Nº 580.- Adentrarse en el universo de
Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974) ha constituido una de las mejores
sorpresas literarias de lo que va de 2019. Había escuchado buenas opiniones sobre
sus novelas, incluso había visto alguna crítica al respecto, pero hasta hace
unos pocos días, no había tenido la oportunidad de leer nada suyo. Ni siquiera
una columna o un artículo. Fue a primeros de junio, cuando pasó por la librería
Bartleby de València, que tomé contacto directo con su obra. Edurne vino a
presentar su nuevo título, ‘Formas de estar lejos’ (Galaxia Gutenberg), el
segundo de su carrera como escritora de ficción, iniciada en 2017 con ‘Mejor la
ausencia’ (Galaxia Gutenberg). Decidí romper
el orden secuencial de sus publicaciones y, de este modo, me asomé directamente a ‘Formas de estar lejos’, cuyos
protagonistas, Alicia y Matty, se conocieron en un pueblo sureño de los Estados
Unidos, se enamoraron y decidieron construir una vida en común o, al menos,
intentarlo. Alicia procedía de Euskadi. Abandonó su tierra en pos de una
intensa carrera universitaria, mientras que Matty, cuyos padres nunca fueron un
modelo de convivencia, había alcanzado esa forma de felicidad estable que crean
las rutinas. Poco a poco, como si fueran recortes, manchas, flashes, la
narración desvelará las mentiras y perversiones que se esconden detrás de una
aparente vida perfecta. Matty y Alicia se mueven en un mundo de soledades
compartidas, donde violencia y abuso se disimulan con el silencio y los
espacios de seguridad vienen dados por la casa y la universidad.
MOTIVOS PARA ESCRIBIR
Cada escritor tiene un motivo
para escribir. Dice Edurne Portela que ella escribe «desde siempre, desde mucho
antes de empezar mi carrera literaria y lo hago sobre lo que me incomoda,
enfurece o entristece». Y dentro de sus predilecciones temáticas, hay una que
parece prevalecer sobre las demás. «Siempre he escogido temas que tienen que
ver con la violencia, que afecta más a unas personas que a otras. Por el
entorno en que crecí, soy muy sensible a la violencia, de tal manera que marca
mi manera de ver el mundo. Todo lo que me entristece tiene que ver con formas
de hacer daño a otro de modo consciente. La violencia, verbal o física, es algo
sustancial con la realidad y escribir sobre la realidad es escribir sobre la violencia.
Es un tema inagotable, que me permite ordenar mi mundo y entenderme a mí
misma».
Antes de iniciar una novela,
siempre existe algo, un recuerdo, una pregunta, una
imagen o una frase que da
pie a su escritura. En el caso de ‘Formas de estar lejos’ «no sé si aquí ha
habido un detonante o es un poso que ha crecido paulatinamente hasta obligarme
a escribir sobre él. Me apetecía indagar sobre la relación de pareja de Ali y
Matty, una relación en la que no ocurren hechos grandilocuentes, pero en la que
sí suceden muchas pequeñas cosas y se detecta una estrategia de control y de
secuestro afectivo». En la novela, la escritora de Santurce tiene muy presentes
los dieciocho años vividos en Estados Unidos. «Me apetecía revisitar aquel
tiempo, porque hay cosas de la sociedad estadounidense que me molestaban e
inquietaban, aspectos que no entendía, y que al escribir el libro he tratado de
explicarme. Sin que llegue a ser un texto autobiográfico, ‘Formas de estar
lejos’ trata temas como el desarraigo y la soledad, así como un contexto que
conozco muy bien. Vivir en un medio inhóspito y hostil cambia tu sentido de
pertenencia, tu identidad, tu propia forma de entenderte y eso puede afectar
profundamente a tus comportamientos».
Siempre apetece conocer si un escritor
utiliza un esquema preconcebido, rígido, al que se ciñe ferreamente o si, por
el contrario, se deja llevar por el proceso de creación. «Siempre he escuchado
a escritores que afirmaban desconocer a dónde les iba a conducir la narración.
Pensaba que eran unos embusteros y que lo decían por el glamour que envuelve la
escritura. Sin embargo, cuando me puse a escribir, resultó que a mí me ocurría
lo mismo y me sorprendía al ver de dónde procedían las cosas que contaba y de
dónde surgían los personajes. Desde luego la escritura es una mezcla de
intuición y reflexión, una reflexión que proviene de un conocimiento oscuro, de
la memoria y de unos afectos que, en ocasiones, al plasmarlos en el papel te
pueden horrorizar».
EL TÍTULO, ‘FORMAS DE ESTAR LEJOS’
Escoger un título para su nueva
obra no le resultó tarea fácil. «Me costó mucho llegar a él. Surgió a partir de
una escena en la que describo la nieve como una forma de lejanía geográfica, un
estar y no estar con la pareja, la manera, voluntaria o involuntaria, en que
nos aislamos y la incomunicación… Ahí me di cuenta que esas palabras tenían mucho
que ver con el meollo de la novela y las elegí como título».
La violencia que se dibuja en
‘Formas de estar lejos’ es fundamentalmente psicológica. «No hay marcas físicas
y por eso quizá luchamos menos contra ello. Uno de los problemas que existen en
torno a este tipo de maltrato es que pensamos que lo que ocurre en el plano
íntimo de la pareja se debe solucionar dentro de casa. Tenemos que darnos
cuenta de que esta actitud corresponde a un modelo de educación basado en la
creencia de que la mujer ha de estar en posición de inferioridad con respecto
al hombre. Es una situación de control psicológico, que también tiene que ver
con aspectos sociológicos, económicos y sexuales». Pero lo que ocurre dentro de
la pareja, trasciende afuera. Es evidente. «Hemos de pensar que si encontramos
todo esto como algo normal, es a causa de la educación que hemos recibido. Es
algo inconcebible y es necesario que conozcamos porqué admitimos todo esto. Si
una mujer dice que a su marido no le gusta que salga con sus amigas o que no le
haga la cena, es claro que se trata de un síntoma de maltrato continuado,
estrechamente vinculado con los celos y el control, que recorta la posibilidad
de crecimiento de las mujeres».
‘Formas de estar lejos’ está
construida con capítulos cortos, que se leen con rapidez. «Me costó mucho tener
claro cómo iba a estructurar la novela. Comienza con dos monólogos, uno de Ali
y otro de Matty; luego hay unas páginas de diario y después un narrador en
tercera persona, que se focaliza en ambos protagonistas y desvela su mundo. Pretendía
enseñar cómo se comportaban dentro de casa y en el mundo exterior y, como he
dicho antes, quería revisar la universidad y la sociedad estadounidense, para
lo que fui incorporando diversos elementos en cada escena. Con la mediación de
lo cotidiano, podemos comprender mucho mejor cómo son los protagonistas, a
dónde van y de dónde vienen, porque a mí me gusta mostrar poco e incentivar la
imaginación mientras narro».
La universidad norteamericana es un
mundo cerrado, propio, en el que se suceden los acontecimientos y donde la
violencia también se ejerce. «Quería indagar en los tipos de violencia que se
producen en ese espacio semiprivado que es la universidad, algo que
consideraríamos inconcebible. Son hechos reales, que he recreado mediante la
ficción para invitar a la reflexión, protagonizados por personas pudientes que
pagan sesenta mil dólares anuales por estudiar allí. El reverso de todo eso es
una violencia atroz, sexista y racista, bañada por un silencio y una represión
tremenda. Cada vez que nos edulcoran mucho la realidad, su reverso es muy
perverso». Lo que resulta más preocupante, si cabe, es que este reverso no llegue
a la opinión pública. «Ha habido varias organizaciones que han tratado de sacar
a la luz las violaciones en el campus, pero eso no pasa porque las mujeres
están muy presionadas para no denunciar y, si lo hacen, son los propios
sistemas de seguridad de los centros quienes se ocupan de estos casos. Después
del «Me Too», sí que se ha tomado conciencia del problema e incluso se han
llegado a cerrar algunas fraternidades universitarias». El problema de la violencia
y de la marginación social no es exclusivo de los campus universitarios.
«Estados Unidos es un país difícil de entender. Después de dieciocho años de vivir
allí, yo no lo conseguí. Es una sociedad muy de extremos y el activismo que
denuncia la violencia contra el emigrante es potente y cuenta con una masa
social importante, pero comparado con el volumen de población total del país
resulta algo marginal. En el Sur, los emigrantes viven en unas condiciones de
trabajo ignominiosas. Estamos ante una sociedad muy individualista y siempre
llega alguien que dice que las condiciones de vida van a mejorar, pero no se
preocupa mucho de los que llegan de fuera».
EUSKADI, SIEMPRE EUSKADI
Euskadi es una constante en la
literatura de Edurne Portela. Enclavada la narración a partir del año 1972,
‘Mejor la ausencia’, se centra en Amaia, una joven perteneciente a una familia
de cuatro hermanos, en la que se respiran los avatares de la vida vasca, de la
violencia profunda, de las drogas y del abertzalismo desmedido, personificado
en el entorno de ETA. Su primera publicación en España, el ensayo ‘El eco de
los disparos’ (Galaxia Gutenberg) también trata sobre su tierra y sus
circunstancias. «Los que nacimos allí llevamos esta carga encima. Creo que hay
gente menos consciente de ello, tal vez porque no ha reflexionado y no tiene
tan presente la cuestión de la violencia. Sin embargo, los que sí lo hemos
hecho, no vemos igual todo esto. Cuando desarrollé el personaje de Alicia
necesitaba que Euskadi estuviera presente. No sé si se trata de un valor
añadido o es como el mono en la chepa y no quiero sacudírmelo. El tipo de
reflexión que a mí me gusta necesita mucho reposo. Empezar un proyecto
literario nuevo me parece liberador, pero cuando la presencia de Euskadi se me
aparece, como un fantasma, no lo quiero echar, porque si surge, si regresa, es
por algo». Pero, ¿cómo reflexionar sobre Euskadi? ¿En qué términos? «Creo que
es necesario hacerlo, pero cada uno tiene sus propios ritmos. Ni la memoria ni
el olvido se pueden imponer. A mí nadie me puede decir que ya está bien de
hablar de Euskadi, pero yo tampoco puedo obligar a un escritor a que él también
lo haga. Si alguien escribe sin necesidad, sin impulso, mejor que no lo haga».
Uno de los temas más recurrentes
de la literatura hispana en los últimos años es
el de la Guerra Civil. Incluso
hay quien afirma que se ha escrito demasiado al respecto. A propósito de su
pasado reciente, ¿puede ocurrir en Euskadi lo mismo? «Creo que deben contarse
relatos honestos sobre Euskadi que, con el tiempo, crearán un corpus
importante. Me molesta que se escriban libros con fines comerciales, pero
también es inevitable. Ocurre lo mismo que cuando comenzaron a publicarse
novelas sobre la Guerra Civil. Si alguien quiere escribir un «best seller»,
será fácil hacerlo utilizando víctimas y terroristas extrapolados. Otra cosa
distinta es construir relatos que reflejen la complejidad de este asunto y, en
este sentido, pienso que hay que hacerlo, porque puedes aportar algo al
debate». Es evidente que Edurne Portela no convive demasiado bien con el asunto
de Euskadi. «Lo llevo muy mal. A nivel político, ahora hay una manipulación y
se habla como si ETA continuase matando. Se trata de la misma manipulación de
hace quince años, que olvida las iniciativas de convivencia y el trabajo que se
están llevando a cabo para revertir la situación. Me da mucha rabia que, de
repente, aparezca un iluminado que quiere hacer una cruzada y pretende
dinamitar este proceso. Es algo que me parece deleznable y una falta de respeto
total. Además, perpetúa unos estereotipos, que no están vigentes actualmente o
que representan a una minoría y que distorsionan la visión de Euskadi en el
resto de España».
Concluyo esta conversación con
una frase extraída de la página 187 de ‘Mejor la ausencia’. Dice así: «No tengo
ningún cuadro, ninguna foto que me traiga buenos recuerdos». Es poco usual carecer
de fotografías, imágenes, que evoquen momentos felices, instantes inolvidables.
Quizá este pensamiento pueda ser un espejo
donde se miren tanto Amaya como Alicia, las protagonistas de las dos novelas escritas
hasta hoy por Edurne Portela.