Nº 583.- Antonio Tojeira se siente afortunado: lleva un año en
Alicante como inspector de policía y disfruta del sol, de la modernidad que
trae el turismo en la España convulsa de 1980, la de la Transición, y de una
incipiente relación con Cruz, una echadora de cartas con quien se acuesta
ocasionalmente. La muerte accidental de un joven en una estación de tren y el
traslado de Tojeira a una comisaría norteña van a alterar profundamente este
panorama. La felicidad del inspector se trastoca en su nuevo destino, al tiempo
que sus pasos le conducen hacia una trama en la que confluyen corruptos
policías y grupúsculos fascistas. Este es el argumento que maneja ‘De otro
lugar’ (Alianza de Novelas), el debut en el género negro de Óscar Montoya, un
alicantino residente en Vigo desde hace casi treinta años.
La entrevista con Montoya se desarrolla a mitad de tarde, un
viernes caluroso, mientras los albañiles cambian una ventana en mi domicilio.
En contra de los habituales sonidos de cafetería, platillos, tazas, cucharillas,
como fondo de grabación, auténticos efectos especiales, se escuchan
martillazos, voces de tono elevado y el siseo de una radial pertinaz. En todo
caso nada serio, nada capaz de impedir la conversación entre el autor de ‘De
otro lugar’ y quien esto suscribe.
Óscar, ¿qué hace un
alicantino como tú en un sitio como Vigo?
Llegué aquí con 14 años, procedía de Alicante, y la verdad es
que ya me considero medio gallego. Voy a cumplir cuarenta y cuatro y casi «falo
galego a modiño» (Hablo gallego despacio).
Y ¿qué significa la
escritura para ti?
Es algo que he hecho desde pequeño, igual que el dibujo.
Supongo que es una vía de escape para comprender lo que no entiendes de la vida
cotidiana y también una forma de intentar conocerte a ti mismo.
Tu primera novela la
publicaste en Amazon, ¿para un escritor que comienza esta opción es
recomendable?
Francamente, no lo sé. Creo que he tenido mucha suerte, pero
no es la norma más frecuente. Mi primera novela me la tomé como un juego,
incluso utilicé un seudónimo para pasar desapercibido entre los amigos. Cuando
la segunda novela estaba ya autoeditada la envié a varias editoriales y mi
sorpresa fue que Alianza De Novelas, del grupo Anaya, contactó conmigo porque
les interesaba el libro.
Y, aunque ahora lo de
los géneros cada vez está más en entredicho por aquello del mestizaje, ¿por qué
escogiste el género negro?
En los circuitos culturales que hay ahora en España y en el
mundo destaca mucho la novela negra. Creo que la cultura y la literatura están tan
atacadas que se han refugiado en este género. Dentro de unos años aparecerá
otra cosa, no sé cuál. Cuando empecé a escribirla, ‘De otro lugar’ era una
novela sobre policías, no una novela policiaca. A medida que avanzaba en su
escritura le fui introduciendo la trama policial. Pero para mí lo más
importante es el aspecto existencial del individuo, mucho más que el género.
En una novela como la
tuya, policial al fin y al cabo, ¿el humor es una herramienta indispensable?
Bueno, hay un tipo de novela negra que funciona bien con lo
siniestro y lo gótico, y otro tipo que funciona mejor con el humor. En mi caso,
creo que el humor es una particularidad de mi escritura, tanto es así que si
hiciera una novela romántica también lo utilizaría.
¿A través del humor podemos expresar cosas que no nos atreveríamos a
decir sentados frente al ordenador, revestidos de un tono serio y formal?
Absolutamente, sí. Para mí el humor, si quieres puedes
llamarlo también ironía, es como el punto donde se juntan el bien y el mal. Es
el mascarón de proa de la libertad de expresión. Por eso es tan atacado cuando
vivimos tiempos difíciles. En concreto, para ‘De otro lugar’ resulta esencial,
porque trata de una época muy especial como fue la Transición.
¿Cómo surgió la idea
inicial para escribir ‘De otro lugar’?
La novela parte de un relato inédito que escribí hace unos
años, que precisamente constituye el desenlace de la novela. Nada más terminar
de escribirlo, algo en mi interior me dijo que aquel cuento era el final de
algo. Lo guardé durante mucho tiempo hasta que me sentí capaz de darle la
vuelta y buscarle un principio, así que esta novela está escrita partiendo
desde atrás.
Antonio Tojeira es un inspector
bastante peculiar, alguien sin muchas ganas de trabajar, un tipo algo
acomplejado por su falta de formación y enormemente interesado por los ovnis,
los libros de J.J. Benítez y los televisivos programas de Jiménez del Oso, ¿de
dónde procede semejante policía?
Bueno, he conocido gente de esa época, policías que tenían
inquietudes de este tipo y fui creando un personaje con los rasgos de varias
personas, que al final deviene en un personaje autónomo. La Transición fue una
época muy turbulenta en la que gente pasaba de todo. Es como hoy mismo, un
tiempo en el que hay mucho ruido y la gente se preocupa por lo que sucede pero
no milita en nada. Antonio Tojeira se encuentra en una comisaría, fagocitado
por elementos del antiguo régimen y no le interesa nada: ni el oficio de
policía, ni la época que le ha correspondido vivir.
Justo antes de esta
pregunta, uno de los albañiles me pide una escoba para barrer el polvo.
Interrumpimos momentáneamente la conversación, sin apagar la grabadora. A mi
regreso, proseguimos, no sin antes disculparme. Son peculiaridades, mínimos
contratiempos, polvorientos eso sí, del oficio de entrevistar por teléfono
desde casa. Óscar, ¿Cuánto hay de ti en Antonio Tojeira?
Creo que de mí tiene su cinismo. He pretendido crear un
personaje que, al principio, fue mío, pero que a medida que avanzaba se fue alejando
de mí. Es como tener un hijo, al que crías y que luego se va [risas]
¿Por qué escogiste la
primera persona para narrar?
En mis dos novelas he utilizado la primera persona y el
tiempo presente, porque para mí es una manera de estar cerca del lector, a su
lado, de ganar verosimilitud. Escribir en primera persona ahorra mucha
documentación y hace que el protagonista transmita directamente al lector lo
que piensa. Como también me gusta que se equivoque, la primera persona es ideal
para cumplir este objetivo.
Hablemos un poco de la Transición,
¿te atraía este momento histórico como telón de fondo de tu novela por algún
motivo especial?
Me atraía su semejanza con la actualidad. Mi primera novela,
‘Últimos días de maternidad’, está ambientada en 2016, en tiempo real y trata
de una mujer que ha tenido una niña. Tanto en ese primer título como en ‘De
otro lugar’, lo que me interesa sobre todo es defender la libertad individual
del protagonista en épocas con mucho movimiento y tratar los problemas que
joden a la gente, que precisamente son los que vienen de dentro. Por eso he confrontado
el ruido político, mediático y social de la Transición con las dificultades
personales que atraviesa el inspector Antonio Tojeira.
¿La policía vivió su
propia Transición?
Sí que la vivió, sí, y mucho más lenta que otros cuerpos,
aunque más rápida que el ejército y que la guardia civil. En 1982, diez de las
doce jefaturas superiores de policía estaban comandadas por antiguos miembros
de la Brigada Político Social, aunque se debió no tanto a una cuestión de tipo
ideológico como de eficiencia. No se podía cambiar de la noche a la mañana a la
policía, aunque desde luego hubo recompensas por servicios prestados.
¿Conocías ya el
desenlace de la novela cuando comenzaste a escribirla o te has dejado llevar
por los acontecimientos?
Como te he dicho antes, en el caso de ‘De otro lugar’ sí lo
conocía, pero en la anterior novela no. No escribo esquemas, tengo una idea
básica y suelo tirar hacia delante. No quiero darle más importancia al proceso
creador. Soy un escritor rápido.
Hablas también sobre
las connivencias entre la extrema derecha y la policía durante la Transición,
¿a día de hoy estas corruptelas han desaparecido por completo?
Creo que sí, creo que han desaparecido, aunque puede ser
también que estemos al comienzo de algo, no hay más que recordar la policía
patriótica del PP. Pero me parece injusto trasladar ese hecho a todo el cuerpo
policial. Entonces ocurría lo mismo que ahora, pero salíamos de un régimen
dictatorial y el proceso que recorríamos era justo el contrario, caminábamos
hacia una democracia cargados de ilusión. Entonces, unos cuadros cambiaron y
otros no, porque el país atravesaba una situación muy mala por la acción de ETA
y por la amenaza de un golpe de estado.
Aparece el 23-F, un
hecho histórico muy importante, decisivo incluso, y que han pretendido
disfrazar o relativizar todo lo posible, ¿hasta el 24 de febrero de 1981 no
estuvo claro del todo que nuestra incipiente democracia pudiera salir adelante?
Se suele decir que la Transición termina con el acceso de Felipe
González al poder. Otros opinan que concluyó cuando llegó el primer gobierno de
José María Aznar, porque fue la primera vez que un partido de derecha
democrática gobernaba a través de las urnas. En realidad, el 24 de febrero de
1981 acabó la amenaza del ejército, pero ETA seguía a la suya y existía peligro
de involución.
¿Cuántos años tenías tú
el 23-F y qué recuerdo guardas de aquel día, me refiero a impresiones
personales tuyas, no a cosas que hayas leído?
Tenía seis años y recuerdo que vivía en Elche con mi familia.
En verdad tengo un recuerdo vago. Veo un televisor en blanco y negro y que
todos estábamos delante de él pendientes de lo que ocurría. Pero no sé si fue
algo vivido o imaginado, un recuerdo que me he construido a posteriori, no
puedo precisarlo con rotundidad.
«Con el Viejo esto no
pasaba», esta frase se oye con frecuencia en tu novela, son palabras entre
policías dentro de una comisaría, muy frecuentes en los ochenta.
En ‘De otro lugar’ he tratado de reflejar el ámbito algo
cutre de la formación del Cuerpo Nacional de Policía. Tojeira no es un tipo
progresista, pero no quiere volver hacia atrás ni en pintura.
¿Volveremos a tropezar
con Tojeira en un futuro proyecto literario tuyo?
No creo, salvo que me ponga a vender novelas como Domingo
Villar, cosa que dudo, y me manden escribir otra novela sobre un personaje que
no resuelve nada como es él. Mi intención era hacer de la Transición y de su
tiempo un personaje más, quería hablar de los miedos interiores de un país y de
un individuo. Y ahí lo quiero dejar. Mi primera novela no tiene nada que ver
con esta y la tercera, si la escribo, tampoco. Creo que esto es lo más policial
que me va a salir.
La última por hoy,
¿puedes adelantarnos por donde andarán tus futuros proyectos literarios, si es
que ya los tienes?
Estoy con algo que interrumpí cuando surgió lo de esta novela
y la verdad que es que todo ha ido tan rápido que necesito descansar un poco. El
nuevo proyecto no tiene nada que ver con esta historia, pero como digo necesito
recuperarme un poco de todo el trajín y el jaleo que ha supuesto ‘De otro
lugar’.
Y concluimos nuestra conversación sin que los albañiles
volvieran a interrumpirla. Todo un éxito. Sin duda.
Herme Cerezo