos… Siempre han
intentado restarnos un poco de mérito, pero estas chicas, con su trabajo
constante a lo largo del año, han convertido lo difícil en fácil, lo imposible
en factible. Hubo partidos que se complicaron, pero ellas los sacaron siempre
adelante. Este tipo de reacciones, en un equipo tan joven, tiene un enorme
mérito». Todo está muy reciente, aún no ha transcurrido una semana cuando
hablamos en la cafetería de un conocido centro comercial, con el falso lecho
del río Turia al fondo, frondoso y verde. Pero cuando recuerda lo ocurrido, al
entrenador navarro le brillan los ojos. «Joder, me emociono otra vez, igual que
el domingo pasado. Llegar a donde hemos llegado me ha removido todo el cuerpo.
Desde el primer momento hemos vivido muchas cosas importantes, hemos llegado a
un punto de cohesión muy grande y hemos deseado tanto el éxito que la alegría
es enorme, sobre todo para ellas».
BALONMANO MORVEDRE: PLANTILLA JOVEN, ENTRENADOR CURTIDO
Efectivamente, como Manu Etayo ha
subrayado, el C.Bm. Morvedre cuenta con una plantilla muy joven. Vean el
modelo: dos jugadoras con veintinueve años; otras dos con veintisiete; y el
resto del plantel con edades que oscilan entre dieciocho y veinticinco. Una
mezcla que se ha demostrado altamente eficaz. «Sí, ahora diría que es la receta
perfecta – se ríe –, pero lo más importante es la calidad humana de cada una de
ellas y cómo han congeniado entre sí. Fuera de la pista se han comportado como
una familia de verdad. Han quedado para hacer cosas juntas, para dar una
vuelta, para comer, para cenar... Y esa complicidad repercute luego,
positivamente, durante los partidos. En ese sentido, he de destacar que Noelia
Olcina ha desempeñado un papel muy importante, porque nos ha ayudado a hacer
grupo, algo que constituía una de mis obsesiones antes de venir aquí».
C.Bm. Morvedre, campeón Liga División Honor Plata (foto J. Ricardo Gil) |
Etayo sabe lo que dice, no en
balde ha disfrutado del balonmano en todas sus facetas, primero como jugador.
«Es curioso mi caso. Me dedico al balonmano por puro azar. En el colegio cogía
el balón de baloncesto y, entre clase y clase, me lo llevaba siempre a todos
lados. Un día apareció por allí gente de un club buscando jugadores. Y me
apunté. Pensé que era baloncesto, pero cuando llegué a entrenar sacaron unos
balones más pequeños. Yo cogí uno y me quedé a probar. Como era zurdo, a pesar
de ser el más pequeño de todos, los entrenadores me mimaron mucho. De ahí
arranca mi afición por el balonmano». Se mantuvo jugando durante mucho tiempo,
incluso llegó a formar parte de la Selección de Navarra, pero pronto se dio
cuenta de que él servía para otra cosa: entrenar, dirigir equipos. «Para mí el
balonmano es una pasión, es la vida. Todo lo que tengo, mi familia, mis amigos,
mi trabajo, se lo debo al balonmano». Entre los técnicos que le formaron
recuerda a «Manolo Carretero y a Jesús Eslava, que era jugador del San Antonio.
Los primeros técnicos son los que más te marcan».
Agotada su etapa de jugador,
comenzó a entrenar. Formó parte del cuerpo técnico del Itxaco durante doce
años; entrenó al histórico Beti Onak; y debutó en la División de Honor femenina
como máximo responsable del Atlético Guardés. «Estuve tres años intentando
pelear por el título, y aunque no lo conseguimos, disfruté enormemente con mi
trabajo». Como segundo de Jorge Dueñas, permaneció cuatro años con la Selección
Española y tocó la plata en el Campeonato de Europa de 2014. «En la Selección
me dedicaba a ayudar a Jorge y a echarle una mano en el manejo del grupo. Veía
vídeos, estudiaba a las rivales y trabajaba con las porteras. Es un trabajo muy distinto al que realizo en
el club». Pasó después una experiencia curiosa al frente del Luxor Handball de
Malta. «Después de los tres años en Galicia y de un ciclo olímpico con la
Selección, necesitaba parar un poco, respirar, dar una vuelta. Contacté con un
tipo que me ofreció entrenar a un club de Malta muy modesto. Fui, pero la
cultura del entrenamiento de allí es muy distinta y decidí enseñar balonmano,
pero tomándolo con calma. Aproveché para ver muchos partidos y reciclarme». De
la isla saltó a Sagunto, otro punto del Mediterráneo, y desde el verano de 2017
es el técnico del primer equipo del Club Balonmano Morvedre. «Cuando me
llamaron y conocí a su presidente, Jesús Amores, que me puso al corriente del
proyecto que llevaba entre manos, no lo dudé mucho y dije que sí».
EL PROYECTO DEL BALONMANO MORVEDRE
Desde el momento en que se
anunció su fichaje por las saguntinas, dio la impresión de que se había juntado
el hambre con las ganas de comer. En una entrevista previa, Etayo manifestó que
tenía muchas ganas de comenzar su nuevo reto «y devolver al club la confianza
que me ha otorgado con trabajo, dedicación y, sobre todo, mucha pasión». Pasión
es una de las palabras que puede definir mejor al técnico navarro. Sin embargo
y a priori, pasión y frialdad para leer situaciones de partido se antojan
vocablos antitéticos. «Es verdad que hay que tener la cabeza fría en los
momentos importantes, pero la pasión se transmite y creo que he llegado al
corazón del grupo de jugadoras, porque ellas lo han demostrado en la pista. En
ocasiones gesticulo mucho, porque estoy pendiente de todo, pero trato de
mantener la mente serena para analizar mejor».
Antes de aterrizar, se informó
bien del material humano que iba a manejar y aún le dio tiempo de participar en
algunos retoques. «Ya había visto al equipo a través de vídeos y conocía al
grupo. Lo que intentamos entre todos es que algunas jugadoras jóvenes, que
habían salido del Morvedre, regresasen a casa. Buscábamos un perfil que,
además, tuviera ganas de participar en nuestro proyecto. Para la portería dio
la casualidad de que Sonora Solano, por motivos personales, quería acercarse a
València y se apuntó al proyecto. Débora Torreira tenía que desarrollar sus
prácticas por aquí y también se vino. Su presencia nos ha aportado cosas
importantes en defensa. Y Gemma Santa Isabel y Beatriz San Isidro han sido
otros dos fichajes que nos han ayudado mucho. La experiencia de todas ellas ha
supuesto el plus de veteranía que necesitábamos». Visto lo acontecido, cabe
preguntarse si la contratación de Manu Etayo llevaba implícito el compromiso de
ascender a la División de Honor. «La idea que teníamos era la de mejorar poco a
poco, trabajar a medio y largo plazo. Pero soy ambicioso y cuando comencé en
agosto y vi cómo trabajaban, pensé que si competían igual que entrenaban,
podíamos pelear por cotas un poco más altas, porque el equipo ofrecía
posibilidades para ello. Y así ha sido».
Herme Cerezo, César Galíndez y Manuel Etayo |
PERFIL DE MANUEL ETAYO
Hay dos modelos de entrenadores:
los que mantienen sus criterios contra viento y marea y los que permiten una
cierta participación de la plantilla que tienen a su cargo. Etayo se apunta al
segundo. «Es importante que las jugadoras se sientan partícipes, que no sea
sólo mi opinión la que prevalezca. Para preparar el partido siguiente, les pido
que vean un vídeo y así hablamos de lo que nos vamos a encontrar en la pista.
Es una forma de intercambiar información que nos alimenta mutuamente, porque a
mí ellas me aportan cosas también. De esta manera todos aprendemos. Lo más
importante para mí es que comprendan por qué hacemos las cosas de una manera y
no de otra. En balonmano todo tiene un fundamento, un motivo». El hecho de que
él se dedique a preparar equipos femeninos también lo tiene. Como todo en el
balonmano, según sus propias palabras. «Prefiero el balonmano femenino al
masculino, aunque es más complejo a la hora de cohesionar el grupo. Quizá la
forma de dirigirte a ellas y de motivarlas sea distinta, porque hay que darles
más vueltas. Precisamente por eso me gusta más».
El técnico navarro entrena mucho
durante la semana. Y luego espera que cada sábado el equipo obtenga fruto del
trabajo desarrollado. «Sí, siempre te gusta que lo que has preparado aparezca
durante el partido. Después, cuando ya se ha acabado, analizo el vídeo y veo sí
he dirigido bien, si quedan errores por corregir o si he estado demasiado
preocupado por otros factores ajenos al juego». Preparar un equipo de
balonmano, hacer que salga a la pista una jornada tras otra, que pelee por la
victoria, que ataque y defienda durante sesenta minutos, no se consigue
simplemente con las sesiones diarias de preparación. Hay una serie de factores,
como el denominado «entrenamiento invisible», que contribuyen poderosamente al
éxito del proyecto. «Tengo la enorme suerte de llevar un grupo lleno de gente
muy responsable para la edad que tiene. Su comportamiento a la hora de la
comida y de los descansos es ejemplar. Además de los vídeos de nuestros
rivales, les recomiendo que vean vídeos de otras competiciones que no tienen
nada que ver con nosotros. Y lo hacen. De este modo se enriquecen enormemente
como jugadoras de balonmano». Su trabajo perseverante ha dado resultado hasta
en la defensa, un aspecto del juego que a muchas jugadoras no les gusta tanto.
«Hemos preparado varios sistemas, pero defendamos en 3:3 o en 6:0 ellas lo han
hecho bueno, porque lo pasan bien defendiendo y recuperando balones, algo que a
veces se olvida. Cuando consigues que un equipo disfrute en defensa, tienes
mucho ganado».
Un último aspecto, y no
precisamente el menos importante, es el de la preparación física de la que
también se ha encargado el técnico navarro. «Durante la temporada la he llevado
yo, pero en este trabajo la colaboración de Noelia Olcina ha sido fundamental,
sobre todo en el apartado de prevención, porque es muy importante que el nivel
mental y el estado anímico sean adecuados, ya que eso ayuda a que no aparezcan
tantas lesiones. También es verdad que hemos contado con una buena dosis de
suerte, porque por mucho que trabajes, si en este terreno las cosas vienen mal
dadas, poco puedes hacer».
LA TEMPORADA 2018-2019
La temporada 2018-2019, que ya
acecha a la vuelta del verano, se presenta apasionante. El debut, o mejor el
regreso, de las saguntinas a la División de Honor femenina debe tener el
objetivo claro del asentamiento en la categoría. Tras la nefasta experiencia
del C.Bm. Castellón, que apenas se reforzó durante el ejercicio recién
concluido y descendió, parece claro que será indispensable aportar refuerzos al
equipo, refuerzos que apuntalen la plantilla, que no la disgreguen, y que
aporten la veteranía necesaria en los momentos delicados del juego. «Sin
olvidar que se puede producir alguna baja en la plantilla por motivos laborales
o de estudios, está claro que ha de haber profundidad de banquillo. La idea es
que vengan dos o tres jugadoras como máximo, porque confío mucho en este grupo
y no tengo ninguna duda que otro año trabajando juntas les va a venir muy bien.
Pero también es verdad que en ocasiones pecamos un poco de juventud, de
inocencia, de querer ser nosotros siempre. En ocasiones hay que saber parar el
juego sin pensar que eso es antideportivo, porque eso significa competir mejor.
En detalles como ese es donde la veteranía nos puede ayudar. De todos modos,
hemos experimentado avances en este sentido y estoy convencido de que ese
pequeño problema se corregirá con el tiempo».
No cabe duda que una plantilla
como la del Balonmano Morvedre, joven y de calidad, es punto de observación
constante para el resto de equipos de la División de Honor. Y los fichajes en
el balonmano femenino se hacen con rapidez, casi en silencio, a menudo sin
llamar a la puerta, lo que produce graves trastornos en la planificación de
cualquier plantilla. «Por ese lado estamos tranquilos. Las jugadoras ya están
hablando de que tienen ganas de que llegue agosto para hacer la pretemporada. A
lo largo del año han disfrutado mucho y yo preferiría que desconectaran un
poco, que hicieran una pausa, pero ellas piensan así, están muy centradas en el proyecto. Una gran mayoría ya nos ha
asegurado que piensa seguir pero, de todos modos, si alguna jugadora quiere
volar es libre de hacerlo».
Ya que hablamos de volar libre,
es conocido que desde hace varias temporadas el balonmano femenino español ha
padecido el éxodo de sus mejores jugadoras, algo que las enriquece pero que
también las aleja de la competición doméstica. «El hecho de que estén fuera,
desperdigadas, con distintas filosofías de balonmano, es algo complejo.
Recuerdo que cuando estaba en Itxaco teníamos jugadoras de ocho nacionalidades
distintas, lo que era importante porque te aportaba un plus y te permitía
conocer otras filosofías de juego. Por parte de las jugadoras españolas, el
hecho de que compitan fuera al máximo nivel también es bueno y provoca, de
rebote, que otras jugadoras disputen minutos importantes en la Liga Española
rindiendo a buen nivel. Quizá lo único que no me gusta es que se vayan de modo
prematuro, saltándose algunos escalones de su etapa formativa».
LA AFICIÓN Y EL APOYO INSTITUCIONAL
En su último periplo por la
División de Honor, Manu Etayo conoció a los fieles seguidores del Atlético
Guardés, cuya peña principal, O Inferno de A Sangriña, goza de merecida fama
por el amor hacia los colores guardeses y por sus constantes cánticos de
aliento al equipo. Pero la afición del Balonmano Morvedre no le ha ido a la
zaga durante todo el año y su banda de música, afinada, armoniosa, rítmica, lo
mismo interpreta ‘Paquito el Chocolatero’ para espolear a sus jugadoras, que
desliza ritmos fúnebres para desanimar a los rivales en momentos clave del
juego. «La verdad es que A Sangriña mete mucho ruido, pero lo que hemos vivido
aquí todo el año, en especial durante los partidos difíciles y en el fin de
semana del ascenso, nos ha venido muy bien. Ha sido impresionante ver el Ovni
repleto de un público amigo, que
insuflaba ánimos. No era nuestra pista habitual, porque solemos jugar en el
Pabellón René Marigil, una cuestión que me preocupaba, pero la afición se ha
implicado mucho y la conexión grada-equipo ha funcionado a la perfección. Nos
hemos sentido muy arropados». Y es que, a pesar de la preocupación del míster
navarro, el Ovni se llenó los tres días de la fase de ascenso. Mil doscientos
espectadores en cada jornada. Todo un lujo. Me contaba César Galíndez,
vicepresidente del club, que durante el último entrenamiento, Etayo no hacía
otra cosa que preguntarle cómo iba la venta de entradas y que, para
tranquilizarlo, tuvo que decirle: «tú preocúpate del equipo, que del público ya
me encargo yo». Y es que Etayo es un perfeccionista de todo lo que rodea al
balonmano, mima los pequeños detalles y procura que no quede ningún cabo
suelto. Ninguno.
Antes de terminar, hay que hablar
del apoyo institucional recibido por parte de l’Ajuntament de Sagunt,
representado en la figura del concejal de Deportes, Miguel Chover Lara. Su
implicación a lo largo de toda la temporada ha sido absoluta y en la recepción
que el consistorio municipal dispensó al equipo días después de conseguir el
ascenso, se le pudo escuchar, con voz quebrada por la emoción, que Sagunto
había recuperado la plaza en la División de Honor femenina perdida tiempo
atrás. El edil se mostró convencido de que en breve, tanto el equipo femenino
como el masculino del Fertiberia Puerto Sagunto, jugarían en la División de Honor.
«Vamos a trabajar duro para ello y el apoyo institucional no os va a faltar».
Su compromiso, sin lugar a dudas, es firme. Que los dioses, que todavía rondan
las murallas del castillo saguntino, les sean propicios y les otorguen una
porción de fortuna generosa y merecida. Y necesaria.
Herme Cerezo