Como siempre, el nuevo año se inició con el concierto de polkas, galopes, valses y marchas. Desde la Musikverein vienesa, los filarmónicos austríacos felicitaron el dos mil diecinueve con su habitual y tradicional buen hacer.
En esta ocasión el encargado de manejar la batuta fue el alemán Christian Thielemann, que anduvo correcto, con sonrisa oficial para la efeméride, poco más.
El programa elegido por el teutón contenía piezas enormemente dinámicas, rápidas e incluyó la célebre Marcha Egipcia de Johann Strauss, una partitura que aparece y desaparece del concierto y que a quien dirige este blog agrada especialmente. Les dejo algunas imágenes para ilustrar estas breves palabras conmemorativas del concierto que, cada año, resulta más balsámico para los excesos de la noche inmediatamente anterior.
La realización, como acostumbra, fue magnífica, incluido el vídeo del intermedio. Los comentarios de la retransmisión efectuada por RTVE corrieron a cargado de Martín Llade por segundo año consecutivo. A Llade parece que se le ha encomendado la misión de hacernos olvidar al añorado, e irrepetible, José Luis Pérez de Arteaga, una tarea verdaderamente muy difícil de lograr.