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Foto Quique Igual |
Nº 563.- Hace unas semanas tuve la oportunidad, y la fortuna, de compartir con
Pere Cervantes (Barcelona, 1971) la presentación de su novela ‘Golpes’ (Premio
Letras del Mediterráneo y Premio Qubo de Narrativa de 2018), editada por Alrevés.
El acto tuvo lugar en El Corte Inglés de Colón de la ciudad de València. De
aquel evento surgió esta charla, una entrevista, quizá postergada demasiado
tiempo. Basada en un hecho real, ‘Golpes’ es la historia de Alfa, un tipo que,
tras pasar 444 noches en prisión, decidió visitar en su casa al escritor barcelonés,
también policía como él, para contarle su historia bajo la premisa de «no soy
inocente, pero hay una gran diferencia entre ser un delincuente o ser un tipo
que comete delitos». La novela habla de la pérdida de identidad, de la soledad,
de la imposibilidad de querer, de la importancia de disponer de alguien que te
acoja en las esquinas del cuadrilátero de la vida y de la capacidad de encajar
y, en cierta medida, devolver, los golpes de una existencia dura. Las
similitudes entre el boxeo y la vida de Alfa son constantes, se reflejan en la
novela y en la conversación que sigue a continuación., pasaste unos años en Bosnia y Kosovo, trabajando
para la O.N.U., ¿la soledad, la distancia de tu tierra fueron los disparadores
de tu vocación por escribir?
No lo sé. Kosovo me pillo
con veintiocho tacos. Allí estuve dos años y otro más en Bosnia, pero es tal el
cúmulo de experiencias que te proporciona una situación así, que en ese momento
sólo piensas en sobrevivir. Luego, ya en casa, uno recopila datos, memorias e
incluso, mucho tiempo después, aún percibe influencias de todo aquello. Lo que
sí tengo claro es que me gustaba mucho leer y que mi impulso creador viene de
antes. Yo quería escribir pero en 1990, cuando entré en la universidad, no
había una carrera específica de Contador de
historias. Existía Filología Hispánica, pero no pude acceder a ella y
estudié Derecho.
Entonces, en tu caso la escritura no tiene tanto de
terapéutico como yo pensaba.
No, terapéutica fue mi
primera novela, ‘Trescientos sesenta y seis lunes’, que quedó en silencio porque
estaba mal escrita. Describía nuestro primer año en Kosovo y el título proviene
de una frase que utilizábamos mucho allí: «cada día es lunes». El protagonista
era un casco azul, al que le atribuíamos todo lo que hacíamos. Creo que aquello
está superado, pero bueno, a lo mejor no es así.