Nº 580.- Adentrarse en el universo de
Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974) ha constituido una de las mejores
sorpresas literarias de lo que va de 2019. Había escuchado buenas opiniones sobre
sus novelas, incluso había visto alguna crítica al respecto, pero hasta hace
unos pocos días, no había tenido la oportunidad de leer nada suyo. Ni siquiera
una columna o un artículo. Fue a primeros de junio, cuando pasó por la librería
Bartleby de València, que tomé contacto directo con su obra. Edurne vino a
presentar su nuevo título, ‘Formas de estar lejos’ (Galaxia Gutenberg), el
segundo de su carrera como escritora de ficción, iniciada en 2017 con ‘Mejor la
ausencia’ (Galaxia Gutenberg). Decidí romper
el orden secuencial de sus publicaciones y, de este modo, me asomé directamente a ‘Formas de estar lejos’, cuyos
protagonistas, Alicia y Matty, se conocieron en un pueblo sureño de los Estados
Unidos, se enamoraron y decidieron construir una vida en común o, al menos,
intentarlo. Alicia procedía de Euskadi. Abandonó su tierra en pos de una
intensa carrera universitaria, mientras que Matty, cuyos padres nunca fueron un
modelo de convivencia, había alcanzado esa forma de felicidad estable que crean
las rutinas. Poco a poco, como si fueran recortes, manchas, flashes, la
narración desvelará las mentiras y perversiones que se esconden detrás de una
aparente vida perfecta. Matty y Alicia se mueven en un mundo de soledades
compartidas, donde violencia y abuso se disimulan con el silencio y los
espacios de seguridad vienen dados por la casa y la universidad.
Blog de literatura, entrevistas, libros, cómics, balonmano, recuerdos y otras cosas.
«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)
viernes, 28 de junio de 2019
jueves, 20 de junio de 2019
Sophie Hannah: «Tengo el gran honor de haber trabajado con Poirot, el mejor personaje creado por la literatura de misterio»
Fotografía cedida por Editorial Planeta. |
Desde
siempre, Sophie Hannah (Manchester, 1971) ha sido una escritora apasionada por
la obra de Agatha Christie. Alojada en la tranquilidad de su domicilio, en un
interludio de la promoción de ‘El misterio de las cuatro cartas’ y mientras
prepara la siguiente novela, que ya será la cuarta, tuvo la amabilidad de
contestar un puñado de preguntas formuladas desde esta orilla del Mediterráneo.
Lo que viene a continuación son precisamente sus respuestas.
¿Por qué
escribe Sophie Hannah?
Escribir es
mi pasión y mi «hobby». Es algo que he hecho desde siempre. Ya de pequeña
sentía un deseo irrefrenable de contar historias. No puedo imaginar mi
existencia sin hacerlo, porque escribir es mi manera de dar sentido a la vida.
De todos los géneros literarios que existen se
decantó por la novela policiaca o de misterio, ¿lo hizo por algún motivo en
particular?
He amado
las historias de misterio desde que puedo recordar, desde que tengo memoria. A
los seis años, leía a Enid Blyton; a los doce descubrí a Agatha Christie; y al
cumplir los diecinueve, a Ruth Rendell. Devoré las novelas de estas autoras
compulsivamente. No tengo ninguna duda de que el misterio es mi género favorito
para leer y también para escribir.
miércoles, 19 de junio de 2019
Manuel Jabois: «Quiero llegar a los lectores con mis propias armas, con mi estilo»
Nº 578.- Ha adquirido relevancia por sus apariciones
en prensa. Diario de Pontevedra, El Mundo
y El País han publicado y publican
sus artículos desde hace tiempo. Tiene una colaboración diaria, breve pero
jugosa, en la Cadena Ser, dentro del programa Hoy por Hoy, donde se pueden escuchar sus comentarios sobre temas
de actualidad. Ahora, Manuel Jabois (Sanxenxo, Pontevedra, 1978) se descuelga
con su primera incursión en el territorio de la ficción. Y lo hace con una
novela, ‘Malaherba’, editada por Alfaguara, una narración fronteriza entre la
última infancia y la pubertad, la de Tambu, Elvis, Rebe y Claudia. ‘Malaherba’
es un libro de iniciación, de descubrimientos, de peligros, de asombros y
perplejidades. Una prosa fresca, con retranca, pulida, bien engrasada, que se
lee con pasmosa rapidez y deja un poso agridulce en el lector, es su mejor
tarjeta de presentación.
Manuel, es la
primera vez que te entrevisto, por tanto, esta pregunta es casi obligatoria:
¿qué significa para ti escribir?
Básicamente, escribir para mí significa
ser bastante feliz. Me cuesta mucho ponerme a escribir y me cuesta mucho dejar
de hacerlo y digo que soy bastante feliz porque se me ocurren muchas cosas que,
aquí y ahora, no pasan por mi cabeza. Muchas veces vivo mejor en la escritura
que fuera de casa. No puedo decir que los momentos de bajón, de tristeza o de
preocupación se curen con la escritura, pero sí es verdad que después de
escribir me siento bastante mejor. También me sienta muy bien escuchar lo que
la gente opina de lo que escribo, porque yo escribo para los demás.
¿‘Malaherba’,
por ser tu primera novela, es muy autobiográfica?
En realidad, no es la primera, ya que
escribí una novela en gallego hace quince años. Sobre su carácter autobiográfico,
no creo que tenga que cumplirse siempre esa norma. No sé cuál será la segunda,
la tercera o la cuarta novela que escriba, pero de lo que no tengo ninguna duda
es de que decidí utilizar la primera persona para contar una historia más o
menos lineal, concentrada en un tiempo y un espacio autobiográficos concretos,
en los que el protagonista, un niño con la misma edad que un día tuve yo, vive
y estudia en un entorno parecido al mío. A partir de ahí, la familia y los
compañeros son completamente inventados. El protagonista tiene obsesiones, inseguridades,
dudas y miedos que sí son míos, igual que su mirada. Si no lo fueran,
resultaría muy complicado para un escritor novato como yo haber inventado todo
eso. He escrito la novela desde el punto de vista de la humildad.
¿Has escogido
precisamente la primera persona para narrar por esos rasgos tuyos a los que
aludes?
A la tercera persona le tengo mucho
respecto. Creo que no sabría manejar bien la omnisciencia y que enseñaría
demasiado al lector. Hay que poseer un dominio narrativo muy grande para
utilizarla. Además, como provengo de la crónica y del reportaje, tal vez me
hubiera podido más la pulsión periodística que la literaria a la hora de
escribir. Con la primera persona, el problema radicaba en localizar la voz
narrativa de un crío de esa edad. Pero como todavía conservo bastante de adolescente, me
parece que no me ha quedado mal.
jueves, 13 de junio de 2019
Rafel Nadal, Premi Ramon Llull 2019: «A mí los lectores me importan mucho»
Nº 577.- Mateu crece en una familia rota que no
siente como suya. Desde niño lucha por dejar atrás los gritos, las peleas y las
miserias de la Mina, su hogar, la casa más pobre de Caldes de Malavella, la
población donde él vive. Para ayudar a su madre a sacar la familia adelante y labrarse su propio futuro, acepta cualquier trabajo, por modesto que sea.
Pronto descubrirá que sus orígenes se ocultan detrás de un secreto del que
nadie habla, pero que todos conocen. La historia se complica con un hecho real:
la llegada a Caldes en 1944 de mil marinos italianos, procedentes del
hundimiento del acorazado Roma de la Marina Italiana, bombardeado por la
aviación del III Reich. Un día, a sus setenta años, Mateu decidirá averiguar
quién es realmente su padre y visitarle para conocerlo. Con esta materia prima,
Rafel Nadal (Girona, 1954) ha escrito ‘El hijo del italiano’, editada por
Planeta, novela con la que ha obtenido el Premi Ramon Llull 2019.
SOBRE LA
PROMOCIÓN
Hace unos días, Rafel Nadal anduvo por
Valencia para presentar ‘El hijo del italiano’, porque desde siempre – Charles
Dickens ya lo hacía – los escritores también promocionan sus libros, aunque
algunos eso no lo llevan muy bien. «Es verdad, los escritores no debemos
renunciar a ello, no podemos decir que estamos al margen y que nuestro trabajo
concluye con la escritura. Al final, las librerías son un milagro, igual que
las editoriales. Se lo debemos todo a libreros y editores y hay que ayudarles. Tampoco
hay que olvidar a los clubes de lectura a donde acudimos para hablar de
nuestras novelas. Son muy importantes. Los miembros de los clubes son personas
que llevan muchos años leyendo, saben muy bien lo que buscan en un libro y lo
que quieren preguntarle a su autor». En ocasiones, los mismos clubes le han
facilitado su tarea a Rafel Nadal, aunque sea de modo involuntario. «A lo largo
de mi carrera literaria, los lectores me han proporcionado muchas historias. No
soy uno de esos escritores que dicen que no les importa el público. Yo no me
escondo, a mí los lectores me importan mucho. Me encanta que se introduzcan en
la historia y se sientan interpelados por lo que escribo. Sin ellos escribiría
igual, porque es algo que no puedo evitar, pero mientras trabajo pienso que hay
personas que se pueden emocionar con lo que les cuento y eso me produce un gran
placer».
Décimo aniversario de 'El tiempo entre costuras' de María Dueñas
10 AÑOS
EL TIEMPO ENTRE COSTURAS
de
MARÍA DUEÑAS
Más de 5 millones de ejemplares, 42 traducciones y una gran adaptación audiovisual
Para celebrar estos 10 años de éxito, Editorial Planeta ha viajado con la autora a los maravillosos escenarios de la novela en Tetuán y ha recorrido los vestigios del antiguo Protectorado español.
«Mi Tetuán es el legado que he recibido, toda una herencia de conocimiento y de corazón. »
María Dueñas
martes, 11 de junio de 2019
Carlos Hernández de Miguel: «La verdad se acaba abriendo camino, aunque en España los obstáculos son mayores que en el resto del mundo democrático»
Imagen cedida por la editorial. |
Nº 576.- ‘Los campos de concentración de Franco’ de
Carlos Hernández de Miguel (Madrid, 1969), publicado por Penguin Random House, es
una obra que se echaba de menos dentro del panorama historiográfico de la Guerra
Civil y la posguerra. Su aparición viene a rellenar un hueco solo parcialmente cubierto
hasta ahora por obras monográficas y específicas, que han carecido de la suficiente
difusión entre los especialistas y el público lector. Hernández de Miguel ha escrito un volumen exhaustivo,
intenso, que abarca desde el listado de los campos de concentración existentes en
España, clasificados en provisionales, estables y de larga duración, hasta el testimonio
personal de muchas de las personas que vivieron el horror entre sus muros, sus barracones
o sus alambradas. Conventos, plazas de toros, campos de fútbol, naves industriales,
cuarteles… todo sirvió para hacinar a miles de prisioneros procedentes del derrotado
ejército de la República. Quizá para entender un poco lo que allí se vivió, valga
la pena reproducir aquí la frase de uno de los reclusos, Eduardo de Guzmán, que
el propio Carlos Hernández de Miguel incluye
en los comienzos del libro: «Pronto envidiaremos a los muertos».
Carlos, Vd. ha sido y es
corresponsal, periodista y escritor, ¿qué significa la escritura para usted?
En mi caso es la herramienta para contar historias y describir la realidad.
¿Por qué publicar ahora este libro
sobre los horrores de los campos de concentración? ¿Fue sólo a petición de los
lectores, como indica en el propio texto, o le movía algún otro motivo a
hacerlo?
Realmente fue una petición que recibí mientras realizaba mi anterior
investigación sobre los españoles y españolas que fueron deportados a los
campos de concentración nazis. Algunos de los supervivientes a los que
entrevisté y sus familiares me pidieron que, cuando publicara ese libro, me
centrara en los campos de concentración franquistas que eran mucho menos
conocidos que los abiertos por Hitler.
¿A su juicio por qué nadie hasta
ahora se había interesado en publicar nada sobre este asunto?
Ha habido algunos trabajos sobre el tema como el que realizó el historiador
Javier Rodrigo en 2005. También hay media docena de monografías sobre campos
específicos, muy destacadas. Sin embargo todos estos trabajos se habían quedado
en el ámbito académico o local y no habían llegado al gran público. El que
nadie lo hiciera antes yo lo atribuyo a esa anomalía en la que vive nuestro
país. Una anomalía donde nos robaron la memoria y falsearon la Historia. Lo
hizo Franco, durante 40 años de dictadura, con el objetivo de ocultar sus
crímenes y blanquear su represión. El problema es que no corrigió el error
nuestra democracia. Aquí no ha habido una política estatal encaminada a sacar a
la luz nuestro pasado. Lo hicieron Alemania, Japón o Austria. Lo hizo mucho
después Rusia, Argentina o Chile… pero aquí seguimos viviendo en las mentiras,
el silencio y las medias verdades.
Señala Vd. que este libro no hubiera
sido posible sin el trabajo de tantos y tantos archiveros anónimos que hay en
este país, ¿la sociedad española es realmente consciente de la importancia del
cometido que ellos desarrollan?
En absoluto. Este país nunca ha cuidado esos templos de nuestra Historia
que son los archivos y mucho menos al personal que trabaja en ellos. No es
casual. Obedece al mismo problema que he mencionado en la pregunta anterior.
Aquí se ha tratado de que no miráramos hacia el pasado, de que no conociéramos
lo que sucedió durante la guerra y la dictadura. Y una de las estrategias que
han utilizado los poderes públicos para conseguirlo es no realizar una política
archivística que permitiera analizar la documentación existente para ponerla a disposición
de investigadores y ciudadanos. Los archiveros luchan muchas veces contra esa
dinámica y realizan un esfuerzo extra para facilitar el trabajo a personas como
yo. Por eso quise dedicarles este libro.
miércoles, 5 de junio de 2019
Ramon Solsona: «Recordar a las víctimas de las dictaduras es una forma de evitar su repetición»
Foto cedida por Proa |
Nº 575.- Conocí la literatura
de Ramon Solsona por casualidad pura. Fue uno de esos rebotes de la curiosidad
humana. Ocurrió hace dos años, una tarde de invierno, saboreando un paseo. El
escaparate de una librería, Tres i quatre,
de la calle San Fernando de València, exhibía un surtido de buenos libros.
Generoso. Interesante. Diverso. La portada de uno de ellos atrajo mi atención:
un hombre y una mujer bailando en una cocina. Blanco y negro. No había música,
pero sonaba una melodía. Su título: ‘Allò que va pasar a Cardós’ (‘Todo lo que
sucedió en el valle’, en su versión castellana). Lo compré. No lo leí, lo
devoré. A partir de aquel momento, decidí seguir, dentro de lo posible, la
trayectoria literaria de su autor, Ramon Solsona (Barcelona, 1950). Otro de sus
títulos, ‘L’home de la maleta’ (‘El hombre de la maleta’), cayó en mis manos
después. Me gustó. Mucho. En 2019, ahora, es cuando termina de publicar ‘Disset
pianos’ (‘Diecisiete pianos’), editada por Proa, una novela que parte de un
encargo: «No malvendas los pianos», las últimas palabras que el restaurador
rumano Peter le dijo a la Mei, su pareja, una mujer que trabaja en una agencia
y que no sabe nada de pianos. Y de venderlos, menos. A partir de ahí, la
peripecia de la venta y las nuevas relaciones que la Mei establecerá con otras
personas constituyen la primera parte del libro. La segunda, que transcurre en
Bucarest, desvela un enigma vital: la cara B de Peter y su familia, al tiempo
que traza un retrato de la Rumanía de la postdictadura, del capitalismo, de las
cicatrices malcuradas. Son las cinco de la tarde cuando comienzo a conversar
con Ramon Solsona. Por teléfono. En catalán. La grabadora graba todos los
idiomas. Es la suerte que tenemos los que nacimos asomados al Mediterráneo y
hablamos más de una lengua. Es la suerte de compartir un territorio lingüístico
común. Es la suerte de poseer la capacidad para leer libros en su versión
original, sin doblajes.
Ramon, después de una
trayectoria tan larga y provechosa como la suya, ¿qué significa para usted
escribir?
Bueno, la respuesta a esta pregunta es muy sencilla: escribo
porque no lo puedo evitar. Se me presentan delante de mí una serie de temas y
no soy capaz de negarme a escribir sobre ellos, dedicándoles todo mi esfuerzo y
trabajo durante un tiempo.
¿Algo parecido a una
enfermedad?
Digamos que es un impulso irresistible.
¿Cómo surgió la idea para
escribir ‘Disset pianos’?
A diferencia de ocasiones anteriores, esta historia me la
encontré un poco hecha. Conocí a una mujer que había perdido a su pareja, que
había sido afinador y restaurador de pianos. De pronto, ella se vio inmersa en
el compromiso de vender diecisiete pianos. El piano es un instrumento muy
bonito, pero es un trasto que pesa entre doscientos y trescientos kilos y, si
no tienes ni idea de cómo hacerlo, la tarea resulta harto complicada. A partir
de este hecho real, aproveché otras cosas, también sucedidas en la realidad, y
comencé a escribir la novela, cuya segunda parte discurre en Bucarest y tiene
poco que ver con la primera.
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